Capítulo 37

Aitana Suárez

Escucho un extraño y fastidioso sonido que atormenta mis oídos. Abro los ojos y noto que todo a mi alrededor es de color blanco, es demasiado perfecto para ser real, pero ¿Qué hago aquí?

—Yo te puedo ayudar a resolver esa pregunta —escucho una voz.

Esa voz... Me doy la vuelta y mi corazón late muy fuerte. Al verlo mis ojos se llenan de lágrimas.

—Papá —susurro.

Derramo una lágrima. Él sonríe y abre sus brazos. Yo me le acerco lentamente. Toco su rostro y lo acaricio.

—Eres tú —rompo en llanto.

Me rodea con sus brazos y yo lo abrazo fuertemente.

—Mi niña hermosa —besa mi cabeza.

Me aferro mucho a su cuerpo.

—No sabes cuanto te extraño papá —me separo de él.

—Yo También las extraño mucho, a ti y a tu mamá —lo miro a los ojos.

—Ella te sigue amando —asiente.

—Pero hay alguien que la quiere mucho y me gustaría que se diera la oportunidad de volver a ser feliz —sonrío.

—Lo mismo le digo yo, pero piensa que te es infiel a ti —suspura.

—Me hace feliz que piense en mí, pero no es sano, yo ya no estoy allí y ella merece ser feliz —asiento.

Lo vuelvo a abrazar.

—Estoy tan feliz de volver a verte, te amo papá —me abraza más fuerte.

—Y yo te amo muchísimo más mi pequeñita —vuelvo a sonreír.

Me lo quedo mirando por un tiempo y a mi mente se viene el último recuerdo que tengo. Toco mi abdomen. Mi corazón empieza a latir más rápido. Se supone que mi papá está muerto, entonces yo....

—¿Estoy muerta? —pregunto con mis ojos llenos de lágrimas.

Saúl....

—No cariño, no lo estás, pero si estás delicada, mira —dice y todo a nuestro alrededor cambia.

Estamos en un cuarto de hospital y están operando a alguien, soy yo. Muchos aparatos empiezan a sonar cuando mi corazón comienzan a latir con más rapidez.

—¿Qué está pasando papá? Yo no me quiero morir —lo miro asustada —No quiero dejar a Saúl, yo lo amo —Sonríe.

—Estoy muy feliz porque el amor que sientes por ese hombre, ya es correspondido —siento mi rostro caliente —Ese hombre te ama Aitana, lograste tu objetivo hija —sonrío.

—Y yo lo amo a él, no quiero dejarlo —niega con la cabeza.

—Y no lo harás.

La estamos perdiendo —escucho decir a lo lejos.

Ayudame a volver —le suplico a mi papá.

A lo lejos veo dos caminos, uno más brillante que otro.

—Te amo hija y sé que serás feliz con el hombre que elegiste para que te acompañara por el resto de tu vida. Van a tener una hermosa familia —mis ojos se llenan de lágrimas.

—No quisiera separarme de ti, pero no puedo dejar sola a Angélica, me mataría —se ríe y yo sonrío.

—Ve a hacer tu vida princesa —besa mi frente.

Lo abrazo.

—Te amo papito, nunca voy a olvidar este momento —sonríe.

Poco a poco va desapareciendo por el camino brillante.

—¡Corre! —me grita antes de desaparecer.

¿Por qué?

De un momento a otro los dos caminos empiezan a desaparecer y en mi cabeza retumba la frase: "La perdimos". Empiezo a correr en la dirección contraria a la de mi papá, pero siento que no Llego a ningún lado.

Saúl Steele

Ya es de noche, llevamos casi cuatro horas aquí y aún no tenemos noticias de Aitana.

Mis hijas en compañía de los chicos se fueron, no es bueno este tipo de emociones por su estado. Elena no quería irse, pero la obligue, aunque vuelve mañana temprano.

La señora Angélica está dormida a mi lado, yo estoy muy nervioso. No quiero perder a esa mujer.

—Mi hija es fuerte —dice la señora Angélica y me sobresalto.

Pensé que estaba dormida.

—Sí, ella no nos va a dejar —asiente.

El doctor llega y nos ponemos de pie.

—¿Como sigue mi hija? —pregunta Angélica preocupada.

—La operación estuvo complicada, la paciente entró en paro en una ocasión, pero logramos estabilizarla. Ella es muy fuerte y tiene ganas de quedarse en este mundo —mi corazón se encoge.

Mi hermosa pelinegra está sufriendo, daría lo que fuera por estar en su lugar.

—¿Podemos verla? —pregunto esperanzado.

—Se encuentra en cuidados intensivos y estamos esperando que despierte de la anestesia para ver como responde, pueden pasar uno por uno, pero solo unos minutos —miro a Angélica.

—Su hija la necesita, vaya usted primero —asiente.

Mira al doctor y lo sigue.

Dios, ella no nos quiere dejar solos y eso me pone feliz. Está luchando por quedarse con nosotros.

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