7. ¡Quema!



Las dos semanas subsecuentes fueron más fáciles hasta cierto punto. Nos escapábamos en los recesos para vernos. Me mandaba mensajes todo el tiempo y yo... me sentía alucinada. Lo quería, eso ya era inevitable.

Continuamos con las asesorías sin problema. Más tarde iba a mi casa y dejaba su camioneta a unas cuadras para no levantar sospechas. La relación entre él y mi madre marchaba perfectamente. Literatura seguía siendo... complicada. Max y Ray revoloteaban alrededor, intentando llamar mi atención, y Liam se esforzaba para poder reprimirse. Los días que terminaba tarde su entrenamiento me iba con mis amigos y lo veía después, por lo menos media hora.

La intensidad de lo nuestro aumentaba sin poder detenerla. Desarrollábamos algunas tareas juntos, nos desafiábamos en juegos de mesa, conversábamos sobre miles de cosas sin parar y eso... eso era mágico, pues me dejaba fluir sin dificultad, sin aparentar, sin ocultar, sin esconder nada de lo que en realidad soy.

Roger no me había vuelto a molestar, aunque, cuando me lo topaba de lejos, me miraba amenazante, ¡demente! Nos coordinábamos fácilmente, pero cada vez lo sentía más ansioso, más desesperado. No decía nada, no había necesidad, yo sabía que no podíamos seguir postergando más la verdad. Era absurdo. Si se molestaban por lo que sentíamos no tendría más remedio que alejarme, por mucho que eso doliera. Llevábamos tres semanas juntos y... ya era demasiado.

La actitud de los chicos con él no cambiaba. Cuando se acercaba con algún pretexto sobre las tutorías, lo observaban molestos, sin ocultar su repudio. Los únicos que me apoyaban, pero desconocían nuestra relación, eran Annie, Robert y Emma. El resto seguía refiriéndose a Liam con desconfianza y rencor; a pesar de que él se comportaba diferente: respetuoso, agradable, ajeno a cualquier problema. No podía remediar nada, eso me llenaba de impotencia. Veía a sus amigos molestar, justo como él solía hostigar. Eran patéticos, desagradables, eso me dejaba sin armas ni argumentos.

Cinco semanas en Myrtle Beach y mi vida era, como podrán darse cuenta, muy diferente a lo que imaginé. Sentía como si hubiese estado ahí desde siempre. Claro que extrañaba a mis amigos, pero gracias a lo que sentía por Liam no era tan duro. A su lado nada importaba, solo él, sentía la urgencia de tenerlo a mi lado en todo momento.

Acostada sobre mi cama, el quinto viernes por la noche, suspiré ya echándolo de menos. Se acababa de ir. Al día siguiente sería su primer partido e iban a jugar como locales. A partir de ese momento, algunos días, los fines de semana no estaría, ya que los partidos eran en diferentes lugares. Todavía no le lograba decir lo que en realidad había en mi interior, pues cuando lo intentaba no salían las palabras, se atoraban ahí, en la garganta. Me sentía miserable, él no se cansaba de demostrármelo, era todo lo que jamás soñé. Sin embargo, entre mi poca expresividad y entre que me daba miedo decirlo, lo mantenía oculto, muy dentro, custodiado hasta que llegara el momento adecuado.

Esa noche llevó unas películas que pensó me gustarían. Mi madre estaba con Ralph, salían mucho, pero no lo llevaba a casa, supongo que por mí. Su sudadera aún olía a su esencia, la abrazaba cada noche. En ese momento la tenía pegada a mi nariz.

Al día siguiente todos iríamos al partido y aunque no se soportaban, era un gran evento en el pueblo. Por la noche se celebraría Halloween. Era tradición en Myrtle Beach juntar los dos eventos y todos estaban listos... menos yo. Liam, me rogó asistiera. No tenía muchas ganas. Verlo y no poder estar con él no era mi idea precisamente de diversión. Aun así, ya había quedado con los demás y Annie me llevaría un disfraz para que no tuviera pretextos. Suspiré afligida, ahí, en medio de la penumbra de mi habitación.

El jueves Max fue a mi casa después de la escuela. Liam y yo hacíamos tareas cuando escuchamos el timbre. Abrí despreocupada, una vez que supe que era él. Quería hablar conmigo y parecía nervioso. Esperé relajada a que dijera lo que pasaba. Sabía perfectamente que no estaba sola, era día de tutorías, por lo que Liam dejó justo en frente su camioneta, despreocupado.

—Kyana, ¿podemos hablar? —asomó su rostro al interior y lo vio. Liam lo ignoró y continuó con los deberes. Asentí. Salí sin cerrar, aguardé—. Sé que estás ocupada, pero quería ver si... ¿irías conmigo a la fiesta del sábado? —sentí que mi estómago se caía hasta el piso. ¿Desde cuándo me había convertido en un imán de chicos? Y para colmo, justo tenía que pedírmelo frente a mi novio. ¡Maldición! ¿por qué no cerré la puerta? ¡Agh!

—Pero si vamos a ir, ¿no? —fingí demencia. Sabía perfectamente a qué se refería, no se me ocurrió otra manera de esquivarlo. Metió las manos en su jean mirándome de una manera que no me gustó en lo absoluto. ¡Diablos! En serio... ¿Por qué a mí? ¿desde cuándo tan irresistible? ¡ah!

—Lo que pasa es que... me encantaría que fueras como... mi pareja —Si hubiera traído líquido en la boca, seguro lo saco todo de un jalón. ¡Qué!, ¿jamás se rendirían? Eso era por demás incómodo.

—Max... —Liam salió en ese instante con su mochila colgando, pasó en medio de los dos echando chispas.

—Se terminó el tiempo. Luego nos vemos —Y se fue sin voltear. ¡No! quería salir corriendo tras él, explicarle, sin embargo, me quedé clavada ahí observando atónita cómo se marchaba, rugiendo su camioneta. Eso es impotencia pura.

—Qué bueno que se fue —soltó Max indiferente. Quería que la tierra me tragara, jamás hubiera querido que presenciara algo así, ¿por qué todo siempre se complicaba? ¡Ah! al paso que iba me daría pronto una crisis de nervios.

—Max, lo siento, es mejor que sigamos como hasta ahora —zanjé respirando cortadamente. Las piernas me temblaban, quería que se fuera.

—Kyana, por favor, no pierdes nada... —¿No comprendía? tenía ganas de cerrarle la puerta en la cara, pero yo no era así y él no tenía la culpa de mi temor o bueno, en parte sí, aunque no de mi silencio y todo eso era consecuencia de ello.

—No, de verdad no quiero que nuestra amistad se vea afectada, lo siento —articulé con poco tacto. Asintió sin decir más, mi tono fue muy claro y tajante.

—Está bien, comprendo y... no te preocupes, nada cambiará... tenía que intentarlo —¡Dios! odiaba verlo así: abatido. Mi intención no fue esa, solo quería que se fuera y no volviera a insistir. Coloqué una mano sobre su hombro intentando suavizar las cosas.

—Max, me caes muy bien, en serio y... los quiero... como amigos... por favor entiéndeme —sonrió asintiendo amigablemente.

—Comprendo, mañana nos vemos y... como si nada ¿sí?

—Gracias...

En cuanto se marchó mis ojos se rasaron por la impotencia, cerré mis manos en un puño bien apretado sintiéndome profundamente frustrada, enojada y... extrañamente desolada. Me senté en la sala desconcertada, recordando la huida de Liam. Decidí marcar su número, pero... ¿qué le diría? No importaba, ya tenía el móvil en la mano cuando sonó el timbre. Abrí desganada, triste, esperaba de verdad que no fuera de nuevo Max.

Error.

Liam apareció frente a mí, con el rostro desencajado.

—Lo siento... —susurró arrepentido. Lo abracé mientras cerraba tras él.

—No, no debí salir... —me sentía fatal por lo que acababa de suceder. Acunó mi barbilla y al mirar mis ojos enrojecidos, comprendió se sintió culpable.

—Kyana, no es tu culpa, perdóname... no debí reaccionar de esa forma...

—No te disculpes, por favor. Me sentí terrible... odio lastimarte, Liam —Con ambas manos agarró mi rostro y me besó dulcemente, aspirando con ansiedad mi aliento, mientras mis labios se movían sobre los suyos sin dificultad y sí con necesidad.

—Tú no eres la responsable, sabía que esto pasaría en cualquier momento, es solo que escucharlo fue... peor de lo que creí... Tuve que acopiar todo mi autocontrol posible para no cometer una estupidez —escondí mi mejilla en su pecho—. Cada vez me es más difícil ocultar lo que siento por ti. Te quiero y no deseo compartirte con nadie... necesito que todos sepan que estás conmigo... Ahora eres mi todo y no puedo seguir con este enredo —La situación nos estaba rebasando. Me arrastró hasta el sillón, sentándome a su lado. Elevó mi rostro hasta él—. Vamos a olvidarlo, ¿de acuerdo?, pronto resolveremos esto, estoy seguro —En ese momento comprendí que ya no estaba dispuesta a seguir así, pero sospechaba sería aún peor que lo supieran a esas alturas y su confianza en mí se vería seriamente afectada.

Acarició de nuevo mi mejilla regalándome una hermosa sonrisa que tranquilizó mi culpa. Ya no hablamos más del tema e intentamos retomar lo que trabajábamos unos minutos antes.

No lo podía postergar más... a Liam no le importaba que todos lo supieran y se detenía por mí. No era justo, no permitiría que algo como lo del jueves volviera a suceder. Tenía que ser valiente, demostrarle que también podía luchar por lo que sentíamos, que yo también lo quería y llegaría por él hasta el final, pasara lo que pasara. Se los diría y que fuera lo que tuviera que ser. Si estaba a su lado, todo lo demás no era tan grave. Y no podría volver a ver esa expresión de angustia en sus extraños ojos.

Por la mañana me desperté temprano. Entre mamá y yo hicimos el aseo de la casa, que por cierto teníamos un poco abandonada. Mi móvil sonó, sabía que sería él.

«Kyana... pensé en ti toda la noche... te extraño».

Las cosas que me decía me derretían como si fuese un helado junto al fuego, por no decir, que le sacaban alas a mis pies: volaba, en serio que sí.

«Yo no solo por la noche».

No se tardaba nada en contestar, así que esperé con el teléfono en la mano.

«Eso cambia todo mi día y lo sabes».

Un par de horas antes del partido, llegó. Lo pasé hasta la terraza ya que mi madre pululaba por todos lados sacudiendo, a conciencia, cada cosa. No me encontraba en lo absoluto presentable: un jean roto con una playera rosa ya vieja y el cabello agarrado en un moño mal hecho. En pocas palabras, hecha un desastre.

Cuando lo tuve en frente a solas, lo miré refunfuñando.

—Date cuenta cómo estoy... —rodeó mi cintura divertido. Esos pucheros lo doblegaban y yo ya sabía cómo usarlos.

—Hermosa, como siempre. ¿Sabes?, creo que nunca dejarás de gustarme —rodé los ojos riendo.

—Eres... —me jaló acercándome hasta su boca.

—Insufrible... lo sé... —Y me besó—. Me encantan tus labios...

—Mentiroso...

—¿Ahora quién es la insufrible? —Sonreí, tenía razón—. Quería verte antes del partido...

—Qué bueno que lo hiciste... —Nos abrazamos unos segundos. Cuando se separó no pude evitar entristecerme, eso de estar enamorada era tan hermosamente complicado.

—Me tengo que ir. Nos vemos en la noche... en la fiesta —torcí la boca insegura. No me gustaba nada la idea de ir y no poder estar juntos.

—Kya, ve, por favor, no puedo faltar, tú sabes que todo el equipo estará ahí... no me lo perdonarían —rozó de nuevo mis labios—. Encontraremos la forma de pasar tiempo tú y yo... lo prometo...

—Okey. Solo no te vayas a burlar de mi disfraz —Lo amenacé enarcando una ceja. rio divertido.

—Por supuesto que no, sé que te verás sensual... como siempre —Le di un pequeño golpe en el pecho. ¿Sensual? no, yo podía ser muchas cosas, pero sensual para nada.

—No bromees, es en serio... —lo regañé divertida. Me acercó a su cuerpo hasta que sentí de nuevo su aliento, acariciando mi rostro.

—Sé que me impresionarás, nunca dejas de hacerlo —apresó uno de mis labios y lo detuvo entre los suyos apenas si un segundo. Las hormigas ya estaban haciendo de las suyas en todo mi cuerpo—. Me voy... no te despegues de tu móvil —Asentí con la boca aún deseosa de más. Un minuto después, desapareció.

El lugar estaba abarrotado, todos los estudiantes y adultos de Myrtle Beach se encontraban ahí. Al parecer era un gran evento. El partido comenzó a las cinco y media en punto. Cuando el equipo salió, la gente enloqueció. Gritaban y aplaudían enardecidos.

Liam iba al frente con su casco a un costado como el resto del equipo y trotaba al centro de la cancha. ¡Dios! mi boca se secó, se veía realmente espectacular y en él sí quedaba muy bien el término sensual. Demasiado.

Él me dijo que el rival era fácil; sin embargo, no se confiarían, deseaban seguir manteniendo el título, era un equipo muy respetado a lo largo de la Costa Este a nivel de high school.

Una hora después iban ganando veinte-quince. Puse mucha atención a cada jugada. Liam intentó explicarme, aunque debo confesar que me costaba trabajo seguirle, así que entre Ray y Billy iban respondiendo cuando les preguntaba. A las ocho acabó, el equipo del condado ganó cuarenta y cinco-treinta. La gente alucinaba aventando cosas a la cancha de la emoción, mientras ellos festejaban en el centro y se cargaban unos a otros. Liam me buscó con la mirada, cuando me encontró, sonrió. Nadie nos vio, a excepción de Emma, que caminaba a mi lado. Cuando me di cuenta de que notó el gesto, me ruboricé, en respuesta me guiñó un ojo.

Todas las chicas nos cambiamos en casa de Annie. El disfraz era mejor de lo que pensé, era un atuendo de época muy hermoso. Tenía un rojo carmesí intenso, con bordados que asemejaban oro cruzando el vestido muy provocativamente. Tenía un corsé que marcaba perfectamente mi figura y resaltaba un poco mi pecho, con mangas pegadas hasta la muñeca, la parte baja estaba adherida al resto y caía larga, una discreta crinolina iba debajo para poder levantarla un poco. Los zapatos eran cerrados, del mismo color del vestido, con una pulsera que rodeaba mi tobillo. Sara me hizo rulos más marcados, levantando toda mi melena castaña elegantemente con un listón dorado que se tejía por todos lados. Me maquilló divertida intentando igualar lo que en esos momentos de la historia se usaba.

Unas arreglaban a las otras. Era genial vernos a todas pululando como abejas detrás de alguna, disponiendo algo en su cabello o acomodando su vestuario. El resultado, debo aceptar, me encantó. Realmente me sentía satisfecha con mi atuendo, una vez que me vi en el espejo. En las anteriores fiestas que asistí me hubiera ido disfrazada de cualquier cosa... Peter pan, duende, incluso bruja o una rosquilla gigante, jamás de cortesana. Le gustaría, estaba segura. Sonreí ante mi reflejo bobaliconamente pensando, sin poder evitarlo, en sus labios.

La fiesta era dentro de la escuela, en el domo de baloncesto. Cuando llegamos el lugar estaba casi lleno. Por dentro nos invadió la penumbra, solo había luces tenues que intentaban darle un toque escabroso. Colgaban imitaciones de telarañas, calabazas y fantasmas. Todo era negro y neón. Al fondo se encontraba un estrado donde tocaba un grupo. Las seis entramos riendo. Al vernos, lo chicos se acercaron de inmediato, nos rodearon para ir juntos a la pista.

—¡Guou! se ven muy bien... —Max me miraba al igual que Ray, de arriba abajo, inspeccionándome. Robert, que hasta ese momento apareció, e iba de Elvis Presley, tomó mi mano para que lo acompañase al sitio donde servían un ponche de frutas y refrescos.

—Toma —Me tendió un pequeño vaso, mientras él se servía otro—. En serio te ves bien, no sé cómo lograrás mantenerlos lejos, parecen moscas tras de la fruta —rodé los ojos y luego sonreí fingiendo angustia. La situación era algo cómica.

—Estando contigo, últimamente eso ha funcionado —soltó una sonora carcajada asintiendo.

—Lo sé, pero me voy ganar su odio y... todo por tu culpa... —lo miré suplicante abanicando rápidamente mis pestañas. Levantó las manos rendido.

—Está bien, está bien... ¿quién se resiste a ti? —Le dediqué mi mejor sonrisa agradecida y la verdad, un poco aliviada. Sabía que no le atraía en lo absoluto, de hecho estaba segura de que moría por Annie, pero no se atrevía a demostrárselo. Era lo más cercano a mi mejor amigo ahí. Por lo que estar a su lado era natural, relajante—. ¿Bailamos? —tendió su mano galante, yo acepté con ademán pomposo.

Un segundo después entró una despampanante chica vestida de hada robando la atención y miradas de todos los que estábamos ahí. Me costó trabajo reconocerla, cuando lo hice, vi que era del grupo insoportable con el que tenía la materia de inglés. A esas alturas ya sabía que era animadora, una de las líderes. Gracias a eso comprendí porqué se portaban así. Era bonita y tenía un cuerpo de miedo, a su lado iba otra igual de hermosa disfrazada con el típico atuendo de Las mil y una noches. Y detrás de ambas, varias chicas más con atuendos provocativos. Impresionantes de verdad.

Las miré un momento pestañeando.

—Quitan el aliento, pero créeme... no quieres conocerlas —apuntó mi amigo con seriedad. Fruncí el ceño al escucharlo.

—¿Conocerlas? No las soporto, las tengo en una materia, son prepotentes —asintió sonriendo y se acercó a mi oído.

—Te contaré algo, pero... no lo repetirás, ¿okey? —asentí intrigada ante su tono, no solía meterme en la cotilla, pero no pude resistir saber lo que quería decir—. Esa chica, la que viene de Las mil y una noches, es una de las razones por las que Liam y Max se odian —mi pulso se detuvo enseguida, mi estómago se encogió, se apretaba y, de paso, se hizo moño. En cuanto me lo dijo se separó para ver mi reacción. Dejé de bailar mirándolo atónita.

—¿En-en serio? —tartamudeé. Mi cabeza trabajó a mil por hora.

No daba crédito. Eran odiosas hasta lo indecible, pero además, ¿cómo era que Liam se fijó en mí si ese tipo de chicas era el que frecuentaba? Una sensación muy molesta de inseguridad me embargó. Ella fue novia de Max, con la que Liam se... metió.

—Kyana... ¡Ey! —Robert chasqueaba los dedos frente a mí, cuando reaccioné, intenté sonreír—. Te fuiste por un momento...

—Lo siento.

—No te preocupes, esa reacción suelo producir en las chicas —rodeó mi cintura y me hizo girar al estilo Presley. Solté la carcajada olvidando mi desconcierto.

Bailamos unos minutos más, intenté seguir sus pasos de rock and roll, riendo cada dos segundos sin fijarme ya en lo que ocurría alrededor. En medio de un movimiento complicado, sin poder evitarlo, sentí su presencia. Giré a todos lados con el corazón martilleando. A algunos metros él, observándome. Y nada fue más importante, mis neuronas, pulmones y de más cuestiones orgánicas, se detuvieron. Vestido de caballero, parecía provenir de un cuento de hadas y no de mi realidad. Se acercó importándole poco todo, sus ojos los mantenía anclados a los míos sin la menor intención de esconder su atracción. Me puse nerviosa de inmediato ¿Qué pretendía? Robert le daba la espalda y cuando menos me di cuenta, ya estaba a su lado tocando su hombro, sin dejar de verme. Mi amigo volteó relajado, en cuanto lo vio, su expresión cambió. Se tensó en un segundo.

Mis palmas sudaron, mi respiración se hizo lenta... No perdía el contacto visual conmigo y yo no tenía la fuerza para esquivarlo, me sentía presa de sus posos grises que invadían mi ser con una potencia avasallante, inigualable, deslumbrante.

—¿Puedo? —preguntó con firmeza, Liam, serio. ¿Le pedía permiso para continuar el baile conmigo? anticuadamente encantador. Robert clavó sus ojos en mi dudoso, asentí pestañeando más no mirándolo, por lo que se fue sin objetar al respecto.

—Liam, se van a dar cuenta —dije cobardemente mientras me agarraba por la espalda baja y comenzaba a moverse.

—Tú tienes la culpa, estás tremendamente sensual, no me pidas que me aleje porque no lo haré... —zanjó con firmeza.

Le intenté seguir el paso torpemente sin saber muy bien en dónde acomodar mis manos. La música no era calmada, aunque sí se prestaba para bailar así, muy juntos. Se dio cuenta de mi conflicto, así que las tomó y las colocó sobre sus hombros sonriendo. Sentía las miradas de nuestros compañeros clavadas en nosotros, comencé a morderme el labio, nerviosa y sin saber cómo actuar, posé la vista sobre su amplio pecho.

—Kya... por favor, deja de hacer eso, porque entonces sí no respondo... —solté mi boca y asentí completamente ruborizada. Toda la decoración era lúgubre, así que no podían distinguir muy bien mi ansiedad. Me llevaba suavemente, sin esfuerzo. Para mi asombro embonábamos a pesar de las estaturas tan dispares—. Kyana, no va a suceder nada, los conozco, si no me paso de la raya se quedarán tranquilos —alcé la mirada insegura. Cada vez que hablaba, se acercaba a mi oído por lo que sentía su aliento ahí, en mi lóbulo, dejando su estela cálida y eso me ponía aún peor.

—Felicidades —logré decir, me refería al partido, intenté cambiar de tema. Hizo un gesto con su cabeza en agradecimiento, entendiendo a qué venía eso.

—De verdad no sé cómo voy a controlarme hoy —Sus pupilas dilatadas, enviando mensajes que dejaban a mi piel erizada, me indicaban que realmente lo pensaba.

—¿Y crees que para mí es fácil? Liam, por favor, tus amigos no están dando brincos de la emoción al verte aquí, conmigo —Y era cierto, a lo lejos alcanzaba a ver a varios de ellos, observándonos sin comprender. Se encogió de hombros indiferente.

—Eres mi amiga y... mi tutora —rió cínicamente.

—Contigo no se puede —refunfuñé molesta por la poca importancia que le daba.

—No me pidas milagros, Kyana, por favor... —Su tono se tornó suplicante y aunque reía, lo decía en serio. Asentí completamente desarmada. La siguiente canción fue más rápida, así que no era necesario estar tan cerca, comenzó a darme vueltas y bailamos uno frente al otro, sonriendo más relajados.

De repente sus amigos se acercaron. Kellan le dijo algo que, evidentemente, no alcancé a escuchar por lo estridente de la música, él asintió. Un minuto después se acercó a mi oído.

—Tengo que ir a resolver un problema, ahora regreso —parecía molesto. No alcancé a comprender lo que sucedió cuando Emma, Sara y Susan ya estaban a mi lado.

—Kyana, ¡no inventes! No lo podemos creer. Nos tienes con la boca abierta —sonreí ruborizada.

—Liam... bailando... Con alguien fuera de su círculo de amigos. ¡Es realmente increíble! —dio un gritito Sara, impresionada. Intenté fingir que me daba igual.

—Además, te veía de una forma... —agregó Susan. Emma rodeó mis hombros al darse cuenta de que no sabía qué contestar.

—Seguro es porque le caes bien, después de todo le das asesorías y le ha ido mejor ¿no es cierto?

—Puede ser, aunque de verdad es muy extraño, admítelo —reviró Lana, no parecía convencida. Nadie dijo más, por lo que comenzamos a bailar juntas. Cuarenta minutos después Liam seguía sin aparecer. Comencé a sentirme inquieta sin poder evitarlo.

Mirando distraída el lugar, lo vi. Iba a sonreír alegre cuando noté que a su alrededor revoloteaban las animadoras con cuerpos esculturales. Pestañeé sintiendo cómo mis pulmones se comprimían. Quise gritar. Caminaba relajadamente hablando con Jen, la causante del odio entre mis amigos y ellos. La... chica tenía enredado un brazo en el de mi novio mirándolo coqueta, sonriendo de forma sensual. ¡¿Qué diablos?! Liam, para colmo, se reía divertido por algo que le decía prestándole toda su atención. Hacían una pareja impresionante y yo solo podía pensar que tenía ganas de desparecer.

Una opresión en el abdomen, como si me hubiesen golpeado, apareció dejándome noqueada. Calor, mucho calor debido a la rabia inmensa que invadía mi ser. Detrás iban Kellan y Luck mirando los traseros de ambas descaradamente. ¡Increíble! me giré, acopiando toda mi fuerza de voluntad. No quería seguir observando ese cuadro. De inmediato comprendí lo que él dijo cuando escuchó a Max invitarme a salir. Definitivamente yo no era tan fuerte y no tenía ese autocontrol, no cuando se trataba de él y de esa mujercita que parecía sirena, con la que compartió más que una inocente amistad.

Todos bailaban en pequeños grupos o parejas. La fiesta era todo un éxito, no cabía un alfiler y yo... yo no sabía qué hacer. Mis palmas cosquilleaban, mi mente estaba nublada por el enojo y mi cuerpo no lograba moverse.

—Ahora regreso —grité buscando que no se dieran cuenta de lo que dentro de mí ocurría. Si abría la boca, echaría fuego. No di tiempo a que preguntaran nada y caminé en dirección contraria a Liam. Me abrí paso entre la gente con los brazos. Me urgía salir de ahí. Llegué por fin a una puerta, la abrí sin dudar, no me importaba a dónde diera, solo quería que me sacara de ese maldito lugar.

Uno de los jardines de la escuela, perfecto. No había nadie, agradecí que fuera así. Necesitaba tranquilizarme. Él no hacía nada malo ¿no? Pero al verlo regresar después de tanto tiempo con ese par a su lado y riendo con esa... «chica», generó que volviera a desconfiar. Entre ellos sucedieron cosas que en ese momento no lograba sacar de mi cabeza por mucho que me empeñaba, pues dolía como los mil demonios imaginarlo siquiera besándola, ya no digo algo más...

Sujeté con fuerza los pliegues de la pesada falda con manos sudorosas. Sentí que no podía respirar. Por si fuera poco el bendito vestido tan apretado y tieso en la parte superior, no ayudaba.

Encontré un árbol alejado, me senté con dificultad a sus pies de manera que tapara completamente la visión del sitio donde recién había estado bailando. Recargué la espalda sobre el tronco cerrando los ojos. Inhalé una y otra vez intentando tranquilizarme, no lo lograba. Luché intentando pensar en otra cosa. Imposible, mi mente se llenaba de esa imagen, sentí ganas de llorar.

Era como estar sobre arena movediza. Nunca, en toda mi vida, había sentido eso. Mi pecho ardía, mi corazón latía desbocado, furioso, mi quijada estaba tensa y lo único que quería era irme corriendo de allí. ¡Agh! cerré mis manos en un puño encajándome las uñas en las palmas. Odiaba esa sensación de inseguridad, de poco autocontrol, de ira circulando como veneno por toda mi piel.

Con el transcurso de los minutos y el ruido de la noche, comencé a relajarme al fin. El sonido del móvil me sacó de ese estado. Era Max, no contesté. Necesitaba estar sola. Le puse silenciador y lo dejé a un lado con la pantalla dando al pasto. Lentamente fui regresando a mí. Pensé en el mar, en la arena bajo mis pies, en la brisa colándose en mi rostro, en mi cuerpo, en el sonido de las olas cuando chocaban con la arena. ¡Pf! esas terapias de visualización sí funcionaban, ya me sentía un poco mejor.

Cuando por fin recuperé el control, decidí que era tiempo de regresar. Estaba con mis amigos, podía ignorarlo fácilmente, bueno, no iba a ser tan sencillo, pero pondría todo mi esfuerzo. Ardía literalmente de celos, la rabia viajaba vertiginosa por mi interior. Quemaba, puedo jurarlo. Revisé el móvil, muchas llamadas perdidas. Las borré. Caminé de nuevo hasta la cancha metiéndome por donde salí con la mirada al frente y la barbilla elevada.

En cuanto me vieron Annie y Robert comenzaron las preguntas. Sonreí relajada, explicándoles que salí a tomar aire porque con el vestido me costaba respirar e inventé que no escuché cuando me marcaron ya que lo tenía en silencio. Asintieron comprendiendo y me arrastraron de nuevo a la pista. Los seguí, intentando parecer despreocupada. Crucé justo a su lado ignorándolo, continúe bromeando con Robert. Sentí sus ojos clavados en mí. Su problema. Varias veces el celular vibró en mi mano, no lo revisé, era él, ¿quién más?

No sabía lo que eran los celos hasta ese momento y realmente fueron horribles. Lava que tornaba en cenizas cada parte de mi cuerpo, de tan solo pensar en Liam con alguien más y si ese alguien era tan escultural, como la tal Jen, pues me sentía aún peor.

La noche continuó así; evadiéndolo, mientras él todo el tiempo buscaba mi atención. Varias veces se movió de lugar para ver si así lograba que lo observara. Soy demasiado orgullosa y no me doblegaría. Mi móvil seguía vibrando una y otra vez. Pasaba de las dos de la mañana cuando Annie anunció que debíamos irnos. Robert y yo la seguimos despidiéndonos de todos, moría por dejar ese maldito lugar y quitarme de una vez el vestido que me cercenaba.

Caminamos hasta su coche riendo y bromeando. Robert se detuvo en seco, sin más, por lo que casi nos estrellamos contra él. Las dos seguimos su mirada. Me quedé helada. Liam, estaba recargado en la parte trasera del auto de mi amiga, rabioso, con los brazos cruzados. Me fulminaba con sus espectaculares ojos, aún a la distancia. Tragué saliva con dificultad, sin embargo, continúe caminando sin prestarle atención. El corazón se me iba salir del pecho, martilleaba muy fuerte dentro de mí. Que se aguantara, no le haría caso por mucho que mi cuerpo rogara.

Cuando estuvimos a un metro, su voz me detuvo.

—Kyana, necesitamos hablar —exigió. ¡Por supuesto que no! negué sin mirarlo. Annie y Robert, de pie a mi lado, se hallaban completamente perplejos. Se acercó a mí importándole muy poco que no estuviéramos solos—. Yo te llevo a casa —ordenó. Realmente se escuchaba enojado. Aun así, volví a negar e intenté esquivarlo. Me tomó por el brazo, obligándome a voltear—. ¡Basta! yo te llevo y... vamos a hablar —anunció decidido.

No me sentía del todo bien, el corsé cada minuto me molestaba más. No comprendía cómo en aquellos tiempos podían soportar esa tortura a diario. Era tan difícil respirar que contemplé aflojarlo ahí, en medio del estacionamiento. Lo único que quería era llegar a casa y olvidar esa horrible sensación de inseguridad.

—Kyana, quiero evitar un espectáculo, pero juro que si no te subes a mi auto lo haré, ya no me importa nada... —Eso último me lo dijo susurrando a mi oído para que mis amigos no alcanzaran a escuchar. Le presté atención indignada. ¿Cómo se atrevía? pero al ver sus ojos supe que sería capaz, nunca lo había visto así, no conmigo.

Me solté de un tirón mirándolo igual de rabiosa. Busqué a mis amigos con la vista rogándoles comprensión. Ambos ya se encontraban fuera del auto con las puertas abiertas.

—Él me va a llevar, mañana les explico... —Annie sonrió intrigada, entornando los ojos.

—¿Segura? —asentí ruborizada. ¡Dios! ¿por qué hacía eso?

—Bien, y... no te preocupes, no diremos nada —Me guiñó un ojo Robert viendo después a mi novio con clara amenaza. Arrancaron y enseguida caminé al auto de Liam. Sabía que estaba a unos metros, pues al salir no pude evitar buscarlo con la mirada. Él venía tras de mí como si fuera mi sombra.

Quitó el seguro a la distancia, abrí la puerta de un jalón. Intentó ayudarme a subir, moví el brazo evitando que lo hiciera, no era momento para galanterías y atenciones. Cerró la puerta y un segundo después ya estaba arriba poniéndose en marcha.

Estaba furiosa, tanto que mis pulmones no los podía llenar del todo y me ardían con cada aspiración y exhalación. Quería gritarle, quería decirle que odiaba lo que estaba sintiendo, que tenía pavor de perderlo y que había muerto de celos al verlo con esa... hermosa chica.

Llegamos a mi casa enseguida e hice ademán de bajarme, él puso los seguros en ese instante. Giré desconcertada, arrugando la frente. Un sudor helado comenzó a invadirme.

—Por supuesto que no te irás, me dirás qué sucede —exigió enarcando una ceja. Crucé mis brazos mirando a través de la ventana negando. Me portaba como una cría, lo sé; sin embargo, de verdad lo que estaba sintiendo me rebasaba, era nuevo para mí—. Kyana, ¿tienes una idea de lo mucho que me preocupaste cuando desapareciste?, fueron más de treinta minutos sin saber nada de ti. Te seguí y... no aparecías, te mandé miles de mensajes, te hablé otras miles de veces y nada. Creo que merezco saber qué pasó, por qué esta actitud —continué sin contestar. Annie me había apretado el corsé de más e intentaba poner toda mi concentración en respirar con normalidad, sentada costaba más trabajo—. Cuando regresaste ya estabas... distinta, busqué tu atención toda la noche y... no lo logré. Tenía miedo de acercarme, no porque nos descubrieran, eso me importa un carajo, sino porque no sabía cómo reaccionarías. Me ignoraste... lo hiciste sin ninguna dificultad —expresó con un dejo de asombro. Sonreí sarcástica. No tenía ni idea de lo mucho que me esforcé para que así pareciera.

Tomó mi barbilla virándola hasta él. En cuanto lo vi, me di cuenta de que no estaba jugando, realmente no entendía nada y estaba encolerizado.

—¡Basta!... Basta, por favor. No te he fallado, tú sabes lo que siento por ti, esto me está matando... Quiero que me digas qué pasa y quiero que me lo digas ahora... —era una orden, me zafé de su mano poniendo más esfuerzo del que en realidad necesitaba.

—Muy bien, Liam —hablé al fin, me di cuenta de que al iniciar me faltó más aire. Él esperó—. Llegas... y enfrente de todos... bai-las... conmigo... —seguía sin poder respirar bien, sin embargo, quería decirle todo—. Y después... te vas de repente, no te veo en más de media hora... y... —pasé los brazos para atrás intentando ver si podía aflojarlo. ¡Dios! No alcanzaba. Me miraba esperando que continuara sin percatarse de lo que ocurría—. Cuando... apareces... es con esa tal, Jen, riendo, ni siquiera me viste... venía colgada de tu bra-zo... sé qui-én... es ella —abrió los ojos sorprendido, enseguida apretó el volante observando el exterior—. Sí... —llenar de aire mis pulmones ya era imposible, quemaba, quemaba de forma espantosa—. Es... ¡Ay!, Liam... yo... ¡Dios!... —Me recargué en el asiento mirando el techo del auto con los ojos bien abiertos, asustada. Un sudor pastoso ya estaba en todo mi cuerpo, sentía las manos heladas y mi cabello adherido a la sien. Intenté que entrara algo de oxígeno, ya no podía, ardían, como brazas al carbón—. N-no me sie-siento bien... —logré decir en una sola frase. Viró de inmediato al escucharme y en un segundo ya sujetaba mi rostro entre sus manos.

—Kya, ¡Kya! —estaba completamente desencajado, pálido. Yo perdía el conocimiento. Nunca me había desmayado y al parecer escogí el peor momento. El negro comenzó a ser lo único que podía ver. Mi garganta escoció, mi pulso iba completamente irregular—. Estás transparente. ¡Mierda! —Lo escuché realmente asustado. Por un momento dejé de sentirlo a mi lado, de pronto me sacó cargando de la camioneta. No tenía fuerzas, me ahogaba. Envuelta en sus brazos corrió conmigo hasta la casa, una vez frente a la puerta, tocó ansioso. Mi madre abrió.

—¡Kyana! ¿pero qué sucedió? —intenté sonreír al escucharla para que no se alarmara, claro que no pude.

—No lo sé —admitió Liam desesperado.

—Pasa, pasa —Se escuchaba igual de asustada que él. Cuando menos me di cuenta me depositaba sobre mi cama.

—Ma-má... —Liam tomaba mi mano en shock.

—Kya, todo estará bien. Liam, espera afuera... —ordenó. En cuanto estuvimos solas, me giró como a un bulto y comenzó a aflojar el vestido. Conforme iba soltándolo sentía que más aire entraba. Esperó un momento sentada a mi lado—. Kya, hija, respira, anda, inténtalo —miré el techo y concentrándome en eso precisamente. Poco a poco comencé a sentirme mejor. La sensación de tener oxígeno suficiente dentro de mí fue incomparable, todo volvía a su lugar. Qué horrible es eso de no poder respirar—. Ya estás recuperando color... —tocó mi frente una y otra vez.

—Me... siento mejor... —logré decir con voz estrangulada. Me abrazó de inmediato.

—¡Qué susto me diste! —sonreí fatigada. Desapareció un momento y regresó con mi pijama. Me cambió como si fuera de trapo para meterme en las cobijas en cuanto acabó. Ya mis pulmones trabajaban casi con total normalidad.

—Lo siento, no podía respirar —admití bajito. rio sacudiendo la cabeza.

—Lo sé, mi amor, ahora ya vas a estar bien —lo decía más para ella, que para mí.

—¿Y, Liam?

—Está afuera, ¿te sientes mejor? —asentí. Tenía que verlo—. De acuerdo... ¿quieres que entre? —No dudé y volví a asentir. Cerré mis ojos un momento, de pronto él estaba a mi lado hincado en el suelo tomando mi mano.

—Kya. ¡Dios! ¿cómo te sientes? —su voz se escuchaba quebrada.

—Estoy bien, era... el vestido, no me dejaba respirar... —acarició mi mejilla con el dorso de su mano.

—No me di cuenta, lo siento... —parecía sentirse responsable.

—No es tu culpa, además, ya pasó —asintió ansioso.

—Los dejo un momento solos, pero Kyana debe descansar... —mi madre se dirigió a la puerta no sin antes darme un beso sobre la frente.

—Sí, Irina, no tardaré.

—Cualquier cosa estoy afuera... —ambos asentimos.

En cuanto desapareció acarició mi mejilla con mayor confianza.

—Kyana, me diste el peor susto de mi vida, te veías muy mal —posé una mano sobre su cuello.

—Lo siento, no quería que sucediera...

—Sh, no digas nada, debes descansar... —no reconocí su tono, de verdad estaba asustado.

—Liam... —quería explicarle mi actitud de un momento antes. No me dejó.

—Mañana hablamos, ¿sí? ahora debes dormir —tenía razón, me sentía agotada, mis ojos se cerraban. Me dio un pequeño beso en los labios y se fue. En cuanto desapareció, me quedé dormida.

El tórax dolía como si me hubiese pasado un auto. Al despertar, mamá preparó el desayuno mientras bromeaba sobre lo ocurrido la noche anterior y aunque a mí no me pareció divertido, esa parte sí fue graciosa. No tengo idea de cómo sobreviví con eso tan apretado por tantas horas.

Más tarde decidí retomar un libro de fantasía que no leía desde más de un mes atrás y que solía traer pegado a mí antes de que ese chico de ojos asombrosos apareciera en mi vida. Así que decidí que ese era el momento para terminarlo. En cuanto a Liam... aún me sentía... no sé, ¿dolida, dudosa?, creo que ambas y no podía dejar de evocar la expresión que puso cuando le alcancé a decir que sabía quién era, Jen.

A media mañana mi móvil sonó, era él.

—Hola, Kya... —Su tono de voz no era el de siempre, aunque se escuchaba abatido. Me ablandó enseguida. ¿Cómo lo hacía? ni idea, pero bastaba escucharlo para que todo mi mundo girara en dirección contraria y mi pulso se enloqueciera pues deseaba tenerlo a un lado y poder contemplarlo sin restricción.

—Hola —susurré recostándome sobre mi cama mirando por la ventana.

—¿Cómo te sientes?

—Bien. Liam, lo de ayer, yo, no quería asustarte, lo siento...

—Eso ya no importa, ya pasó y estás mejor, pero... necesitamos hablar —expresó serio. Permanecí en silencio por un segundo, no me sentía preparada para verlo, sin embargo, sabía que él se saldría con la suya como siempre y por otro lado, ya no era una niña, tenía que aprender a enfrentar las cosas.

—Lo sé.

—¿Puedo pasar por ti... en una hora? —observé el reloj de mi despertador que estaba sobre la mesa de noche, pasaban de las once.

—Sí...

—Ahí te veo.

—De acuerdo —no dejé que dijera nada más y corté.

Una hora después tocaba la puerta. Bajé sin prisa y un tanto temblorosa.

—Hola... —musité al verle cerrando la puerta tras de mí. Me contestó con una sonrisa sin alegría. Su aspecto era peor que su voz, ambos llevábamos puestos unos pants, pero él, además, tenía unas tenues ojeras. Sus ojos parecían demasiado cansados, tristes y ansiosos. Supe que olvidaría mi enojo enseguida.

Caminé hasta su auto, abrió la puerta y me ayudó a subir. Cuando se trepó me ojeó por un instante y condujo. No sabía a dónde íbamos y no me interesaba. Me sentía confundida... quería abrazarlo y besarlo, por otro lado, desconfiaba y eso no lo soportaba. Los celos eran algo realmente espantoso, ahora comprendía el porqué de los crímenes pasionales, en serio sacaban lo peor de ti. Diez minutos después se estacionó frente a aquella playa que fuimos el día que comenzamos; estaba desierta completamente. Desabrochó su cinto y giró frente a mí.

—Kya... —Yo miraba el mar escuchándolo sin moverme—. Ayer... no sé qué es lo que pensaste. Jamás te fallaría. Hubo un problema con Roger. Además, lo que sucedió entre nosotros fue hace tiempo... no hay nada entre ella y yo... —Al ver que no reaccionaba me desabrochó el cinturón, acunó mi barbilla delicadamente para que lo mirase, no puse resistencia—. Entiendo lo que sentiste, te lo juro... Es espantoso, la sangre te hierve y tienes ganas de... salir corriendo —resopló evaluándome intensamente—. Kyana, te quiero, te lo juro... Si pudieras comprender lo que siento por ti, sabrías que no tienes nada qué temer. Ayer que me ignoraste... sentí que enloquecería —me soltó vencido, pues no abría la boca. Se frotó el rostro desesperado y recargó su frente sobre el volante dejando salir un doloroso suspiro.

—Liam... yo... —me mordí el labio nerviosa. Le creía, sus palabras eran sinceras, ambos sentíamos lo mismo, podía incluso palparlo—. También te quiero... —me escuché decir de pronto. Volteó de inmediato observándome incrédulo—. Sé que... no te lo he dicho, pero... —no pude seguir hablando porque me besó. Me rodeó ansioso pegándome a su cuerpo. Apresó mis labios de forma singular, saboreándome con calma y apremio al mismo tiempo, inhalando mi aliento, rozando con su lengua las comisuras de mi boca. Era como si quisiera besar mi alma, el tiempo se detuvo.

Me separé unos segundos después, intentando tomar aire; arrebataba todo de mí. Sonreí extasiada, lánguida. Coloqué mis manos en sus mejillas y lo miré a los ojos fijamente, estaba a un par de centímetros de mí. Se veía tan tierno, tan dócil, tan... hermoso.

—Lo sé desde hace mucho. Ayer... tuve miedo... no quiero perderte... ¿comprendes? —confesé al fin. Torció la boca en una sonrisa sensual, sus ojos chispeaban y el verde ganaba terreno. Me pegó a su pecho soltando el aire contenido, estaba feliz—. Así que he tomado una decisión, esto no puede volver a ocurrir. Liam... sé los diré esta semana... —solté de golpe.

Se alejó de mí sin darme tiempo de reaccionar, su expresión era de incredulidad y... temor.

—No, Kya. No tienes que contarlo, no quiero que tengas problemas, sé que poco a poco... —negué decidida. Ya era tiempo de mostrar mis agallas, de defender lo que quería, lo que sentía. El tiempo no funcionaba solo y la verdad, esa, se sabría de una vez por todas.

—Ya no me importa lo que suceda, esto está causando problemas entre tú y yo. Si todos lo supieran, si no fuera un absurdo secreto lo que sentimos... podrían comprender... no quiero ocultarlo... no debí permitir que lo hiciéramos nunca... —expresé segura de lo que le decía. Su mirada se tornó recelosa. Fruncí el ceño—. ¿No quieres que tus amigos sepan? —pregunté desconcertada. Besó mi frente sonriendo rodando los ojos.

—Eres necia. ¿Cómo puedes pensarlo? Digo, la idea no los hará felices... Lo cierto es que me importa poco... es solo que no quiero que sufras... Sé que te has encariñado mucho y ellos contigo...

—Sí, pero... te prefiero a ti...

—A eso me refiero. Kya, no tienes porqué escoger, no es justo —No, no lo era. Sin embargo, ya estaba harta de todo. Quería estar con él libremente, que fuera a mi casa sin esconderse y que dejara de estacionarse a unas cuadras para que nadie sospechara. Deseaba ir al cine, a cenar y poder agarrarlo de la mano sin importarme nada. Moría por besarlo cuando quisiera, que me abrazara cuando se nos antojara. Estaba enamorada de él y ya no estaba dispuesta a que las cosas continuaran igual, no tenía sentido, no estábamos obrando mal y no iba permitir que siguiéramos manejándolo como si así fuera, ya no.

Me encogí de hombros indiferente. Si no comprendían, claro que me dolería, aunque no tanto como alejarme de él o verlo sufrir por cosas que tenían remedio.

—Lo único que quiero es estar contigo, si no lo entienden, no puedo evitarlo... pero ya no lo ocultaré.

—Está bien, si eso es lo que deseas, lo haremos juntos... —replicó con seguridad. Negué de inmediato.

—No, Liam, creo que será mejor que lo haga sola. Tendrás mucho con tus amigos... Esta es mi parte.

—¿Segura?, no creo que sea lo mejor —tenía su enorme mano sobre mi pierna, me veía con una mezcla de felicidad y preocupación.

—Sí, muy segura, esto es ridículo. No hacemos nada malo y... si no lo pueden comprender... buscaré otros amigos... —El solo pensarlo provocó un agujero en mi estómago.

—Sabes que no es así, pero he crecido con ellos, sé que lo entenderán aunque de principio... les costará trabajo...

—Pues será su problema... —me defendí molesta. Sonrió al ver mi reacción.

—Me fascinas, Kyana —recargué mi espalda en su pecho mientras él rodeaba mi cintura.

—Mientras así siga siendo, estaré bien. Ahora, volviendo a lo otro... ¿Qué fue exactamente lo que pasó ayer con Roger? —Pese a que me hallaba más tranquila, no olvidaba lo sucedido y el mal sabor de boca que me dejó. Bufó.

—Intentó meter alcohol a la fiesta, por supuesto no lo hizo bien porque se dieron cuenta enseguida. Los maestros encargados de la seguridad querían verme para que llegáramos a una solución. Soy el capitán, por eso deseaban hablar conmigo, si no lo reportarían a la dirección y probablemente no se la pasaría tan fácil. Estamos en temporada, todo se complicaría... Así que Kellan y algunos más me buscaron para decírmelo. Fui y ya estaba ahí Jen y Kate. No es que seamos amigos, pero... hablamos, coincidimos en muchos lugares. En fin, cuando llegué me costó trabajo convencer a los profesores y la condición era que él se fuera. Roger tiene un carácter... difícil... —resoplé recordando todo lo que me había hecho. Ya no tenía el dedo enyesado, pero recordaría su mirada siempre. Me dio un beso en el cabello y continuó.

—Y bueno, salió a regañadientes del lugar, lo llevamos entre todos hasta su auto, Jen y Kate lo terminaron convenciendo. Cuando regresamos ella se burlaba de la actitud de él, se puso difícil... era por eso que me reía... —asentí entendiendo todo, aun así, seguía sintiendo un poco de celos—. En cuanto te busqué con la mirada vi que me dabas la espalda, iba para allá, pero saliste de prisa. Por un momento no supe qué hacer... Tus amigos parecían tranquilos, pensé que era la oportunidad perfecta para darte un beso... —Y apretó un poco más mi cintura cariñosamente—. No te encontré, salí por la única puerta que se encontraba cerca y no te vi. Te marqué, te mandé mensajes y nada. Así que, preocupado, decidí esperar cerca de ellos. Cuando apareciste, varios ya te rodeaban. Ni siquiera me miraste... me sentí... desesperado... Quería acercarme, tu actitud decía que sería un error. No tenía idea de lo que te puso así... pero estaba seguro que era conmigo.

—Lo siento... —admití al comprender todo lo que provoqué.

—Tengo que decirte que para ser la primera vez que te enojas, me impresionaste. Tienes una fuerza de voluntad enorme, no me miraste ni una vez. Por mucho que cambié de posición me ignoraste sin problema. Eres orgullosa, Kya. Cuando te esperé en el auto de Annie me observaste tan fríamente que juré me mandarías al demonio. Por un momento creí que no lograría que habláramos, por eso tuve que... chantajearte —Le di un pequeño codazo—. Lo sé, lo sé, odias que te haga eso, pero no me dejas muchas opciones, contigo es todo o nada. Eres muy testadura.

—No es cierto... —me quejé frunciendo el ceño.

—Claro que sí, pero es una de las cosas que me gustan de ti, contigo nada es... fácil. Haces lo que sientes, no escondes lo que piensas. No tengo ni idea de cómo reaccionarás, por eso hago lo que hago. Es la única forma de doblegarte y como supuse... me mantienes ocupado todo el tiempo—giré entornando los ojos. Sacudió mi barbilla con dulzura—. Por eso estoy enamorado de ti; eres real y transparente, no haces nada que no quieras o sientas. En serio me divierte mucho no poder saber lo que hay en esa cabecita que me tiene embrujado... —Lo escuché atenta. Creo que me conocía mejor de lo que yo a mí misma.

—Liam... —murmuré aletargada por sus palabras, acercándome—. Siempre vamos a estar juntos ¿verdad? —Sí, lo sé, «siempre» es mucho tiempo, pero sentía la urgencia de saber que así sería, lo necesitaba. Acomodó mi cabello para atrás conmovido, emocionado por lo que le acababa de decir. Era para él, una muestra más de afecto arrancada de mí.

—Te lo juro, siempre, ya no concibo la vida sin ti —escondí mi rostro a un lado de su cuello.

—Yo tampoco...

Más tarde llegamos a casa, se quedó a cenar. Entre los tres preparamos todo. Ya sentados conversamos de trivialidades, riéndonos varias veces por cosas que alguno decía. La hora de irse llegó demasiado rápido. Nos despedimos a regañadientes, odiábamos tener que separarnos.

—Te quiero —dije sonriendo ya sin tapujos. Liam sonrió más que feliz.

—Yo también, Kya, y no te imaginas cuánto... —me dio un beso tierno y se fue.

Esa noche no dormí muy bien, la angustia no me lo permitía. Aun así, estaba decidida, lo diría todo por la mañana. A pesar de estar segura, no pude evitar sentir temor. Me dolería mucho si los perdía, pero no era sano seguir ocultando mis sentimientos, no estaba dispuesta a continuar sacrificando mi relación con Liam. Ni en ese momento, ni en ningún otro.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top