Prólogo
Despierto por ruidos que escucho fuera de mi habitación, abro los ojos y me pongo de pie. Salgo de la habitación y veo a mi madre en una silla, subida encima de una caja de madera tratando de agarrar algo que no alcanza.
—¿Qué rayos haces? —le pregunto y se sobresalta.
Por el susto pierde el equilibrio y cae al suelo junto con algunas cosas de las que intentaba alcanzar. No puedo aguantar y suelto una carcajada, ella me mira mal.
—Aitana, en vez de estar ahí parada como estatua deberías ayudarme —trato de dejar de reír.
—Es que... No puedo —intento parar de reír y fracaso.
Segundos después escucho su risa y la mía aumenta.
—Todo es tu culpa, niña, ¿qué hacías ahí tan silenciosa para luego hablar de repente? —dejo de reír.
Ella comienza a recoger todo y la ayudo.
—Tú me despertaste mamá, que te hayas caído también es tu culpa —siento un pellizco en mi brazo —Auch —me quejo y acaricio la zona.
—Por no ayudarme, te lo mereces —se pone de pie y sonríe.
—Eres una vengativa, Angélica —vuelve a pellizcarme —basta, mamá —me quejo y se ríe.
—Vez a cambiarte para la escuela niña —le saco la lengua.
Ella se ríe y desaparece de mi vista.
Me encanta la relación que tengo con mi mamá, la puedo ver como una amiga. En cambio, en el colegio tengo una amiga que la mamá la trata fatal, como si fuera una extraña.
Vuelvo a mi cuarto y voy al baño. Al salir me pongo el uniforme aburrido de la escuela. Consta de una camisa blanca mangas largas, una corbata del color de la falda, una falda roja a cuadros que me queda arriba de la rodilla, medias blancas, zapatos negros y una chaqueta negra.
Me pongo frente al espejo y sonrío. La verdad a mí todo me queda bien, a pesar de ser el uniforme. Yo soy de tez blanca, ojos color marrón oscuro, mi cabello es lacio y de color negro, en estos momentos mi cabello está por debajo de mis hombros.
Me hago una coleta alta y me aplico un poco de polvo con brillo labial. Me gusta mucho el maquillaje, mi rostro sin una gota de maquillaje es lindo, pero con maquillaje resalto más mi belleza.
—¡Aitana Suárez Sandoval! Se te va a hacer tarde —escucho el grito de mi mamá.
Meto las libretas en el bolso y tomo mi celular. Salgo del cuarto y me siento en el comedor.
—¿Dónde está mi papá? —le pregunto al no verlo en la mesa.
—Hoy salió más temprano —asiento con la cabeza.
Mi papá es un hombre ejemplar que ama mucho a mi mamá, además es muy trabajador y yo lo amo demasiado. Se puede decir que soy la niña de papi y mami.
—Mamá hoy llegaré más tarde voy a la casa de una amiga —me mira con una ceja alzada.
—En mis tiempo se preguntaba: "¿Mamá puedo ir a la casa de una amiga?" y si yo te respondía que sí, ibas —me dice seria.
Me pongo de pie y la abrazo.
—¿Mamá puedo ir a la casa de una amiga luego de clases? —se ríe.
—Vez, Aitana —sonrío.
Se pone de pie y me abraza.
—Mi niña grande, te amo —hago una mueca.
—Ya no soy una niña —siento que sonríe.
—Tienes 15 años recién cumplidos, eres mi niña grande —sonrío.
—Lo que digas mamá. Yo también te amo —besa mi frente.
—Ahora vete —se separa de mí y comienza a levantar la mesa.
La miro.
—¿Qué? —pregunta y me rio.
—Tienes unos cambios bastante drásticos, Angélica —ella se ríe.
Tomo él bolso y salgo de la casa para tener un nuevo día escolar.
* * *
Llegamos a la casa de Elena.
—Ponte cómoda Aitana, ya regreso —me siento en un sillón.
Esta es la tercera vez que vengo a esta casa y no me gusta el ambiente.
—¡Elena! —escucho gritar y en ese momento entra su hermana.
Son tan iguales y diferentes a la vez. Son gemelas, pero sus personalidades no se parece en nada.
—¿Tú eres? —pregunta Elisa mirándome interrogante.
—Aitana Suárez —respondo.
Por alguna razón esa chica no me inspira confianza, no me cae mal, pero no me inspira confianza.
—Ya volví —dice Elena y su hermana la mira.
—Necesito hablar contigo —dice y miro a mi amiga cruzándome de brazos.
—Tengo que hacer una tarea, hablamos más tarde —su hermana asiente y desaparece.
—Que mal educada es, si quiera me hubiera dicho adiós o me hubiera dicho su nombre —Elena me mira divertida.
—Ya te sabes su nombre —me encojo de hombros.
—Ella no sabe que yo sé —se ríe.
La puerta principal se abre y por ella entra un señor más o menos de 28 de años, creo, o al menos eso aparenta. Lo miro de pies a cabeza y... Dios mío, que hombre más guapo. Creo que me enamoré.
No seas exagerada.
Conciencia, se supone que estás viendo lo mismo que yo. Este hombre es un adonis.
Que no se te caiga la baba.
—Hola hija —le dice a Elena y me quedo boquiabierta.
¿Hija?
Increíble. Ese hombre se ve súper joven.
No puedo creer que me haya encantado el papá de mi amiga.
—Hola papá, ella es... —la interrumpo.
—Aitana Suárez Sandoval —le tiendo mi mano con una sonrisa.
Él me sonríe, toma mi mano y la aprieta.
Dios, su sonrisa, me derrito...
Su tacto me encanta, es como si nuestras manos encajaran juntas.
Que exagerada eres.
Shhh.
—Mucho gusto, Saúl Steele —sonrío como boba.
Su voz es tan sensual.
Suelta mi mano y cruza unas palabras con Elena.
—Fue un gusto conocerte, Aitana —me sonríe y se va.
Me lo quedo mirando.
—Aitana, te estoy hablando —la miro.
—Lo siento —me sonrojo.
Elena rueda los ojos.
No creo que me pueda concentrar luego de ver a ese adonis.
Ese adonis es el padre de tu amiga.
Shhh.
* * *
Llego a mi casa y saludo a mis padres. Luego me encierro en mi cuarto y me preparo para dormir.
A mi cabeza se viene la imagen de Saúl y sonrío como boba. Creo que ese hombre se acaba de convertir en mi crush.
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