Capítulo 10

Saúl Steele

Aitana se pone de pie y camina hasta la tarima.

Ella es tan hermosa y tiene una personalidad encantadora, me he dado cuenta que dice lo primero que se le venga a la mente y eso me gusta.

Se sube a la tarima y empieza a cantar. Su voz es preciosa.

Me mira y sonríe, me enfoco en lo que dice la canción y en su mirada. Esa mirada... No sé si son ideas mías, pero parece que me quisiera transmitir lo que siente por medio de la canción.

Me siento frustrado porque no sé lo que siento. Una parte de mí se alegra de que ella me quiera y que se fije en mí, pero la otra me dice que esto está mal. Yo no puedo querer y mucho menos enamorarme de alguien menor que yo, ella podría ser mi hija y eso me enoja. Me enoja que me vuelva a fijar en otra mujer y pase esto de las diferencias de edades.

¿Qué es lo que sientes en realidad?

Esa pregunta ronda por mi cabeza. ¿Qué siento? Cada vez que la veo me pongo como un estúpido adolescente y antes yo no creía en esas cosas del amor a primera vista, pero ahora me lo estoy cuestionando. Desde ese día que la vi en la clínica no me la he podido sacar de la cabeza y parece mentira. Esa sonrisa y esos ojos me tienen cautivado, a pesar que no tiene los ojos claros, me parecen sumamente hermosos y expresivos, sus expresiones, su forma de pensar, me encantan. Además está el hecho de que quiere a mi hija y eso es bueno.

Te gusta y creo que te estás enamorando de ella.

Eso es lo que temo.

¿Por qué?

Porque prácticamente le doblo la edad, podría ser su papá...

Pero no lo eres, para el amor no hay edad. Además, ya no amas a Leonor, puedes darte la oportunidad.

Suspiro.

—Pero que pensativo —dice ella sacandome de mis pensamientos.

Sonrío.

—Cantaste hermoso, tu voz es preciosa —ella sonríe.

—Gracias, Saúl.

Me encanta como se escucha mi nombre de sus labios.

Miro la hora y suspiro.

—Es hora de irnos —asiente.

Le pago al mesero y salimos, nos subimos al auto y lo enciendo. No hablamos en todo el camino. Al llegar a su casa le abro la puerta del auto y ella me mira.

—¿Qué tienes? —frunzo el señor —No hablaste en todo el camino y estás muy pensativo, ¿no te gustó nuestra salida? —pregunta con una mueca.

Suspiro y me recuesto en el auto, ella se pone frente a mí.

—Me encantó nuestra salida, es solo que... Me confundes, Aitana —ella frunce el ceño.

—¿Por qué? —pregunta.

—Porque no sé qué es lo que siento por ti —sonríe y se acerca más a mí.

Eso me pone nervioso.

—En cambio, yo si estoy segura de lo que siento por ti —alzo una ceja.

—¿Qué sientes? —pregunto curioso.

—Me gustas mucho, más de lo que te imaginas —suspiro.

El adolescente dentro de mí está saltando de emoción, pero el adulto sabe que esto está mal.

—Esto está mal, Aitana —rueda los ojos.

—¿Por qué? —se cruza de brazos.

—Te doblo la edad... —frunce el ceño.

—Eso no me importa, Saúl, nunca me ha importado —se queda callada, luego me mira con miedo —¿Te gusto? —pregunta.

Sonrío.

—Sí, y eso es lo que me tiene pensativo. Esto no debería estar pasando, podría ser tu papá... —pone sus manos en mi pecho.

—Pero no lo eres —acaricia mi mejilla.

—No debería sentir nada —hace una mueca.

—Pero lo haces, y en el corazón no se manda. No tengas miedo Saúl, deja que todo fluya, no te reprimas poniendo de excusa nuestra diferencia de edad, porque eso no es impedimento para nada —la miro sorprendido.

—Eso me encanta de ti, lo directa que eres —sonríe.

—Son pocas las veces que me quedo con ganas de hacer algo —alzo una ceja.

—¿Tienes ganas de hacer algo ahora? —asiente —¿Qué?

—Esto.

No me deja reaccionar, sus labios chocan contra los míos y me quedo impactado. Sus manos están en mi cuello. Reacciono y le sigo el beso, mis manos viajan a su cintura y la escucho suspirar, sonrío. Es el mejor beso que he recibido en años y me gusta. Ella profundiza el beso y nuestras lenguas se encuentran. Sus manos acarician mi cabello y yo la apego más a mí. Al ser más pequeña que yo debo agacharme un poco.

Nos separamos por falta de aire y bufo, ella sonríe. Dejamos nuestras frentes juntas, nuestras respiraciones son rápidas.

—Dios —susurra.

—Me encantas, niña —abre los ojos.

—No me digas así —se separa de mí y se cruza de brazos.

—Lo siento. Eres tan hermosa Aitana, toda tú, me gusta —sonríe.

La tomo de la cintura y la acerco nuevamente, sus brazos no dejan de estar cruzados.

—No vuelvas a llamarme así —susurra a pocos sentimetros de mis labios.

No respondo y la beso, me sigue el beso y muerde mi labio, me quejo.

—De verdad, no vuelvas a llamarme así —repite con diversión.

Sonrío, es tan lanzada y atrevida, eso me fascina.

—No lo haré, hermosa —sonríe.

Me abraza y yo le correspondo.

—Esto es tan irreal, muchas veces soñé con esto y ahora no me lo creo —hago que me mire.

—Es real, muy real —sonrío —Ya debes entrar, Elena te espera —asiente.

—¿Nos vemos? —me pregunta.

—Dame tu número.

Toma mi celular y lo anota, me lo entrega.

Miro como se agendó y sonrío divertido.

El amor de tu vida —leo y ella se ríe.

Besa mis labios castamente y se aleja. La veo entrar a la casa y suspiro.

No sé que estoy haciendo, pero me voy a arriesgar, porque por ahí dice un dicho que "El que no arriesga, no gana".

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