P R Ó L O G O

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La luz de la lámpara chocaba directamente sobre el libro lleno de recortes; anotaciones escritas con tinta azul y una que otra escrita en color negro —haciendo evidente la diferencia de puntas entre su bolígrafo favorito y el marcador permanente de «punta fina» de su colega—. Resaltaban los múltiples y coloridos separadores de páginas cortesía de la última vez que vio a su hermano en esa improvisada salida al museo.

De sus labios escapó un suspiro pesado, seguido de un ligero masaje en el puente de su nariz. Miró el reloj que descansaba sobre el escritorio, a un lado de la preciosa fotografía de su bebé. Eran casi las once de la noche. Sólo faltaban cinco minutos. HongJoong tomó la decisión de dar por terminado el día, aún sabiendo que debió de haberlo hecho hacía cinco horas.

Cerró el libro, arregló su bolso, apagó la lámpara y salió de la espaciosa oficina cuyas ventanas le regalaban una vista de los edificios y las luces nocturnas de Seúl que bien podrían ser la portada de un álbum musical. Sin embargo, los únicos pensamientos que inundaban su cabeza en ese momento eran si su bebé ya estaría profundamente dormido, descansando apropiadamente, o si estaría jugando con YeoSang en la sala de estar (quizás con la película de Winnie Pooh favorita de su pequeño reproduciéndose de fondo). La simple idea lo hizo esbozar una sonrisa que escondía un tinte de cansancio.

Se despidió de los becarios que gustaban de hacer tiempo extra y del amigable portero del edificio. Era una noche fría. El pobre señor Lee tenía la nariz roja y HongJoong podía asegurar que traía una compresa caliente dentro de su chaqueta. Incluso después del breve intercambio de palabras y del sutil intento por convencerlo de irse a casa temprano, el señor Lee le aseguró que estaría bien y que se iría a casa dentro de pocos minutos.

HongJoong le dedicó una sonrisa cordial y se despidió cortésmente del hombre, caminando con pasos suaves y tanto perezosos hasta su auto.

La radio se encendió unos segundos después de que apretara el botón del vehículo; la repetición de una entrevista a un joven grupo de idols parecía el sonido de fondo perfecto para conducir de regreso a casa. Al menos lo mantuvo distraído de los pendientes del trabajo que amenazaban con perturbar su reciente estado de calma en cada luz roja.

El programa no estuvo tan mal.

Después de unos minutos, HongJoong ya se encontraba estacionándose en su lugar asignado en el sótano del elegante edificio a sólo veintisiete minutos de que el reloj marcara la medianoche. Los pasillos estaban en calma, lo único que se escuchaba era la campanilla del elevador y el tap tap de sus botas sobre el brillante piso de porcelanato; en su cabeza comenzó a formularse un auto-regaño por haber hecho que YeoSang se quedara trabajando —otra vez— hasta altas horas de la noche. Se aseguraría de compensarlo con un poco más de dinero y una invitación a comer donde estuviera involucrado el pollo frito.

Abrió la puerta del departamento, siendo recibido por un suave aroma a pino y una tranquilidad que bien podría sentirse como un cálido abrazo. Dejó su bolso y el libro en la credenza del recibidor y guardó su abrigo en el pequeño armario de la entrada, suspirando pesado al ver que las zapatillas de YeoSang seguían ahí. Dio un par de pasos y se encontró con una cocina impecable y un comedor que parecía no haber sido utilizado nunca.

Ah, ahí estaba él. El joven y amable vecino de enfrente que cuidaba de su bebé todos los días, descansando en el sofá de la sala con un cojín entre sus brazos —probablemente soñando con su novio— y luciendo tan apacible que HongJoong creyó que sería una lástima interrumpir su sueño, pero sabía que YeoSang debía regresar a casa o su madre no lo dejaría trabajar más con él (además de que el sofá de su sala no era el más cómodo del mundo).

Tratando de darle un poco más de descanso al castaño, HongJoong caminó con pasos silenciosos hasta el dormitorio de su bebé. Sobre el techo se reflejaban hermosas y pequeñas estrellas producto de la lámpara que había comprado hace un par de meses; la ventana estaba cerrada correctamente y las cortinas estaban corridas. Sobre el buró estaba un libro de cuentos y en la cuna sólo se veía un pequeño bulto bajo el adorable saco para dormir con orejitas de oso.

HongJoong lo miró dormir por varios minutos, y fue hasta que sintió que sus ojos pesaban que volvió a la sala de estar. De verdad que no quería despertar a YeoSang, pero tampoco quería que tuviera un horrible dolor de espalda por la mañana.

Yeosanggie~ Yeosanggie~ despierta —murmuró, dando ligeros toques en su hombro.

YeoSang abrió sus ojos lentamente, mirando con una adorable pereza al hombre frente a él.

—Ah, señor Kim. Bienvenido a casa —dijo, frotándose con cuidado los ojos buscando desperezarse—. JongHo se tomó un biberón y se fue a dormir poco antes de las nueve.

—¿Se portó bien?

YeoSang asintió.

—Aunque sigue teniendo problemas para comerse la papilla de verduras, pero le gusta cuando tiene pollo.

—Muchas gracias por cuidarlo, YeoSang. Y lamento haber llegado tan tarde. Te lo compensaré, lo prometo —agregó con una pequeña sonrisa.

—No se preocupe, señor Kim. Me gusta cuidar de JongHo, además, estoy aprendiendo muchas cosas.

HongJoong sonrió, enternecido. YeoSang se puso de pie y lo acompañó hasta el recibidor; el mayor esperó a que terminara de ponerse las zapatillas para preguntarle al castaño si podría venir al día siguiente. Y YeoSang, como siempre, dijo que sí, para después despedirse de HongJoong con una reverencia y deseándole buenas noches.

HongJoong se regañó a sí mismo luego de cerrar la puerta, dejando que su espalda descansara sobre la madera blanca. Sabía que no podría seguir disponiendo del tiempo de YeoSang de esa manera, ¿Qué haría cuando el muchacho volviera a la escuela? ¿O cuando le dijera que no podría cuidar de JongHo porque saldría con sus amigos o su novio? ¿O qué tal si un día simplemente le decía que ya no cuidaría más del bebé? No pudo evitar sentirse culpable, pero también sabía que no podía llevar a su bebé a la oficina. No era un lugar apropiado para niños.

—Tranquilo... Respira... —murmuró para sí—. Encontraremos una solución en la mañana...

Puso la alarma de la entrada principal, apagó las luces dejando encendidas únicamente las luminarias de cortesía que iluminaban el corredor y la que resaltaba aquel enorme lienzo que había pintado en sus días de universidad. Antes de dirigirse a la ducha, entró cauteloso al dormitorio de su bebé para asegurarse de que seguía durmiendo cómodamente. Revisó el monitor y salió no sin antes decirle «Te amo, hijo» con una voz que bien podría describirse como una caricia.

Después de eso, HongJoong se limitó a darse una ducha rápida con agua tibia para luego vestirse con una pijama lo suficientemente cómoda mientras una toalla pequeña descansaba sobre sus hombros. Rápidamente se acostumbró al calor de su cama, pero el sueño y el cansancio parecían haberse esfumado apenas entró en ella. Así que tenía dos opciones: la primera era ponerse a adelantar trabajo como el work alcoholic que era o mentalizarse para volver a sentirse cansado y poder dormir un poco por si a JongHo se le ocurría despertarse en medio de la noche.

«Trata de dormir un poco más porque, si sigues así, pronto no podrás cubrir esas ojeras usando maquillaje, hermanito...»

Y vaya que tenía razón.

Así que HongJoong bajó la intensidad de su lámpara de noche y se quedó mirando un punto en la pared, recitando en su cabeza la canción de cuna que usaba con JongHo.

🧸

Hacía una mañana cálida. JongHo sólo se había despertado una vez en toda la noche, pero volvió a quedarse dormido al poco tiempo. Ahora se encontraba usando su bonito trajecito con orejitas de oso, portándose como el adorable y risueño bebé que era mientras su papi le daba un poco de papilla haciendo caras graciosas en el proceso.

La barbilla de JongHo se ensuciaba de papilla cada que una sonrisa se formaba en su boquita y una melodiosa risa escapaba de sus labios.

Pa-pa, pa-pa~

—A ver, mi niño precioso, una más. —HongJoong llevó la cuchara con la papilla a la boca del bebé quien la recibió gustoso—. ¡Muy bien, osito!

Minutos después sonó el timbre de la puerta. HongJoong limpió con cuidado las mejillitas de JongHo.

—Debe ser el tío YeoSang —dijo, revisando su reloj. Eran las ocho y media—. Llegó temprano. ¿Vamos a recibirlo?

JongHo levantó sus bracitos. HongJoong lo tomó con cuidado, acomodando su gorrito y después ambos se dirigieron a la puerta. YeoSang los saludó con una sonrisa; se veía adorable con ese suéter rosa.

—Buenos días, Yeo —dijo HongJoong, sonriente.

—Buenos días, señor Kim. JongHo —dijo YeoSang de la misma manera—. ¿Ya desayunaron? —preguntó. JongHo jugaba con uno de sus dedos.

HongJoong asintió.

—Hice esa receta de papilla que me dio tu madre, y alguien estuvo muy contento de comerla. Pasa, yo me iré a la oficina en un rato más.

—¿Pasaron buena noche?

—Sí. JongHo sólo despertó una vez. Ya casi no llora por las noches —dijo HongJoong, dejando a su bebé en el balancín. JongHo se mantuvo distraído con las pequeñas figuras de animales que colgaban de él—. ¿Ustedes durmieron bien? Me han dicho que algunos departamentos están teniendo problemas con los servicios.

—También pasamos una noche tranquila. ¡Ah! Mi mamá dice que debería venir a desayunar con nosotros el fin de semana, hará panqueques.

—Gracias por invitación, YeoSang. Con gusto desayunaré con ustedes —dijo, sacando dos tazas de la alacena. Podía escuchar al castaño jugando con su bebé en la sala de estar.

Conocía a la familia de YeoSang desde hacía bastante tiempo, cuando recién se mudó al edificio. Su padre era un hombre apasionado por la música y la enseñanza; impartía clases de música en la universidad y cursos para principiantes en el centro cultural. Mientras que ella —que era todo corazones y dulces— se había dedicado por completo a la enseñanza, pero de una manera que le resultaba simplemente encantadora pues era directora de un preescolar. Sabía, gracias por las anécdotas de YeoSang, que era una mujer muy querida y respetada tanto por el personal como por los niños.

Y YeoSang era un claro reflejo de sus padres; era amable, cariñoso, paciente y casi siempre estaba tarareando alguna canción. Como en ese momento, que estaba jugando con los piecitos de JongHo mientras cantaba algo. HongJoong sonrió con ternura, realmente estaba agradecido con YeoSang.

—¿Quieres chocolate caliente, Yeo?

—¡Sí! Por favor —respondió con una gran sonrisa, sus ojitos brillaban.

Mientras servía el chocolate su teléfono vibró sobre la encimera; estaba seguro de que sería su asistente diciéndole que había estado buscando esas bufandas Chanel toda la mañana y que, probablemente, ya las había encontrado. HyunJin sabía hacer su trabajo, pero su desempeño no lo terminaba de convencer.

—Aquí tienes. —HongJoong le entregó una taza de color rojo; se guardaría el secreto de que la había comprado especialmente para él. Se dio un momento para sentarse en el sofá, viendo al castaño jugar con su risueño bebé.

—JongHo, ¿dónde está papá? —preguntó YeoSang con voz suave.

—¡Pa-pa! Pa-pa —exclamó JongHo, estirando sus manitas hacia HongJoong, sonriéndole.

HongJoong acercó su mano, JongHo tomó uno de sus dedos con su manita.

Pa-pa

—Sí, mi amor. Papá está aquí.

HongJoong daría todo por faltar al trabajo y poder pasarse el día entero con su bebé, pero no podía darse ese lujo, no ahora que el nuevo número de la revista estaba por salir y todavía faltaba la entrevista y la sesión de fotos con uno de los actores de ese nuevo drama.

Un último vistazo al reloj y HongJoong se terminó lo que quedaba del chocolate. Se aseguró de grabarse la expresión de JongHo antes de liberarse lentamente de su agarre.

—Tengo que irme, niños —dijo, poniéndose de pie. Caminó hasta la cocina y lavó la taza. Volvió a la sala de estar y se despidió de YeoSang revolviéndole un poco el cabello—. Trataré de no volver tan tarde esta vez. Cuídense mucho y no dudes en llamarme si algo pasa, ¿de acuerdo?

—No se preocupe, señor Kim. Estaremos bien —dijo YeoSang—. Acompañemos a papá a la puerta, osito.

YeoSang tomó al bebé del balancín mientras HongJoong preparaba su abrigo, su bolso y su inseparable libro con separadores de colores. HongJoong llenó de besitos las mejillas de su bebé y le regaló una cálida sonrisa al muchacho para después despedirse. YeoSang ayudó a JongHo a que agitara su manita en el aire.

Dios, de verdad quería faltar al trabajo.

🧸

—Esta es la lista de los invitados que irán a la gala. Aunque todavía no se ha confirmado si el embajador Choi irá con su esposa o...

—Irá con su amante. Así que nada de hablar de la esposa o será una velada muy incómoda —dijo HongJoong, caminando hasta su silla—. ¿Dónde están mis bufandas, HyunJin?

—Están aquí, señor Kim —dijo el rubio, entregándole una bolsa de papel.

—¿Y por qué están aquí cuando deberían estar con Kai? —dijo con voz seria.

HyunJin asintió rápidamente y salió de la oficina con la bolsa entre manos.

—Que HyunJin tenga una copia de la lista de invitados.

—¿HyunJin irá a la gala? —preguntó YeonJun, sosteniendo su libreta contra el pecho. Su expresión incrédula cambió de repente en cuanto HongJoong lo miró—. SeYoon llamó, dijo que la sesión de fotos de Park SeongHwa será al mediodía.

—¿Quién?

—Park SeongHwa, el actor que va a ser la portada del número de este mes.

HongJoong asintió desinteresado mientras revisaba los documentos sobre su escritorio, y con un ligero movimiento de mano YeonJun supo que era hora de retirarse de la oficina del señor Kim.

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