22. Pruebas.



El móvil sonó a media mañana. Era Santiago. Hablé con él intentando ser lo más cariñosa que pude, sin embargo, no logré que me creyera. Me sentía seca, rendida.

-No estás bien... ¿Qué pasa? -no tenía idea de lo mucho que odiaba esa pregunta.

-Nada, he estado recordando... eso es todo...

-De acuerdo. Maldición, estoy en una teleconferencia... Dios, debo dejarte, ¿nos hablamos mañana? -pensé en decirle que había regresado, pero necesitaba estar sola y que él pensara que seguía allá, era lo mejor, necesitaba espacio, tiempo.

No salí en cuarenta y ocho horas de mi refugio. Por la mañana del segundo día volví a ducharme, le hablé a Santiago, tomé una manzana y me senté de nuevo ahí enfundada en su sudadera. El tercer día fue igual, engullí unas galletas, le marqué a mi madre para saber cómo seguía y otra vez a mi... prometido. Él estaba preocupado, mi voz era plana, sin emoción. Así me sentía, juraba que en cualquier momento me hablarían dándome alguna terrible noticia, no obstante, el teléfono jamás sonó.

La locura nunca estuvo tan cerca de mí como en aquel momento. Sabía que debía salir, ir a trabajar, continuar con mi vida, pero no podía, si era necesario me enclaustraría en aquel apartamento para siempre.

Ya era de noche, martes, cuando tocaron mi puerta. Me alerté por un segundo, enseguida pensé que sería uno de los vecinos, el interphone no sonó. Intenté tranquilizar la taquicardia de mi corazón y abrí confiada.

-¿Kyana? -¡Maldición! Era él, era Liam, ahí, en mi apartamento. Sujeté la puerta fuertemente. Dejé de respirar y juro que mi corazón se detuvo, no podía ser, simplemente no podía ser.

-¿Qué... qué haces aquí? -logré decir impactada, eso no podía estar ocurriendo, era irreal. Parecía no haber dormido al igual que yo, su ropa se encontraba un poco arrugada y me miraba desesperado. Haló la puerta sin esfuerzo importándole poco mi resistencia y entró. Sin más me recorrió con sus asombrosos ojos, anonadado, dándose cuenta de lo que traía puesto. De inmediato me alejé regañándome por abrir sin cambiarme.

Cerró tras él con la vista nublada de deseo. Conocía muy bien esa expresión y cómo sus pupilas se dilataban cuando querían ir más allá. Sentí la boca seca y un extraño calor que hacía años no circulaba por mi cuerpo comenzó a derretir mi ser. Las palmas empezaron a sudar y mi respiración se aceleró peligrosamente.

Di otro pequeño paso hacia atrás mordiéndome el labio sin romper el contacto visual. Sabía en qué podía terminar eso y qué estaba ocurriendo. En cuanto me vio hacer aquel gesto, se acercó a mí, me tomó por la cintura con una mano sin siquiera pensarlo y me pegó a él de un solo movimiento.

-Esto es una locura, pero... cómo te deseo -susurró contra mi boca, su aliento tan cerca de mí logró hacer que las piernas me temblaran, sujetó mi nuca suavemente y me besó.

¡Dios, por Dios, esto no podía estar ocurriendo! Su roce era aún mejor de lo que recordaba, sabía dulce y era muy cálido. Logré separarme sin saber cómo, no tenía idea de lo mucho que lo necesité hasta ese instante.

-Liam... ¿Qué haces? -parecía todo tan fantástico que me aterraba. Me miró turbado y volvió a besarme sin hacer caso de lo que acababa de preguntar. Comenzó a tomar todo de mí como solía hacer, mi cuerpo se rindió enseguida ante él, olvidando todas las defensas que construyó, olvidando todo lo que pasó, olvidando lo que estaba haciendo.

Sin comprender cómo, me aferré con una mano a su camisa y con la otra rodeé su cuello acercándolo más a mí, ansiosa. Me tenía pegada a la pared, devoraba mi boca, mi cuello, mi barbilla, cada rincón de mi rostro gimiendo, gruñendo. Me elevó logrando que enrollara mis piernas alrededor de su cintura. Ya no me importó nada, no podía pensar, no quería hacerlo... ya no.

Lo amaba, lo necesitaba, derretía mi interior con cada beso, con cada caricia, mi cuerpo despertó por completo. Creí que jamás volvería a sentir de esa forma, que nunca volvería a desear a alguien hasta la locura. Me tocaba desesperado recorriendo mis piernas, mi cadera, mi trasero, todo mientras caminaba conmigo a cuestas.

De pronto sentí el colchón bajo mi espalda, me quitó sin esfuerzo la sudadera. No hubo pena, no hubo recelo, solo deseo, amor. Lo observé por un minuto, temerosa, creyendo que se retractaría al sentir el frío de su separación. Prácticamente se arrancaba la camisa. En cuanto se dio cuenta, gimió por lo bajo, con la vista nublada me besó de nuevo.

Sentir sus manos sobre mí fue afrodisíaco, inigualable. Me tocaba con dureza, con desesperación. No había ternura, ni lindas palabras, no había miradas cariñosas, no; existía ansiedad, ganas de unirnos y hacernos uno lo antes posible. El urgente frenesí de volver a sentirnos piel con piel después de tantos años. Arrebato, pasión, desenfreno, ardor, todo eso estaba ahí, entre nosotros. No esperamos mucho, le quité lo que quedaba de su ropa con vehemencia, ni siquiera nos contemplamos, entró en mí de un solo movimiento levantándome en el aire para sentarme sobre él. Me arqueé soltando un grito de asombro al recibirlo, así sin reparos, sin remordimientos sin nada, salvo la necesidad de ser suya.

Jadeos, gemidos, suspiros, todo mezclado con nuestro sudor, con nuestro apetito insaciable, eterno. Me aferré a su melena sintiendo que enloquecería, que perdería la razón de un momento a otro, mientras Liam, me aferraba con fuerza por la cadera enterrándose aún más hondo, con mayor urgencia provocando que de mi interior salieran extraños sonidos que desconocía. Nos tomábamos con violencia, con demencia total, él se clavaba en mis entrañas una y otra vez sin descanso, mientras yo sentía que jamás lo dejaría ir, que podía vivir así por siempre.

La neblina del deseo arrebatado fue diluyéndose hasta mostrarme la dura y horrible realidad. Mi cabeza comenzó a trabajar nuevamente sintiendo ahora angustia, culpa, miedo. Fue salvaje, único, producto de tantos años de estar separados y de acumular un deseo que me consumía cada día. Sin más, las lágrimas rodaron por mis mejillas al darme cuenta de lo que acababa de hacer y lo peor de todo fue darme cuenta de que no me arrepentía, en lo absoluto. Olvidé a mi madre, a mi padre, a Santiago, a todos. Estaba aún sobre él, con mi rostro escondido en su pecho. Tumbados sobre mi cama deshecha y revuelta, con nuestras respiraciones agitadas. Su pecho subía y bajaba cada vez más tranquilo. No podía verlo a los ojos, no después de todo. Sentí de nuevo el nudo en la garganta.

Su mano se acercó a mi rostro, tomó mi barbilla para que lo mirase. Al ver mis ojos rojos y mis mejillas húmedas, cerró los párpados fuertemente, dejando caer de nuevo su cabeza sobre las sábanas.

-Kya... -susurró pegándome más a él. Me abrazó fuertemente por lo que el llanto comenzó a brotar. Me sentía feliz, dolida, triste, enojada, rabiosa, desleal, decepcionada... Todas las emociones estaban juntas dentro de mí. ¿Qué sucedería?, ¿cómo volvería a empezar?, ¿qué le diría a Santiago? Me separé de inmediato sentándome lejos de él y dándole la espalda.

-Esto... no debió ocurrir -sollocé. Su peso se movió en el colchón, un segundo después se encontraba sentado a mi lado. Podía sentir su calor, su olor demasiado cerca, aturdiéndome otra vez.

-No te engañes... no ahora... -musitó con la voz apagada. Giré hacia él lagrimosa, la expresión de tristeza que tenían sus ojos provocó una fuerte opresión en mi pecho.

-¿A qué viniste? -quise saber agachando la mirada, sujeté la sábana intentando enrollarla en torno a mi cuerpo.

-Por ti... -arrugué la frente confusa. Lo encaré negando.

-Liam... debes irte... por favor, no entiendes que es lo mejor, estoy arriesgando demasiado te lo suplico. Vete, haz tu vida, olvídate de mí, de esto, no tiene caso -le supliqué intentando ignorar el hecho de que estaba completamente desnudo sobre mi colchón, a mi lado y que acaba de hacer el amor con él.

-Nunca, no, no lo haré, no esta vez, Kyana, ya te dejé sola en una ocasión, no lo haré de nuevo -hablaba en serio, se levantó y se puso el bóxer, sabía que me estaba desconcentrando. Me acercó la sudadera observándome deleitado mientras me la ponía.

-No fue tu culpa, así que no te sientas responsable. Solo vete... te lo ruego -le pedí con un hilo de voz y ambas manos aferradas a la orilla del colchón. La realidad era que apenas si podía hablar al recordar todo aquello. Si esa mujer sabía que se encontraba ahí, probablemente se pondría furiosa. Lo escuché resoplar con fuerza. Se acercó a mí con su expresión tensa y dura.

-Sí... sí lo fue, yo... debí darme cuenta, debí protegerte de ellos, siempre supe que eran bajos y jamás me perdonaré el daño que te provocaron, haberte expuesto estúpidamente a ellos sin siquiera sospechar qué estaba escondido tras todo aquello.

-Liam, no empeores las cosas, de verdad. Después de... esto no sé cómo podré volver a reconstruir mi vida. Vete... por favor... no entiendes lo que puede ocurrir si saben que estás aquí -limpió mis lágrimas con una mueca de comprensión. Al sentir su mano sobre mi rostro un llanto convulso se apoderó de mí, la realidad era que no lo quería dejar ir, al contrario, deseaba que se quedara conmigo por siempre, que jamás volviéramos a separarnos, todo seguía intacto, asombrosamente más fuerte, no lo podía comprender, pero lo amaba más que antes, más que a nada. No obstante, ahora, además de sus padres, estaba mi vida ahí, Santiago...

Me acunó entre sus brazos por varios minutos esperando que el llanto remetiera y bajara de intensidad.

-No va a pasar nada, nunca más volverá a ocurrir nada siquiera similar, te lo juro. Kyana, necesito que regresemos y los enfrentemos, tengo información que los puede destruir si vuelven a acercarse a ti... -al escuchar aquello pestañeé varias veces sin comprender. Elevé el rostro encarándolo, no bromeaba y parecía muy decidido-. Sí... ¿Por qué crees que tardé tres días en venir?, cuando te fuiste, lo primero que pensé fue en seguirte, pero debía hacer las cosas bien esta vez, por eso llegué hasta hoy. Jamás volveré a arriesgarte, necesito que sepas que puedes retomar tu vida sin miedo y tomando tú tus decisiones. -Me depositó sobre la cama con suma ternura y salió de la recámara dejándome ahí asombrada por lo que acababa de escuchar. Regresó un segundo después con un fólder en la mano que me tendió para que lo agarrara-. Toma, es tuyo... Ahí hay muchas cosas que ambos han hecho, cosas que... no puedo siquiera repetir. Lo dejo en tus manos para que decidas lo que quieras hacer con esto -lo miré perpleja.

-Pero... -Puso un dedo en mi boca silenciándome al tiempo que se hincaba frente a mí.

-Nada... es hora de enfrentarlos, es hora de que te sientas libre... -Acarició mi labio dulcemente. Parecía abatido y expectante. No podía abrir el expediente que me dio.

-Liam... son tus padres... yo... no podría...

-Kyana, hace mucho que ellos dejaron de tener ese título en mi vida, pero con esto... créeme, no puedo perdonarlos, no puedo siquiera imaginar lo que sufriste por su causa y yo... Dios... ¿Qué no te das cuenta de que nunca pude olvidarte? A pesar de lo que sucedió la última vez que nos vimos, jamás logré arrancarte. Te lo debo, Kyana, con esto -señaló el fólder-, tu vida regresa a tus manos, tú decide lo que mejor te parezca, yo te apoyaré -bajé la vista sin saber qué hacer, qué decir-. Reservé un vuelo para medianoche. -Me levantó acercándome a él. Me dio un beso en el cabello como solía. Dios, lo que ahí pasaba no tenía sentido, no era posible, no lograba acomodarlo en mi mente por mucho que lo intentara-. Deben saber que estás protegida para siempre. Y quiero sepan que no te dejaré ir tan fácilmente esta vez. Un día te juré que encontraría siempre la forma de regresar a ti, tardé casi nueve años, pero te juro que cumpliré esa promesa -la boca se me secó al escucharlo, las palabras no llegaban a mi garganta. Eran demasiadas cosas en tan poco tiempo. Lo miré sin poder prácticamente respirar, ese Liam que tenía frente a mí era aún más asombroso que el anterior-. Tenemos el tiempo justo, cámbiate, te esperaré afuera... no tardes -De pronto, sin saber cómo, logré hablar.

-No, Liam... no iré -me observó desconcertado, parecía que creía que estaba mal de mis facultades-. Entiende... -le rogué ansiosa. Mi cabeza era un torbellino, no podía ser cierto que él estuviera ahí, que me estuviera diciendo lo que me acababa de decir y que yo me hubiera entregado a él sin importarme un rábano Santiago.

-¿Entender qué? -preguntó completamente perdido.

-Yo... ya tengo una vida aquí, no puedo hacer esto. Gracias por lo que hiciste pero... -cerró los ojos y respiró profundo.

-Claro que puedes y «debes» hacerlo. Podría ir yo solo y decirles que lo sé todo... sin embargo, el daño nos lo hicieron a los dos, Kyana. Arruinaron mi vida y ahora sé que tú tampoco me olvidaste. ¿Vas a permitirles que lo sigan haciendo? No te lo mereces, Irina no se lo merece, esto debe terminar, independientemente de lo que quieras hacer después -su voz sonó, en lo último, como ácido. Me alejé de él más confundida que nunca y dándole la espalda. No podía seguir viéndolo de frente, era impresionante, más aun enfundado solo en calzoncillos, pero lo más increíble era ver su resolución y carácter, ver en Liam a un hombre en todo su apogeo, en todo su esplendor.

-No te das cuenta de que ya lo hicieron... ya es tarde. ¿No lo ves? Todos esos años no regresarán nunca, ya nada es como debía ser -se acercó a mí haciéndome virar.

-No es tarde, es tu momento de enfrentarlo todo. No huyas por favor, te lo debes a ti, a tu madre, Kyana no te hagas esto -me separé molesta, con ese comentario tocó una fibra muy sensible.

-¡No huyo, jamás huí! -bramé apretando los dientes y los puños, agachó la mirada recordando lo que me había dicho.

-Lo sé, lo siento, Kya... yo... no sabía... estaba muy dolido, estos años han sido... eternos -lo entendía perfectamente, eso me llevó a bajar la guardia. El enojo desapareció enseguida como solía ocurrir siempre con él. Cómo era que nada había cambiado entre nosotros, eso era ilógico, asombroso, extraño.

-Liam... es solo que... ¿En qué cambiará el hecho de que vaya contigo y los enfrente?...

-En que podrás decidir lo que quieres hacer sin miedo, Kyana, ¿te parece poco? -negué con la mirada gacha, sabía que tenía razón. Maldito miedo, maldita situación; me sentía perdida, confundida-. Además... esta vez voy a luchar por ti, sé que no todo está perdido y juro que desplegaré todas mis armas, esos labios serán míos nada más, como debió ser todos estos años.

-Me... voy a casar -le recordé sorprendida por sus palabras, con nostalgia y dolor. Lo escuché exhalar fuertemente.

-Tú lo has dicho muy bien, aún no lo estás... así que borra de tu cabeza que me rendiré y menos después de lo que acaba de ocurrir aquí. Sé que si no sintieras lo mismo que yo no te hubieras entregado de esa forma. Fue como si el tiempo jamás hubiera pasado y lo sabes -no pude decirle nada más.

Salió dejándome sola en medio de la habitación. Apreté los papeles tan fuerte que mis nudillos comenzaron a doler. Fue por mí, la pesadilla en la que me sumergieron sus padres terminaría... ¿Qué pasaría después? Decidí que no debía pensar en eso, debía creerle, él no me arriesgaría si no supiera que las cosas entre su madre y yo quedarían perfectamente claras, ¿no? Y además, tenía razón, ese asunto tenía que terminar de una maldita vez.

Me duché de prisa. Me puse unos pants, me sujeté el cabello en una coleta y empaqué lo poco que saqué del equipaje. Abrí la puerta temblorosa pudiendo respirar profundo por primera vez en mucho tiempo.

Él estaba allí, entre la pequeña sala y el comedor, hablaba por el móvil serio. Lo observé desde el marco. De verdad parecía un sueño verlo ahí. El tiempo no pasó, el deseo entre los dos continuaba intacto, acababa de vivirlo y al parecer lo que sentíamos también, eso era aún más increíble después de tantos años.

Llevaba ahora un jean con una playera de cuello redondo azul y unos tenis casuales. No tardó ni un segundo en darse cuenta de mi presencia, cortó la llamada y se acercó a mí evaluándome sin poder esconder lo que habitaba en su interior.

-¿Lista? -Asentí con recelo. Me dio otro beso en el cabello, tomó mi maleta y otra más pequeña, que supuse sería de él, por el cambio de ropa y abrió la puerta. Lo seguí en silenció cerrando tras de mí. Ya en el elevador marcó de nuevo.

-Estamos listos... aquí lo veo -lo observé estupefacta ¡Habló en español! Volteó a verme sonriendo.

-Era una forma de tenerte cerca... -lo dijo como si fuera de lo más común y obvio. ¿En serio? Bajé la vista sin saber qué responder a eso, siempre supuse que me había olvidado, pero en ese momento y con lo que acaba de ocurrir, era evidente que no. ¿Qué debía hacer?

Un minuto después las puertas se abrieron y con un ademán me alentó para que yo pasara primero. Salimos y ahí estaba el taxi que llamó hacía unos segundos. Saludó al chofer con un español tan claro que me parecía insólito. Me subí y él después. Durante todo el trayecto no dijimos nada. Sentí su mirada sobre mí, cada cierto tiempo, pero yo no tenía el valor para verlo, mi cabeza brincaba de un lado a otro; Santiago, su madre, mi madre, mi vida, su vida, el futuro, el pasado, lo que ocurriría...

Llegamos una hora después al aeropuerto, check-in sin problema.

-¿Quieres algo? -ya estábamos en la sala de espera, faltaba una hora para que el avión saliera.

-No... gracias. -Me senté en una de las sillas con el bolso en mi regazo. Él se situó a mi lado y me observó por un momento. Acomodó un mechón suelto tras mi oreja como solía. Cerré los ojos recordando lo mucho que me gustaba que lo hiciese.

-Te ves cansada y... nerviosa -no era exactamente lo que quería escuchar, no obstante, sabía que tenía razón, los últimos días no me cuidé mucho y su presencia me tenía al límite, aunque era con lo que soñé todos esos años. Por otro lado, no tenía ni idea de qué vendría más adelante, no tenía ni idea de nada y eso me hacía sentir peor.

-Lo estoy -admití con voz apagada. Él asintió serio.

-Odio lo que te hicieron... -hablaba con mucho rencor y coraje. Giré mi rostro al lado contrario absorbiendo las lágrimas que pujaban por volver a emerger. La aborrecía, me robaron mi vida, mis sueños, mi serenidad y gran parte de mi seguridad y lo más espantoso era que quien lo perpetró se decía su madre. Lo escuché suspirar, no volteé-. Te traeré algo -un segundo después se levantó importándole muy poco mi negativa de hacía unos minutos.

Regresó con uno de los yogures bebibles que sabía era de mis preferidos; millones de veces me vio tomándolos gustosa y una diminuta tarta de moras. También tenía un café en la otra mano, supuse para él, sabía que no era mi bebida preferida pues me alteraba demasiado y en esos momentos no era recomendable, alterada ya estaba.

-Come... por favor, Kya -hacía años que nadie usaba ese diminutivo de mi nombre, amaba cómo se escuchaba en su boca. Agarré lo que me trajo sin tener más remedio.

-Gracias. -Se acomodó muy pensativo. Le di pequeños tragos a la bebida. Mi estómago estaba completamente cerrado, en pocos días sucedieron demasiadas cosas y no podía estar tranquila comprendiendo que en unas horas estaría parada frente a la mujer que consideraba, arruinó mi vida, por la que albergué tanto odio y miedo. Me quedé perdida observando a la gente, intentando olvidar el hecho de que él estaba a mi lado, que todo estaba ocurriendo, que mi vida podía cambiar pronto.

-Lo de hace un momento en tu casa... Lo siento -cerré los ojos al escucharlo.

-No fuiste el único responsable como bien dijiste.

-Kya, todo va a salir bien -sabía que se refería al enfrentamiento con sus padres. Al ver que ni siquiera lo miraba continuó-. Jamás podré perdonarlos... ahora sé de lo que son capaces y... Dios... Siento que los odio con todo mi ser de tan solo verte y saber lo que has tenido que pasar -lo decía en serio, con dolor, con amargura, con mucho rencor. No sabía qué decirle, las palabras no acudían a mi boca, me sentía muda, no podía ser nada sencillo ser hijo de personas así-. ¿Sabes?, nunca pude sacarme de la cabeza lo que me dijiste aquel día... no querías que comprendiera tus razones. ¿Por qué?... sé que tenías miedo, pero...

-Ya te lo dije... son tus padres, Liam, ¿qué podía hacer si me tenían amenazada? -susurré sin verlo. Tomó mi mentón para girar mi rostro hacia el suyo.

-Desde el momento que me separaron de ti, desde el momento que te hicieron lo que te hicieron dejaron de serlo... Tú... -cerró los párpados sin soltarme. Quería decirle que no lo hiciera, que no me privara de eso. Amaba sus ojos, soñé con ellos muchas noches y ahora que los tenía tan cerca me daba cuenta eran más hermosos aun, todavía me miraban de aquella forma que me hacían perder la cabeza-. Jamás te olvidé -me soltó abatido. Abrí la boca, la silenció con un dedo delicadamente-. No digas nada, no ahora. Ya habrá tiempo de hablar -observé la comida que tenía en mis manos sintiendo cómo cada célula despertaba de golpe. Media hora después comenzaron a llamar para abordar, me levanté sin saber qué hacer con lo que me compró-. Dámelo... ya veo que no piensas ingerir nada -claro que no, ¿quién podría en una situación semejante? Buscó un basurero cercano y lo tiró. Nos formamos sin decir más, unos minutos después ingresamos a la nave. Nuestros asientos eran en primera clase, me senté junto a la ventana y me perdí en lo poco que se podía ver hacia afuera. Diez minutos después despegamos.

-¿No dormirás? -murmuró en mi oído, sentirlo tan cerca provocó que me exaltara, enseguida un calor recorrió mi cuerpo. El avión estaba en penumbras como solía suceder en los vuelos nocturnos.

-No, no puedo -y era cierto. Estaba al límite de mis fuerzas, y aun así, no podía dejar de pensar que pronto vería aquel rostro con el que tanto tiempo tuve pesadillas.

-Inténtalo... -me sugirió poniendo sobre mí una frazada que hacía unos segundos pidió. Lo miré angustiada y él en cambio, me sonrió dándome un beso en la frente-. Cierra los ojos... yo cuidaré tu sueño, Bonita -aquel apelativo... Recordaba sin dificultad la primera vez que lo empleó; fue después de ese espantoso accidente generado por su madre. Dudé por varios segundos, no sabía si cerrar los párpados era buena idea y sin poder evitarlo, me mordí el labio. Bajó hasta mi boca y me besó-. Nunca pude resistirlo -se excusó.

-Trata -le rogué no muy convencida, sonrió importándole muy poco lo que acababa de decirle. Cerré los ojos alejándome un poco de él e intentando hacerle caso. No supe cómo, pero lo logré. De pronto empecé a escuchar esa voz que tanto me aterraba y vi su rostro riendo cínicamente, le había hecho daño a mi madre.

-Kya... Kya, despierta -Liam me sacó del horrible sueño, volteé hacia los lados sin recordar muy bien dónde estaba-. ¡Ey!, ya pasó... Sh... -quitó la bracera que nos separaba y me arrastró sin siquiera preguntar hacia él rodeándome por la cintura. Besaba mi cabeza una y otra vez intentando tranquilizarme. Yo temblaba y me sentía aún más alterada; si algo no salía bien estaría en serios problemas.

No conseguí dormir el resto del viaje evidentemente. Pero me sentía protegida y segura, ahí, entre sus brazos. Dios ¿cómo era que de nuevo todo se volteaba de esta manera?

Llegamos al amanecer a Myrtle Beach, después de una pequeña escala. En cuanto estuvimos abajo me tomó de la mano con naturalidad, como si lo hiciera de toda la vida y nos dirigimos al estacionamiento. Se detuvo frente a una Land Rover plateada, metió el equipaje en la cajuela y me abrió la puerta.

Casi una hora después se estacionaba frente a la enorme casa que vi aquel día que lo encontré. Estaba justo frente a... «nuestra playa» Abrí la boca sin poder evitarlo y lo miré confusa, atónita con los ojos de par en par.

-Sí... es mía, otra forma de sentirte cerca -señaló encogiéndose de hombros como si fuera lógico. Me bajé y la observé sin poder dar crédito, era realmente asombrosa. Sacó las maletas, caminó hacia una puerta de acero y la abrió-. Vamos... ¿No quieres conocerla? -reaccioné siguiéndolo muda. Subimos unas cuantas escaleras de concreto. Del lado izquierdo estaba la entrada, era una puerta de vidrio muy grueso dividido por varias líneas horizontales. Dejó el equipaje en el interior y regresó por mí, aún seguía en el marco de la puerta sin entrar. Rodeó mi cintura haciéndome avanzar.

Tenía un alto techo de concreto blanco con barras de madera cruzadas, del lado derecho estaba una sala color perla con cojines de diferentes tonos de café y en vez de cuadros tenía unos enormes ventanales de piso a techo que dividían la casa del exterior. La vista era hermosa, contaba con una gran terraza, después, una alberca y de fondo... el mar. Me perdí en él, absorbiendo lo hermoso que era y lo mucho que lo extrañé, no volví a un lugar con playa desde que escapé de ahí, a excepción del frío mar de Europa y al cual le hui todo el tiempo; no había vuelto a estar frente a ese majestuoso regalo de la naturaleza, hasta hacía cuatro días.

Giré el rostro al lado izquierdo. A unos cuantos metros de mí había una puerta que pensé sería un baño, hecha de madera maple, como todo lo demás. Enseguida un amplio espacio donde tenía muchos libros. Parecía un estudio abierto. Precioso. Contaba con algunos cuadros de figuras geométricas que lo hacía ver acogedor y moderno. Todo era duela y ventanas. Blanco y madera. ¡Guau!

-¿Te gusta? -¿era broma?, estaba increíble. Asentí sin moverme, volvió a presionar mi cintura, empujándome para avanzar más. En la sala contaba con una hermosa chimenea donde tenía al parecer algunas fotos. Intenté no mirarlas, no sabía con qué podía toparme, pese a que dijo que no me olvidó, eso no implicaba que no hubiese hecho una vida en todo ese tiempo, pues si era sincera, yo lo tenía tatuado en mi cabeza y llevaba un anillo de compromiso de otro hombre, ¿no? Así que continué con mi recorrido. Al fondo una gran cocina con una barra de granito claro que la hacía un poco independiente. Justo detrás de la hermosa chimenea estaba un comedor de madera clara con ocho sillas rodeando una mesa rectangular, en el fondo... la misma asombrosa vista.

Me quedé de pie frente a la barra.

-Es... preciosa -expresé aún impactada. Con uno de sus dedos bajo mi barbilla, consiguió que lo viera.

-Me alegra que te guste... Si no podía tenerte, haría todo para sentirte. -Me dio un beso en la boca que me derritió. Extrañé tanto su aliento sobre mí, sus labios rozando y torturando los míos. Me aparté en cuanto me soltó. Lo seguía amando. Me miró suspirando pensativo. No quería hacerlo sentir mal, me sentía feliz de tenerlo así de cerca, eso era más de lo que en esos nueve años me permití soñar; sin embargo, me sentía extraña, temerosa, dudosa y traicionera-. Dejaré tus cosas arriba, ¿quieres cambiarte y descansar?

-Preferiría que no lo hicieras, me quedaré con mamá -sonrió recordando esa Kyana aprensiva que tanto le gustaba, tomó mi rostro entre sus manos.

-Con ella también debemos hablar, pero no será así, hasta que hayas descansado, parece que perderás el conocimiento en cualquier momento, duerme... iremos más tarde... -propuso ahora preocupado, me separé negando.

-No... quisiera terminar con esto de una vez.

-Está bien, Kya... yo también, ahora vuelvo -bajó un minuto después serio-. Vamos -caminé tras él cada vez más nerviosa. Mis palmas sudaban, no tenía ni idea de lo que les diría, no obstante, a pesar de los años que pasaron sin vernos confiaba en él ciegamente. Liam siempre se mostró como un hombre complejo, pero conmigo fue mejor de lo que jamás siquiera imaginé se pudiera. Nunca logré encontrarle un defecto que me hiciera dudar, era complaciente, paciente, cariñoso, tierno, respetuoso y algo posesivo, pero eso jamás me importó, al contrario, me encantaba. Para él, yo era lo primero, lo único y saber todo lo que realizó por «sentirme cerca» me hizo sentir algo más profundo: pertenencia, amor, lealtad.

Ya arriba de la camioneta sujetó mi mano y la besó.

-Estás helada... -murmuró sin soltarme. Intenté quitársela, me lo impidió colocándola sobre su pierna y comenzó a frotarla- Me preocupas, siento que te desmoronarás y gritarás en cualquier momento... -lo decía agobiado y mirándome de reojo.

-Estoy bien -mentí observando cómo intentaba darme calor.

-De acuerdo, veo que sigues igual de testaruda... Por ahora no diré más, solo por ahora -recargué mi cabeza en el respaldo sintiéndome cada vez más ansiosa. Parecía mentira que todo terminaría en unas horas, mi pesadilla de nueve años tendría un fin.

Lo malo era que mi vida había cambiado, no sabía nada de Liam, ¿qué fue de él?, casado no estaba, su mano no tenía sortija y vivía en una casa donde no se veía nada femenino. ¿Habría estudiado lo que quería?, ¿estaría saliendo con alguien? Cerré los ojos regañándome por estar pensando en eso, ya me había vuelto a entregar a él sin pensarlo, no tuvo siquiera que pedírmelo... yo ya tenía un compromiso y la realidad era que le fallé; lo quería, no podía hacerle eso, incluso me pidió matrimonio y de no haber aparecido Liam de nuevo en mi vida seguramente pronto celebraría una boda, «mi» boda.

Dios... ¿Cómo lo podría volver a ver a los ojos?, lo traicioné y lo más espantoso era que en ese momento ni siquiera pensé en él. De verdad no tenía ni idea de lo que sucedería, era como estar en medio de nada, eso me causaba inseguridad y miedo, la misma sensación de hacía muchos años atrás.

-Llegamos... -abrí los ojos de inmediato, se estacionó en la acera. Observé la casa sintiendo mi cabeza revuelta. Solo fui ahí una vez, cuando desapareció. Jamás regresé. Tragué saliva y giré hacia Liam, él me estudiaba evaluando mi reacción-. Pronto terminará todo esto. No sabes cuánto siento lo que te hicieron, lo que provocaron... -acomodó un mechón tras mi oreja y me dio un beso en la frente. Su tacto me seguía enloqueciendo.

-Ya te dije que no fue tu culpa... ¿Cómo podías saberlo? -perdió la vista en la calle pensativo, parecía no estar de acuerdo con mi afirmación.

-Me diste muchas señales, Kyana, aún recuerdo con asombrosa claridad cada uno de esos malditos días; tus ojos... solo de pensar en las manos de ese tipo sobre ti me dan ganas de... -parecía ahora furioso, puse mi palma sobre su brazo.

-Liam... por favor -me miró contrariado, con los ojos razados.

-Robert me contó todo, Kyana -observé el mismo punto que él en la calle-. Sí, sé todo lo que pasaste. Tus miedos, tu dolor. Sé que sufriste al igual que yo con aquella situación y no sabes lo responsable que me siento, la rabia y el rencor que tengo dentro de mí... -no me tocaba, no me veía, pero podía sentir su cercanía como si lo hiciera.

-Por favor no te tortures con eso... no tiene caso, Liam -giró su rostro hacia mí arrugando la frente.

-¿No tiene caso?... ¿Cómo que no tiene caso, Kyana? No estás a mi lado, jamás lo superé y por lo que veo tú tampoco y ahora estás comprometida con otro hombre que no soy yo. Si a Irina no le sucede ese accidente tú jamás regresas. ¿No comprendes? No fuiste a la universidad que querías, dejaste todo tu mundo... lo que sentíamos, lo que sentimos -tomó mi nuca sin que pudiera evitarlo y me besó ansioso, en cuestión de segundos yo ya estaba rodeando su cuello y respirando con dificultad, sabía bien que tenía razón en todo lo que decía, pero no lograba acomodar esta nueva situación en mi vida. Se separó lentamente y posó su frente sobre la mía, los recuerdos me volvieron a atacar sin piedad, lo amaba, aún lo hacía, no podía negármelo-. No pienso dejarte ir sin luchar por ti, Kya, no de nuevo. Fuiste lo más hermoso que me ha sucedido y como te lo dije muchas veces, te quiero en mi vida para siempre, eso jamás cambió por mucho que lo intenté. Así que ya sabes... haré todo para que no te vayas jamás de mi lado. -Un segundo después bajó del auto sin darme tiempo de decir nada. Lo observé rodear la camioneta y abrirme la puerta-. ¿Vamos? -Asentí observándolo confusa.

Quería enfrentarla, sacarla de mi vida para siempre, lo cierto es que jamás siquiera soñé que el momento llegaría. Me tomó por el brazo y caminó a mi lado. Él también parecía estar pensando, librando una enorme batalla interna. Evidentemente no era fácil, después de todo eran sus padres los que provocaron todo. Sabía no era sencillo aceptar que las personas que le dieron la vida eran capaces de algo así. No se molestó en tocar la puerta, abrió tomándome de la mano.

La entrada de la casa contaba con un enorme recibidor, en medio una mesa circular y una lámpara de pequeños cristales colgando en lo alto de la bóveda. Una mujer regordeta y muy canosa apareció de pronto.

-Will... ¿Cuándo regresaste? -lo trató con familiaridad y cariño. La observé intrigada, iba ataviada con un vestido negro que la hacía parecer muy severa.

-Hace unas horas, Fanny -le dio un beso tomándola por los hombros y la giró hacia mí-. Ella es Kyana -la señora abrió sus pequeños ojos al escuchar mi nombre.

-Kyana, ella es Fanny... Es como... mi madre -no pude evitar sonreír al escucharlo hablar así, aunque en realidad me encontraba muy nerviosa. La mujer miró a Liam con ternura. Era el primer lazo afectivo que le conocía. En aquellos meses jamás vi a su hermano, mucho menos a su padre y su madre... bueno, ella no contaba, era el demonio encarnado, pero me daba cuenta de que Liam me mantuvo alejada de todo aquello conscientemente. Su vida se redujo a mí, a mi casa, a estar con mi familia, con nuestros amigos.

-Es un gusto de verdad -le di la mano, ella me acercó y me dio un beso en la mejilla.

-Lo siento, jovencita... pero he escuchado tanto de ti, que es como si ya te conociera -miré a Liam arrugando la frente. Después de todo no tenía ni idea de qué fue de su vida todo este tiempo. Él ignoró mi gesto deliberadamente, no parecía darle vergüenza lo que ella acababa de decir, no obstante, lucía ansioso. De pronto me di cuenta de que llevaba en el otro brazo el fólder color manila que hacía apenas unas horas me dio.

-¿Dónde están mis padres? -preguntó ya serio. Su quijada estaba tensa y su rostro contraído.

-En el comedor, tienen varios asuntos pendientes hoy.

-¿Y Richard? -lo observé sin comprender por qué preguntaba por su hermano.

-No tarda en bajar, llegó ayer por la noche.

-Bien, gracias, Fanny -giró hacia mí suavizando su expresión seria y reemplazándola por aquella mirada que sabía me desbarataba. Ese era él-. ¿Lista?

-Sí -musité no muy segura, sintiendo ya una manzana atorada en la garganta. Volvió a entrelazar mi mano con la suya, se la llevó a la boca sin dejar de verme y avanzó. Cruzamos una enorme sala que debía costar una fortuna; peceras, cuadros, obras de arte y esculturas adornaban todo de una forma muy clásica y elegante. Se detuvo frente a unas puertas muy altas de madera y las corrió de golpe. Dejé salir un respingo sin poder evitarlo.

Era el comedor. Iba justo tras él por lo que solo alcancé a ver una larga mesa como para veinte personas.

-Buen provecho -lo escuché decir con ira contenida.

-Hijo -era la voz de un hombre-. ¿Cuándo llegaste? -no proyectaba ninguna emoción.

-Hace unas horas -zanjó. Me puse justo a su lado, para que dejara de esconderme, juntando toda la valentía que no sabía que existía dentro de mí. Su madre fue la primera que vi. Envejeció, aun así, continuaba siendo exageradamente guapa e imponente. Al mirarme comenzó a toser y parpadear alterada. Algo que se metió a la boca hacía unos segundos la estaba atragantando de la impresión. No puedo decir que lo disfruté, pero tampoco me desagradó verla fuera de esa fachada de insoportable seguridad.

-Hola... «señora» -logré decir sintiendo como la rabia, el rencor regresaban. Tenía mis puños a los costados apretados fuertemente.

-La reconoces, ¿no es cierto? -su padre nos observó a ambos extrañado mientras una de las mujeres del servicio se acercaba a ayudar a esa mujer. La odiaba, la odiaba como nunca podría volver a odiar a alguien; arruinó mi vida durante nueve años, jamás se lo perdonaría. Se limpió educadamente la boca con una servilleta de tela.

-No tengo ni idea de quién es... -contestó con educación y volvió a meterse otro bocado con unos modales impecables. Por un momento temí que Liam le creyera. Abrí la boca atónita, pero él avanzó hasta una de las sillas desocupadas frente a ella y la aferró con fuerza.

-No mientas... no más -exigió, su voz estaba cargada de rabia, no pude moverme.

-¿Qué es todo esto, William?... ¿Quién es ella? -ordenó saber su padre sentado desde su lugar al lado de... ella.

-¿De verdad no sabes?... No te creo... -el señor se levantó molesto por su tono sarcástico mirándolo claramente furioso.

-Termina con esto de una vez, no estamos para estas cosas -refutó señalándome con indiferencia. Yo, por mi parte, no podía quitarle los ojos de encima a su madre mientras ella permanecía impasible.

-Por supuesto que terminaré con esto... y con ustedes... No saben cuánto los desprecio y me avergüenzan -el demonio encarnado en mujer, elevó la vista al escucharlo hablar así. El hombre aventó su servilleta sobre la mesa.

-¡Basta! No te atrevas a hablarnos de esa forma -su padre era igual de alto que él, no tenía sus ojos, sin embargo, su complexión era muy similar, aunque por él ya habían pasado los años, seguía siendo muy atractivo.

-¿Qué no me atreva?, y dime entonces cómo se atrevieron a hacerle ustedes eso. ¿Cómo? -su madre lo observó enarcando una ceja con altivez-. La amenazaron, cayeron en lo más bajo para separarme de ella, ¿cómo pudieron? -el señor frunció el ceño sin comprender mientras ella me miraba con aberración. Liam se dio cuenta-. ¡No te atrevas a verla así, nunca más te vuelvas a atrever! -rugió amedrentador, su progenitora pestañeó varias veces fingiendo no entender.

-No me hables de esa manera -le exigió con sus modales perfectos.

-Liam -lo agarré por el brazo para intentar tranquilizarlo, no quería que saliera más herido. Él tomó mi mano y después de darle un leve apretón negando, regresó su atención al par de personas que se proclamaban sus padres.

-¿Por qué no?, no te respeto en lo absoluto, fue bajo, fue... asqueroso, creíste que jamás me enteraría, que jamás lo sabría... pero ya ves... ahora lo sé y estoy dispuesto a todo por recuperarla... y esta vez no podrán intervenir.

-¿De qué diablos hablas? -quiso saber el hombre ya sin comprender nada.

-Que te lo explique ella, después de todo fue la que ejecutó su plan.

-¿Cuál plan? -le preguntó mirándolos a ambos confuso.

-Mi madre la chantajeó hace nueve años -giró hacia mí para que entendiera de quién hablaba-. Le provocó un accidente. ¿No me digas que no lo sabes? -su padre se quedó lívido. De repente le ordenó al servicio que abandonaran el lugar. Quedamos los cuatro solos en unos segundos.

-¿De qué está hablando, William? ¿Samantha? -La abominable mujer se puso de pie lentamente con expresión de inocencia.

-No sé, Richard, de verdad no lo sé. En mi vida había visto a esa chica -Liam enfureció y aventó la silla a un lado rompiéndola sin más. Se recargó en la mesa con ambos brazos tensos y se acercó a ella peligrosamente. Yo di un paso hacia atrás instintivamente, lo comprendía, sin embargo, no estaba preparada para ese ataque de ira, jamás lo vi así, salvo aquel asqueroso día.

-Eres increíble, impresionante... No mientas más, de nada te valdrá. Le creo, siempre le creeré... ¿Comprendes? Fue por eso que tuviste que llegar a tanto.

-No tienes pruebas -refutó convencida de estar ganando la batalla y con altanería en la mirada. Sentí ganas de cruzar la mesa y exigirle reconocer lo que maquinó, pero estaba completamente clavada en el piso y helada observando a Liam defenderme de esa forma tan fiera como solía hacer cuando éramos adolescentes. Lo compadecí; tener una madre así... Dios, tenía que ser una pesadilla, algo realmente horrible.

-Eso no importa, porque aunque no tiene pruebas de que la extorsionaron, sí tiene pruebas de cosas mucho peores que han hecho... Yo se las di, ella decidirá qué hacer. Así que ahora y hasta siempre, estarás en sus manos, dependes de lo que Kyana quiera hacer. ¿Qué dices a eso? -al escucharlo abrí los ojos impactada y vi el sobre que traía ahora yo en mis manos. Un segundo después me quitó delicadamente los papeles y se los aventó a su padre justo frente a su plato. El hombre los tomó, su madre se los arrebató claramente nerviosa. Su expresión de seguridad comenzó a caerse remplazándola una palidez y asombro.

-¿De-de... dónde sacaste esto? -su voz sonaba estrangulada después de haberlos hojeado. Su padre los agarró ya con facilidad y los leyó rápidamente.

-Eso no importa... te dije que era capaz de todo por conservarla a mi lado... No lo creíste y te atreviste a ir a buscarla y decirle que si no me dejaba... si no renunciaba a su vida aquí; la destruirías, no solo a ella, sino también a su familia... ¿Quién te crees que eres?... Me robaste la felicidad gracias a tu estúpida moral torcida y a tus ridículos prejuicios -su madre no hablaba, Liam la había desarmado.

-Samantha, ¿hiciste eso? -la interrogó su esposo furioso. Al ver que no contestaba y que me miraba amenazante, la tomó del brazo, forzándola a que lo viera-. ¡¿Es verdad lo que dice nuestro hijo?!

-Yo... bueno... -la soltó cerrando los ojos rojos de rabia. En ese momento comprendí que ese hombre no sabía nada.

-Sí lo hizo, sé que lo hizo y tú también sabes que es capaz de hacerlo... Por eso jamás la traje a esta maldita casa, por eso jamás les hablé de ella hasta aquel día, por eso la quise mantener apartada de este nido de ratas en el que crecí. Pero eso no les bastó, tenían que destruirlo todo, incluso lo único limpio que conseguí tener en mi vida, por lo que luché tanto para merecer a pesar del monstruo que era -sus palabras se me clavaban muy hondo. Él, Liam, Dios, tantas cosas, una vida como la suya, ¿por qué? De repente sentí que alguien estaba justo atrás de mí, giré y vi a un hombre formalmente vestido idéntico a Liam, solo que con ojos muy verdes, cabello del mismo color que el mío y complexión más angosta.

-Por Dios... -expresó impresionado, no sabía cuánto tiempo llevaba ahí, pero parecía haberlo escuchado todo.

-Escúchenme muy bien, no sé si lo hicieron juntos o no... no me importa en realidad, ninguno de los dos me importa.... de ahora en adelante no son mis padres... no quiero volver a verlos ni a saber nada de ustedes.... No les bastó hacernos la vida un maldito infierno a mí y a Richard, tenían que hacer que el ser que más he amado también viviera sumergida en él -no podía parar de pestañear del impacto de sus palabras. Durante nuestra relación claro que me di cuenta de que no la pasaba bien, que su niñez fue algo... triste, sin embargo, ahora comprendía muchas cosas, lo entendía mucho mejor a él y el enorme sentimiento que me demostró cada día.

-William... Hijo... debemos hablar... -su padre parecía ansioso y preocupado, mientras que ella seguía observándome despectiva, furiosa. No hui a su mirada, la enfrentaba intentándole transmitir todo el odio que sentía.

-No... no hay nada qué decir... Me destruyeron... Lastimaron lo que más me ha importado -Samantha giró hacia él sonriendo como si hubiese escuchado una broma-. Sí, mamá, jamás la olvidé... al contrario... la sigo amando -al oírlo confesar eso con tanta claridad, sentí como mi alma y corazón regresaban a su sitio-. Y gracias a lo que hiciste, mucho más que antes, así que les advierto una cosa; si le sucede algo a ella o alguien de su familia los haré directamente responsables. Recen porque no resbale sin querer, porque no sufra un accidente o algo extraño le suceda... porque si eso pasa, para mí los únicos culpables serán ustedes... No me tentaré el corazón, no cuando se trata de ella. Eso... -les dijo señalando aquellos papeles-, es su seguro, ella decidirá si lo entrega a las autoridades o no y yo... la apoyaré. Kyana, a partir de ahora está protegida, así como toda su familia. Un solo cabello de ellos dañado y créanme, se arrepentirán de existir -El hombre que hacía un momento estaba detrás de mí, ya se hallaba al lado de Liam poniéndole un brazo en el hombro en señal de apoyo. Sus padres lo miraron impresionados y luego posaron su vista sobre mí asustados.

-Hijo... no tenía ni idea. Es verdad que no era la mujer que pensaba para ti... pero jamás hubiera hecho algo como eso...

-Ya no importa, papá, no puedo creerte, no después de una vida llena de vacíos y saber ahora de lo que son capaces -el hombre bajó la vista hasta el fólder comprendiendo de qué hablaba, mientras tanto su madre se sentó derrotada en la silla sin saber qué decir, ni cómo defenderse. El cuadro era deprimente, patético y épico, si era honesta.

No puedo decir que saltaba de alegría, no comprendiendo el dolor que esto le causaba a él, al único hombre que amé y ahora entendía, amaría.

-La extorsionaron... la alejaron de su madre, la hicieron vivir con miedo todo este tiempo, la obligaron a tomar decisiones que no quería, hicieron que dejara a sus amigos, a mí y contrataste a ese asqueroso hijo de perra para que todos, incluyéndome, pensáramos lo peor de ella. ¡Le causaste un maldito accidente! No sabes cómo te desprecio... Comprenderé si quiere usarlos y es más, estaré a su lado si lo hace... le destruyeron la vida, maldita sea -lo decía en serio. Su madre se fue hundiendo en la silla cada vez más asustada por lo que acababa de decir.

-Hijo... por favor... -suplicó su padre aun incrédulo. Yo ya solo lo veía a él, al único hombre que despertó mi alma, al que estuve esperando todo ese tiempo sin esperanza, ese que siempre fue capaz de enfrentar todo por mí. Siempre fue él, todo el tiempo desde el primer momento, sin embargo, ahora no sabía cómo manejarlo, dentro de mi cabeza habitaba una revolución, mi vida se estaba volteando de cabeza de nuevo sin poder evitarlo.

Liam viró hacia mí, me miró con dulzura y mucho dolor.

-Lo que decidas hacer, estaré de acuerdo, Kyana. ¿Quieres decir algo ahora? -negué segura, la garganta la tenía cerrada, pero además, ¿qué más podía decir? Ya todo estaba muy claro. Me tomó de la mano y me pegó a él con firmeza-. Bien, a lo mejor después decidas hacerlo. Y como les dije, la recuperaré, intentaré resarcir lo que le hicieron y así me lleve siglos lograrlo, ella estará a mi lado. ¿Comprenden? Es la mujer de mi vida... siempre lo fue y... -giró hacia esa mujer después de decir todo aquello con sus ojos clavados en los míos-. No te preocupes por tener que emparentar con ella, madre, a partir de hoy, olvídense de mí como yo lo haré de ustedes -escupió con desdén.

De nuevo posó su atención sobre mí, lo que vi en sus ojos me llenó de dolor; sufría, sufría por lo que acababa de hacer. Nunca tuvieron buena relación y no sabía cómo fue los últimos nueve años, no obstante, eran sus padres, eso no podía cambiarlo. Me acerqué a su rostro sintiéndome presa de esa conexión que siempre existió entre los dos y le puse una mano en la mejilla. La tomó dándole un beso, rodeó mi cintura, abrió de nuevo las puertas y un minuto después ya estábamos saliendo de esa asfixiante casa.

-Liam... -volteamos al mismo tiempo. Era aquel hombre, su hermano supuse desde el primer momento que lo vi-. Yo, por Dios, lo siento... de verdad lo siento... es mezquino. Leí todo está mañana, no lo puedo creer -ya estaba frente a nosotros, lo miraba decepcionado.

-Lo sé... por eso necesitaba que lo supieras, no volveré aquí, Richard, no después de esto -su hermano tenía una mano sobre su hombro.

-Te entiendo... la vida con ellos nunca ha sido fácil y esto... raya en la locura.

-Ella es Kyana -cambió de tema Liam. Richard sonrió al verme, me dio un tierno beso en la mejilla.

-Al fin te conozco. Eres muy especial para este granuja, ¿sabes? -y le despeinó el cabello con fraternidad a su hermano menor. Liam sonrió con orgullo-. Espero que logren superar todo esto, en serio me apena todo lo ocurrido y debes saber que yo también te apoyaré si decides hacer algo, estás en todo tu derecho. Y antes de que se vayan déjame decirte algo; no sé qué le diste, sin embargo, créeme que me da gusto ver que te recuperó, desde ahora eres para mí una hermana... -asentí intentando corresponder su gesto y sintiéndome pésima por aquellas palabras. Liam dio un leve apretón a mi mano, eso no ayudó.

-Debemos irnos, Richard -señaló Liam mirándome-. Nos buscamos más tarde. ¿De acuerdo?

-Sí, Will, llámame, estaré esperando... el avión sale por la noche -se dieron un fuerte abrazo. De inmediato Liam tomó mi mano y no la soltó hasta que me subí a la camioneta.

Pensé que me sentiría mejor, que iba a ser una liberación y hasta cierto punto lo era. Pero saber lo que implicaba todo esto para él me dolía. Que yo sufriera todo ese tiempo no lo pudimos evitar, que Liam lo hiciera ahora, era algo que no tenía que haber sucedido. Por otro lado, aún sentía rabia y rencor contra esa mujer y ella era la única persona con la que podía sacar todo aquello, pero en ese momento no pude pensar en otra cosa que no fuera ese hombre que robó mi corazón, hacía más de nueve años, en una edad en la que no era común que eso sucediera.

Él, como siempre, ocupaba toda mi mente, sus palabras, sus confesiones, su forma aguerrida y decidida. No, ese no fue mi momento, pero... algún día tendría que desahogar todo esto con quien correspondía y me juré que lo haría.

-¿Estás bien? -me preguntó una vez que encendió el motor.

-Sí -musité sin poder dejar de observarlo.

-Tienes que comer algo -enseguida comenzó a manejar, no me atreví a contrariarlo, no después de lo que vivimos en aquel enorme comedor.

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