Capitulo 18: El lado oscuro de la Luna.
Años atrás...
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Harry había crecido rodeado de matorrales, chocolate caliente y besos en la frente por la noche.
Harry no sabía lo que era pasar frío, ni lo que era sentir una opresión en el pecho por las noches; habían corrido lagrimas por sus ojos pero estas siempre eran de felicidad, rodeado de abrazos y palabras cálidas susurradas en el oído.
Había crecido corriendo entre los árboles y remojando sus pies en el río frío que corría detrás de su casa, sus pies se habían mojado hasta estar fríos pero siempre había una toalla caliente esperándolo en casa, el omega había tenido Navidades llenas de comida y olor a pino por todos lados hasta que su nariz picase intensamente.
Su madre le había ofrecido brazos cálidos y besos con labial rojo en sus mejillas desde que tiene memoria, su mano siempre había sido sostenida por otra que le doblaba el tamaño a la suya.
Por eso cuando tuvo que separarse de todo eso, de el sentimiento verde como los ojos de su madre y con una pizca de amargura como el olor de el perfume de su padre, su corazón se había partido en dos.
Hace años que su familia había logrado sostenerse sin ayuda de otras, habían formado una pequeña manada tan rara y única que nadie sabía de su existencia.
Su familia no era común, su madre siempre se lo había dicho; cuando Harry nació, su madre había huido de su manada para criar a su hijo junto con el amor de su vida.
Su padre.
El gran problema.
Su padre no era alguien común, era ese granito de azúcar al rededor del saco de sal, tan igual pero diferente a los demás, su padre había crecido rodeado de cazadores.
Su padre era un cazador.
Pero no era un asesino, no como los que le contaban que rodeaban el bosque y de los que tenias que tener cuidado.
Su padre era un cazador enamorado de los lobos.
Su madre había encontrado a su padre una noche mientras que ella corría entre el bosque, su padre portaba un arma cuando su madre había impactado contra su espalda y había tenido que transformarse a su forma humana.
Robert, en vez de hacer todo eso que en algún momento le dijeron que hiciese, se quedo atrás, removió su abrigo y cubrió el cuerpo desnudo de Anne con su saco.
Desde ese día, habían merodeado en el bosque juntos, tomados de la mano, soñando con un futuro sin rumbo, sin esperanza.
Por que años de linaje, de sangre pura, no podían mezclarse con los genes pobres de los cazadores, de los humanos—de esos seres que rompían todo lo que tocaban—.
El primer error que habían cometido había sido enamorarse, Anne perteneciendo a una manada importante, no podía presentar a alguien como Robert a su familia, no podía tomar su mano y mucho menos podía formar una familia con él.
Por eso cuando sus padres habían descubierto que mantenía una relación con los hombres que vivían entre los bosques y amenazaban con matarlos, sus padres la habían expulsado de la manada, acusada por traición.
Anne había intentado explicar todo, decirles que Robert no era alguien como los demás, pero nadie había escuchado, por eso había hecho sus maletas y junto con una semilla creciendo en su interior, había caminado por la puerta...sin rumbo alguno, dispuesta a criar a su hijo rodeado de tazas de café, besos en la frente y navidades llenas de comida.
Había merodeado junto con Robert por todo el bosque de Noruega, habían conocido gente y habían colectado memorias entre los bosques, hasta que habían encontrado una pequeña choza abandonada, llena de musgo y tierra.
En ese instante Anne supo que su hijo podría crecer rodeado de todo aquello que deseaba, Robert había restaurado la choza y la había hecho de ellos, habían conseguido dinero trabajando turnos de noche en la ciudad y cazaban su propia comida la mayor parte del tiempo.
Cuando Harry había nacido, todo había cambiado, el aire dentro del lugar había cambiado a uno más alegre, el pequeño omega había logrado completar aquella pieza que faltaba dentro de Anne cuando llegó a su vida, con ojos tan verdes que contrastaban con la nieve y hoyuelos interminables en sus mejillas, piel lechosa y un cabello increíblemente ondulado y negro como el de su padre.
Harry era un lobo mitad puro.
Los genes de su padre apenas habían predominado en él y Robert estaba demasiado feliz de tener un pequeño cachorro.
"¿Pero yo no soy como baba?" Harry preguntó arropándose solo dentro de las cobijas, sosteniendo la orilla de la colcha por sobre su barbilla.
"Papi solo es un poco diferente a nosotros, bebé." Su madre susurró acariciando su mejilla con delicadeza. "Y eso está bien."
"Esta bien." El niño con rizos afirma.
"Si, pero aún así baba y yo somos destinados, somos como los demás mi amor." Su madre deja un pequeño beso en sus cienes, pasando después sus largos dedos entre su cabello.
"De acuerdo." Harry se da media vuelta, recargando un lado de su mejilla en su almohada.
Con el tiempo otras personas al igual que Anne y Robert habían encontrado un camino entre los bosques, buscando salvación entre los grandes árboles, llegando a su pequeño hogar, entre todos formando una manada tan igual pero distinta a la de los lobos.
Habían construido cercas y murallas al igual que las grandes manadas, habían formado una pequeña familia, con calles angostas y casas de madera por todos lados.
Con el tiempo Robert se había vuelto el alfa de la manada sin siquiera ser un lobo, Anne había tomado el puesto de Luna y Harry era el pequeño príncipe que heredaría todo cuando fuese grande, si es que así este lo quería.
Había crecido rodeado de personas, yendo a la escuela y formando amistades que se quedarían a su lado de por vida, se había enamorado y le habían roto el corazón, había corrido como lobo y había sido un rol a seguir dentro de la manada.
Hasta que los problemas habían empezado.
Todo comenzó una mañana cuando Harry apenas tenía 22 años.
Se había despertado por los agudos susurros y los pequeños gruñidos que venían desde fuera de su habitación.
Harry se puso de pie con prisa, deslizó sus pies dentro de sus pantuflas y ajustó su bata en su cuerpo, las mañanas en Noruega siempre eran heladas hasta que los dedos de los pies se volvían tan fríos que no podías sentirlos.
"Mamma." Harry sale de su habitación, rodeando su propio torso con sus brazos, protegiéndose del frío, con pasos apresurados se dirige hacia la cocina, donde Harry podía decir, venían los escandalosos ruidos. [Mama.]
En la cocina está su madre, tiene los codos recargados sobre la encimera de la cocina y sostiene su rostro con ambas manos, su padre está parado a unos metros recargado en una pared con los brazos cruzados sobre su pecho, luciendo terriblemente afligido y sus ojos tienen lágrimas en los cuencos, luciendo cristalizados.
"hva skjer?" Harry avanza hacia su madre y en un gesto de reconforte, comienza a subir su mano de arriba a abajo por su espalda. [¿Que está pasando?]
Su padre soltó un suspiro exasperado, un sentimiento de nerviosismo comenzó a rondar por su estómago, apretándose y amenazando con cortarle la respiración.
"Cazadores." Pronunció su padre, sintiéndose ajeno al significado de esa palabra, sintiendo como si heridas pasadas comenzaran a abrirse para después verter sal directo en las cortadas.
Harry se devolvió para tras un instante y en signo de protección propia dejó sus manos apoyadas a sus costados de nuevo. "¿Nos están atacando?" Preguntó, las palabras atascándose en su garganta.
"Amenazan con hacerlo." Su madre se enderezó en su lugar y talló sus ojos con las manos hechas puños. "Han encontrado el territorio."
Robert se acercó hacia su Luna y de una manera protectora comenzó a frotar sus brazos con sus manos.
Aveces Harry pensaba que su padre era más lobo que el mismo.
"Podemos derrotarlos." Harry propuso. "¿Podemos hacerlo, cierto?"
"Son demasiados, amor." Su padre dijo. "Nos doblan en personas, tienen rifles y..."
"¿Y que?" Harry forma una mueca, sus ojos comienzan a picar y siente arcadas.
"Y no solo son cazadores, cachorro." Su padre dice.
Harry niega desentendido. "Y-yo no comprendo, q-que estas diciendo..."
"Lobos."
"¿Lobos y cazadores?"
"No quieren a una manda como la nuestra de aliados."
-
Habían pasado 3 años, 1 mes y 9 horas.
Harry no podía creer lo mucho que había sobrevivido huyendo, atravesando el bosque, con una mochila, una chamarra rasgada y unas ganas inmensas de volver a casa lo antes posible.
"Corre Harry, corre y no mires atrás."
Fueron las últimas palabras que salieron de los labios pintados de rojo de su madre, luciendo agotada y con miedo, sus ojos contenían lágrimas retenidas y temblaba ligeramente nerviosa.
Y Harry como el buen hijo que siempre había intentado ser; había hecho justo eso, correr, correr pero si que había mirado atrás.
Oh claro que lo había hecho.
Y no le había gustado lo que vió.
Lo último que sus ojos húmedos habían llegado a notar era la verja que rodeaba aquello que había llamado hogar toda su vida ser derrumbada, cayendo con un estrepitoso ruido que hizo eco por toda Noruega, incluso los pájaros habían volado lejos de las ramas de los árboles desconcertados.
Sus manos estaban llenas de cortadas, su pelo contenía nieve seca y lodo en las puntas, sus botas pesaban y lastimaban aún más sus ya cansados pies, no había probado algún bocado de comida en cinco días y Harry no recuerda cuando fue la última vez que durmió en una cama caliente.
Aveces se paseaba en su forma de lobo por días, pues el dolor de alguna manera era más aguantable así, cazaba conejos en el bosque, pero ahora una de sus patas traseras dolía incluso al caminar, por lo que solo podía acostarse sobre la nieve y esperar a que algún venado fuera lo suficiente tonto para acercarse.
Estaba seguro de que ya había atravesado la mitad de Noruega, había ido del sur al este y de regreso y ahora cojeaba sin rumbo hacia el norte, el lugar más lejos de casa, o de lo que quedaba de ella.
No sabía si su madre había sobrevivido, no sabía si alguien había salido con vida de el ataque, todo había sido tan deprisa que ni siquiera había podido voltear a ver a su baba por última vez.
Huía lejos de cazadores, de lobos y de los peores.
El congreso oficial de Noruega.
Los mayores hijos de puta que llevaban rastreándolo desde que salió del sur de el país.
Le pisaban los talones si se detenía, aunque hace algunas semanas estaba seguro le habían perdido el rastro, Harry había logrado entrar cubierto con capucha a una de las farmacias de el pueblo y casi como un experto había robado un par de cajas de supresores para poder ocultar su olor, ahora podía tener un par de horas de sueño antes de seguir corriendo.
Su pie aún se encontraba increíblemente lastimado pero al menos ahora podía caminar antes de correr.
No recordaba cuál era el nombre de él lugar donde se encontraba pero sólo sabía que el bosque era increíblemente bello, sin embargo las enormes ramas de los árboles apenas dejaban que la luz de la luna entrase para alumbrar dentro.
Algo en su pecho le decía que no se encontraba seguro y desde hace un par de metros atrás escuchaba un par de ramas romperse de lejos, sin embargo aún no podía distinguir si se lo estaba imaginado y estaba entrando en paranoia como últimamente hacia.
Volteaba cada 5 minutos atrás y comenzaba a ver siluetas a lo lejos.
Su pie comenzaba a doler y comenzaba a sentirse agotado, planteándoselo por unos minutos decidió parar un segundo.
Descolgó su mochila de su espalda y entonces bebió la última gota de agua de su envase embotellado.
"En ulv skal aldri være uten flokken." Susurraron detrás de él. [Un lobo nunca debería de estar sin su manada.]
Harry colgó deprisa su mochila en su espalda, su corazón dio un salto en su pecho antes de agacharse para de su tobillera agarrar su cuchillo y alzarlo en alto.
Analizó a la persona frente a él antes de hablar, solo eran cazadores, portaban chamarras increíblemente abrigadoras y sus cabezas estaban cubiertas por una gorra.
Eran solo dos.
"Jeg vil ikke ha problemer." Dijo con fuerza entre dientes, jugando con el cuchillo en su mano, tratando de mostrar que no tenía miedo.[No quiero problemas.]
El cazador volteó a ver a su compañero y ambos sonrieron entre sí.
"Veras, Lobito." Uno de ellos dijo, marcando su acento. "Tú tienes tu cuchilla..." el señor, el cual parecía el líder, abrió su abrigo. "Yo tengo esta." El cazador dejo ver una pistola colt, sostenida por su cinturón.
Y esa era su señal, lo único que ni sus garras, ni su cuchilla podían competir contra.
Un arma de fuego.
Harry bajó su cuchilla y antes de que la pusiera en el suelo la lanzó con fuerza a uno de ellos, está enterrándose en el hombro de uno, la sangre comenzando a brotar demasiado rápido.
Tomó la distracción y entonces colgó su mochila de nuevo e hizo lo único que podía hacer, correr.
Justo como su madre le había dicho.
Después de los 10 kilómetros, había perdido la noción, no sabía si estaba huyendo o regresando de vuelta, comenzaba a nublarse su vista y no distinguía nada, no sabía si estaba en un sueño o esto era de verdad.
Un olor a jengibre y chocolate había comenzando a picar su nariz.
No sabía si se lo estaba imaginando pero de repente comenzaba a sentirse como en casa.
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