Capítulo 4
Despierto por el sonido de la alarma y me estiro en la cama.
Hoy es domingo y yo tengo mucha flojera, pero debo comprar comida, ya se me está acabando.
Se preguntarán porque tengo dinero y no trabajo. Pues, mi padre tenía dinero y esa herencia nos la dejó a mi madre y a mí. Así que vivo de ello en lo que termino mi carrera y pueda trabajar.
Me levanto de la cama y voy al baño. Al salir me pongo mi ropa interior un jean talle alto, una blusa mangas largas marrón y encima una chaqueta de tela a cuadros, acompaño mi atuendo con unos botienes negros. Me maquillo como todos los días y suelto mi cabello, lo adorno con una gorra negra que encontré en mi armario.
Tomo las llaves de mi casa, del auto y salgo. Me subo y lo enciendo. En menos de media hora me encuentro en el supermercado.
Me bajo del auto y tomo un carrito de compras. Meto varias cosas a medida que voy caminando.
No me doy cuenta y choco con alguien, cuando la persona se voltea me doy cuenta que es Saúl. Tan guapo como siempre, lleva un traje gris con una corbata negra.
Me sonríe y yo igual.
—Nunca me imaginé que te encontraría aquí —le digo como saludo y sonríe más abiertamente.
—Hola Aitana, yo estoy bien gracias y ¿tú? —dice divertido y yo sonrío apenda.
Se ríe.
—Como verás, estoy perfectamente bien, gracias —respondo sonriendo.
—Y respondiendo a tu frase. No es muy usual que yo venga a un supermercado, estoy complaciendo a mi hija. Elisa quería chocolate y se lo daré a escondidas de su madre —asiento.
—Podía venir su empleada —insisto.
—Quise hacerlo yo.
—Un padre consentidor, ¿eh?
—Hago lo posible por ver feliz a mis hijos.
—De eso no me queda duda. La señora Leonor es muy afortunada de tenerte como esposo —comenzamos a caminar.
—No piensa lo mismo que tú —lo miro.
—¿Cómo? —pregunto frunciendo el ceño.
—Entre nosotros las cosas no están muy bien.
Eso es un punto para ti.
—Lo siento mucho.
No digas mentiras.
Shhh.
—Era de esperarse, no puedo seguir amando a una mujer como ella. Su actitud con nuestros hijos no es la mejor —asiento.
—Concuerdo contigo, es la primera madre que veo comportarse así con su hija. Es muy cruel y pésima madre. Al menos no ha sido la mejor ni con Elisa y mucho menos con Elena —me mira interrogante.
—¿No es buena madre con Elisa? Parece que es a la única que quiere —niego con la cabeza.
—Solo se lleva bien con ella. Al parecer es a la única de sus hijos que no odia y eso es solo porque a Elisa si la puede manipular. Pero a Erick y Elena no y eso le choca. A mí me encanta que mi amiga tenga personalidad y no haga todo lo que su madre le dice —digo todo lo que pienso y me mira impresionado.
—Excelente lógica —sonríe —A mí también me agrada que las mujeres tengan personalidad. Leonor le quita ese derecho a Elisa, porque prácticamente le impone las cosas —asiento.
—Y no debería ser así, los hijos también necesitamos tomar nuestras propias decisiones y sí, es bueno pedir opiniones, pero lo que vale es hacer lo que uno decide hacer —lo miro y tiene una sonrisa —¿Qué?
—Me gusta tu forma de pensar, ¿vives sola?
Sigo metiendo cosas que necesitaré.
—Sí, dejé de vivir con mi madre dos años después de que terminé él bachillerato.
—¿Por qué lo hiciste? —pregubta curioso.
—Quería independizarme, ya tenía 18 años y se me hizo que era la mejor decisión, no me arrepiento de haberlo hecho. La visito de vez en cuando y la llamo cada que puedo para que no se sienta tan sola.
—Eres una buena hija —sonrío.
—Trato de hacer mi mayor esfuerzo —llegamos a la fila para pagar.
—Tu padre estaría orgulloso de ver la mujer en la que te has convertido —me sonríe.
Le devuelvo la sonrisa.
—Es increíble, hemos entablado una conversación que no creí poder entablar con alguien tan menor que yo —frunzo el ceño.
—¿Creías que sería una niña inmadura? —hace una mueca.
No dice nada y eso me molesta, pues, el que calla, otorga.
Termino de pagar las cosas y me apresuro a salir.
—Aitana, espera —llego a mi auto y meto la compra en la cajuela.
Pongo el carrito en su lugar y vuelvo a mi auto.
—Espera...
—¿Qué? Esta niña inmadura debe irse —suspira.
—Eso no es lo que pienso. Yo sé que no eres una niña, al contrario eres una mujer hecha y derecha y Dios... —deja de hablar y en mi estómago las estúpidas mariposas hacen presencia.
Lo miro impaciente para que termine de hablar.
—Es que en ningún momento se me pasó por la cabeza que eras inmadura y mucho menos una niña, eres una mujer muy madura y hermosa. Incluso hablando contigo me sentí más joven —me sonrojo.
Me dijo hermosa. ¡Le parezco hermosa!
Vas por buen camino.
—Para mí no eres un hombre mayor, al contrario, con ese físico no aparentas ser para nada viejo —me muerdo el labio.
Dios mío niña, que directa.
Sus mejillas se tornan de un color rojizo y yo sonrío.
Aitana 2 - Saúl 0
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