Capítulo 2
Aitana Steele
Saúl me deja en la puerta de la habitacion y se retita. Entro y veo a Elena. Tiene algunos moretones en el rostro y tiene cara dolorida, al verme sus ojos se llenan de lágrimas.
—Amiga —le digo y corro hasta ella para darle un fuerte abrazo.
Ella me corresponde y su espalda comienza a vibrar, por lo que intuyo que está llorando.
—Aitana... —la interrumpo.
—Shhh, no hables. Luego me cuentas cuando estés un poco más calmada —le digo y la abrazo aún más fuerte.
—Gracias —susurra en mi oído.
Su voz se escucha quebradiza. Se nota que está sufriendo mucho.
—Te quiero mucho amiga, aquí estaré para ti —me separo de ella y beso su frente.
—Yo también te quiero mucho Aitana —se limpia las lágrimas con el dorso de su mano.
—Ahora sí, te escucho, desahogate —suspira.
Pensé que esperarías a que estuviera más calmada.
Ya lo está.
Ajá, sí, como digas.
—Elisa está embarazada de Alejandro —sus ojos vuelven a llenarse de lágrimas —me engañaron los dos. No sé si me duele más por él o por ella que es mi hermana. Imagínate, si mi propia hermana me hizo esto, ¿qué más puedo esperar de los demás? —hago una mueca.
—Yo sabía que por algo no tragaba del todo a tu hermana —le digo con recelo.
Esa niña nunca me ha caído del todo bien. No sé, es un poco manipuladora, pero se deja manipular muy fácil de su madre.
—Es que no me explico porqué hizo eso si yo sé que ella no es así —se limpia las lágrimas.
—Todas las personas tenemos algo de malicia, Elena —le recuerdo y ella suspira.
—Mauricio, ¿cómo está? —hago una mueca.
Cuando llegué al hospital lo vi y se veía bastante afectado, demasiado diría yo. Ama mucho a esa chica.
—Destrozado, no tiene buen semblante —digo con tristeza.
No me gusta ver a mis amigos así
—Me gustaría darle un abrazo —asiento.
—Luego que salgas de aquí —se muerde el labio.
—Con respecto a eso, ¿me puedo quedar contigo? No quiero estar ni un día más en la misma casa que Leonor y Elisa —sonrío y asiento.
—Yo encantada de que te quedes conmigo, así no estaré solita —sonríe.
Mañana tendré que volver a mi departamento y dejar a mi madre nuevamente. No es que no me guste estar con ella, pero yo también quiero mi espacio.
Por la puerta entra Saúl y suspiro. Mira a su hija y su mirada le transmite muchas cosas. Camina hasta ella y Elena comienza a llorar.
—Mi niña hermosa todo va a estar bien. Aquí me tienes a mí para lo que quieras. No sé porqué tu hermana hizo esto, pero créeme que también se ve muy afectada Elena. Deberían hablar —ella se separa de él y niega con la cabeza.
Verlos así, me recuerda a mi papá y a mí. Un nudo se forma en mi garganta.
—No papá, en estos momentos no quiero verla. Sólo con verla me duele —su voz se corta.
—Hablando de Elisa, ella también está aquí —frunzo el ceño al mismo tiempo que mi amiga.
—No quiero verla —dice Elena con firmeza.
—Está internada Elena, tuvo una amenaza de aborto —Elena hace una mueca.
—¿Está bien? —pregunta y yo alzo una ceja.
Agacha la cabeza.
No puedo creer lo bueno persona que es esta mujer.
—Está en reposo, no puede tener impresiones fuertes —dice Saúl.
—Quiero descansar, papá —le dice Elena.
—Te amo hija —ella sonríe.
Saúl sale de la habitación, pero antes de irse me lanza una mirada y yo le sonrío.
Creo que le llamaste la atención.
Ojalá.
Cuando se va completamente miro a Elena.
—¿Te estás preocupando por ella?—le pregunto incrédula.
Ella se encoge de hombros.
Si yo fuera ella jamás la perdonaría, eso no se le hace a una hermana.
—Me duele mucho lo que me hizo, sí eso no lo puedo negar. Pero ella es como una parte de mí —ruedo los ojos.
—A veces creo que eres demasiado buena como para ser real —me quejo y ella se ríe.
—Es un don —niego con la cabeza.
—O una maldición —digo de forma sombría y ella vuelve a reír.
—No seas payasa —me rio.
—Al menos te hice reír —le digo y ella suspira.
—Gracias —me dice y me abraza.
Yo le devuelvo él abrazo. Hablamos unos minutos más y yo salgo de la habitación, suspiro.
Recuerdo la escena de Elena con su papá y suspiro. Como me gustaría tener al mío vivo.
—¿Estás bien? —escucho la voz de Saúl y alzo la cabeza.
Asiento.
—No parece, estás llorando —frunzo el ceño.
No me había dado cuenta en qué momento las lágrimas salieron de mis ojos.
Las manos de Saúl viajan a mis mejillas para limpiar mis lágrimas. Cierro los ojos al sentir su tacto.
Abro los ojos y lo descubro mirando mis labios.
—Es que recordé a mi padre y eso me pone un poquito triste —hago una mueca y él sonríe.
—¿Está muerto? —asiento y él hace una mueca.
Mis ojos se llenan de lágrimas y pasa lo que he estado esperando por tanto tiempo.
Sus brazos rodean mi cuerpo en un abrazo y me siento completa.
Varias sensaciones recorren mi cuerpo. Le correspondo el abrazo.
Ojalá nunca te suelte.
Concuerdo contigo.
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