3. Inesperadamente deseado.



Aventé mis cosas en el sillón, me dirigí a la cocina, serví un poco de agua en un vaso y me la pasé con dificultad. ¡¿Qué diablos fue todo eso?! Aún podía olerlo, sentirlo sobre mí. Su presencia me inquietaba, su cercanía me ponía a mil. ¿Era normal?, acaso Liam... ¿me gustaba? No, eso no podía ser, aunque nunca había sentido algo siquiera similar por alguien, siempre tuve chicos cerca y solo con él sentía que el corazón se me saldría por la boca, que miles de hormigas caminaban como desquiciadas por todo mi cuerpo, que mis terminaciones nerviosas, mis neuronas, cada célula, despertaban cuando estaba cerca. ¡Maldición!

No sé cuánto tiempo permanecí ahí, cavilando, sintiendo que no podía dar un solo paso ya que mis piernas eran gelatina. Escuché cómo se estacionaba el auto de mamá, ojeé el reloj distraída. ¡Ahg!, lo que me faltaba, no había hecho nada de cenar, estuve con Liam y en la cocina más de lo que pensaba, ni siquiera me di cuenta. Bufé.

Corrí al baño y me observé en el espejo. Tenía las mejillas completamente encendidas, me eché agua de prisa, sentía mi rostro hirviendo.

—Hola, mi amor —notó que la estufa estaba vacía. Sonrió divertida—. ¿Quieres que vayamos a cenar? —asentí entusiasmada—. Bien, me doy un baño y nos vamos.

Subió las escaleras evaluándome. Cuando ya no pudo seguir, me acerqué al sillón y me aventé en él. ¿Qué me estaba pasando? Tomé bocanadas de aire varias veces, deseaba dejar de sentir esa compresión en los pulmones, después de varios minutos, funcionó.

Cenamos en otro restaurante que le recomendaron.

—¿Sabes? Llevo días notándote algo diferente... —soltó. Un segundo después bebió de su vino.

—Seguro son los cambios —enseguida su mirada se tornó triste. Puse una mano sobre la suya, sonriendo—. Mamá, no te preocupes, estoy bien, de verdad. Tengo nuevos amigos, la escuela me gusta, todo va mejor de lo que esperé... —No le mentía, en serio lo pensaba.

—¿De verdad, Kyana?

—Sí, no te preocupes tanto, disculpa mis cambios de humor, es solo que a veces... extraño... eso es todo...

—Lo sé, mi amor. No puedo evitar pensar que no debí aceptar el trabajo.

—¡Ey!... Ya no digas eso... ¿Estamos juntas, no es así? Eso es lo importante.

—Eres a veces tan madura... —susurró con los ojos rasados. Agité su mano para que me viera de nuevo, odiaba que se sintiera mal. La adoro por encima de cualquier cosa.

—No es eso, es solo que te quiero... —No aguantó más, con lágrimas en los ojos se levantó y me abrazó fuerte. No tenía una sola queja respecto a ella; era comprensiva, prudente, inteligente y muy condescendiente conmigo. La admiraba por lo lejos que había logrado llegar y por jamás darse por vencida.

—Bueno... bueno... andamos muy melancólicas... —dijo sonriendo volviéndose a sentar en su lugar—. ¿Qué planes tienes para mañana, mi amor? —Me preguntó llevándose los fettuccine a la boca. Le comenté que iríamos a la playa, de nuevo—. Suena divertido. ¿Sabes?... Ralph, uno de mis compañeros de proyectos, me invitó a comer, no acepté hasta consultarlo contigo —estaba ruborizada, ya la había escuchado hablar de él, pero jamás pensé que le interesara.

—¡Oye, eso es fabuloso!

—¿De verdad lo crees? —continuó sin que pudiera contestarle, como era su costumbre—. Es divorciado y su exmujer vive en Utah, creo que podríamos ser buenos amigos... —lo decía para ella, así que no respondí, me gustaba verla así. Un par de pretendientes le había conocido, así que me entusiasmó que pudiera encontrar a alguien con quien compartir su vida, salir, pasear, divertirse.

Ray pasó por mí, alrededor de las doce. Encontramos a los chicos en el mismo sitio que el fin de semana anterior. Jugaron voleibol mientras yo los observaba pues con el dedo fracturado no me arriesgaría. Cuando terminaron, los hombres elevaron a las chicas para arrojarlas al mar y aunque lo intentaron conmigo, se detuvieron al recordar el porqué no había siquiera jugado.

Me senté bajo la sombrilla observándolos chapotear. El viento soplaba agradable y me llegaba la brisa del mar que tanto adoraba. Alcé el rostro aspirando la salinidad con deliberada lentitud.

—Al fin te dejaron sola... —Mi pulso se detuvo, podría jurar, unos segundos. Giré de inmediato sabiendo de antemano quién era. Enseguida me sentí desorientada como el día anterior. ¿Qué tenía ese chico que me ponía así? ¿Por qué me sentía atraída como un metal al imán? ¿Por qué de pronto no recordaba ni cómo me llamaba?

—No puedo entrar por... el dedo —estaba a mi derecha, no lo pude ver bien ya que el sol me encandilaba. Volví a fijar la atención en mis amigos. Se veían cada vez más lejos y más divertidos, sus gritos se escuchaban hasta ahí. Mis palmas sudaban, mi corazón martilleaba. ¡Dios, qué calor!

—Mmm y... ¿crees que se molesten si me siento aquí? —sabía que estaba a solo un metro de mí, no lo miré.

—Preferiría que no lo hicieras —admití decidida. Ellos no me daban tanto miedo como lo que sentía cada vez que lo tenía cerca. Le importó un rábano y lo hizo justo donde estuvo de pie. Giré molesta, ya no traía los lentes de sol y me veía fijamente. Me quedé sin aliento.

—Siento lo que ocurrió ayer —desvié de nuevo la mirada, al mismo tiempo que, sin poder evitarlo, me mordía el labio. Lo odiaba, pero jamás lo pude evitar, si era presa de alguna emoción descontrolada, me salía ese tic—. Ese es tu signo de que estás nerviosa ¿no es cierto? —Conjeturó. Sentí que un rubor se plantaba en mis mejillas—. ¿Sabes? no deberías hacerlo... —tenía de nuevo la voz ronca. Seguí ignorándolo, no sirvió de nada, él continuó—. Kyana, no te caigo nada bien, ¿verdad? —Bajé la vista hasta la arena y comencé a jugar con ella—. No comprendo por qué... sé que el primer día que nos conocimos fui algo...

—Pedante... —completé por él la frase.

—Sí y lo siento, es solo que estaba muy molesto por estar ahí... el Sr. Jhonson no me soporta y bueno... no le presto mucha atención... —dijo con sinceridad.

—Creo que no te das cuenta de cómo son ustedes, Liam —cometí el error de mirarlo nuevamente. Mi boca se secó enseguida y esa sensación de falta de aire regresó de inmediato, ya no podía retractarme, me tenía atrapada en sus ojos de color tan singular.

—Puede que tengas razón... a veces puedo ser...

—Insufrible... —volví a completar sin poder evitarlo. Él asintió sonriendo tranquilamente.

—Kyana... —Me iba a decir algo, no pudo, porque como si fuera víctima de un plan maquiavélico, apareció Roger.

—Te estábamos buscando, Liam —Al verme cambió su expresión examinándome con desprecio—. Pero ¿qué haces con «esta»?

—¡Cállate, Roger! —lo silenció mi intruso, bastante molesto, poniéndose de pie.

—¿Qué diablos tienes que hablar con «la mexicanita»? —Me tenía harta así que también me incorporé acercándome a él, sintiéndome fuera de mí.

—No sé por qué no me soportas, la realidad es que no te hice nada y necesitas desquitar tu frustración con alguien, pero para que lo sepas, no te tengo miedo —lo tenía terriblemente cerca, su altura no me intimidó y mantuve mis ojos fijos en él. Lo odiaba, de verdad, y estaba cansada de sus estupideces. Su mirada se intensificó y las aletas de su nariz se abrieron peligrosamente, todo eso lo pude notar porque agachó la cabeza incrédulo hasta mí quedando a unos cuantos centímetros.

—¡Tú a mí no me hablas así...! —vociferó furioso.

—¡Basta! Roger. Déjala en paz. Es cierto lo que dice, no te ha hecho nada —Liam colocó una mano sobre su pecho deteniéndolo, parecía muy nervioso, nos veía desconcertado.

—Deberías tenérmelo, porque podría romperte la mano y no solo un dedo... —Me reí con sarcasmo. En realidad sí le temía, pero ya me tenía agotada y jamás fui una chica que se dejaba ningunear, no iba a comenzar ahora.

—Ya, Roger. ¡Dije basta!... Kyana, por favor... —me rogó ansioso el intermediario.

—¿No me digas que es tu «amiga», Liam? —lo desafió observándolo fijamente. Lo reté yo también con la mirada. Quería que se diera cuenta de que no podíamos ser ni siquiera eso. Pero él me vio decidido aceptando el reto.

—Sí, es mi amiga... y no quiero que te vuelvas a meter con ella. ¿Está claro? —En la última parte observó a ese desquiciado con los ojos cargados de amenaza. Roger se quedó atónito al igual que yo.

—No hablas en serio, Liam... Tú jamás tendrías una amiga como esta... —Me señaló con desprecio.

Y dale con lo mismo. Moría por dejar marcada mi mano sobre su odioso rostro, sin embargo, sabía qué sucedería si me atrevía, por otro lado, la violencia nunca me ha gustado, no se gana nada con ella.

—¡Ahora sí! Y si quieres que todo esté tranquilo entre nosotros, aléjate de Kyana ¿comprendes? —No daba crédito, no podía creer lo que estaba escuchando. Ni siquiera me di cuenta cuando los chicos se pusieron a mi lado protegiéndome. Más amigos de ellos llegaron y pronto se hicieron dos grandes bandos. Liam me dedicó una mirada llena de disculpa, la situación se estaba saliendo de control. Tomó a Roger del hombro girándolo y se alejaron claramente molestos.

—¿Qué fue todo eso, Kyana? —preguntó Max igual de desconcertado que yo.

—Sí, Kyana. ¿Son amigos tú y Liam? ¿Desde cuándo?, ¿cómo? —Me bombardeó Sara incrédula. Los volteé a ver completamente confusa, temblando por el susto. Ese tipo estaba claramente demente.

Ray rodeó mis hombros sacudiéndome tiernamente.

—Déjenla en paz, no ven que está todavía aturdida... —me sentó sobre una toalla y esperaron a que se pasara la impresión. Roger ya me daba miedo, mucho miedo.

—¿Te sientes mejor? —preguntó Lana.

—Sí... —logré decir.

—Fue increíble cómo te comportaste con ese brabucón —me felicitó Billy. Sonreí insegura. Max puso una mano sobre mi rodilla.

—¡Ey! Tranquila... estuvo bien lo que hiciste...

—Y lo que hizo Liam... —reconoció Annie mirando a todos.

—Sí... no esperaba que hiciera algo así... —ratificó Robert. Miraba a cada uno todavía un tanto descolocada.

—Kyana... ¿en serio son amigos? —Edwin insistió, se veía triste.

—No lo sé... —admití sinceramente.

—Él no hace esto por nadie. Al contrario, es de los que disfrutan estos eventos y si pueden, ayudan... —No sabía nada de él, pero conmigo se portaba «bien». A excepción del primer día de asesorías, no podía juzgarlo como mal tipo.

—A lo mejor está cambiando —aceptó Billy desconcertado.

—De verdad no lo creo... —reflexionó Sara.

—Bueno... eso no interesa, lo que sí, es que le salvó el pellejo a Kyana, Roger enojado se vuelve loco —dijo otro.

—Eso es cierto —aceptó Robert.

El resto de la tarde no lo volví a ver. Cuando anocheció, comenzó la música a sonar y las fogatas a iluminarlo todo. Yo ya me quería ir. No me sentía cómoda. Varios comenzaron a tomar alcohol y cervezas, se veían muy divertidos, no podía evitar sentirme ajena a todo aquello.

Permanecí sentada, un poco callada y observándolos. Parecía que estaban en una gran celebración en la cual yo no sentía ganas de participar. Cuando todos bailaban, le avisé a Annie que iría a dar un paseo por la playa.

Varios metros después, ya no escuchaba todo el barullo de la fiesta. Me senté frente al mar y dejé que mis pensamientos volaran. No parecía que llevaba dos semanas ahí. En mi vida anterior todo era tan similar cada día... Ahora no sabía cómo actuar. Existían ocasiones en que no me reconocía. Quería a Jane o Raúl junto a mí... como siempre fue, deseaba que me abrazaran y me dijeran que todo estaría bien, que esas sensaciones tan extrañas pasarían pronto... No estaban y yo, me sentía muy sola...

Liam me desconcertaba, ante él temblaba cada fibra de mi ser, me jalaba de una forma anormal, no comprendía mi cuerpo y mucho menos mi mente cuando se trataba de él. Roger me odiaba de forma gratuita y ahora presentía que debía cuidarme de su locura todo el tiempo. Mis nuevos amigos despreciaban a ese chico por el que mi esencia reaccionaba sin el menor incentivo. Estaba en un lugar nuevo, con gente nueva, con sensaciones nuevas y ya nada parecía que volvería a ser como solía, yo misma ya no me sentía igual.

Lágrimas comenzaron a escapar de mis ojos sin poder evitarlo. Hundí el rostro entre las rodillas que rodeaba con mis brazos y me dejé llevar por la nostalgia. Aborrecía no tener el control de las cosas, era desquiciante ser tan novata en todas esas extrañas emociones.

—¿Estás bien? —salí de mi escondite ya sin asombrarme por su presencia ahí y negué honestamente.

Claro que no estaba bien y él era parte de los motivos, uno bien grande. Liam se sentó a mi lado sin esperar invitación como me empezaba a dar cuenta, era su costumbre. Sin más, rodeó mi trémulo cuerpo con sus brazos y apoyó su barbilla en mi cabeza. El gesto me tomó por sorpresa, aun así, no me moví. Estaba muy cansada como para resistirme. Por si fuera poco, su olor llegó hasta un rincón desconocido de mis pulmones, de mi mente, era embriagador, delicioso. La calidez de su pecho me envolvió y experimenté una oleada de plenitud. Mis manos cosquilleaban, mi ser quería adentrarse en el suyo. ¿Qué era todo eso? Sin embargo, seguí llorando.

No dijo nada, dejó que me desahogara acariciando mi espalda cariñosamente al mismo tiempo que yo sollozaba sin poder parar. Sabía que debía alejarme, con él sonaban campanas de alerta en mi cabeza todo el tiempo, lo extraño era que mi cuerpo no me respondía, me sentía demasiado segura, peligrosamente feliz a su lado. Después de unos minutos el llanto cesó y me separé con las mejillas húmedas.

—Kyana, siento lo que sucedió en la tarde...

—No es tu culpa... —admití con voz quebrada. Sin poder verlo venir, él acercó una mano hasta mi rostro y me limpió las lágrimas tiernamente con las yemas de sus enormes dedos. Me sentía presa de un embrujo. Dios, cada poro de mi ser lo sentí tensarse. La música de olas al chocar con la arena, se escuchaba a un par de metros, no había más luz que la de la luna y algunos faroles a lo lejos. Helaba, sin embargo, no lo sentí, ni eso, ni nada, solo su presencia, su cercanía, sus ojos fijos en mí, sus labios entre abiertos dejando salir de su interior un aliento cálido, fresco.

—Kyana... no sé qué me pasa contigo... —confesó perdido en mi mirada, demasiado cerca de mi rostro.

Y como envuelto en un trance, se acercó lentamente, con miedo. No podía moverme, aun sabiendo muy bien lo que haría. Dejó de limpiarme la mejilla, colocó su mano en mi cuello, con la otra empujó mi espalda hasta él, poco a poco, con suavidad. Contemplaba mi boca y mis ojos cada segundo. De pronto, sentí sus labios fuertes rozando los míos, cerré los ojos dejando de respirar. Su aliento era caliente y agradable, su boca tierna y me besaba con suma delicadeza, como si temiera hacerme daño, con ese inocente gesto.

Primero uno de mis labios, luego el otro. No tenía idea de cómo responder. Obvio no era mi primer beso, ya tenía un repertorio no tan largo, pero decente. Aun así, debo confesar que la mezcla de alientos y fluidos terminaba provocándome ganas de no repetirlo. Sí, ya sé que suena ridículo, pero es verdad. Por otro lado, era bien consciente de que ninguno fue deseado, se dieron porque después de una cita era la forma de cerrar la noche. En cuanto entraba a casa me limpiaba la boca y decidía olvidarme del chico y el evento.

Con él... con él era tan distinto. Con él era necesario, urgente, placentero, excitante y emocionante. Hundió su mano en mi cabello revuelto por el viento y continuó dándome pequeños roces sutiles, con sabor a seda, respirando mi aroma con cada probada, dejando salir su aliento con cada asombroso beso. Se sentía bien... muy bien en realidad.

Las hormigas corrían como locas dentro de mí. Comenzaba a sentirme mareada por la falta de aire en mis pulmones. Intenté igualar la manera en la que él acariciaba mis labios, necesitaba corresponderle. Sonrió sobre mi boca posando su frente sobre la mía. Abrí los ojos, me miraba como nunca nadie me había observado, parecía venerarme. Estaba abatido, confundido y a la vez ¿contento?

—Moría de ganas de hacer esto —susurró con voz ronca y enseguida volvió a acercarse para rozar de nuevo mi boca, parecía extasiado. No hablé. Era tan nuevo todo aquello, tan irreal... me volví a morder el labio presa del nerviosismo al que me sometía su presencia, su cercanía y... lo que acababa de suceder. Liam sonrió ante mi gesto separándose unos centímetros de mí—. ¿Tienes una idea de cómo te ves cuando haces eso? —indagó sacudiendo la cabeza. Rápidamente me detuve negando sinceramente. Las palabras por mucho que intentaba, no llegaban, sentía la boca seca, la garganta rasposa, la mente en blanco—. Pues... te recomiendo que no lo hagas con todo el mundo, porque te juro que les va a ser muy difícil resistirse...

Necesitaba respirar de una vez, no quería caer inconsciente frente a él, sería bochornoso. Me separé un poco más de su cuerpo, llenando mis pulmones del, tan anhelado, oxígeno. Recargué mi barbilla sobre mis rodillas perdiendo la vista en el mar, necesitaba despejar un poco mi cabeza, sentía que me había revolcado una ola y no lograba sobreponerme.

—¿Te molestó lo que hice? —preguntó de repente, preocupado aunque sin arrepentimiento en la voz. Sentía su mirada clavada en mí. Él tenía las rodillas elevadas, un poco separadas y recargaba sus brazos sobre ellas con sus manos colgando.

—Kyana —recosté mi rostro de lado para poder verlo. Tomó un mechón de mi cabello y lo colocó tras de mi oreja con suma concentración—. Quiero conocerte... por favor permítemelo... —era una súplica.

—Liam... no sé... —volvió a poner su brazo sobre sus rodillas mirándome interrogante.

—Pensé que... tú también querías... —parecía decepcionado. Jamás sentí algo siquiera cercano... apenas lo conocía y ya sabía que no quería despegarme nunca más de él. Por otro lado, no quería sufrir y algo me decía que así sería si daba ese paso. No, lo mejor era dejar ir eso que surgía, aunque sabía ya me sería muy difícil pues si pudiera describir esos estanques plateados posados sobre mí, lo único que podría decir sería que era celestial sentirse presa de tan enorme potencia y fuerza que emanaba, que sentía me envolvía y arropaba sin siquiera tocarme, y lo que expresaba su iris, me integraba como parte de algo... de alguien, de él.

Sin más, mi cuerpo cobró vida propia, me erguí y acerqué una mano a su rostro, insegura, tanto que temblaba. Él la tomó posándola sobre su mejilla sin soltarla. Cerró sus párpados y absorbió mi olor como si oliese una exquisita flor que estaba dejando salir en primavera su rocío, su esencia. No traía puesta la camisa, solo el bañador que le llegaba hasta las rodillas. Su cabello rubio ahora se veía más oscuro gracias a la carencia de luz, aun así, se podían observar ciertos destellos gracias a la luz de la luna reflejada en su cabeza. Sus músculos se adivinaban tensos, torneados y sus rasgos eran tan masculinos y únicos que dejaban a quien fuera sin aliento. Sí, a mí también. Sentí de nuevo la boca seca.

—Hueles muy bien... —sonreí con timidez. Abrió los ojos y me miró dulcemente.

—Liam... no sé qué hacer... no sé qué decir... —confesé. Besó mi mano manteniéndola ahí cuidando de mi dedo, era tan suave su forma de tocarme que lograba dejarme peor, más perdida, más... atontada.

—Nada... solo déjate llevar, por favor —sentí la necesidad de morderme de nuevo el labio, logré evitarlo.

—Es que...

—¿Qué, Kya? —Levantó mi barbilla acercándome a su maravilloso rostro—. Sé que tú también sientes lo mismo que yo cada vez que te toco, lo he visto en tu rostro, esto es... inevitable —El hecho de que me llamara igual que mi madre me confundió aún más. Quité delicadamente mi mano de su mejilla y giré para poder tomar aire de nuevo. Cuando sentí que mis pulmones respiraban otra vez con normalidad, lo volví a ver.

—Esto no está bien —murmuré.

—Por favor, no me alejes... no me ignores otra vez —lo decía con miedo.

—¿Ignorarte? —¿de qué hablaba?

—Sí... así has actuado desde el primer día y eso solo ha logrado que no consiga sacarte de mi cabeza desde ese momento —No entendía nada, solo hice lo que pidió y bueno, tal vez exageré un poquito, pero... —. Sé que yo te lo pedí..., fue un gran error... El primer día te evalué para verificar si realmente lo cumplías, por más que te miraba en clase, jamás volteabas, así continuaste... Cuando Roger te lastimó, le reclamaste obviamente molesta, pero no dejó de asombrarme... Al verte aparecer en las tutorías, no lo pude creer, pensé que el profesor Laurence entraría en cualquier momento diciéndome que solicitaste tu cambio... No fue así, te plantaste frente a mí decidida y no mencionaste el evento. Tus actitudes me desconciertan todo el tiempo —Jamás hubiera pensado algo así. Volvió a acomodar un cabello rebelde tras mi oreja y suspiró evaluándome—. El primer día que me porté como un... pedante y te exigí hicieras como si no nos conociéramos, me pusiste en mi lugar... Sé que se escucha pretensioso, odioso, lo cierto es que no estoy acostumbrado a esas respuestas.

—Yo no quería sonar... —silenció mi boca colocando un dedo sobre mis labios.

—Lo sé, reaccionaste. Aquí nadie es así... Te veía reír con tus amigos muy divertida en el almuerzo y me intrigaba... Yo... conmigo... no ríes... —De verdad lo frustraba. Arrugó la frente como recordando mientras decía todo aquello de lo cual yo no tenía ni la menor idea.

—Liam, es solo que... —Se acercó a mí y sin darme tiempo de terminar, volvió a rozar mis labios. El puro contacto me dejó casi hiperventilando. ¡Guau!

—Lo siento, no puedo evitarlo —aceptó apenado—. Me atraes como si fueras un imán, no logro controlarlo —permanecimos en silencio mirándonos. Su cabello se despeinaba con el aire, se veía tremendamente sensual, impresionante.

Minutos más tarde, tal vez horas, no tengo idea... una brisa fría acarició mi piel que nada más estaba cubierta por un bañador que tapaba mis moretones y una pequeña falda de mezclilla. Ya no se escuchaba la música. Eso rompió el hechizo bajo el que me tenía presa. Se dio cuenta de que comenzaba a preocuparme. Ya regresaba de nuevo mi «yo» aprensivo que al parecer él mandó de paseo con su sola presencia sin la menor dificultad. Se levantó tendiéndome la mano. Acepté abrazándome por el frío que de pronto sentí. Sacó su móvil del short y miró la pantalla.

—Te llevo a casa.

—¿Qué hora es? —Ya titiritaban mis dientes. Rodeó mi costado frotándome para que entrara en calor, lo observé de reojo atolondrada. La sensación fue muy extraña y demasiado familiar al mismo tiempo. Siendo sincera me encantaba, era tan grande que además sí cubría mi cuerpo del aire que soplaba.

—Más de medianoche —me sentía muy bien a su lado. Era una emoción única, demasiado desconocida. Maravillosa en realidad.

—¡Maldición! Quedé en llegar a las doce —Mi madre no solía regañarme si se me retardaba, sin embargo, sí se preocupaba. Caminamos juntos hasta donde fue la fiesta—. Debo ir por mis cosas... —susurré de pronto alarmada. Besó mi cabello, claramente divertido por mis reacciones. Para Liam parecía de lo más natural.

—No te preocupes, vamos al auto y yo voy por ellas, ¿de acuerdo? —estaba muriéndome de frío, no me había dado cuenta en qué momento bajó de esa forma tan abrupta la temperatura y por otro lado, no quería que nos vieran juntos. Comenzarían los chismes, las preguntas.

Su camioneta no se hallaba lejos. Prácticamente ya no había coches en el estacionamiento. Me ayudó a subir y me ofreció una sudadera que sacó de la parte trasera.

—Póntela, te ayudará a entrar en calor... Ahora vengo —rozó mis labios de nuevo con asombrosa confianza, como si lo hiciera a diario y desapareció. Cerré la puerta aún ruborizada y me la puse enseguida. Sentía las piernas heladas y mucho sueño. De pronto recordé que él no sabía cómo era mi bolso, ni nada de lo que llevaba. Lo esperé inquieta dentro del auto preguntándome una y otra vez ¿En qué clase de locura me estaba metiendo?

A los diez minutos apareció y me dio mis cosas.

—¿Cómo supiste? —indagué con la boca abierta. Se encogió de hombros indiferente.

—Digamos que... soy observador —Ya traía una playera encima y se había puesto unas sandalias. Prendió el motor y manejó de prisa. Saqué de mi bolso el celular, no tenía ni una llamada perdida. Solo un mensaje de Max.

«Siento lo que sucedió en la tarde, no te preocupes, comprendemos que te hayas ido, descansa». Sonreí más tranquila.

—¿Alguna novedad? —preguntó girando a la izquierda.

—No, solo un mensaje, de mi mamá nada...

—Un mensaje...

—De Max, pensó que había regresado sola a casa por lo que pasó en la tarde —De pronto se puso serio.

—Con razón...

—¿Estaban ahí?, ¿vieron que las tomaste? —soné más preocupada de lo que en realidad me sentía. Él negó.

—Nadie me vio, no te asustes, no saben que estamos juntos.

—No quise decir eso... —Me disculpé mirándome las manos.

—Lo sé, Kya... Eso es una de las cosas que me gustan de ti —fruncí el ceño sin comprenderlo.

—¿Te gusta que me preocupe?

—No, me gusta que no quieres decepcionar a nadie, tienes un sentido de la lealtad bien arraigado... Eso es raro ¿sabes? —Ya estábamos frente a mi casa, el auto de mamá no estaba. Suspiré aliviada. Apagó el motor y se incorporó al mismo tiempo que desabrochaba su cinto de seguridad para después aflojar el mío.

—Llegaste sin contratiempos —guiñó un ojo, orgulloso.

—Sí, gracias —volteé para abrir, me detuvo tomando mi rostro por la barbilla con una de sus manos.

—Espera... —lo miré nerviosa mordiéndome el labio nuevamente. Se acercó de inmediato y me besó sin que lo viera venir. Comenzaba a acostumbrarme a su roce; era ardiente y tierno, me besaba con tranquilidad y paciencia, como si intentara alargar el momento lo más que pudiera—. Tenemos una conversación pendiente... —murmuró sobre mi boca. Me alejé al instante angustiada, sabía que mi madre podría llegar en cualquier momento y no quería contestarle todo un interrogatorio que estaba segura haría si lo veía. Liam sonrió comprendiendo—. Tranquila, sé que ya es tarde. Mañana te marco, ¿de acuerdo?

Arrugué la frente desconcertada. ¿Bromeaba?

—Pero... no tienes mi número.

Elevó los hombros despreocupado.

—Me marqué de tu celular hace una rato y... ya lo tengo —sonreí impresionada, no tenía código de seguridad para bloquearlo, así que no era difícil.

—Eres increíble

—¿Creías que te me ibas a escapar tan fácilmente de nuevo? Eres muy escurridiza, Kya. Créeme que no me vuelve a suceder, contigo debo ir un paso adelante y eso... me gusta —rodé los ojos.

Él salió rápidamente y antes de que pudiera abrir, ya estaba ahí sujetándome del brazo para ayudarme a bajar de su alto todoterreno. No estaba acostumbrada a todo aquello; sin embargo, no me desagradó, como siempre pensé que sucedería. Al contrario, me gustaba saber que se preocupaba, que le importaba. Tomó mis cosas y me acompañó hasta la puerta. Todo eso era tan raro, me sentía torpe y muy nerviosa.

Abrí la puerta concentrándome muy bien en meter correctamente la llave a la primera. Prendí las luces y regresé. Me observaba de una forma que me dejaba sin aliento, traspasaba mis barreras sin siquiera notarlas, arrastrándolas a un lado como si fuesen hojas endebles, que no le impedirían jamás llegar a lo que realmente era. Iba a quitarme su sudadera cuando lo evitó. Tomó mi cintura con ambos brazos y bajó su rostro hasta el mío.

—No... quédatela..., ahora es tuya..., es mi primer regalo.

—Yo creo que no... —intenté decir. Su cuerpo tibio se fundía con el mío, su aliento suave acariciaba mi nariz agradablemente.

—Sh... —Me acercó más a él, por lo que enmudecí de inmediato. Tragué saliva perdiéndome en sus estanques color tormenta, fijamente. No sabía dónde colocar mis manos, me sentía de lo más tonta, así que las dejé descansar sobre su ancho pecho. Sonrió ante mi gesto complacido y rozó mis labios de manera más intensa que las otras ocasiones, invadiendo mi interior sin dudarlo, con firmeza, con seguridad, con urgencia.

Increíble. Sentir su boca sobre la mía de aquella forma era placentero, inigualable, mágico. Cuando finalizó me sentía mareada, tanto, que me sujeté de su playera en lo que recuperaba la oxigenación. Era como si un huracán me mantuviera justo en el ojo y no me dejara tocar piso. Respiraba con dificultad e incluso enfocar la vista me costaba trabajo.

Sus labios eran diferentes, únicos en realidad. En ese instante, sin saber por qué, comprendí que jamás los podría olvidar, era como si nuestras bocas se adecuaran sin problemas, como si encajaran perfectamente. Con sus brazos me rodeó, dulcemente besando mi cabello.

—No sé qué me hiciste, Kyana... —pasé mis manos por su estrecha cintura sintiendo cómo el corazón se iba tranquilizando. Nos separamos sin muchas ganas—. Mañana te hablo... —dio un pequeño roce a mi boca y caminó hasta su camioneta sin agregar más. Parecía igual de desconcertado que yo. Cerré la puerta quedándome ahí, petrificada, sin siquiera poder pestañear. ¿Todo eso me estaba ocurriendo a mí?

Mi móvil sonó de repente. Lo saqué del bolso, era un mensaje: «No voy a permitir que te escapes... Descansa, Kya». Dejé de respirar un segundo, mis mejillas hirvieron con timidez. Sonreí bobaliconamente ante lo que leía una y otra vez.

Subí hasta mi habitación envuelta en una nube. Flotaba literalmente y es que no había otra forma de describir lo que ese chico generaba en mí. Me puse el pijama perdida en esa bruma deliciosa que me venía acompañando desde hacía horas. Cuando doblé su sudadera decidida a dejarla en algún sitio de mi armario, llegó su olor a mi nariz, la acerqué absorbiendo el delicioso aroma una y otra vez. Me acurruqué en la cama con ella aún entre mis manos. Me sentía... tan extraña... era como si el mundo hubiera cambiado de repente de dirección, como si miles de estrellas hubiesen explotado de repente en mi cabeza llenándola de una luz resplandeciente, cegadora, pero hermosa, demasiado en realidad. Cerré mis ojos perdiéndome en su fragancia masculina y fresca. ¿Eso sería estar enamorada? Me pregunté con una sonrisa imposible pegada en el rostro.

No supe cuando mi madre llegó, dormí profunda.

—¿Cómo te fue ayer, Kya? —Enseguida recordé la manera tan diferente en la que él lo decía y un rubor se instaló en mis mejillas. Dios, necesitaba hielo, o algo...

Por la mañana ambas despertamos más tarde de lo habitual. Nos encontramos al salir de nuestras habitaciones y sonreímos sin decir nada. Mi madre hizo panquecas y café, uno de nuestros almuerzos preferidos, aunque el café no solía consumirlo, me alteraba, cosa que no me agradaba mucho.

—Bien... estuvo divertido... y ¿a ti? —enarqué una ceja sonriendo. No era justo que la cuestionada siempre fuera yo. Tomó café nerviosa.

—Bien... muy bien.

—Llegaste tarde...

—Sí... tú estabas dormida cuando me asomé para cerciorarme de que ya estabas aquí.

—Y... Ralph, ¿qué tal? —mastiqué un pedazo de mi desayuno lleno de maple observando divertida cómo cambiaba de color su rostro tan fácilmente. Al parecer a las dos nos habían tomado por sorpresa el mismo día.

—Bien, fuimos a cenar y después a un bar... es un gran conversador —sonreí complacida. Mamá parecía tener la cabeza bastante lejos de ahí y bueno, yo igual, así que el resto del tiempo ambas permanecimos en silencio perdidas en nuestros asuntos. Era gracioso.

Más tarde ella se puso a trabajar y yo a realizar mis deberes. ¡Cómo costaba concentrarme! Su imagen no se iba por mucho que intentaba que lo hiciera, por lo mismo leía lo mismo una y otra vez. Estaba muy ansiosa. Mi cuerpo, sin comprender por qué, despertó de pronto. Tenía la certeza aplastante de que jamás podría ser la misma. Moría de ganas de que marcara, pero a la vez no quería que lo hiciera, no sabía qué decirle, cómo comportarme. Además, tenía mucho miedo de perder a mis amigos por eso... Ellos se portaron muy bien conmigo desde el primer día, no quería decepcionarlos. Por otro lado, si era realmente honesta conmigo, Liam y yo no teníamos nada en común, al contrario, nuestros mundos, nuestros intereses, nuestros gustos, eran completamente diferentes, equidistantes. ¿Qué era lo mejor? Vencida dejé mi frente sobre el libro. Mi interior era una marea de sensaciones y sentimientos que no tenía idea cómo acomodar, de cómo proceder con ellos.

Mi móvil comenzó a sonar justo en ese momento. Alcé la cabeza con los ojos bien abiertos. Las manos sudaron de inmediato como si se tratase de una alarma sísmica. Lo tomé temblorosa viendo el número desconocido en la pantalla. No pude contestar enseguida. Lo dejé sonar varias veces, sabía que era él. Conté hasta tres y me atreví.

—Hola...

—Hola, Kya... pensé que no responderías...

—Yo... bueno, eso sería lo mejor —admití con sinceridad sintiendo la sangre correr por todo mi cuerpo como si la bomba de un motor muy potente se hubiese encendido en cuanto escuché su gruesa voz. No habló por un minuto.

—¿De verdad? —preferí no contestar aquello, me sentía en serio una niña de cinco años.

—¿Qué tal tu día? —No respondió enseguida, seguramente se dio cuenta de mi cambio de tema.

—Aburrido y ¿el tuyo?...

—Haciendo los deberes.

—Más aburrido aún y dime, ¿vas a terminar pronto? —Sonaba ansioso.

—¿Por? —¡Ahg! Ya mordía de nuevo mi labio y el, ya tan común rubor, subió hasta mí al recordar lo que me dijo la noche anterior sobre esa manía que tenía.

—Quiero verte... —De pronto lo imaginé tocando a mi puerta y mi madre recibiéndolo. ¡No! moriría de la vergüenza. ¿Qué le diría?—. Kya, ¿sigues ahí?

—Sí...

—Entonces, ¿puedo verte? —Se oía serio, su tono de voz lo delataba. Y yo... podía pensar más fríamente cuando no lo tenía cerca, así que decidí lo más sensato.

—Creo que... no es buena idea —zanjé muy segura. Lo escuché resoplar. Evidentemente no le gustó mi respuesta. Lo cierto era que no quería fallarle a la gente que se portó tan bien conmigo, pero sobre todo, no quería fallarme a mí. Siempre critiqué a los chicos que eran como él, además, estaba Roger y lo más importante: no me reconocía cuando estaba a su lado. Definitivamente era por el bien de los dos. ¿Para qué cambiar el orden de las cosas?

—Kyana, sé todo lo que estás pensando, solo dame una oportunidad, por favor... —sentí, sin saber por qué, un nudo en la garganta. ¡Dios! ¿A caso todo eso era normal? Odiaba causarle sufrimiento, lo último que quería era que pensara que jugaba con él o que lo mortificaba a propósito. Sin embargo, apenas me estaba adaptando a mi nueva vida, todo parecía ir bien, no deseaba complicarme, no era ese tipo de chicas. Digo, no era que me gustara lo fácil, pero tampoco me ponía en medio de las situaciones difíciles por mi propio pie. Y bueno, es verdad que todo el día anduve en una nube gracias a lo que sucedió la noche anterior, lo que mi cuerpo había sentido por primera vez. Sin embargo, en ese momento, creí que debía dejar de soñar.

—Liam... no quiero que pienses que estoy gozando con esto, te juro que no es así...

—No comprendo, ayer fue... especial... Sé que sentimos lo mismo... —Su voz era de completa desilusión. ¿Era en serio? Mis palmas sudaban e incluso me sentía mareada. ¿Cómo era que me había metido en aquella situación absurda?

—Apenas nos conocemos... no funcionaría.

—Kya, deseé llamarte desde que desperté, si no lo hice fue por miedo precisamente a algo así —Al parecer él también era sincero, demasiado.

—Liam, esto me... asusta, compréndeme —Ya estaba, se lo había dicho y eso era una total y absoluta verdad.

—A mí también, nunca había sentido algo siquiera cercano. Me siento como un idiota, ya no sé qué más hacer, contigo no sé cómo actuar...

—¿Por qué no hablamos mañana? —Me parecía que era buena idea, creía que los dos estaríamos más serenos y habríamos pensado mejor lo que ocurría. Muy probablemente yo era un capricho y aunque me costaría un poco de trabajo, al final cada quien seguiría sus vidas, fin de la historia.

—No, Kya. Mañana vas a encontrar otro pretexto.

—No, es en serio. Escucha...

—Acabo de estacionarme frente a tu casa. Toco el timbre o sales y damos un paseo. Elige.

—¡¿Qué?! —sentí un sudor helado, mariposas volaban despavoridas dentro de mi estómago y mi mente se quedó en blanco ¡¿Estaba loco?!

—Sí, Kya. Estoy decidido y entre más te resistas más insistiré. ¿Qué no entiendes que esto es más fuerte que los dos? Tienes cinco minutos para bajar o timbro... —Me quedé fría. El muy engreído me estaba amenazando. ¡Perdió por completo el juicio! Comenzaba a preguntarme cómo era que me convertí en un imán para maniáticos—. Cuatro... —comenzó a contar con total serenidad. ¡Tarado! ¿Por qué me hacía eso? Mis alternativas eran las mejores.

—¿Qué sucede contigo?, ¡¿enloqueciste?! Liam, por favor... —hice mi último intento.

—Tres y medio —parecía muy divertido con mis reacciones. Bufé fuertemente para que escuchara. Él no me podía estar obligando, necesitaba pensar... Estaba convencida de que pronto le borraría esa sonrisita del rostro.

—Dame quince minutos, no me he bañado.

—Quince minutos... —aceptó riendo con desparpajo. ¡Idiota!

—¡Sí, quince! —grité indignada y colgué hecha una furia. Me las pagaría, en cuanto lo viera lo haría. Petulante, odioso, creído. ¡Agh!

Me duché en tiempo record, me puse un jean y una playera de manga larga blanca, mis tenis de diario, dejé mi cabello tal como estaba después del baño, solo sujetándolo con una banda negra para que no se alborotara y bueno, un poco de máscara no estaría de más. Bajé rápidamente sintiendo que en cualquier momento tocaría.

—Mamá, regreso en un rato, vinieron por mí... —grité desde abajo rezando porque no se asomara, creyendo que así ya no podría preguntarme más.

—No tardes, lleva tu celular —alcancé a escuchar.

Al cerrar lo vi. Se hallaba recargado en su enorme auto negro sonriéndome descaradamente. Mi corazón de inmediato se desbocó con cinismo, mis pulmones se alentaron y mi piel se sensibilizó imposiblemente. Conforme avancé mi voluntad fue doblegándose y mi enojo se fue esfumando, aunque no desapareció del todo. Me detuve a un metro de él dedicándole una mirada asesina, cargada de reproche, quería que se sintiera mal aunque fuera un poco. Lo cierto era que ya no estaba molesta, me sentía como un cubito de hielo, literalmente derretido gracias a los inclementes rayos del sol. Patética.

—Te ves preciosa... —Sus ojos chispeaban de una forma irreal. Sonreí en mi interior complacida. Fingí no escucharlo, pues era obvio que no le importaba en lo absoluto mi poco convincente enojo. Di la vuelta al auto para subir sin siquiera mirarlo. Me siguió, intentando ayudar, no se lo permití.

Un minuto después ya prendía el motor y arrancaba lejos de casa. Permanecí con los ojos al frente y los brazos cruzados. No dijo nada en todo el camino. Sin embargo, volteaba a verme de vez en vez. Aprendería que las cosas no funcionaban así conmigo.

Después de unos minutos y un poco de carretera, se estacionó frente a una playa donde apenas si había unas cuantas personas. La temperatura ya bajaba, aun así, era agradable el clima todavía. El mar rugía furioso sobre la arena, el cielo estaba completamente despejado. Solo el sonido de las gaviotas y las olas azotando era lo que se escuchaba.

Bajó del auto con habilidad, hice lo mismo sin esperarlo. Me quité los Converse para después caminar en dirección al océano. Necesitaba distancia, su olor ya lo sentía como parte de mi oxigeno vital y eso... no me agradaba en lo absoluto. Permanecí muy cerca de las olas observando el horizonte. Necesitaba calmarme, ordenar mis ideas, mi cabeza era un gran huracán de emociones que no lograba ponerles nombre. Respiré la salinidad propia de ese lugar una y otra vez hasta que logré erradicar su fragancia, hasta que el olor a mar se impregnó en mí nuevamente.

Minutos más tarde, giré para ver dónde se encontraba. A unos cuantos metros, tranquilo sobre una gran frazada, en un lugar con sombra, se hallaba sentado mirándome con paciencia. Resoplé con la resolución otra vez en el piso y es que era imposible. Verlo era un espectáculo, lo que sus ojos proyectaban me dejaba perpleja, con serias dificultades, incluso para pasar saliva. Me dirigí a él vencida y me acomodé a su lado.

—Odio lo que me hiciste. No siempre te puedes salir con la tuya de esa forma —Le intenté reclamar después de un momento de silencio total.

—Lo sé... —admitió con su vista perdida en el agua que iba y venía.

—Entonces, ¿por qué?... —cuestioné bajito. No se movió.

—Porque... no pienso permitir que huyas ni de mí, ni de ti —refutó con seguridad. Abrí la boca impactada ¿Quién se creía?—. Sé que estás enojada... —reconoció jugando con la arena. Parecía ansioso, su actitud comenzaba de nuevo a doblegarme. Por otro lado, se veía demasiado atractivo con esa sudadera completamente cerrada color gris oscuro, su jean gastado y descalzo. Volví a sentir la boca seca. Percibió mi mirada y giró lentamente hasta quedar su rostro muy cerca del mío—. Kya... —acercó su enorme mano a mi mejilla con extremo cuidado. Cerré los ojos y recargué el rostro sobre su palma abierta. Okey, el enojo se desvaneció con ese simple gesto, pero ¿quién puede culparme? Ese chico despierta hasta mi última célula con tan solo estar cerca—. Sé que tienes miedo... juro que no pasará nada... haremos las cosas como tú quieras. —Murmuró quedamente. Sin más sentí sus labios sobre los míos acariciándolos decadentemente, rozándolos de forma suave, delicada. Apresó uno con cuidado, luego el otro, mientras su respiración se unía a la mía.

Todas mis defensas y argumentos se desmoronaron al sentir su sabor embriagarme, consumirme. Enredé una mano torpe en su cabello, enseguida sujetó mi cadera acercándome aún más a él. Celestial. Todas esas cursilerías que siempre critiqué hasta hartarme, comprendí de pronto por qué existían: tocaba el cielo sin dificultad. Liam me echaba a volar alto, muy alto.

—Está bien... —Me escuché decir al fin contra sus labios. A su lado sentía que nada era más importante que el hecho de tenerlo así, junto a mí. Corría la sangre por mi cuerpo a toda velocidad, mi corazón bombeaba más sano que nunca, me sentía... ¿viva?, sí, más viva que nunca. Su cabello rozaba mi rostro gracias al aire fresco que soplaba. En cuanto me escuchó se separó con sus ojos grises bien abiertos. Sus pupilas estaban dilatadas y brillaban de una forma asombrosa. ¿Todo eso podía provocar en un chico? era irreal.

—¿De verdad?...

—Sí... de verdad. No sé si es lo mejor, pero... que pase lo que tenga que pasar, tú ganas... ya no me importa —sonreí sintiéndome feliz con mi decisión.

Supe, en ese mismo momento, que jamás olvidaría su expresión; parecía un niño al que le dieron el mejor regalo del mundo, que presenció un espectáculo sin igual o que escuchaba la más bella canción. Me abrazó gritando emocionado, su actitud arrebatada logró que los dos quedáramos tumbados sobre la cobija. No me soltó una vez recostados, por lo que recargué mi mejilla en su pecho sintiéndome como nunca antes. No me había dado cuenta de lo mucho que lo necesitaba hasta que lo tuve, así, junto a mí.

—¿Quieres que se enteren poco a poco en la escuela? —quiso saber aún con un timbre de excitación. Asentí, girándome para dejar mi barbilla sobre mis dedos entrelazados. Liam tenía ya, un brazo bajo su cabeza y con el otro jugaba con mi cabello.

—¿Te molestaría? —pregunté extasiada por sentirlo tan cerca.

—En realidad no, yo solo quiero que estés conmigo...

—Todo esto es muy extraño, Liam. Una semana atrás jamás lo hubiera pensado.

—En mi cabeza ya comenzaba a formarse la idea... —confesó sonriendo.

—No es verdad —lo regañé dándole un pequeño golpe en el pecho. Me sentía tan bien, ahí, con él. No tenía que fingir, actuar, nada, parecía que así era justamente como yo le gustaba. Increíble.

—Claro que sí, creo que fue en el mismo instante en que me pusiste en mi lugar. O antes... no lo sé —Ahora fui yo la que sonreí. De pronto recordé a mis amigos.

—¿Cómo hacemos?..., quiero decir..., ¿en la escuela? —No tenía ni idea de cuál sería la mejor manera de llevar ese asunto que tanto me preocupaba. Volvió a dedicar su atención al mechón que tenía entre sus manos, pensaba la respuesta.

—Creo que comenzaré a saludarte y tú deberías decirles que me ayudas en literatura, así comprenderán mejor el hecho de que ya nos conocíamos —Si sabían quién era mi alumno secreto, entenderían lo ocurrido el día anterior. Sí, eso era una buena idea, así poco a poco verían nuestro acercamiento y con el tiempo... bueno, comprenderían ¿no?

—Liam, tú y mis amigos no se soportan y... es obvio que yo a los tuyos no les caigo nada bien por ser... de donde soy... —colocó con ternura una mano sobre mi mejilla para que lo mirara, pues bajé la vista hasta mis dedos que jugaban con un pequeño escudo que tenía su sudadera.

—Kya, voy a comportarme como sea necesario para que se suavicen las cosas entre ellos y yo. Necesitas saber que es muy difícil que seamos amigos, pero un trato cordial de mi parte te lo garantizo. En cuanto a mis amigos, no tienen otra opción salvo respetarte, porque ahora ya no me importa nadie lo suficiente como para arriesgarme a perderte... Por último, tienes que saber que me da igual dónde naciste... me importa quién eres, lo que siento desde el día en que te conocí, eso es todo —soltó con una seguridad abrumadora, demasiado madura, firme.

Me acerqué a él presa de una necesidad primitiva y lo besé por primera vez. Respondió pegándome más, enredando una mano en mi cabello. Me dejó marcar el paso y sin saber cómo, poco a poco, me fui soltando probándolo de forma más exigente. Su lengua invadió mi interior, de repente gemí ante la sorpresa. Una deliciosa sacudida viajó por todo mi cuerpo. Sujeté su melena entre mis dedos y los hundí ansiosa. Cada vez estábamos más juntos, mis labios cada vez se abrían más al igual que los suyos. Nuestras respiraciones comenzaron a agitarse a un ritmo vertiginoso y yo ya no recordaba ni dónde me encontraba, solo era consciente de su enorme palma pegándome a su ancho tórax, de su sabor inigualable, de lo increíblemente bien que me sentía.

Sus manos tomaron mi rostro dulcemente y comenzó a bajar el ritmo hasta que nos separó. Cuando todo terminó, sentí las mejillas muy calientes, los labios hinchados. Quería más de él, mucho más. Liam me estudió serio, bajé la vista avergonzada. Eso era justamente lo que me asustaba cuando estaba a su lado. No tenía control sobre mi ser, me sentía instintiva.

—Kyana... —Su voz sonaba muy ronca esta vez. Me mordí el labio nerviosa alzando mis ojos con timidez. Acarició mi cabello acomodándolo—. No tienes una idea de lo mucho que me cuesta controlarme; jamás había sentido algo como esto... cada vez que veo tu boca ¡Dios!, no puedo evitar tener unas ganas tremendas de besarla... —Y rozó con un dedo mi labio inferior—. Quiero aprender a ir poco a poco, quiero que todo suceda a su tiempo... a tu tiempo...

—Yo también...

—Lo sé, me doy cuenta de ello y por eso lo digo. No has estado con... nadie ¿no es así?... —El hecho de que me lo preguntara tan directo me avergonzó terriblemente. Me senté de inmediato negando, viendo hacia otro lugar. Él también se acomodó a mi lado—. No quería apenarte, lo siento... Es solo que... no lo entiendo...

—¿El qué?... —quise saber aún turbada. Miraba pensativo el mar. Seguro yo ya tenía las mejillas color escarlata.

—Eso... a mí me resultaste irresistible desde el primer momento y sé que no soy el único, ya tienes fila esperando a que cedas aunque sea un poco —No sabía si fila, por lo pronto Edwin sí quería algo conmigo; sin embargo, exageraba. Lo observé arrugando la frente con incredulidad—. Sí... es cierto, aunque es muy claro que tú ni lo registras. Estos días me percaté de que esas cosas las ignoras deliberadamente, simplemente decides no darles importancia. En serio es desconcertante... No soy celoso... —confesó mientras con su dedo delineaba círculos en la arena—. Pero... contigo... no sé... intentaré controlarlo... No me reconozco, todo esto está totalmente fuera de mi entendimiento, siento mi mundo al revés —admitió vencido.

—Liam, es cierto que no he tenido... «novio», eso no me vuelve una mojigata. Me doy muy bien cuenta si alguien quiere algo más que amistad conmigo. Lo que pasa es que estoy sola simplemente porque es algo que decidí desde hace algún tiempo... —giró interesado en lo que le decía.

—¿Decidiste? —repitió desconcertado.

—Sí, siempre me pareció una pérdida de tiempo. Las personas van dejando de ser ellas con el afán de agradar al otro y poco a poco se van perdiendo. Por otro lado, disfruto mucho mi independencia, manejarme sin complicaciones... Todos mis amigos han sufrido por la persona con la que están, al menos una vez. Yo... no quiero que me pase eso... —No entendía la expresión de su rostro, continué—. No te puedo negar que algunos buscaron ser algo más. La verdad es que nunca quise decirles que sí, simplemente no me nacía, me daba... flojera... Pero... contigo, contigo es diferente... no sé... tú despertaste algo en mí... algo que nunca había sentido por nadie...

—¿En serio? —Parecía incrédulo y a la vez satisfecho con lo que acababa de escuchar.

—Sí... no tengo por qué mentir —Le hice ver con calma.

—No creo que lo hagas, Kya. Es solo que nunca había oído que alguien pensara así, hablas de una forma muy distinta a lo que estoy acostumbrado... Sinceramente espero poder alcanzarte...

—Exageras, es solo algo en lo que creía, ahora presiento que era solo porque no había llegado alguien que me hiciera desechar la idea —Me encogí de hombros indiferente. Sujetó con suavidad mi rostro y volvió a rozar mis labios tomándome de improvisto. Eso no tenía comparación con nada en el mundo, me encantaba, podía volverme adicta a ese roce, a su piel sedosa sobre mi boca, a su aliento mezclándose con el mío.

—Tendré mucho cuidado contigo, creo que eres demasiado peligrosa para mí —fruncí el ceño, se carcajeó—. No te extrañes, es la verdad, creo que nunca te querré dejar ir.

—Eso ya lo veremos, a lo mejor con el tiempo ya no... —¡Dios! No podía terminar la frase, no me gustaba pensar que no pudiera estar ya en mi futuro.

—Sé que no va a ser así, Kyana... Presiento que será al revés.

—¿Al revés? —¿Estaba loco?, ¿en qué mundo yo podría dejarlo? Me tenía comiendo de su mano en menos de una semana. Lo extraño era que se notaba genuinamente inseguro y eso sí que me parecía aún más difícil pues si algo yo sabía, era que los chicos como él, nunca sentían miedo al rechazo, eran demasiado soberbios, poseían demasiado ego.

—Sí... al revés —torció la boca pensativo. Esa expresión en sus ojos me erizó. Miré de nuevo el horizonte, deteniendo mi atención en el agua que se mezclaba con el cielo azul, él hacía lo mismo.

—Si tú lo dices —No quería insistir, debía tener sus razones, aunque la verdad era que no lo entendía. Decidí cambiar de tema, no lo conocía aún y no me apetecía presionar, no tenía ni idea de cómo funcionaba su cabeza—. ¿Sabes? me encanta el mar, en... Los Ángeles solía salir a caminar y dejarme llevar... La arena en mis pies es... relajante; siempre quiero vivir donde esté cerca el océano, me calma, me da seguridad —sonreí sin verlo mientras hundía los dedos en la ya fría arena.

—Tienes un cabello muy brillante y... suave... Me gusta, me gusta mucho—anunció sin más mientras lo acariciaba deleitándose. Sonreí con timidez, me observaba con deseo, podía sentirlo—. Kya... ¿Por qué se vinieron a vivir hasta acá? Es muy lejos, ¿no crees?

—Mi madre... la ascendieron y el puesto era aquí.

—Y... ¿no pensaste en quedarte?

—Bueno, sí cuando me lo dijo... Lo cierto es que jamás le haría algo así, si yo no hubiera cedido, ella no habría aceptado.

—No imagino lo que debiste sentir. No podría irme, terminar en otro lugar mi último año... mis amigos, el equipo, todo y ahora... definitivamente menos contigo aquí —admitió con seriedad. Sonreí al escuchar lo último. Era demasiado tierno y me daba importancia.

—Sí... no ha sido fácil...

—¿Kya, ayer... que te encontré en la playa, llorabas por eso?

—Más o menos —admití. No iba a mentir, necesitaba que me conociera y esa era yo. Tomó mi rostro e hizo que lo mirara.

—¿Más o menos?...

—Sí, la verdad es que me asusté mucho por lo sucedido con Roger —Su rostro cambió enseguida tornándose muy serio, una vena en la base de la frente se le marcó por el esfuerzo con el que apretaba la quijada—. Además, ellos, mis amigos... han sido muy buenos, me tratan como si me conocieran de siempre, no quiero que eso cambie. Estas dos semanas fueron una locura, Liam. Me han pasado más cosas que en los últimos tres años. ¿Qué será cuando lleve el mes?

—Nada... estaremos juntos como ahora. Kya, escucha —colocó mis manos entre las suyas—; jamás he tenido que luchar por alguien... jamás me he dedicado a pensar en estrategias para atraer a una chica a mí y... tú... has puesto mi mundo de cabeza en unos días. Sé lo que sientes, sé que todo ha sido un torbellino, no eres la única y es que debes saber que has cambiado mucho más de lo que piensas la vida de los demás... —Se acercó poco a poco a mi rostro, volvió a besarme. Eran pequeños roces que me producían temblores de placer—. Tienes una boca tan suave, sabes... dulce... como un caramelo —De nuevo sus pupilas estaba dilatadas por el efecto que yo también tenía en él.

—Tú... sabes fresco —rió al tiempo que me rodeaba con un brazo—. Liam, ¿crees que es buena idea seguir con las tutorías? —Ahí estaba de nuevo mi «yo» aprensivo. Siempre fue así. Sentí que estaba empezando a perder el control de las cosas. Me erguí para poder saber qué pensaba.

—Sí.

—Pero... va a ser muy difícil... —En serio lo creía. ¿Cómo me concentraría con él a mi lado? Imposible. Me mordí de nuevo la boca nerviosa al ver su hermetismo y decisión. Enseguida notó mi gesto y eso lo ablandó, jugó con uno de mis mechones reflexionando. Parecía poner en juego toda su paciencia, no lo criticaba, yo podía ser muy exasperante en ese tipo de temas, sería un vicio difícil de quitar.

—Kya, no me pidas tanto, no ahora. No podré estar junto a ti en la escuela, me tendré que conformar con verte de lejos... —acarició mi labio inferior con su pulgar muy atento—, no podré besarte... Sé que te va a costar trabajo contarle esto a tu madre —abrí la boca para defenderme, no pude, definitivamente tenía razón. No sabía cómo se lo diría, seguro saltaría de la emoción y querría conocerlo de inmediato, pero... no tenía idea de si comprendería que todo hubiera sido tan rápido, ni siquiera yo lo entendía—. Te entiendo, iremos poco a poco, no haremos nada que pueda afectar a nadie, ¿de acuerdo?... Contigo es en serio y estoy dispuesto a ir lentamente, a hacer las cosas bien. Solo no me alejes también de ti en ese espacio, te lo suplico... —desvié un momento la mirada y regresé sonriente. Debía dejar mi aprensión de lado por esta vez.

—Te lo tomarás en serio. Para mí es importante y creo que para ti también pasar esa materia ¿no es cierto? —asintió triunfante—. Estaremos juntos, pero si no avanzamos tendremos que dejarlo... es lo honesto —sonrió con la mirada, tenía un color de iris poco común, atípico en realidad; el gris y el verde eran igual de intensos, tanto que no sabía qué color predominaba y en ese momento además, me veía de esa manera especial que juro hiperventilaría en cualquier instante. Definitivamente ya estaba pérdida por él—. ¿Liam?

—Está bien, tienes razón. Necesito pasar esta materia, prometo poner todo de mi parte, Kya... Aunque a veces no pueda aguantar y te bese —E hizo justamente eso. Me carcajeé contra su boca.

—Eres un pesado...

—Lo sé... —estaba divertido. En medio de aquello sonó mi móvil, lo saqué del bolsillo del pantalón. Max. Evalué a Liam desconcertada y contesté. Noté que él no sabía cómo actuar.

—Max, ¡hola! —saludé nerviosa. Liam apretó la quijada, enseguida volteó al horizonte para que no pudiera ver su expresión.

—Hola, Kyana. Ayer te fuiste y nos dejaste un poco preocupados, buscamos tus cosas por todo el lugar y nada ¿todo bien? —decidí que no estaba haciendo nada malo. Comencé a jugar con los hilos que salían a un lado de la frazada, ignorando el chico que tenía frente a mí.

—Lo siento, Max, no quería preocuparlos. Es solo que con lo que pasó ya no me sentía muy... cómoda —Eso era totalmente cierto. Mi... no sabía qué éramos, reflexioné en ese momento. Bueno... Liam, continuaba perdido en el mar. Era tan hermoso: su perfil perfecto, como esculpido en piedra, su quijada fuerte, su nariz recta, su boca... su boca me encantaba, me derretía; era grande, bien delineada y muy suave. De pronto recordé que hablaba por teléfono. ¡Diablos!

—Sí, de verdad te comprendo, ya veremos cómo lo solucionamos, tú no te preocupes por nada. Kyana, me alegra escucharte bien, nos vemos mañana y hablamos. ¿Okey?

—Claro... hasta mañana, Max. Cuídate —colgué. Abrí la boca para preguntarle qué le sucedía, no lo hice, seguí jugando con el cobertor como si estuviera muy entretenida. Unos segundos pasaron cuando posó su mano sobre la mía suavemente, elevé la vista desconcertada.

—Kyana... no sé muy bien cómo manejar esto, pero verás que lo lograré ¿De acuerdo? Sé que tendré que poder, es solo que me da miedo hostigarte, presionarte, lo que dijiste sobre las parejas, me puso en alerta... No quiero que cambies por mí para agradarme, que dejes de disfrutar lo que te gusta, deseo que estés conmigo porque quieres, porque te nace, no deseo que hagas nada que no sea así...

—Pensé que... te había molestado que fuera... Max el que habló —Me sonrió aceptando que tenía razón en mi suposición.

—Un poco, pero ese es mi problema, definitivamente no tuyo, tendré que enfrentar el hecho de que él y otros cuantos, puedan estar contigo el tiempo que yo... no puedo —bufó—. Espero esto sea rápido, quiero que todos sepan que eres mi novia para que dejen de danzar a tu alrededor —admitió mirándome fijamente. Ahí estaba mi respuesta pensé satisfecha.

—Esto a mí también me perjudica y no creo que sea fácil, Liam... Date cuenta, eres el capitán del equipo, asediado y perteneces a los más... populares. —odiaba esa palabrita, sin embargo, era cierto—. Seguro muchas han de estar detrás de ti, buscando la manera de que estés con ellas y... yo...

—Sh... No entiendo aún cómo, pero debes saber que no tengo ojos para nadie más, Kyana. Sé que me vas a mantener más ocupado de lo que jamás he estado, contigo todo es... impredecible. Te juro que no tendrás ninguna queja de mi comportamiento, te demostraré qué tan en serio va todo esto —lo decía de verdad, lo veía en sus ojos, no dudaba y lograba que yo tampoco lo hiciera. Liam tenía una personalidad arrolladora, atractiva, pero a la vez transparente.

Junto a él me sentía segura, fuerte, capaz de enfrentar lo que fuera. No iba a ser fácil para los dos esconder lo que sentíamos un tiempo, aun así, sabíamos que era lo mejor. Sus amigos tendrían que irme «soportando» poco a poco; todavía no sabía cómo podría suceder ese milagro. Y los míos tendríamos que suavizarlos. Llevaba poco tiempo ahí y no quería estropear nuestra reciente amistad. Acunó mi barbilla y me besó logrando sellar mi confianza por lo que acababa de decir.

El sol ya estaba prácticamente desapareciendo, la poca gente que se hallaba en la playa, se fue. Sentía que llevaba unos minutos ahí, eso me pasaba a su lado. Pero ya iba a anochecer. Tomé mi móvil y vi la hora. Casi era tiempo de cenar, mi madre no tardaría en hablarme.

—Nos tenemos que ir, Liam —acarició mi labio inferior con su pulgar, mientras sujetaba mi barbilla con el resto de la mano.

—Lo sé, Kya... —lo decía triste, añorando.

Sin previo aviso el deseo y necesidad por él me consumió. Enrosqué mis brazos alrededor de su cuello mientras me hincaba frente a su glorioso cuerpo. Me imitó de inmediato. Olvidé mi timidez por completo, lo acerqué más a mí, quería saborearlo, sentirlo... Respondió rodeándome por la cintura y la cabeza firmemente. Nuestros labios se movían como si supieran exactamente qué hacer. Sentí de nuevo su lengua entrar en mí, la movía explorándome ansiosamente. Esta vez la mía salió a su encuentro, lo que provocó un gemido de su parte al darse cuenta. Yo lo despeinaba un poco con una mano y me aferraba a su sudadera con la otra, lo pegaba más a mí sin poder ya evitarlo. Rodeada por él, sintiendo su gran mano enroscada en mi cintura posesivamente, escuchando su respiración agitada y sintiendo cómo intercambiamos nuestros fluidos, pensé que nada importaba, solamente él y yo. Lo que los demás pensaran era su problema, yo ya no podría volver a vivir sin sus besos, lo supe en ese instante.

Sujetó mi mano y la fue soltando poco a poco de su cabeza sin dejar de besarme. Iba bajando la velocidad sin que yo me diera cuenta. La posó en su hombro suavemente.

—Kya... —lo escuché de pronto a lo lejos, me separé a regañadientes, si no me aferraba a él, caería de lo mareada que de nuevo me sentía. Liam respiraba agitadamente, tenía los párpados aún cerrados como intentando volver a controlarse. Me tenía sujeta por la cintura. Fui sintiendo cómo su tacto se volvía más suave. Escondí mi rostro en su pecho e intenté llenar de nuevo mis pulmones. Costaba mucho trabajo. Su ancho tórax se tornaba grande y pequeño, sin lograr un ritmo regular. Mi cuerpo hervía, mis labios los sentía hinchados, las mejillas encendidas. De pronto soltó un ronco suspiro y me rodeó con ambos brazos, hice lo mismo. Recargó su pómulo en mi cabello, ambos respirábamos mejor después de varios minutos.

—¿Nos vamos? —susurró. Asentí sin tener la menor intención de moverme. Unos segundos después, me separó y nos levantamos juntos.

Sentía un descomunal rubor por todo el rostro. Tenía mucha vergüenza de encararlo, por unos minutos no supe quién era y es que cada vez que lo tenía así de cerca no pensaba, me dejaba llevar peligrosamente. Era la segunda vez que me detenía. Veía que a él también le costaba trabajo contenerse, sin embargo, lo lograba... cosa que yo no podía presumir.

Metí mis manos en las bolsas traseras del jean y viré a otro lugar. Liam dobló la frazada. Me sentía enterrada en la arena. Lo notó enseguida, con la cobija colgando del brazo, se acercó agachándose para encontrar mi mirada. Sonreía amorosa y comprensivamente.

—Te ves tan bonita así... definitivamente eres muy peligrosa para mí, aunque lo cierto es que ya no me importa en lo absoluto. Besas delicioso... —Me guiñó un ojo intentando que me relajara. Torcí la boca en lo que intentó ser una sonrisa, eso lo divirtió y me rodeó con el brazo guiándome hasta el auto—. De verdad eres increíble —¡Increíblemente estúpida! Pensé regañándome. Poseía información sobre sexualidad, era un tema que jamás me dio miedo, pero una cosa era leer, haber tomado unos cuantos talleres. Y otra era la práctica, esa sí que era muy, muy diferente. Por fin comenzaba a entender por qué las adolescentes a las que tanto criticaba eran tan impulsivas. Si sentían un cuarto de lo que yo, cuando lo tenía cerca, ahora no solo las comprendía, también las justificaba.

Estábamos por llegar cuando se detuvo.

—¿Qué sucede? —pregunté intrigada.

—Kyana, creo que sería buena idea que les digas en la primera hora lo de las tutorías, quiero saludarte en literatura. Entre más rápido demos señales, será lo mejor —parecía que ideaba algo y eso me alertó. Aun así, asentí fingiendo tranquilidad. Pensé que ya arrancaría, se arrepintió y me besó de nuevo intensa y rápidamente. Unos segundos después dio marcha al motor de nuevo. En cuanto se estacionó, bajé sonriendo. Fui consciente de su mirada sobre mí hasta que entré a casa.

¡Dios, estaba completa y perdidamente enamorada de ese chico! ¿En qué momento ocurrió todo eso? Ni idea, lo cierto era que flotaba, volaba en realidad.



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