Capítulo 29

Saúl Steele

Los chicos decidieron ir a despedirse de su mamá, puesto que según la psiquiatra se quedará allí por un tiempo indefinido.

Saber la situación de Leonor me pone triste, pero por mis hijos. Yo no la amo, pero no le deseaba nada de esto que le está pasando.

Llegamos al sanatorio y la doctora que atiende a Leonor nos explican que le pasó.

—La señora tuvo una crisis psicótica debido a problemas que tuvo en su juventud, ella misma nos contó. Tuvo alucinaciones y vio en su hija el rostro de su hermana, a la que ella odia, al parecer. Por eso intentó hacerle daño —miro a Elena y ella derrama una lágrima.

—Ella me odia —susurra.

La doctora niega con la cabeza.

—No lo hace, sólo que su mente te asocia a ti con su hermana, puede ser por tu físico o porque aspectos de tu personalidad son similares a los de ella —mi hija suspira.

Alejandro la atrae más a su cuerpo.

—¿Podemos verla? —pregunta Elisa.

—Sí, en estos momentos está tranquila.

Miro a mis hijos.

—Sé que no ha sido la mejor madre, pero necesita verlos, al menos para que se despidan —ellos asienten.

Entran a ver a su madre en compañía de sus parejas.

Suspiro. Aitana se acerca a mí y me rodea con sus brazos, yo le correspondido el abrazo y beso su sien. Acaricia mi espalda.

Tenerla conmigo me reconforta, no sé como sería mi vida entos momentos si no me hubiera fijado en ella. Siento que es mi felicidad.

—Todo va a estar bien cariño —su tono de voz es cálido.

Me separo de ella y sonrío.

—Me preocupa Leonor porque es la madre de mis hijos, además se ve bastante mal. Pero lo que en realidad me tiene así son mis hijos —le aclaro.

No quiero que piense que me interesa Leonor como mujer, porqué no es así.

—Ellos son fuertes, van a poder sobrellevar esto créeme. Creo que a la que más le va a costar es a Elisa, porque según lo que me ha contado Elena, eran muy apegadas —suspiro.

—Leonor la consentia demasiado —hace una mueca.

La vuelvo a abrazar, pero esta vez más fuerte, no quiero que se separe de mi lado nunca.

—Gracias por estar conmigo Aitana, eres una mujer muy especial para mí —se separa un poco y me mira a los ojos.

Esos ojos que expresan tantas cosas.

—Y tú, mi viejito reservado —suelto una carcajada.

Ella es tan... Maravillosa.

—Eres muy importante para mí, te quiero mucho Saúl —Sonrío.

Acaricio su mejilla y uno nuestros labios.

Extrañaba tanto besar sus labios. Amo a esta mujer y ya no me queda duda.

—Uyyyy —escuchamos a nuestras espaldas y nos separamos.

Miro por encima del hombro de Aitana y tenemos seis pares de ojos observándonos, pero los que más llaman mi atención son los de mi hijo.

—Explícame esto papá —dice Erick.

Suspiro y le hago una seña con mis ojos.

—Los esperamos afuera —les digo.

Miro a Aitana y beso su frente antes de salir.

—Te escucho papá —es lo primero que me dice Erick al salir.

—Volví a enamorarme, hijo... —me interrumpe.

—Estás engañando a mi mamá. Jamás me imaginé eso de Aitana y mucho menos de ti —frunzo el ceño.

—No digas más nada porque no te voy a permitir que pienses mal de ella, Aitana es la mejor mujer que he conocido en mi vida y me ama. Ella no se metió entre tu madre y yo, nuestra relación ya estaba rota desde hace mucho y es culpa de ella, nunca me gustó la forma en la que trataba a Elena, eso fue lo que hizo que yo dejara de amarla, nunca me expliqué como era capaz de tratarla así —Erick suspira.

—Pero sigue siendo tu esposa, no debiste fijarte en otra mujer.

—Yo no mando al corazón Erick, no sabes como me reproché yo mismo cuando comencé a sentir cosas por ella, yo sabía que no estaba bien, pero me enamoré. Esa mujer es maravillosa y supo ganarse mi corazón, la amo hijo y me gustaría pasar lo que me queda de vida a su lado —me sincero con él.

Hace una mueca, pero luego suspira.

—Agradezco que me hayas dicho la verdad, papá. No puedo ser egoísta y me gusta verte feliz, no podría juzgarte —sonrío.

—Yo le pedí el divorcio a Leonor, pero se negó a dármelo. Espero y ahora no se vuelva a negar —asiente.

—Te deseo lo mejor del mundo papá, y si tu felicidad está al lado de esa mujer, lo acepto —vuelvo a sonreír.

Abrazo a mi hijo.

—Gracias —nos separamos.

Vemos salir a los demás y Erick le sonríe a Aitana.

—Que te puedo decir, bienvenida a la familia, madrastica —sonrío.

Me acerco a ella.

—Sin diminutivos, por favor —dice ella con diversión y Erick se ríe.

—¿Ya me estás dando órdenes? —ella ríe.

—Tomalo como quieras —responde.

—Me encanta que te lleves bien con mis hijos —le susurro al oído y muerdo el lóbulo de su oreja.

Ella voltea y pone sus manos en mi cuello.

—A mí, me encantas tú —rodeo su cintura y la beso.

Ya no me importa nada si ella estará a mi lado siempre.

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