Capítulo 15

Dejo a Aitana en su casa y me voy a la mía. Al llegar, me encuentro con Elisa sentada en el comedor, está de espaldas. Cuando la veo de frente tiene la mirada perdida y los ojos cristalizados.

Me acerco a ella.

—Nunca me ha gustado verte así —me mira y suspira.

—No te había visto, papá —susurra.

Me siento frente a ella.

—Deberías estar emocionada por tu boda, ¿qué pasa? —no me mira a los ojos.

—Lo estoy —tomo su mentón y hago que me mire.

—¿Es por Elena? —derrama una lágrima.

Le extiendo mis brazos y ella se abalanza sobre mí. Pasa sus brazos por mis costados y yo beso su cabeza.

—Extraño mucho a mi hermana —llora y yo acaricio su espalda.

—No sé porqué quieres casarte, no sé cuál es el capricho, pero esto no te hace bien y a mi nieto tampoco. Tú no amas a ese hombre —se tensa y se separa de mí.

—Yo... —la interrumpo.

—No mientas, a mí no —le digo serio y baja la mirada —Sé que ocultas algo, soy tu papá, me puedes contar y no te voy a juzgar —me mira.

Abre la boca para hablar, pero Leonor la interrumpe.

—Elisa, ve a tu habitación, enseguida subo y estoy contigo —mi hija asiente.

Se pone de pie y yo igual.

—Te amo, hija —sus ojos se vuelven a llenar de lágrimas.

Me abraza fuerte y yo le devuelvo el abrazo.

—Yo también te amo, papá —su voz se quiebra.

La abrazo más fuerte. Ella no está bien y eso me pone mal a mí.

—Elisa —vuelve a decir Leonor.

La miro mal, es una insensible.

Se separa de mí y beso su frente. Sonríe.

—Así me gusta verte, muñeca —se sonroja y vuelvo a besar su frente.

Camina escaleras arriba y la pierdo de vista. Miro a Leonor.

—Eres una insensible, ¿no viste como está? —se acerca a mí.

—Ella no tiene nada —la miro mal —Hoy vienes tomado y ¿qué es esto? ¿Labial? —toma mi camisa y ruedo los ojos.

Subo las escaleras y ella me sigue.

—¿Quién es la zorra con la que me estás engañando? —la miro.

—Ella no es ninguna zorra, te prohíbo que la llames así. Es hasta mejor persona y mujer que tú —siento su mano en mi mejilla.

Me golpeó, suspiro.

—No me hables así, no te lo permito —la miro seriamente a los ojos.

—Solo te digo la verdad, siempre lo he hecho —ella rueda los ojos.

—Ahorrate tu sinceridad, ¿no te das cuenta que me lastimas? —suspiro.

—Dame el divorcio, esto ya no es una relación sana —niega con la cabeza.

—No te lo voy a dar Saúl, hasta que la muerte nos separe, ¿recuerdas? —sus ojos se llenan de lágrimas.

Cierro los ojos y resoplo con frustración.

—Dios, eres tan terca, yo no te amo, tú no me amas, ¿qué hacemos juntos? —se acerca a mí.

—Yo sí te amo —enrolla sus brazos en mi cuello.

—Sueltame Leonor y no te comportes como una niña —la miro mal.

—Aún te sigo amando, mi amor. Más que a nada en el mundo —la miro a los ojos.

No me está mintiendo. Mi corazón se encoje.

Ya no sientes la misma emoción.

Lo sé y eso me pone triste, ella es mi esposa. Se suponía que la amaría hasta la muerte.

Pero no fue así, ella no era la mujer indicada para ti.

—Saúl, necesito que me beses, por favor —me quedo callado.

¿Quiero besarla?

No, no quieres.

Si alguna vez me amaste, te ruego por favor que lo hagas —trago en seco.

Al ver que no me muevo ella junta nuestros labios. No siento nada, este beso no me transmite nada. Sólo siento una opresión en el pecho al saber que le estoy fallando a Aitana.

Me separo de Leonor.

—No vuelvas a besarme —le advierto.

—Soy tu esposa y tu mujer —se cruza de brazos.

—Solo de nombre, porque ya no te amo —se queda callada.

Tomo mi ropa de dormir y una toalla. La miro.

—No pienso seguir durmiendo contigo —salgo del cuarto y suspiro.

Mi matrimonio es un fracaso.

No amo a Leonor y me estoy enamorando de Aitana.

Me sentí horrible durante el beso que me dio Leonor, no le fui fiel a mis sentimientos hacia esa pelinegra hermosa.

¿Será que ella es la mujer para mi vida?

¿Tienes alguna duda? Ella es perfecta para ti.

Espero no volver a equivocarme.

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