02: "El reno rosa."
Icheon, Comunidad de "Seonmul",
5 de Diciembre 2023.
Minatozaki Sana era la definición de un ángel enviado por el cielo, obligada a residir en la pocilga de mundo en la que vivían todos, era demasiado amable para ello, claro está. O eso piensa Jeongyeon a su lado cuando la ve tararear una canción de Sinatra.
Todos en el vecindario apreciaban a la generosa y animada japonesa.
No había una vecina ejemplar como ella, no era relevante en su cabeza si eras un trabajador sobreexplotado que odia a todos, un señor amargado que no tomaba sus pastillas, o una vieja chismosa y doble cara; cada uno de ellos cambiaba su mala fama cuando la época de fiestas golpeaba a sus casas, con una joven vestida de reno que obsequiaba galletas dulcemente horneadas a todos sus vecinos, sin falta, en las primeras semanas de diciembre.
La comunidad de Seonmul, a las afueras de Icheon, se sentía enormemente agradecida con la activa japonesa que preocupaba por mantener viva la Navidad en el pueblo.
¡Todos amabas a Minatozaki Sana, y ella amaba a todos! Con su positividad, actitud y espíritu jovial, contagiaba hasta el más hermético con las fiestas.
Ese era el trabajo de Sana, pues no soportaba ver a nadie que no disfrutara tan hermoso mes.
Para Sana la Navidad era invaluable, no se podía reemplazar, era única la sensación de pintar la casa, decorarla con mil luces y ser amable con todos sin esperar nada cambio. Además, Diciembre era su mes favorito en el calendario, era sumamente especial en su corazón. No podía cambiar su amor por la Navidad, ni por los pinos, ni las esferas brillantes, ni las luces, ni la comida, ni sus galletas.
Todos sus amigos conocían su afición por la fiesta. Más de una vez Sana había apoyado a sus colegas y vecinos a decorar sus casas, era decoradora, organizadora de fiestas, bodas, y muchas otros eventos. La habían nombrado como la organizadora de fiestas oficial de Seonmul, pero su especialidad siempre fue mes de Santa Claus.
Y la que mejor conocía esa "pequeña" afición, era Yoo Jeongyeon.
Quién esos momentos intentaba no insultar a Sana mientras cargaba en sus brazos una pila de sacos de harina para hornear muchas más galletas. Según Sana, nunca era suficiente harina.
Sana, por su lado, brindaba sonrisas a todas las personas que paseaban por allí, Jeongyeon se quejaba del peso de las seis bolsas de harina que sostenía. Era fuerte, pero su espíritu Navideño no era tan grande como el de su amiga para caminar ocho calles desde los mercados y bazares hasta la casa de Sana.
Seonmul podría ser pequeño en el mapa de Icheon, pero Jeongyeon estaba comprobando esa tarde que realmente no era así.
La chica de cabello rosa como el chicle, observa la cara de Jeongyeon totalmente enrojecida bajo la capucha del abrigo:
—¡Ey, Jeongyeon-yah, más rápido! —apresura con determinación la nipona.
Jeongyeon suelta un alarido, se esfuerza por llegar y complacer el hambre Navideño de todos esos vecinos que Sana alimenta durante la quincena de Diciembre, pero ya no puede, y en el primer banco disponible, deja las bolsas con cuidado sobre él y respira agitada agarrándose del pecho.
Exhala profundamente—: S-Sana-yah... Ya no puedo más con esto, d-de verdad...—suelta la rubia con su voz entrecortada.
—Jeongyeon-unnie, ¿Estás bien? —preguntó inocentemente. Jeongyeon le da una mirada incrédula, mientras recupera su compostura—, Jeongyeon-unnie, ¡vamos, inhala, exhala, inhala, exhala, inhal...-
—¡Ya, esta bien, esta bien! Tú ganas, ya inhale y exhale lo suficiente —dijo entrepitosamente Jeongyeon—. Ugh, Sana-yah, aún no entiendo cómo no trajiste tu moto hoy... ¡Esto es agotador, ash! —Jeongyeon recibe una negativa de Sana, quién la mira con recelo—. No me mires así, me merezco un descanso.
—Y eso qué son solo la primera mitad, son dieciocho paquetes de esos.
—¡¿Dieciocho?! —Jeongyeon sintió como su pecho se quedaba sin aire de solo pensar en que si Sana no tuviese compasión alguna la habría hecho cargar todos esos sacos—. ¿Por qué tanto espíritu Navideño, ah? ¡Me preocupas!
—Jeongyeon, Jeongyeon, Unnie. Eres tan despistada —ríe la peli-rosa y Jeongyeon frunce el ceño.
—¿Y ahora por qué?
—¿No te acuerdas? Todos los años vienen muchos más visitantes y nuevos vecinos Seonmul, nunca sabes cuantas galletas le harán el día a un desconocido—comunica Sana—. Por eso siempre procuro comprar más paquetes que nunca, pero esta año me quise superar, y tengo al menos sesenta paquetes de harina en casa.
—¿Mujer estas bien? Cuantas galletas piensas regalar, wow...—parpadea varias veces intentando procesar la información que Sana suele darle sobre sus galletas.
—El año pasado fueron trescientas. ¡Este año espero se duplique la cifra! —la positividad de Sana lograba asustar a Yoo.
Ella los ojos impactada. Sana en verdad amaba hornear galletas sin pretexto para un montón de vecinos y niños de la caridad. Si la comunidad de Seonmul sufría en algún momento tasa de obesidad, sería culpa de la nipona.
Lo que era sorprende para Yoo, es que todo eso lo hacía sin esperar remuneración o favores a cambio. Era tan amable, generosa, honesta y solidaria que simplemente creía que un ser humano así no era capaz de existir.
Era solo Sana, haciendo galletas, y vestida de reno. Y para Jeongyeon era un ángel a su lado con buenas intenciones.
A todas esas Jeongyeon recordó que estaban en medio de la calle con sacos de harina de trigo, y Sana con una nariz roja y un traje de Rodolfo. Si en esa ciudad no existiera la fiebre Navideña de Minatozaki, sería una escena digna de admirar para los turistas.
—Cómo tú digas, Sana-yah —dice suavemente Jeongyeon—. ¿Y cuantos sabores piensas dar este año?
—¡Vi unas de Red Velvet y maní que me encantaron! Estoy segura que los chicos de la cuadra las amarán —aplaudió emocionada, cual niña pequeña por abrir sus obsequios. En el caso de Sana, el mejor presente era disfrutar la Navidad ayudando a otros con una sonrisa y mucha azúcar.
Jeongyeon conocía a Sana desde hace cuatro años, un día paleando la entrada después de una pelea con sus padres, se topó con la chica de cabello chicle; de inmediato Sana se acercó a ella con una bolsa de pretzels que algunos vecinos habían despreciado. Jeongyeon estaba en su mundo con música a todo volumen, Sana no se rindió y al final hizo que la rubia probara los prentzels.
Se podría decir que el azúcar es la forma de socializar en la peli-rosa.
Actualmente aquel pueblito de Icheon tenía una comunidad bastante apegada a las tradiciones Navideñas, todo gracias a Minatozaki.
La joven se encargó en sus primeros días, ignorando las malas caras y la desaprobación de todos, de esparcir su magia Navideña por cada una de las casas de la comunidad de Seonmul. Logrando que fuese ahora un pueblo bastante conocido por su compromiso con las actividades Navideñas.
Jeongyeon fue una de sus primeras víctimas, y vaya que lo apreciaba. Aquel día que limpiaba la nieve del patio completamente enojada con sus padres el cabello chicle de Sana apareció en el mapa. Sin previo aviso, Yoo Jeongyeon a sus dieciocho años conoció un ángel navideño que la ayudó a recordar la importancia de la festividad.
Aunque Jeongyeon no se salvó de seguir limpiando la entrada de nieve. Definitivamente cambió su mentalidad sobre la Navidad, la visión de Sana era increíble, al punto en que sin falta, todos los años termina ayudando con su camioneta—su preciada chatarra en descenso—, a repartir bandejas de galletas y caramelos a todos los niños de la Iglesia, el vecindario y a la misma caridad.
Jeongyeon sonríe al ver a su amiga lunática por las fiestas y sus astas de reno. En realidad piensa para sí misma la ternura de Sana al usar ese disfraz, la chica tiene tanto valor para andar por allí de esa manera, ve desde sus astas hasta su nariz roja imitando al reno más famoso de Santa, y empieza a reír sin darse cuenta por el detalle.
—¿De que te ríes? —Jeongyeon se detiene para mirarla, y la ve con ojos acusatorios—. ¿Tengo algo en mi cola? —revisa la cola del traje de reno, y Jeongyeon no puede evitar reírse aún mas fuerte.
Cuando su risa cesa, Sana espera una explicación. Una que claramente Jeongyeon no piensa dar. Solo se queda observándola con admiración. Sana se siente algo avergonzada ante la mirada de Yoo:
—Estás demente, Minatozaki —sentencia con una amplia sonrisa.
—La próxima nevada te haré traer la pala óxidada de tu padre —desafía Minatozaki con una sonrisa amplia.
—No lo dudo —corresponde ducha sonrisa.
Tras aquel momento simple pero muy significativo, Sana y Jeongyeon siguieron su trayecto hasta casa.
Salir con Sana era como salir con el Alcalde de la Ciudad, en casa esquina y en cada rincón, no faltaba una mujer o algún barbón, ofreciéndole saludos y sonrisas a la japonesa.
En cada tienda, y en cada puesto, encontraban contagiosa la felicidad y alegría de la joven vestida de reno, verla por las calles irradiando su brillo como si de la estrella de Belén se tratase era divertido. Por donde ella pasara, ya Jeongyeon habría escuchado seis "Hola" distintos, incluso ya más de cinco vendedores ambulantes ofrecieron cuanta comida se pudieran imaginar.
Están cada vez a menos distancia de su casa, una de las tantas casas ubicadas en la Comunidad Seonmul.
Sana chilla alegremente, ama llegar y ver en el arco luces y adornos de todo tipo, y un lindo letrero que anunciaba: ¡Felices Navidades 2023! Le causaba un cosquilleo de felicidad. Ver a todos sus vecinos igual de impacientes por la víspera que ella.
Jeongyeon consigue reunir las últimas de sus fuerzas para llegar a la puerta de Sana y ambas sueltan finalmente los sacos en las pequeñas escaleras de su residencia.
—Me debes una...—suelta de repente Jeongyeon.
Sana busca sus llaves en los bolsillos del disfraz—Eso siempre dices, nunca me cobras en realidad —Jeongyeon se sonroja ligeramente.
—¡P-Pues no, pero algún día lo haré y te saldrá caro Minatozaki! —contradice Yoo.
—Sí... —las comisuras de sus labios suben al ver a Jeongyeon avergonzada, no solía verla así demasiado, pues la rubia era muy confiada ante los demás—. Y ya verás que te equivocas.
—¡Oye no-...—Yoo no llega a terminar la frase pues un sonido de metal siendo golpeado interrumpe su charla cero amistosa—, ¿y eso? —la rubia traga saliva y siente sus vellos erizarse.
El sonido del metal sigue sonando un par de veces más, hasta ser constante, como si alguien estuviese buscando hacer ruido o romper algún tubo.
A Sana le parece curioso, luego estaba Jeongyeon. Sana la observa con incredulidad, ¿Acaso Yoo Jeongyeon estaba...
—¿Estás asustada?—veía un ligero temblor en los labios de Jeongyeon, eso le causó ternura—. ¡Ow, Yoo Jeongyeon tiene miedo!
Jeongyeon siente su rostro nuevamente caluroso, y eso que estaban a menos veinte grados—. ¡Claro que lo estoy, tú no sabes si es un ladrón!
—¿Ladrón? —bufa la peli-rosa—. ¿Te oyes Yoo? ¡Este pueblo es muy tranquilo, nunca pasan esas cosas!
—Tú no lo sabes —contraataca—. Podría ser cualquier vecino un ladrón, algo así como en Mi Pobre Angelito—explica y Sana arruga la nariz mientras niega.
—No creo que sea eso, quizá sea alguien que necesita ayuda —piensa Sana— ¡Y si vamos a ver!
—¡¿Y si es un ladrón en serio?! —exclama llena de pánico.
—No te creo que de verdad esa sea tu primera opción.
—Nunca lo sabrás —levanta el dedo indice—. Además, ¿por qué mágicamente tienes un sexto sentido cuando se trata de ayudar a las personas, eres el Chapulín Colorado o qué?
Sana la mira extrañada para luego reírse, las ocurrencias de una Yoo asustada la divertían mucho— Acabas de revelar mi secreto, Jeong...—murmura Sana y luego hace un puchero.
—¿Mhm? —solo responde eso.
—No contabas con mi astucia —repite la icónica frase de ese viejo programa de Televisión que Jeongyeon suele mencionar cada tanto—. ¿Podemos asegurarnos de que el ladrón no necesita ayuda?
Jeongyeon refunfuña para luego aceptar. Ambas van al lugar de donde provienen los sonidos.
Aparentemente ese sonido metálico mezclado con quejas de dolor viene de la casa de...
—¿La señora Dah-mi? —dice la nipona al ver en una joven golpeando con su pie el buzón de la anciana—. ¿Y ella quién es?
—¡¿Cómo que quién es?! —se altera Yoo—, ¡Estamos hablando de una posible delincuente, Sana, huyamos a llamar a la policía! —Jeongyeon quiere correr de inmediato a la casa de vigilancia. O llamar a un alguacil, pero Sana la toma por la capucha de su gran abrigo café y la detiene—. ¡Sana-yah, esto es serio, están usurpando propiedad privada de una de tus amigas!
—Jeongyeon, mi pequeña Jeongyeon —rueda sus ojos—. Es Navidad, no puedes juzgar a la gente tan rápido, no tires la flecha sin ver el blanco —regañó—. ¿Y si ella está perdida?
—Debería perderse en la comisaría... —completa Jeongyeon—, ¡suéltame, voy a llamar al sheriff Seung!
Sin embargo, la chica de cabello rosa no quiere ceder antes las ideas de su amiga. Y decide ir a la entrada de la residencia de Park Dah-mi, la señora era buena amiga suya, sabía muy bien que a esas horas posiblemente estaba cocinando.
—¡Agh odio esto! —Escucha Sana las barbaridades que salían de la boca de aquella joven. La detalla mientras corta su distancia y ve que usa un abrigo negro y zapatos totalmente inadecuados para el frío de Icheon.
Cuando Sana llega finalmente al buzón, la chica ni se inmuta, ni siquiera nota su presencia, esta tan sumida en su propia frustración que no siente la llegada de la contraria.
Sana observa como se rinde pateando el buzón y frota su rostro, se ve apagada, triste, y probablemente esté cansada.
—Tengo hambre —suelta en su "soledad" Jihyo, aún sin percartarse de la nueva compañía.
—Yo también, oye —dice una voz dulce, perteneciente a la peli-rosa, tomando por sorpresa a Jihyo.
—¡A-Ah! —se sobresalta, bastante inquieta, se encuentra con los ojos curiosos y... bastante bonitos de una chica vestida de reno, nariz roja, dos coletas y un cabello rosa pastel.
«¿Esto es broma?» Jihyo cree que está viviendo algún tipo de alucinación, hasta donde recordaba no consumía drogas o estupefacientes, tal vez aquel café de la terminal tenía de eso.
¡No creía lo que tenía en frnte!
Es decir, a cuantas personas ves vestidas de Rodolfo y cabello rosa. ¿No sería chistoso que más veces de lo adecuado?
La desconocida ofrece una de sus manos, le demuestra una adorable sonrisa. Jihyo puede detallar en ella una mejillas abultadas y ruborizadas por el frío—. Mucho gusto, mi nombre Rodolfo el reno —muy bien, ella de verdad no anticipaba eso.
—¿Ah?
N/A: Volví a publicar otro cap, estoy muy feliz con este fic, oki. Disfruten esto Ü ♡
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