Capítulo 32
Canino hasta llegar a él y beso su espalda para luego pasar mis brazos por su cintura. Pone sus manos encima de las mías y hace que me ponga frente a él. Toma mi rostro entre sus manos y me besa.
Amo sus besos, son lo mejor.
—Te extrañé —me susurra.
Nuestras frentes siguen juntas.
—Ya quiero despertar todos los días junto a ti —sonrío por sus palabras.
—Yo vengo deseando eso desde hace mucho —besa mis labios castamente.
Se separa de mí y camina hasta un sillón, hace que me siente en su regazo.
—Debemos hablar sobre la fecha de la boda —me recuerda.
—A eso vine. Para casarnos primero hay que esperar que la señora Leonor te firme el divorcio —hace una mueca.
—Lo sé —suspira.
—Y yo quiero terminar mi carrera primero, no me falta mucho —pone sus manos en mis caderas.
—Nos casamos cuando tú quieras hermosa —sonrio.
—Te amo muchísimo —sonríe.
—Y yo te amo a ti hermosa —cada vez que dice eso mi corazón se acelera.
Siento que esto es un sueño.
—Me encanta escucharte decir que me amas, esperé tanto este momento que me parece que estoy soñando —acaricia mi mejilla.
—No es un sueño, es la realidad. Y no me cansaré de decirte que te amo, porque te amo, te amo mucho Aitana —remarca las palabras te amo.
Me rio y él igual. Beso sus labios.
—Oye, nunca me has contado sobre tu familia —pone su espalda en el respaldo del sillón.
Suspira.
—¿Te incomoda hablar sobre eso? —toma mi mano.
—No hablo con ellos hace mucho.
—¿Por qué? —comienza a jugar con mis dedos.
—Cuando mis padres murieron nos separamos y sólo nos vemos de vez en cuando por negocios, porque la empresa es familiar —asiento.
—¿Quirres contarme sobre ellos? —vuelvo a preguntar.
—Somos cuatro hermanos, incluyéndome. De mis hermanos, yo soy el tercero. Los mayores son los gemelos, Ángel y Arturo, que deben tener 47 años, luego voy yo y por último Olivia mi pequeña hermana, ya no tan pequeña, debe tener 35 años —lo miro asombrada.
—Es decir, el gen de gemelos es por tu familia —asiente —Me gustaría conocer a mis cuñados —hace una mueca.
—Es algo complicado, ya todos tienen sus vidas hechas y la mayoría del tiempo están ocupados... —ruedo los ojos.
—Esas son sólo excusas y desde que ellas existen todo el mundo queda bien. ¿No te gustaría verlos? —asiente.
—No te puedo mentir, los extraño mucho —sonrío.
—Entonces yo voy a hacer todo lo posible por reunirlos —alza una ceja y sonríe —además quiero invitarlos personalmente a nuestra boda —le guiño un ojo.
Sonríe y une nuestros labios.
—Jamás me cansaré de besarte. Te amo, haces que mis días sean únicos e inolvidables. Ahora quieres que vuelva a ver a mis hermanos, eres única. ¿Sabes? Más que todo me separé de ellos por culpa de Leonor, ella no es muy amigable y no se llevaban bien —acaricia mi mejilla —No sé como se vayan a tomar nuestra relación, pero estoy seguro que les vas a encantar —sonrío.
—Obvio, yo le caigo bien a todo el mundo —quito el cabello de mis hombros al estilo diva y se ríe.
—¿Lo ves? Eres todo lo que yo había soñado de pequeño —sonrío.
Tomo sus mejillas.
—Me derrites, eres tan tierno que me dan ganas de comerte a besos —beso toda su cara.
Saúl suelta una carcajada.
Ya es hora de que ocurra la acción, ¿no crees?
No, no lo creo.
Eres una aburrida.
Y tú una pervertida.
Somos una sola persona, te lo recuerdo.
Cállate.
—Tú también eres tierna en ciertas ocasiones —sonrío.
Mira el reloj y agranda sus ojos.
—Es hora de cenar, ¿qué quieres comer? —me siento a horcadas sobre él.
—Me gustaría comerte a ti —susurro en su oído y beso el lóbulo de su oreja.
Siento que se tensa y sonrío. Pone sus manos en mis caderas.
—Yo estaría más que encantado —lo miro a los ojos.
—Pero... Prefiero esperar a que seas mi esposo; de niña siempre soñé que perdería mi virginidad en mi luna de miel —me mira con asombro.
—¿Eres virgen? —siento mis mejillas calientes.
—Lo soy —digo con orgullo.
Pone su mano mi nuca, me atrae hacia él y me besa.
—Me da mucho gusto saber que voy a ser el primer y el último hombre con el que estés de esa forma —sonrío.
—Yo te estaba esperando. Eres como un sueño para mí —sonríe.
Nos quedamos mirando a los ojos por un largo tiempo.
—Me encantaría seguir admirando esos ojazos azules que me fascinan, pero tengo mucha hambre —se ríe.
Se pone de pie conmigo, haciendo que rodee su cintura con mis piernas y ponga mis brazos alrededor de su cuello.
—Vamos a cenar fuera, no me quiero separar de ti —comienza a caminar.
—Te recuerdo que sé caminar, aprendí a los 18 meses, es decir, que tengo experiencia caminando, no tienes que cargarme —digo divertida.
—Yo estoy muy cómodo así, no se queje señorita Suárez —me da una nalgada y me río.
—¡Saúl! —él se ríe.
Amo a este hombre con toda mi alma, ya no sé que sería de mi vida sin él.
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