09: "Astillas y pinos."

Obviamente Jihyo se arrepintió de ser tan boca suelta... De una forma ingenua y muy boba.

A medida que Jihyo ajustaba los guantes de seguridad y comprobaba la firmeza del chaleco, no podía evitar sentir que el peso de aquella tarea tenía algo de especial. Tal vez porque nunca había estado tan inmersa en una actividad tan... navideña. Sana, quien parecía encantada de verla en su equipo de leñadora improvisada, la miraba con una expresión que oscilaba entre el orgullo y la admiración.

Jeongyeon, que estaba ajustando la motosierra y murmurando algo sobre la "locura de Sana", soltó un suspiro cuando notó que Jihyo la miraba con determinación.

Por primera vez, a Jeongyeon le pareció que la nueva vecina no era tan intolerante con la Navidad; hasta podría decir que la veía... decidida.

—Bueno, Jihyo-ssi, —dijo Sana mientras la observaba con una sonrisa traviesa—. ¿Lista para cortar el pino? Recuerda, no tienes que hacerlo perfecto, solo… hazlo con amor —guiñó un ojo mientras hacía el gesto de cortar con el hacha.

Veía como Jeongyeon estaba tan serena y relajada. Inspiraba una confianza que la hacía apretar los dientes. Esa rubia presumida no le iba a ganar.

—Muy bien, Park, esto es sencillo —explicó Jeongyeon en tono serio—. Solo haz un corte en ángulo hacia la base. No lo fuerces, y si necesitas ayuda, aquí estaré.

Pfff, ayuda, ¡Esa rubiecita juraba que pediría ayuda de ella! Con sus brazos fuertes! Para nada, primero muerta y enterrada por el árbol bajo la nieve; que pidiéndole consejos a Jeongyeon…

Jihyo asintió, respiró hondo y levantó el hacha, sintiendo el peso de la herramienta entre sus manos. No era el mejor día para probar una habilidad nueva, pero algo dentro de ella —quizás la risa traviesa de Sana o la competencia implícita con Jeongyeon— le dio el impulso para intentarlo.

Jihyo se plantó frente al árbol de Navidad con una seguridad casi inquietante. Con una mirada de acero, alzó el hacha y lanzó una sonrisa confiada hacia las chicas.

—Tomen asiento, damas, y admiren a la gran leñadora en acción —dijo con una confianza que ni ella misma se creía.

La peli-rosa sonrió animada, vitoreando la morena:—¡Woooooo!

Jeongyeon, con los brazos cruzados y una ceja alzada, soltó un suspiro exasperado.

—Claro, "gran leñadora" —dijo con un tono burlón—. Solo intenta no perder un dedo, ¿quieres? Y ponerte del lado correcto del árbol, novata.

Jihyo respiró hondo, levantó el hacha y... ¡zas! El filo apenas rozó la corteza. "¿Acaso este árbol estaba hecho de acero?", pensó.

Jeongyeon soltó una carcajada:—¡Mi bisabuela lo haría mejor que tú!

Sana la mando a callar inmediatamente. Guiñandole un ojo para darle la confianza a Jihyo, la chica citadina se sentía profundamente juzgada y presionada por las dos; por la rubia habilidosa que no hacía nada más que reírse de ella, y por una chica adorable que apostaba toda su fe en ella. ¡Inaudito! No dejaría que un pino cualquiera le bajara las esperanzas.

¿Cuántas veces puede una persona partir un árbol?, pensaba Jihyo, empuñando nuevamente el hacha. Le tenía miedo al filo de la misma, pero más miedo daba perder contra Jeogyeon.

Golpeó la base del árbol una vez más, con mucha más confianza. Luego otra. Y después otra más. A cada golpe, sentía la expectación en el aire.

—¡Ya casi está! —dijo Sana, conteniendo la respiración de la emoción, mientras Jihyo daba el golpe final.

—¡Creo que casi! —anunció con firmeza, más para sí misma que para las demás. Volvió a balancear el hacha y esta vez se concentró en golpear con más fuerza. Sin embargo, en lugar de un corte limpio, el árbol emitió un crujido amenazante.

Fue entonces cuando notó que el tronco empezaba a inclinarse, y no precisamente en la dirección que esperaba.

—¡Corre! —gritó Jeongyeon, y Jihyo, sin pensarlo, soltó el hacha y salió disparada detrás de ella, esquivando las ramas que casi le dan en la cabeza. Jeongyeon soltó una risa ahogada mientras Jihyo se apoyaba en sus rodillas, intentando recuperar el aliento—. ¿No que eras experta? —bufo.

Sana fue de inmediato hasta donde se encontraban las chicas. Jihyo no esperaba obtener la atención de la joven, pero la chica no hizo más que tomarle del rostro y preguntar con cautela:—¡¿Estás bien. tu rostro no le pasó nada?!

—No —dijo con sus mejillas siendo apretadas aún por la chica—. Aunque sentí que visitaría a mi pez dorado antes de tiempo.

Tres pares de ojos se quedaron observando la nube blanca alrededor del pino caído. Aunque fuese difícil para Jeongyeon admitirlo, Jihyo pudo derrumbar el árbol.

Jihyo suspiró al ver el árbol tumbado en la nieve, y, sintiéndose confiada tras su hazaña, se inclinó para levantarlo. Fue entonces cuando cometió su primer error: en un intento por secarse el sudor de la frente, se había quitado los guantes.

Jihyo suspiró al ver el árbol tumbado en la nieve, y, sintiéndose confiada tras su hazaña, se inclinó para levantarlo. Fue entonces cuando cometió su primer error: en un intento por secarse el sudor de la frente, se había quitado los guantes.

—Yo puedo cargarlo, no te preocupes, Sana. No debe de ser tan difícil, ¿verdad? —dijo con una sonrisa forzada, sujetando el tronco desnudo y rugoso entre sus manos.

—¡Jihyo, espera! —advirtió Sana, viendo el desastre venir.

Demasiado tarde.

Tan pronto como Jihyo intentó mover el árbol, una punzada de dolor recorrió sus palmas. Se quedó inmóvil, mirando sus manos llenas de pequeñas astillas incrustadas en su piel. Las soltó con un grito ahogado, y levantó las manos con un gesto de absoluto pavor.

—¡Ay! ¡Esto… esto duele! —exclamó, agitando las manos en el aire mientras trataba de contener las lágrimas de dolor.

Sana se apresuró hacia ella, con los ojos llenos de preocupación, tomando sus manos con gentileza.

—Oh, Jihyo-ssi, ¡lo siento tanto! Ven, déjame ayudarte. Puedo quitártelas, no te preocupes —le dijo, mientras acercaba las manos de Jihyo a su rostro para examinar las astillas de cerca.

Mientras tanto, Jeongyeon, que había observado la escena en silencio, soltó una carcajada que resonó en el bosque.

—¡Jihyo! —rió, sujetándose el estómago—. Te quitaste los guantes antes de tiempo, genial, ¿Es en serio? Justo cuando el trabajo de verdad empezaba.

Jihyo le lanzó una mirada asesina, aunque por dentro sabía que, en el fondo, Jeongyeon tenía razón. Se volvió hacia Sana, quien, ignorando las risas de Jeongyeon, le seguía quitando las astillas con una ternura que no pasó desapercibida.

—Duele más de lo que parece —dijo Jihyo, apretando los dientes mientras Sana le quitaba una astilla particularmente grande—.Yoo, ¿por qué no me advertiste?

—Porque pensé que sabrías usar guantes, ya que tú eres la experta, —contestó Jeongyeon entre risas, limpiándose las lágrimas de tanto reír—. Pero oye, ahora tienes a Sana jugando a la enfermera contigo. Tal vez valió la pena, ¿no? —pero había algo en el tono de Jeongyeon que demostraba ironía y… ¿disgusto? ¿Qué culpa tenía ella que Sana le diera atención por su accidente invernal?

Sana rodó los ojos, lanzándole una mirada de reproche a Jeongyeon antes de volver a concentrarse en Jihyo. La rubia quedó muda ante eso, y ella solo se encargó de ir por la soga para amarrar los pinos.

Sana por su lado, seguía concentrada en Jihyo, sus manos eran suaves y Sana no podía evitar tocarlas de más, y Jihyo se sintió extrañamente cómoda bajo su toque, aunque la situación era de lo más absurda.

—Lo siento, Sana… No soy exactamente buena para esto de la Navidad —admitió Jihyo, un poco avergonzada.

—Ay Jihyo-ssi, pero si estuviste increíble, yo creo que hiciste lo mejor que pudiste. Déjame ayudarte ahora —Jihyo apenas se movía mientras Sana, con todo el cuidado del mundo, le retiraba las astillas de la mano.

El silencio entre las dos estaba lleno de algo que Jihyo no podía nombrar, pero que sentía profundo y extraño. Sana sostenía su mano con una delicadeza que parecía excesiva, sus dedos fríos contra su piel ardiente.

—Esto duele un poco, ¿verdad? —susurró Sana, levantando la vista solo un instante, con una sonrisa pequeña y amable.

Jihyo se encogió de hombros, intentando sonar más valiente de lo que realmente se sentía.

—No es tan terrible… —murmuró, aunque en realidad le dolía más de lo que admitiría—. Es solo una astilla.

Sana rió suavemente, sacudiendo la cabeza.

—Más que una. Tienes todo el árbol en las manos, Jihyo-ssi—respondió, con una ternura que hizo que Jihyo sintiera calor en las mejillas—. Pero ya casi terminamos.

—No tienes que ser tan cuidadosa —dijo Jihyo en un intento de romper la tensión, sin mucho éxito.

Sana apenas sonrió, y sin apartar la vista de la astilla que estaba retirando, respondió con suavidad:

—¿Y si quiero serlo?

Jihyo quedó inmóvil ante la manera en que Sana había respondido. Tan segura de sí misma y de querer cuidarla.

Sana solo sonrió, enfocada en su tarea, y sin dejar de mirar la mano de Jihyo, murmuró—Quiero asegurarme de que estés bien. No quiero que te hagas daño otra vez.

Jihyo la miró de reojo, sintiendo una mezcla de vergüenza y gratitud. Sana, al notar su mirada, le ofreció una sonrisa suave y al terminar, le dio un pequeño beso a su mano antes de soltarla.

—¡Y… ya está, listo! —exaltó Sana, dándole un último vistazo para asegurarse—. Mañana, si necesitas ayuda, ya sabes dónde encontrarme —le regalo la mejor de sus sonrisas.

Y Jihyo ya tenía una lista mental, donde anotaba cada momento en el que la peli-rosa sonreía por ambas, de inmediato sonrió tímidamente, asintiendo, sintiendo una calidez en el pecho que no podía explicar.

Sana había vuelto a mirarla con esa expresión dulce y confiada, y en ese momento, Jihyo supo que, aunque le costara admitirlo, le gustaba la idea de poder contar con la excéntrica vecina enamorada de la Navidad.

Le gustaba la idea de una Navidad con Sana.

…¿Y quizá con Jeongyeon? Esa estúpida rubia tonta, al menos se había “preocupado” por ella.

A las horas, ya se encontraban frente al portón de la casa de Jihyo y su abuela. Sana tocó emocionada el timbre, que ella misma había cambiado por una melodía Navideña.

Jihyo se sorprendió por ello, pues Sana hacia muchos cambios en la casa en la que dormía y comía, y ella aún no sabía donde escondía su abuela la leche y las galletas—¿En qué momento hiciste eso?

—Tú nunca te levantas temprano, Jihyo-ssi —jugueteó con ella y su hombro—, si lo hicieras te sorprendería lo que puedo hacer.

Jihyo guardó por impulso sus heladas manos como puños en los bolsillos de su suéter. Y se sonroja violentamente, no quiere ver con otros ojos las frases aparentemente usuales que utiliza Sana. Pero hay algo en esa sonrisa que ocultaba más. Según ella, eso podría considerarse… ¿coqueto? Tenía desde la secundaria sin una novia. No era buena con eso de tener novias.

Jeongyeon se apareció como un fantasma entre ellas. Y volvió a tocar el timbre, cuando Dah-Mi, no respondió la primera vez. La melodía navideña logró romper el hielo:—Hey Jiyeon —Oh, ahí estaba otra vez ese tono molesto, y sarcástico que alteraba a Jihyo—. No estuvo nada mal tu “intento”, si es podemos llamarlo así —rió para sí misma—, pensé que hoy tendríamos un funeral en Icheon, vendo ataúdes por si algún día necesitas uno. Mi familia los talla.

Sana se interpuso en la conversación:—¡Jeongyeon!

—Es mentira —intento defenderse en cuanto vio la tez morena de Jihyo volverse tan blanca como la nieve por el susto y la sorpresa—, al menos lo de que morirías. Aún sigo vendiendo ataúdes, eh —suspira y se truena la espalda, como si no burlarse de ella fuese un esfuerzo monumental—, me parece que ya te estás acostumbrando aquí, ¿Estamos de acuerdo? —extendió su mano, con ánimos de cerrar esa “guerra” silenciosa que habían declarado aunque sea por unos días.

—C-Claro —titubeó, intento aceptar el apretón de las puertas y cálidas manos de Jeongyeon.

Sana aplaudió emocionada. Al menos ese par de tontas se habían vuelto más sensatas.

—¿Mi abuela no piensa salir, o cómo? —estaba así de cerca de tocar el timbre nuevamente, cuando…

—¡Dios mío, mil disculpas! —Jihyo quedó con su pobre dedo lastimado en el aire, volvió a su postura habitual. Su abuela la miró de arriba abajo—. ¡Jihyo, hasta que por fin llegas! ¿Trajiste el azúcar para la mezcla de galletas?

—¿Azúcar? No recuerdo que me hayas pedido azúcar… —hizo un puchero, confundida.

—¡Fue a mí, abuelita! —Sana la salvó magistralmente de decepcionar a la anciana. Quien llevaba un mantelito de renos, suponía que Sana se lo habría hecho—. Más bien… Jihyo le trajo algo mucho mejor, ¡mire afuera!

Sana señaló a la camioneta de Jeongyeon. Y la señora casi se le caen las extensiones falsas de cabello para tapar sus evidentes canas. Un enorme pino, perfecto para árbol de Navidad.

—¡Ustedes trajeron eso hasta aquí!

Las tres respondieron al unísono:—Sí.

—Wow, me sorprende que Jihyo haya querido participar. ¿Te hiciste daño, hija?

Jihyo sintió su cara llena de vergüenza, cuando Sana tomó su mano tímidamente y la mostró acariciandola para que no sintiera eso al demostrar que esas heridas, son el fruto del esfuerzo de Jihyo por incluirse en las actividades Navideñas de Seonmul.

—Ella se lastimó un poco, fue mi culpa por insistir o que ella sintiera presión, pero… ¡Ahora tiene una cicatriz muy cool para mostrarle a sus amigos en Seúl! ¿Cierto, Jihyo-ssi?

—Puede ser —Estaba perpleja e inmóvil ante el contacto de los dedos de Sana sobre su mano. Como esta parecía querer grabar la sensación de sus nudillos, de las venas de sus manos, hacia círculos sobre la misma. Jeongyeon cruzó una mirada de reojo con ella, y su abuela hizo caso omiso a esa acción constante entre las dos muchachas.

—Bueno, me siento muy orgullosa de ti—. Lo cierto era, que a las chicas se les había hecho tarde para decorar el árbol, Dah-Mi era consciente. Y cuando el sereno de ka noche hizo estornudar a Sana…—¡Joder, se tardaron siglos, ya no da tiempo para decorar! —le ofreció un pañuelo a Sana—. Sana-ssi, quizá mañana deberías de… venir me encantaría verlas decorar ese pino juntas y tomar fotos para mi colección —guiñó pícara Dah-Mi —. Y así pruebas más de mis galletas, ¿No?

Jihyo le sonrió a Sana cuando la atrapó con su usual y características mejillas abultadas, rojas —suponía que por el frío—, y sus ojos de media luna, sonriendole también. Suspiró, no estaba disgustada con la idea de otro día con su loca vecina navideña, pero si con alguien más… Después de todo, se trataba de otro día más con Sana y… ¿Jeongyeon? ¿Acaso estaba pagando algún karma navideño? ¡Esa rubia fortachona las seguía a todas partes como si fuese el guardaespaldas personal de Sana!

Aunque sonrió victoriosa, pues su abuela no había mencionado a la presumidota de Yoo Jeongyeon, y dijo altiva:—Estoy de acuerdo con eso.

Aunque eso de los genes traicioneros en los Park, se le había olvidado.

—Y usted Señorita Yoo, también puede venir, necesitamos ayuda para acomodar las ramas del árbol.

Jeongyeon sin mucho apuro se coloco el gorro, y le regalo su mejor cara a la abuela Park:—Cuente con eso.

—Y si a su abuelo se le ocurre venir, ¡dígame para retocarme el tinte! —Jeongyeon soltó una risa ronca. Vaya, todas las señoras de cada cuadra del pueblo le encantaban el leñador Yoo.

—Él ya está bastante oxidado, si sabe a lo que me refiero… —sugirió Jeongyeon.

Dah-Mi soltó una carcajada:—Ay querida, esos aún sirven. ¡No te engañes! —Jeongyeon comenzó a toser de la sorpresa—, bien, nos vemos mañana mis niñas.

—¡Por supuesto que sí! ¡Mis dos chicas juntas otra vez!

Y mientras la nieve seguía cayendo suavemente sobre ellas, Jihyo no pudo evitar mirar a Sana una vez más, esa sonrisa cálida que parecía capaz de derretir el hielo más profundo de su corazón.

Entre las luces que parpadeaban en la casa, el aroma a galletas que prometía llenar la cocina y el leve roce de sus manos, sintió algo extraño: un calor inesperado, no por el frío de afuera, sino por el fuego que la peli-rosa parecía encender sin siquiera intentarlo.

Quizá la Navidad no era tan mala después de todo... al menos no con Minatozaki Sana cerca.

N/A: Hola!!! Mucho tiempo por aquí, casi un año. No quiero hablar mucho en esta nota de autor, solo espero que lo disfruten. Voy a ir actualizando poco a poco, gracias por el apoyo <3

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top