꒰🌼꒱ 𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝟯.

❝ A casa..¿Con Riki? ❞

El encuentro que penso que sería algo momentáneo, duro más de lo que Sunoo pensó. Riki y Sunoo estuvieron juntos alrededor de 30 minutos, hablando y conviviendo.

Sunoo no podía estar más feliz que en ese momento en el que conoció al híbrido de lobito, Riki. En tan poco tiempo se contaron muchas cosas que al pequeño híbrido divertía y otras que no entendía, pero por supuesto, Sunoo se encargó de enseñarle y explicárselo de mil y un maneras divertidas que hacían reír a carcajadas al pequeño híbrido.

Riki solo llevaba un overol que le quedaba grande, la tela rasgada y sucia, así de mal se veía. Cada que Sunoo se acercaba para abrazarlo lo alejaba por miedo a espantarlo.

—Huelo mal.—dijo Riki alejando con sus manitas a Sunoo.

Sunoo con el entrecejo fruncido negó e igualmente lo abrazó, aunque Riki quisiera alejarlo.

—Si, pero aún así te quiero.—canturreo haciendo reír a Riki.

—No puedes quererme en tan poco tiempo.—respondió con un lindo puchero Riki.

—¡Claro que puedo!—objetó abrazando a este aún más fuerte.

El ambiente divertido se vio interrumpido por unos toques en el brazo derecho del pequeño Sunoo, el volteo con curiosidad encontrándose con la alta figura de su madre.

—¡Mami! ¡Que bueno verte!—exclamó Sunoo con una linda sonrisa.

—Lo mismo digo, creí que te habías perdido otra vez.—-susurro Nayeon besando su coronilla.—No me vuelvas a asustar así, Sun.

—Lo siento mami, no lo volveré a hacer.

Nayeon asintió convencida y tomó la mano de su hijo.—Bueno, es hora de irnos, ya fue mucha diversión por hoy, la cena no se preparará sola.

La madre dio media vuelta, intentando llevar a su hijo con el, un tirón la hizo frenar en seco y volteó extrañada a ver a su pequeño.

—¿Pasa algo?

—Mami, no puedo dejar a Riki solo.—dijo en respuesta Sunoo negando con su cabecita, abrazando por los hombros a Riki.

—¿Riki? Oh, tu pequeño, ¿Es tu nuevo amigo?—cuestionó Nayeon encantada por el pequeño que su hijo abrazaba.

A su madre le gustaban mucho los niños.

—Si mami y no puedo dejarlo solo, Riki tiene mucho frío y no le gusta estar solito.—contestó acariciando los plateados cabellos de Riki.

Nayeon pensó en llamar a la policía, luego descartó esa idea. Sabía lo crueles que podían llegar a ser con los híbridos y más con los menores. El gobierno era injusto en ciertas ocasiones y con los híbridos la diferencia no era mucha.

¿Ahora qué haría?

—Mami, ¿Riki puede ir a casa con nosotros? Prometo que lo cuidaré mucho y no causará problemas.—dijo haciendo ojitos de cachorrito tratando de convencer a su madre.

Nayeon soltó un suspiro, quizás podía llevar al pequeño a un centro de ayuda para híbridos, aunque eso sería difícil de encontrar sabiendo las circunstancias de ahora. Podía ser engañada y el pequeño podía caer en malas manos.

Tal fue el tiempo que se quedó bastante tiempo pensando, que recién notó al híbrido poner una carita de tristeza. El entendía que no podría conseguir una familia así como así o alguien que lo quisiera. Después de todo, el mundo siempre le hacía recordar que era un monstruo, ¿Quién querría tener un monstruo en su casa?

—Sunoo, ya debes irte, anda ve.—dijo con una sonrisa sintiendo sus ojos picar. Su único amigo se iría y quizás no lo volvería a ver otra vez. Era una pena bastante grande pero ya estaba acostumbrado.

—No, yo te prometí que me quedaría contigo y eso haré, no dejaré que te sientas solito, no otra vez.—respondio pegando el cuerpo del pequeño híbrido al suyo en un abrazo.

Ahora lo que se preguntaba Nayeon era, ¿Desde cuándo su hijo le gustaba dar demostraciones de afecto? Según ella recordaba, el pequeño Sunoo siempre se quejaba de los besos que ella y Jeongyeon le daban, o de los abrazos de su cariñosa abuela Shin. El nunca había sido fan de los abrazos.

Decir que estaba sorprendida era poco, ¿Cómo su hijo había cambiado de parecer tan pronto?

Saliendo de sus pensamientos, vio al pequeño híbrido brotar lágrimas de sus lindos ojitos, sintió un dolor punzante en su corazón que sin poder evitarlo, no pudo negarse.

—Riki, ¿Te gustaría acompañarnos a casa pequeño?

Los ojos de Riki se abrieron a la par, decir que estaba sorprendido era poco. Ni bien escuchó esas palabras, el pequeño híbrido corrió a abrazar fuertemente a Nayeon, algo sorprendida esta correspondió aquel abrazo.

No sabía si luego se arrepentiría, solo en ese momento pensó que era lo correcto. Ya después trataría con las autoridades.

El transcurso en el auto no fue muy callado como de costumbre, su hijo no se destacaba por ser alguien muy hablador, cosa que le extrañó al ver hablar con Riki como si se conocieran de toda la vida.

Nayeon estaba feliz, quizás el tener la compañía de alguien de la misma edad que Sunoo, había dado aquellos frutos.

—Ni-ki, en cuanto lleguemos a casa, te prepararé las galletas más deliciosas que probarás en toda tu vida, ¡lo prometo!—dijo Sunoo muy animado.

—Si, Sun.—asintió el pequeño híbrido con una sonrisa.

—Mamá, Ni-ki está siendo muy bonito, ¡míralo!—exclamó tomando las mejillas de Riki apretujando estas.

—¿No que se llamaba Riki?—preguntó Nayeon confundida.

—Es su nuevo nombre y a Ni-ki no parece molestarle, ¿No es así Ni-ki?—cuestionó abrazándose al brazo del contrario, recostando su cabeza en el hombro del híbrido.

Nayeon asintió ahora estacionando el auto en la cochera de la casa.

—¡Ni-ki ven! ¿Quieres ver nuestro arbolito de navidad?—preguntó viendo al pequeño asentir y sin más lo jaló del brazo de este para adentrarlo a la casa.

—¡Niños! ¡No corran!—gritó Nayeon sacando las compras del auto. Pero los pequeños ya se encontraban dentro de su hogar, sin poder evitarlo negó con una sonrisa, solo eran niños después de todo.

Con las bolsas en sus manos entró a la casa dejando estas en la mesa de la cocina.

—¿A qué no es bonito?—preguntó Sunoo mostrándole el gran árbol adornado.

—Si, muy bonito.—contestó Ni-ki maravillado con el gran árbol.

—¿Quién me acompañará a hacer las galletas?—cuestiono Nayeon recibiendo como respuesta a dos niños saltando emocionados.

—¡Yo, yo quiero!—exclamó Sunoo con una gran sonrisa.

—¿Yo también puedo?—preguntó Ni-ki inocentemente que hizo derretir el corazón de Nayeon.

—Claro que si, Ni-ki—dijo Nayeon con una suave voz que hizo al pequeño sonrojarse. Nunca nadie había sido tan amable con el como Sunoo y Nayeon estaban siendo con el. Se sentía muy feliz y afortunado.


—¡Ni-ki vamos a lavarnos las manos! —exclamó Sunoo siendo seguido por Ni-ki.


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