Denki miró el anillo que le había dado a Uraraka y no dudó en tomar fuerte la mano de Jirou.

—¿De dónde sacaste ésto? —gruñó.

Jirou miró alterada —¿Qué? Ah, me lo dio Ochako como un inicio de amistad.

La pelinegra dió un jalón para liberar su mano y acarició el anillo con enojo y enfado. —Si estás celoso no te preocupes, me lo dio ella y no vuelvas a hacer así.

Denki se llenó de cólera, esa maldita perra andaba mordiendo donde no debía. Joder, si tan sólo no la amara como imbécil.

¿Cómo es que se puede odiar y amar al mismo tiempo? Joder, Ochako es como la maldita heroína; putamente letal pero jodidamente adictiva.

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Una cena.

Uraraka miró el vestido color negro que había usado en su primera cena con Denki, esa donde terminaron fornicando en el primer hotel que se les puso en frente. Lo tomó y arregló su cabello mientras buscaba la colonia perfecta.

Los zorros son ágiles, y como tal tomó la mano de Jirou con delicadeza al caminar con ella a la mesa que reservó una semana antes. Son astutos; se tuvo que leer tres libros de Jirou en una semana para hablar con ella a cómo se debe, incluso las vistas con Kaminari habían disminuido de forma considerable por convivir con la agradable mujer de cabello corto y orejas encantadoras.

—Te ves muy bien Ochako —sonrió sincera— no sabía que ponerme, como tú eres muy elegante tenía miedo de no encajar contigo —dijo desviando la mirada como una digna Tsundere.

Ochako suspiró flechada —no te preocupes Kyoka, eres hermosa con lo que te pongas.

La cena transcurrió.

—He estado viendo que Denki últimamente está llegando siempre de malas.

—Es su problema, no te dejes influenciar por su humor —dijo burlona recordando las miles de llamadas de Kaminari en su teléfono.

—Aunque esté en casa me siento sola —dijo ácida— pero bueno, que bien que me invitaste a cenar, necesitaba un respiro.

—Me alegra ser útil Kyoka —dijo mirando de reojo su celular vibrar. —Es mi jefe, enseguida regreso —mintió y fue al baño.

—¿Por qué andas cenando con ella?

—Cuida tu tono, amor.

—Estas jugando con fuego ¿Sabes?

—Ya estoy grande y sé lo que hago.

—Uraraka, que sea la última vez que hablas con ella ¿Cómo se te ocurre darle el anillo que yo te di a ti, siendo tu mi...

—¿Siendo tu perra?

—Deja esas mierdas.

—Bien, ahora la tienes, muéstrame que puedes manejar todo ésto, no sacrifiqué mi elegancia y porte de la nada.

Colgó la llamada.

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Y fui ahí cuando ella cayó.

Los labios de azúcar lograron perpetrar la mente de Jirou y el veneno logró convertirla en una adicta.

Y todo comenzó con vodka y Story's Time's de ambas. Lágrimas sin sentido y risas sonoras...
Abrazos inocentes, palabras de aliento; cayendo a sus pies por consecuencia.

—Dejame probarte. —Está haciendo el amor con su enemigo.

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Y ahora están llorando y amándose, chocando y acariciándose. Sólo puede tomarla por pequeñas dosis. Amarla es envenenarse y lo sabe.

No pretendía enamorarse, tomó un trago y eso fue todo. Ahora no puede dormir, es una alarma de advertencia que le hace saber que está entrando en el mismo infierno. Pero ella continua llamándola y envenenandola de azúcar y clamando su amor y atención.

Kyoka le está siendo infiel a Denki con una mujer, con Uraraka Ochako.

Sus besos son una droga, que cada vez aclama más su alma y mete las manos al ardiente fuego por sólo una pequeña dosis.

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—¿Te vas? —dijo ansiosa cuando miró a Kaminari buscar las llaves.

—Si, hoy tengo que grabar.

—Llegaré tarde —dijo rápido.

—¿Eh? ¿Por qué?

—Cenaré con Ochako.

¿Cómo es que se sienten celos de que tu pareja este conviviendo tanto con tu amante? Gruñó Denki por la bajo.

—Ajá.

Porque amar es venenoso, es veneno disfrazado de azúcar. Adictivo y destructivo.

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Está perdiendo el control, porque cuando se trata de ella sólo puede mirar como camina de un lado a otro con elegancia y porte. Y se llena de celos cuando plática tan arraigadamente con su jefe.

—¿Qué es tuyo? —dijo Jirou.

—Mi amado jefe —sonrió— ¿Estás celosa, Kyoka-chan?

Se acercó ágil a ella y la besó con desdén lamiendo sus labios e introduciendo su lengua en la cavidad de Kyoka.
Uraraka se alejó.
Ella negó con la cabeza —Es desconfianza —dijo— tu eres mía ¿No?

Uraraka sonrió de lado —¿Quieres que sea tuya? Bueno, tienes que ser mía.

Jirou la miró a los ojos, la sensación que le trasmitía esa mirada inyectada en cafeína la había inspirado para miles de letras que en un futuro se volverían un libro. La tomó del rostro y comenzó a besarla con esmero, la quería solo para ella, la quería tener y poseer.

¿Se puede morir asfixiada de amor?

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Bebe Rexha - Small Doses