Capítulo 28

No puedo creer lo que ven mis ojos. La señora Leonor está atentabdo contra la vida de su hija, la está ahorcando.

Saúl y Mauricio corren hasta la señora y la apartan de su hija. Alejandro la toma en brazos y yo me acerco a mi amiga.

—Estás loca Leonor —le dice Elena tratando de tomar aire.

—¡Maldita! Te odio —le grita su madre.

—No le digas así —dice Elisa.

—Alejate de ella corazón, te va hacer daño.

Miro a esta mujer y no puedo creer que ame a una de sus hijas y a la otra no, si Elena no le ha hecho nada.

—Llamen a... la policía —dice Elena antes de perder la conciencia.

—¡Amiga! —grito alarmada.

—Llama a la doctora —le pide Saúl a Elisa y ella abedece.

—Voy a subirla a su cuarto —Alejandro la toma en brazos y sube con ella.

—Llamaré a la policia —digo y saco mi celular.

—No la ayuden, ella es mala. No se lo merece —forcejea la señora.

Elisa se acerca a ella; se nota el dolor en los ojos de su hija.

—¿Qué te pasa? Esto jamás te lo voy a perdonar. Intentaste matarla.

—Yo no te voy a perdonar que me hayas traicionado, me decepcionante Elisa.

¿La decepcionó? Por Dios, tiene que sentir decepción, pero de ella misma.

—Me pediste algo muy doloroso mamá —Elisa habla con la voz rota.

Su madre rueda los ojos.

—Eres tan blanda, no te pareces a mí después de todo —trata de soltarse —Ya sueltame Saúl y tú pedazo de mequetrefe quítame las manos de encima. Tengo que matarla, ella me ha hecho la vida imposible siempre. Lorena es mala —frunzo el ceño.

—Leonor tranquila, ¿Qué te pasa? —dice papá.

Termino de hablar con la policía y me acerco más a ellos, Elisa sube las escaleras.

—Ya viene la policía —ella me mira.

—Tú eres un zorra, me quieres quitar a mi marido, pero no te lo voy a permitir, primero soy capaz de matarte estúpida —intenta acercarse a mí, pero Saúl no se lo permite.

Ella no está bien de la cabeza.

—Mire señora tranquilicese, ¿si? Yo no intento quitarle a nadie, Saúl ya no la ama, aceptelo —me mira mal.

—¡Te voy a matar! —me grita.

—No me amenace señora, no se lo permito, ya me tiene harta —intento acercarme.

—Aitana, no —miro a Saúl.

Con su mirada me pide que me calme y suspiro.

No puedo comportarme como ella.

A los pocos minutos llega la policía y la doctora. Esta última va a donde Elena y la policía se lleva a la señora Leonor a la furza.

—¿Estás bien? —le pregunto a Saúl.

Toma mi mano y suspira. Niega con la cabeza. Lo abrazo y acaricio su espalda.

—Yo estoy contigo y lo estaré siempre —beso su mejilla —voy a ver a mi amiga —me separo de él.

Subo las escaleras y entro al cuarto sin tocar la puerta. Ellas están tomadas de la mano, al parecer ya hicieron las pases, sonrío.

—Que bueno que ya se reconciliaron —Elisa me mira y se cruza de brazos.

—Tengo que hablar contigo. ¿Qué te traes con mi papá? No creas que ignoré las miradas que te lanza —alza una ceja y siento mis mejillas calientes.

Escucho la risa de Elena y la miro mal.

¿Qué le causa gracia?

Tal vez el hecho de, que te pusiste nerviosa.

No lo estoy.

Ajá, como digas.

—Lo que pasa Lisa, es que papá se enamoró de esta mujer que es mi mejor amiga —ella nos mira con asombro.

Se pone de pie.

Yo me enderezo y la encaro, no debería sentir nervios.

¡Lo admitiste! Va a llover.

—Exacto Elisa, frente a ti tienes a tu futura madrastra —le digo con seguridad.

Ella me mira con seriedad y se acerca a mí, yo la miro a los ojos fijamente. No me va a intimidar, si eso es lo que busca.

—¡No puedo creerlo! —exlama y a los segundos la tengo rodeándome con sus brazos.

Miro a Elena con sorpresa, no me puedo creer esto que está pasando. Jamás me lo imaginé.

—Vaya, no me esperaba esto —digo con sinceridad.

Me separo de ella y me sonríe.

—Es muy loco, se llevan muchos años de diferencia. Pero me caes bien, puedo soportarlo —asiento aún sorprendida.

Esta chica no es nada como yo imaginaba.

Por eso debes conocer a las personas y no dejarte llevar por la primera impresión.

Me alegra que no sea como la demente de su mamá.

La puerta se abre y por ella entra Erick. Al ver a Elena la envuelve en sus brazos. Yo aprovecho para salir de ahí, no quiero interrumpir su momento íntimo.

Al llegar abajo todos tienen rostros serios. Miro a Saúl y se ve decepcionado, me acerco a él.

—¿Qué pasa? ¿por qué tienen esas caras? —él me mira.

—Acaban de llamar del ministerio público a decir que Leonor tuvo una crisis psicótica y se la llevaron a una clínica de enfermos mentales —dice con algo de dolor en su voz.

Lo miro asombrada. A pesar de todo, me da lástima la señora.

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