12. Inquebrantable.




Liam llegó temprano como prometió. Sentíamos una urgente necesidad de no separarnos, queríamos permanecer tocándonos o besándonos todo el tiempo. Fuimos por mi auto y lo llevamos a casa como habíamos prometido a mi madre. Después caminamos a paso tranquilo por «nuestra playa». Así comenzamos a llamarla a partir de entonces. Era poco visitada y no existía prácticamente ninguna construcción a su alrededor. Estaba escondida por la arena, así que debíamos acercarnos al límite de una montaña para acceder a ella y ver el tronar de las olas. Una de las razones por las que nos gustaba ese lugar; nadie podía vernos, éramos solo él y yo. Por otro lado, en ese sitio todo había comenzado, y por lo mismo lo sentíamos nuestro.

Después de un rato sacó una frazada del auto y la tendió sobre la superficie. Me atrajo riendo contra su cuerpo recostándonos.

—Te amo tanto, Kya —susurró pegado a mi oído. Sonreí al escuchar su tono medio ronco.

—Y yo a ti, más que a nada, Liam —Me recargué sobre su pecho para poder verlo. Me estudió entornando los ojos.

—¿Por qué sospecho que algo ronda en tu cabeza? —A veces no era tan genial que me conociera por completo. Me mordí el labio girando hacia el mar, tomó mi barbilla y me devoró de inmediato—. ¿Me lo dirás? —preguntó arrugando la frente.

—Mamá habló hoy conmigo —enarcó una de sus rubias cejas expectante—. ¿Recuerdas el día que vino mi padre? —asintió con los ojos, no me seguía.

—¿Qué pasa, Kya? —resoplé torciendo la boca.

—Dicen que lo nuestro es... demasiado fuerte —seguía mirándome sin entender, resoplé—. Mi padre se fue preocupado, cree que lo nuestro rebasa lo normal. Mamá cree que no sabemos manejarlo, ¿eso... es malo?, digo, no sé, estos días fueron horribles, pero qué, ¿acaso ellos no reaccionarían así ante una situación como esa? Enamorarse es así ¿no?, bueno, lo cierto es que no tengo nada con qué compararlo... ¿Crees que es como para que mis padres se preocupen? ¿Piensas que tienen razón? —deseé saber desconcertada. Se sentó frente a mí con las piernas cruzadas, hice lo mismo. Reflexionó sobre lo que dije.

—Tampoco tengo nada con qué compararlo, Kya. Tú eres la primera persona de la cual me he enamorado. Supongo que en parte tienen razón, por lo menos no veo a ninguno de mis amigos sentir algo como lo que siento, incluso les parece absurdo pensar en una relación tan seria y formal a nuestra edad. Lo cierto es que es así; te amo, me amas, esto no es algo de secundaria. Sé, siento que trascenderá —pasó una mano por mi cuello y me acercó a su rostro, cerré los ojos al sentir su aliento tan cerca, me encantaba—. Y tú, ¿qué piensas?...

—No sé, creo que a veces... tengo miedo... —confesé. Apenas me salieron las palabras debido a su cercanía. En ese momento su expresión cambió. Cerró fuertemente los ojos y cuando los abrió parecía culpable.

—Kyana, no sé explicar lo que sucedió estos días, ni yo mismo lo entiendo. Pasé horas sentado frente al mar pensando en ti. Me sentía tan... vacío, tan solo. Cuando noté que ambos la pasábamos igual, imaginé que era porque no sabíamos estar el uno sin el otro, lógico, por lo que sentimos. De verdad no sé qué sucede, qué me pasa contigo, probablemente no lo sepamos manejar como dice Irina. ¿Quién podría?, es fuerte, abrumador, pero... definitivamente es y eso no va a cambiar. La certeza está en tus ojos cuando te miro y en lo que siento cuando te toco, en lo que tus palabras logran en mí —acarició mi mejilla intentado buscar las frases adecuadas—. Eres lo más especial que hay en mi vida, lo único por lo que me levanto cada mañana, sin ti me falta el aire... es como si no funcionara nada... Y sí, tienen razón, somos muy jóvenes y aunque ese es nuestro punto en contra, no me importa, nada me importa... Solo tú, y eso no tiene nada de malo. Así que te suplico no tengas miedo, no hay razón, los dos sentimos lo mismo, extraño o no, así es, estaremos juntos, no hay manera de que las cosas sean de otra forma —acerqué mis dedos a su frente e hice a un lado uno de sus cabellos para tocar su piel, definitivamente él era la razón de mi existencia, y sin Liam la vida no sería jamás la misma.

De pronto se arrodilló frente a mí, poniendo una de mis manos sobre su corazón, traspasándome con la firmeza y veneración de su mirada grisácea.

—Kyana, te juro aquí... en «nuestro lugar», que tú y yo realizaremos una vida juntos. En donde no quepa nada más salvo lo que sentimos. Construiremos nuestro propio mundo y envejeceremos juntos. No hay algo que desee más en mi existencia que tú en ella... Te amo y siempre encontraré la forma de regresar a ti, así el mundo salga de su órbita, choque la galaxia, o algo no salga como deseo ... Siempre... pase lo que pase —acorté la distancia abalanzándome sobre su glorioso cuerpo, provocando así que ambos cayéramos en la arena y lo besé con toda la pasión contenida. Eso era lo único que necesitaba escuchar, confiaba y creía en él como en nadie.

Al sentir mi ansiedad se dejó llevar de inmediato. Sus labios eran mi mejor medicina, era mío y yo ya era suya, ¿qué más daba todo lo demás? Unos segundos después recordamos dónde estábamos, no nos hallábamos del todo solos. Al darnos cuenta, nos reímos sobre nuestras bocas. Le di un último beso sin poder aguantarme.

—Yo también te lo juro, eso es lo único que quiero... —rodó y terminó sonriente sobre mí.

—Entonces así será —y volvimos a probarnos.

Decidimos olvidar esa sensación molesta y nos dedicamos a conversar sobre la relación de Emma y Kellan y nuestros planes para la universidad. Increíblemente mis miedos desaparecieron, junto a él todo era fácil. Para mi sorpresa, al atardecer sacó una cesta llena de comida. Fue de verdad una tarde inolvidable. Mi cabeza ya estaba llena de muchos momentos como esos a su lado, sabía que los recordaría para siempre. Cuando anocheció y comenzaba a hacer un poco de frío, Kellan marcó.

Nos encontramos con ellos en casa de Emma. Ahí también estaba Annie y Luck. Entre ellos dos surgió una fuerte amistad, pero todo indicaba que de ahí no pasaría. Jugamos en la mesa de billar que tenía en su gigante terraza. Mientras su madre no se cansaba de dejarnos bocadillos y refrescos suficientes para un regimiento.

Nadie nos preguntó nada, nos recibieron relajados comprendiendo que ya todo había pasado. Ahí, en medio del juego y las risas hicimos planes para las vacaciones, al parecer nadie saldría. Así que Kellan ofreció irnos a una casa que tenía a unas horas de allí el siguiente fin de semana. Quedaba muy cerca de donde Liam se había refugiado. La idea me ilusionó. Lo cierto es que por muy entusiasmada que estuviera, no tenía idea de si mi madre lo vería con buenos ojos, pero lo intentaría, moría por pasar unos días a su lado.

Por la mañana del lunes mientras mamá se fue a trabajar, aseé toda la casa a conciencia. Revisé todos los correos, los contesté. Le hablé a Jane y Raúl, me quedé de piedra cuando me confesaron que estaban juntos. ¡Eso sí que era toda una noticia! Intuía desde su visita que algo sucedía, no obstante, al parecer ellos se tardaron poco en darse cuenta. Se escuchaban felices, tenían puesto el altavoz y me contaban los pormenores de la historia. Fue por demás divertida: celos, raptos, confesiones y al final, lo irremediable, una declaración.

Liam llegó mucho antes que mi madre. Le conté emocionada sobre mis amigos, dijo que él también se percató de que algo sucedía entre ellos.

—Es asombroso... crecimos juntos, Liam... Ojalá y resulte, sería horrible que nuestra amistad terminara por eso... —estaba sentado en una silla tan alta como él a un lado de la barra de la cocina y tenía rodeada mi cintura.

—Ya verás que sí y espero sean la mitad de felices de lo que yo soy junto a ti... —Me acerqué para darle un beso sonriendo. No podía evitarlo, cuando me miraba y hablaba así... era imposible no querer comérmelo entero. Mi plan se vio frustrado cuando el timbre sonó, corrí a la puerta mirándolo coqueta y con una promesa en los ojos. Sonrió encantado. Abrí.

—Hola... —al escuchar la voz procedente del exterior me paralicé. Era Max, no tenía buen aspecto, aun así, no me dio ni un gramo de lástima, no después de lo que había provocado. Enarqué una ceja retadora cruzándome de brazos.

—¿Qué haces aquí?... ¿No te parece demasiada desfachatez atreverte a tocar mi puerta después de lo que hiciste? —desvió la mirada un tanto asustado sin prestarme atención, al sentir la mano de Liam rodeando mi cintura protectoramente, comprendí qué era lo que veía. Sentí pánico, las piernas me tambalearon. No quería un problema, ya no.

—Necesito hablar con ustedes —pidió con voz apagada. Ni en sueños. Intenté cerrarle la puerta en la cara, era lo menos que se merecía el muy cínico. Mi novio me detuvo sin soltarme. Parpadeé sorprendida e intranquila, no podía verle el rostro, por lo que no sabía qué haría. ¡Diablos!

—Me parece que no hay nada de qué hablar, Max —zanjó Liam imperturbable. Estaba segura que lo querría golpear, no entendía su serenidad. Llené de aire mis pulmones esperando que de verdad se comportaran como dos seres civilizados.

—Te equivocas, Liam... lo que viste fue... —Mi examigo lucía abatido, eso no logró ablandarme.

—Lo sé, tú la besaste —completó mi novio la frase sin un ápice de sentimiento. Max agachó la cabeza asintiendo arrepentido.

—Sí...

—Bueno, eso ya lo sabe, ahora vete... —insistí alzando la voz. Liam me apretó un poco como tratando de que me calmara, al parecer él sí quería escucharlo. Max lo miró confundido dándose cuenta.

—No pensé que lo tomaras así... vine creyendo que...

—Que Liam te golpearía. Debería hacerlo yo, ¿no crees? —Al ver mi reacción asintió resignado. Pestañeé aturdida ante su docilidad; había ido ahí consciente de que podía salir con algunas lesiones. ¿Qué traía entre manos?

Liam acercó sus labios a mi oído, sentí de inmediato un cosquilleo por toda mi columna vertebral.

—Kya... por favor... tranquila. Deja que hable... —Me quedé muda mirando a Max molesta.

—Kyana, perdóname. No lo pensé, me alegré al terminar ese jodido trabajo, nos costó mucho, fue un impulso... —¿Un impulso? Me creía estúpida. Logré deshacerme del brazo de Liam. No di ni un paso cuando volvió a acomodarme a su lado. No quería confrontaciones. Bufé vencida y recargué mi rostro en su pecho resignada. Tenía razón, yo le había pedido evitar justo eso—. Lo que hice fue muy bajo, Liam, yo no soy así. Lo que dije... es obvio que sabes que no era cierto... —Nos observó comprendiendo que habíamos arreglado el malentendido—. Sé que te hice daño, Kyana. Me sentí un miserable al verte ese par de días así... —Liam se tensó—. Cuando me preguntaste si me sentía mejor por haberme vengado, la realidad era que no. Me hiciste pensar mucho... ya no quiero esto. Es absurdo, aunque sé que jamás podremos ser amigos de nuevo —Ahora miraba al causante de su odio—. Jamás hubiera pensado que tú podrías hacerme algo como lo que hiciste aquel día...

—¡Agh! Él no te hizo nada —escupí harta. Liam nuevamente se tensó e intentó tranquilizarme apretando mi cintura, pero yo no me iba a callar aunque él me lo pidiera, ese malentendido debía terminar, ya había causado muchos problemas. El chico que me había besado sin consultarme parecía confundido— Sí, Max. Jen los usaba a los dos —Mi examigo abrió los ojos de par en par, no tenía idea de que yo supiera todo—. Mientras estaba contigo estaba también con él y quién sabe con cuántos más. Lo cierto es que Liam no tenía idea de que había algo entre ustedes, no llevaban mucho tiempo de novios, ¿no es así? y tú y Liam ya no eran los amigos que solían, ese día él se enteró... —Max estudió desconcertado al dueño de esos grilletes que no permitían acercarme y darle otra bofetada, por tarado. Lo asombroso fue percatarme de que este le sostenía la mirada penetrantemente, continué—. Ella lo buscó esa noche para rogarle que no te dijera nada y lo besó justo cuando tú llegaste. No sé cuál era su plan, pero así fueron las cosas y hay testigos. Así que en efecto... es absurdo todo esto... —Ninguno de los dos habló, se observaban de una forma muy extraña.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—Lo intenté, pero todo se salió de proporción bastante rápido... —Max agachó su castaña cabellera metiendo las manos dentro de los bolsos del jean.

—No lo sé, Liam. Después de eso pasaron demasiadas cosas... —volvió a encararnos—. Sin embargo, necesito ofrecerles una disculpa, sé que la lastimé. Y al verla a ella supe que había llevado las cosas demasiado lejos. En algún momento... sabes que me interesó, ahora no es así. Me doy cuenta de cuánto se quieren. Y cuando te vi, sentí la necesidad de que sintieras lo que yo aquella noche, lo cierto es que jamás pensé en lo que provocaría. Nunca podré olvidar tu mirada, Kyana, de verdad eso fue lo que me hizo reaccionar. Pensé mucho para venir, sé que regresaste desde el viernes, es solo que preferí dejar pasar unos días... Lo siento, en serio —estaba atónita, hablaba honestamente y teniendo a Liam junto a mí debo confesar que ya no sentía tanto rencor.

—Besarla fue lo peor que pudiste hacerme, Max. No solo la quiero, la amo y esto la lastimó demasiado. Ella te consideraba su amigo, la usaste por algo entre tú y yo. Sé que han sucedido muchas cosas entre nosotros, pero necesito que se detengan, Kya está en medio, no soporto que así sea y sé que tú tampoco. Por favor... hay que dejar esto de una vez... tú ahora sabes cuál es mi punto débil, no voy a permitir que vuelva a suceder algo así. ¿Comprendes? —sonó tranquilo, pero había un dejo de amenaza en su voz que no pasó desapercibido ni para Max, ni para mí.

—Jamás volverá a ocurrir, la considero mi amiga, o por lo menos la consideraba antes de la bajeza que cometí —Ambos situaron la atención en mí por lo que no pude evitar morderme el labio, el cuadro era por demás extraño— Liam tiene razón, Kyana. No te la he puesto fácil y tú nos has demostrado todo este tiempo que somos importantes para ti. Espero me puedas dar otra oportunidad. Prometo no tendrán una queja sobre mi conducta, sé que Liam ha cambiado desde que está a tu lado. Tengo que admitir que no es ni el rastro de lo que era y eso es por ti. Yo también quiero que pare todo esto... —giré hacia mi novio. Ciertamente estimaba a Max, por lo mismo no sabía si estaba preparada para olvidar lo que hizo. Él respiró profundo, parecía estar pensando a mil por hora y después de unos segundos, asintió dejándome a mí la decisión.

Encaré a Max.

—No lo sé, esto fue... muy duro para los dos. Es verdad que los quiero, pero me lastimaste mucho, jamás lo hubiera pensado de ti. Creo que será cuestión de tiempo y por otro lado, Liam, es lo más importante para mí, así que no permitiré que vuelva sentir lo que sintió aquel día.

—Lo comprendo, y bueno... creo que para variar tienes razón, es tiempo. Liam, debes saber que te creo, sé que es verdad lo que dijo Kyana. Es más, creo que de alguna forma siempre lo supe, pero se conjugaron tantas cosas. Espero que también con el tiempo las diferencias entre nosotros queden superadas... —era increíble escucharlo hablar así, era como si fuera otra persona. Estaba atónita y con los ojos bien abiertos.

—Yo también lo espero y más que por mí o por nosotros, por ella... Kyana es la única que no tiene nada que ver en todo esto Max, y la que más lastimada ha resultado por nuestras diferencias.

—Lo sé y lo cierto es que me da gusto ver en lo que te ha convertido, que eres... como solías. De mi parte ya no habrán más problemas... —parecía más relajado, incluso contento.

—Creo que es lo mejor, de mi parte será igual —Ambos sonrieron amigablemente. Al parecer ya todo había terminado y las cosas iban a cambiar realmente. No lo podía creer.

—Bien, ya dije lo que tenía que decir, así que me voy. Gracias por reaccionar así, pensé que iba a salir de aquí incompleto —alzó la mano despidiéndose y se alejó. Nos quedamos observándolo. Unos segundos después Liam cerró la puerta y me besó, aprovechando mi aturdimiento.

—Pensé que reaccionarias diferente —admití contra su boca.

—Yo también, pero te lo prometí y aunque lo que hizo me puso furioso yo no voy a causar más problemas, siempre sales lastimada por eso. Te dije que por ti soy capaz de todo, Kya y es verdad, soy capaz incluso de perdonarlo. Lo único que quiero es que estés feliz...

—En serio te amo, te adoro... No sé qué hice de bueno en mi vida para tener a alguien como tú a mi lado, pero me encanta que así sea.

—Créeme cuando te digo que soy yo el que no comprende cómo es que te tengo conmigo, pero voy a hacer todo lo necesario para que así siga siendo...

Más tarde me dejó sola con mi madre para que pudiera gestionar el permiso. Liam me dijo que si no cedía, no la presionara; él y yo encontraríamos qué hacer. Cuando terminamos de comer decidí que era el momento justo. No lo pensé demasiado, respiré hondo y me aventuré.

—Mamá, Kellan tiene una casa a un par de horas de aquí y... nos invitó a pasar el fin de semana... —mis palmas sudaban, para mi sorpresa me miró tranquila.

—¿Quiénes irán?

—Él y Emma, Annie, Luck, Liam y yo. —Torcí la boca esperando una negación rotunda. Estaba metiendo los platos en el lavavajillas, pensaba su respuesta. Suspiró y giró de nuevo.

—Kyana, nunca te he negado un permiso, nunca me has dado motivos. Te confieso que me da miedo, pero también me queda claro que tienen mucho tiempo aquí a solas, como para hacer lo que deseen. Solo quiero pedirte, suplicarte... que no te dejes llevar. Son muy jóvenes y sé cómo se quieren, no cometan una tontería. Cuídate, cuídense, no arruinen su futuro y lo que tienen.

—Te lo prometo, yo tampoco deseo estropear todo.

Se acercó a mí tomándome por ambos hombros.

—Confío en ti y tienes mi permiso para ir. No me defraudes, pero sobre todo, no te defraudes a ti misma, eso es lo único que te puedo decir —asentí dándole un gran beso, feliz.

—Sí, mamá, te lo juro.

Cuando le dije a Liam más tarde se puso feliz. Los días siguientes fueron geniales, estuvimos juntos todo el tiempo y también salimos con nuestros amigos. Para el jueves ya teníamos todo organizado y partimos el viernes temprano. Kellan llevó su auto y Liam el suyo. Aquel paraje no se encontraba muy lejos de Myrtle Beach.

Después de un poco más de cuarenta minutos, llegamos. La casa era hermosísima y muy grande. Estaba frente al mar. Todo era ventanas y paredes blancas, con una alberca enorme y varios camastros. Increíble.

La elección de recámaras fue fácil. Luck en una, Annie en otra, Kellan y Emma eligieron la que solía ser de él cuando iba y Liam y yo la más alejada de todas. Tengo que confesar que, al principio, pecando un poco de mojigatería: dudé. Me dio miedo tenerlo tan cerca, aunque paradójicamente no existía algo que quisiera más que saber lo que era despertar a su lado. Mi cabeza era un lío. No le hice caso.

Dejamos las cosas cada quien en su habitación. La que elegimos daba al océano, se encontraba en el segundo piso. Contaba con una inmensa cama king size. Toda la recámara estaba decorada en tonos miel con luces tenues. La ventana era de piso a techo y las cortinas se hallaban corridas para poder ver el paisaje. Era como tener frente a nosotros un prefecto cuadro de una de las cosas que más amaba en la vida: el mar. Contaba con un gran baño de azulejos claros. Igual que el resto de la casa, y el cuarto gozaba de duela natural. Parecía sacada de una revista de diseño.

Una vez solos, los nervios hicieron de las suyas, me quedé de pie viendo hacia afuera mientras él deshacía su equipaje. No miento, me encontraba ansiosa aunque también asombrosamente feliz. Al comprender mi actitud, rodeó mi cintura colocando su rostro sobre mi hombro. Enseguida mi sangre bombeó más rápido de lo usual.

—Deja de morderte el labio, ya sabes que no me puedo controlar cuando lo haces... —enseguida dejé de hacerlo e intenté sonreír mirándolo de reojo. Se puso frente a mí y levantó mi rostro con su dedo pulgar para verme a los ojos— Kya, tranquila, el que estemos aquí no quiere decir que tiene que suceder algo de lo que tú no te sientas segura. No va a pasar nada que no desees, créeme que lo único que quiero es estar contigo. Por favor no estés nerviosa... si prefieres que duerma en otro sitio, lo entenderé...

—¡No! —solté inmediatamente escuchándome más segura de lo que en realidad estaba. Él rio y me abrazo divertido.

—De acuerdo, ya sabes que se hace lo que tú digas.

—No te burles, claro que quiero dormir aquí... contigo... Es solo que no quiero cometer un error.

—¿Un error? —frunció el ceño.

—Sí —de pronto entendió, acomodó con suma atención un mechón tras mi oreja como solía hacer.

—No voy a permitir que algo así pase, por supuesto no ahora, aunque en el futuro sí deseo tener montones de errores tuyos y míos ¡Eh! —apretó mi nariz con ternura. Sonreí al escucharlo, comprendió mi temor sin problema—. Anda, vamos a cambiarnos, quiero aprovechar estos días al máximo contigo —Me iba a alejar cuando tomó mi brazo y me besó—. Eres única, Kyana... y adoro tú sinceridad.

Quince minutos después bajamos, yo ya me había puesto un traje de baño de dos piezas y un pesquero de algodón. Él solo llevaba su short, junto con nuestras toallas sobre su hombro. Ya estaban todos alrededor de la piscina, riendo por algo que no escuché. Dejamos las cosas y cuando menos me di cuenta Kellan jaló hacia la piscina a Liam, este no se fue solo, mi novio lo arrastró junto con él. Mis amigas y yo soltamos la carcajada. Pero la diversión nos duró poco. En cuanto los vi salir supe que las que seguíamos éramos nosotras. Intentamos huir, pero eran demasiado ágiles. Liam fue el primero que alcanzó a Annie, Luck a Emma y Kellan a mí. Ni siquiera me dio tiempo de quitarme los pantalones, ni a mí, ni a mis amigas.

Todas nos salimos como perros mojados para sacarnos la ropa empapada. El estómago, para esas alturas, me dolía de la risa, de repente nos percatamos de que Luck aún seguía completamente seco. En cuanto se descuidó las tres pasamos a un lado de él y sin esfuerzo, cayó. Las carcajadas regresaron de inmediato y de nuevo otra guerra.

Más tarde organizamos equipos para jugar fútbol en la piscina. Kellan sacó unas porterías de plástico, una pelota y las acomodó en ambos extremos. En mi equipo estaba Emma y Luck, así que los otros tres eran nuestros rivales. Fue una locura, se valían de cualquier cantidad de tretas para ganar el balón. Cada uno marcaba a alguien y por supuesto Liam me marcaba a mí. Me hacía a un lado sin ninguna dificultad, era imposible luchar contra él. Al final Emma y yo, en uno de los tiempos fuera, decidimos usar otras maniobras más efectivas para confundirlos y así poder quitarles el balón sin tanto problema, «estrategia pura», lo llamó Luck orgulloso.

Fue increíble ver cómo ambos cayeron sin problema. Mientras Annie les gritaba que reaccionaran, no podían, los mirábamos coquetas y los tocábamos de forma provocativa, por lo que hacían lo que queríamos con tan solo la promesa de un beso. Luck estaba feliz con nuestra «táctica», al final les ganamos por dos puntos.

—En serio son increíbles, ¡eso son los trucos más viejos del mundo! —Annie los reprendía a ambos. Liam nadó hacia mí sonriendo.

—Lo siento Annie, pero yo a ella no puedo negarle nada y un beso mucho menos —era cínico, pero le importaba poco. Giró hacia mí, me tomó del mentón y posó sus labios sobre los míos sin escatimar en deseo. Guou.

—Perfecto, de ahora en adelante yo quiero con ellas... —anunció mi amiga divertida, provocando que ambos riéramos aún sin separarnos.

—Claro que no, esas mentes perversas son mi equipo, ni de broma las dejaré ir —Luck y ella comenzaron una guerra sobre quién se quedaría con nosotras en caso de otro juego. Los demás nos limitamos a carcajearnos del otro lado de la piscina, era absurda su discusión. Después de un rato de no poder ponerse de acuerdo se dieron por vencidos. Ya era mediodía y el clima estaba templado. Liam y yo nos fuimos a caminar, los demás se quedaron jugando cartas.

Regresamos riendo, nos molestamos todo el tiempo e incluso terminamos revolcados por algunas olas heladas, por lo mismo destilábamos agua y teníamos arena hasta en la boca. Nos enjuagamos en las regaderas que tenían justo subiendo las escaleras que daban a la piscina. Más tarde comimos, hambrientos y organizaron otro juego en el que perdimos sin remedio.

Como a las nueve prendieron una fogata. Los seis nos sentamos alrededor. Emma y yo comíamos malvaviscos felices, mientras Kellan, Luck y Annie tomaban cerveza y Liam escuchaba los chistes que entre ellos contaban. Yo no solía tomar, lo probé en varias ocasiones y no fue lo mío. No sé, el sabor no me agradaba, por supuesto contaba con algunas borracheras en mi lista; pero la resaca y que fuera amargo al contacto con la lengua, ¡puaj!, no me atraía. Lo extraño era que Liam tampoco parecía necesitarlo cuando estaba conmigo; ya me había percatado en otras ocasiones en las que el alcohol circulaba como solía, que él lo evitaba sin más. Más tarde le preguntaría a qué se debía, porque abstemio estaba segura no era.

Cuando por fin quedé satisfecha de tanto dulce, cosa que sí me fascinaba, él me recibió entre sus piernas, rodeándome con una frazada que también lo cubría. Me sentía realmente feliz, y completamente enamorada, ¿qué más podía pedir?

Kellan comenzó a narrar una historia de terror; era muy bueno para esas cosas. Más de una vez me hizo dar un respingo. Liam reía tras de mí apretando sus manos en torno a mi cintura con un poco más de fuerza. No solía ser miedosa en lo absoluto, al contrario, todo eso me encantaba, pero él lo hacía parecer Asombrosamente real. Incluso asustó a Emma sacándole un gran grito, que después remedió dándole miles de besos y otras miles de disculpas. Era evidente que ya todos estábamos listos para dormir. No habíamos parado en todo el día.

—¿Tienes sueño? —preguntó bajito en mi oído. Asentí exhausta—. Nosotros ya nos vamos —anunció Liam, ya pasaba la medianoche y yo estaba prácticamente dormida sobre él. Tomé su mano, repentinamente despabilada, siguiéndolo sin respingar.

Cuando llegamos a la recámara se dio un baño, mientras yo sacaba mi ropa de dormir. En cuanto terminó, yo lo emulé. No sabía cómo actuar, jamás había estado en una situación ni siquiera similar. Alargué el tiempo en la ducha lo más que pude; me puse unos shorts de algodón junto con una playera de tirantes; me desenredé el cabello como si en seis meses no lo hubiera hecho; temblaba. Llené de aire mis pulmones, agarrando valor de algún lugar de este cobarde cuerpo y salí. Liam estaba acostado con la cama destendida, cambiando distraído los canales de la televisión, que tenía justo enfrente. Me vio y dejó de hacerlo sonriendo. Comencé a revolotear nerviosa por el cuarto.

Al darse cuenta de mi actitud, se levantó y me sujetó por la cintura. Aún tenía el cabello húmedo y llevaba el torso desnudo. Dios, hiperventilaría. De verdad mi boca se secaba como si me encontrara en un desierto, era como si la saliva decidiera renunciar a su cargo y desapareciera así, sin más. La realidad es que Liam era asombrosamente atractivo, varonil, y como si eso fuera poca cosa, lo amaba hasta el desquicio.

—Ey... tranquila... vamos a dormir... no te pongas nerviosa... —asentí mientras me llevaba de la mano a la gran cama. Se acostó sonriente, jalándome para que yo lo hiciera a su lado—. ¿Qué quieres ver? —preguntó tomando de nuevo el control de la TV Encontró una serie que nos gustaba y ahí la dejó. Me hallaba recargada en su pecho mientras él me tenía rodeada con uno de sus enormes brazos. El nerviosismo comenzó a diluirse sin que me percatara, parecía algo muy normal estar así: acostados uno al lado del otro, riendo por algo que había dicho el protagonista del programa.

—Liam...

—Mmm —me dio un beso en el cabello en respuesta.

—Te amo... —Él solía ser el que lo decía primero, sin embargo, en ese momento sentía mi corazón lleno de ese sentimiento. Elevó mi rostro tiernamente hasta tenerme a un centímetro de su boca, contempló mis labios como si fuesen algo que estaba decidido a probar.

—Yo también —Su aliento rozó mi piel, no pude más y acorté la distancia.

Lentamente me colocó sobre su ancho cuerpo sin separar nuestros labios exigentes de más. Acariciaba con su lengua mi interior de una manera que no conocía, me saboreaba con calma, disfrutando. La respiración comenzó a escasear de forma más fuerte en esta ocasión. Se dio cuenta, así que viajó hasta mi cuello con asombrosa lentitud, con decadente vehemencia. Sus labios suaves como pétalos gruesos pretendían hacerme sentir extasiada.

Liam estaba provocando sensaciones maravillosas e inigualables. Iba saboreando mi piel como si de un manjar se tratara, lamiendo un poco, besando un poco, oliendo un poco. No lo resistí y contraataqué. Lo tomé por el mentón con dulzura y comencé a probarlo de la misma forma mientras arrancaba de su garganta gemidos de aceptación ante mi arrebato. Necesitaba de él, tanto como él de mí. No me detendría, ya no.

Mis pulmones no eran suficientes, faltaba espacio para oxigenarlos, aun así, no dejábamos de explorarnos, quería sentir sus manos en cada rincón de mi ser, que hasta ese momento, jamás había sido explorado. Sus dedos trazaban círculos delicados por mi piel expuesta. Su tacto tierno paseaba por mis piernas, por mis muslos, por mi cintura hasta que fue ascendiendo hasta mi pecho con deliberada lentitud.

Sus labios seguían colonizando los míos sin darme tregua, mientras mis palmas lo sujetaban con firmeza por esa enorme espalda, sintiendo tenso cada uno de sus músculos bajo mi piel. Conforme el encuentro fue avanzando, el sudor que emanaban nuestros cuerpos incrementó a tal grado que el aire acondicionado no se podía sentir, eso y algo más... una sensación de paz y expectación.

Recorrió mi cuerpo delicada y lentamente, deteniéndose en ciertas partes, arrancando de mi ser jadeos de asombro, de excitación, nunca, en todo lo que llevábamos juntos, lo había sentido tan osado, tan aventurado. Su tacto único era un aliciente para mis sentidos, tanto que deseé explorarlo, sentirlo más cerca... así lo hice.

Minutos u horas después, no lo sé. Bajó lentamente los tirantes de mi blusa. Sonrió con dulzura al ver mi gesto acalorado, extasiado. Pronto esa prenda desapareció y las otras... también. Siempre atento a mis reacciones, a mis emociones. Cada movimiento encerraba una pasión y ternura desconocida, descontrolada. Al dejarme expuesta ante él, su pupila se dilató peligrosamente, dejó de respirar y se deleitó observándome de pies a cabeza mientras yo mordía mi labio, apretando aferrada las sábanas un tanto tímida, un tanto ansiosa.

—En serio eres preciosa, Kyana —sentí pudor, sin embargo, no me moví y dejé me estudiara de esa forma tan singular, parecía anonadado, perplejo. Unos segundos después no lo soporté más y lo tomé del cuello acercándolo de nuevo a mi boca. Nos besamos intensa y placenteramente.

Liam me tocó con seguridad, pero considerando cada una de mis reacciones. Sus manos viajaron a lugares nunca antes explorados, torturándolos y conociéndolos sin abstenerse, cada roce fue tierno, gentil, aunque demasiado nuevo. Sus adorables labios dejaron mi boca para ir descendiendo y así probar lo que sus manos acababan de sentir. De inmediato gemí y jadeé sin poder evitarlo, incluso dejé salir pequeños gritos que de inmediato acallé con mi palma temblando como una hoja, lo que hacía no podía ser legal, sin embargo, era mágico, perfecto. Me retorcí arqueándome convulsamente sin remedio debido a lo maravilloso que se sentía esa mezcla de timidez y expectación que invadía todos mis sentidos, mis terminaciones nerviosas, mis neuronas y mis células.

No sé cuánto tiempo pasó, pudieron ser años o segundos y para mí hubiese dado lo mismo. Sentirlo piel con piel, pegado a mí, con la temperatura a tope tanto que quemaba, fue uno de los momentos más impactantes e incomparables de toda mi existencia.

Mi frente perlada de sudor, mis pulmones subiendo y bajando sin poder controlarlo, mi boca abierta mientras mi lengua intentaba humedecerla. Estaba en el límite. Repentinamente se detuvo, clavó sus ojos en los míos. Su mirada gris ahora era interrogante, sus pupilas estaban por demás dilatadas y su rubio cabello completamente desordenado, tremendamente sensual.

—Si quieres que pare... pararé —jadeó con firmeza. Sus enormes brazos estaban al lado de mi cabeza y sentía su cuerpo cálido pegado al mío. Ni en sueños. Lo acerqué de nuevo a mí y lo besé ansiosa haciéndole ver que estaba completamente segura de lo que hacía. Cuidando nuestro encuentro, aferró mi cadera con asombrosa seguridad. Sin mucho aspaviento sentí cómo, sin preverlo, entraba en mí de un solo movimiento generando una extraña sensación y enseguida se detuvo. Me aferré a él con todo mi cuerpo tenso emitiendo un quejido ahogado—. Respira, ya pasa... lo juro —sonaba un tanto preocupado, otro tanto contenido. No podía pensar, no lograba hilar una idea con otra. Sin moverse más, besó mis labios de forma sutil, lamiendo mis comisuras con delicada sensualidad, acariciando mi rostro con dulzura. Intentaba relajarme y lo estaba logrando pese a que era demasiado consciente de su invasión. Sus caricias y besos no me permitieron centrarme en ello pues comenzaron con cada segundo a ser más exigentes, más urgidas, más placenteras. Después de un tiempo en el que definitivamente ya me encontraba con la atención en otras cosas, reanudó el embate muy lentamente, casi imperceptiblemente—. Dios... «te amo» ya no es suficiente —musitó jadeando contra mi rostro.

La liga del placer se tornó cada vez más larga, más fuerte, sentirlo así, a mi lado, viviendo uno de los momentos más mágicos de mi vida, no tuvo palabras. Liam era mío, yo era suya, no había más qué decir, más qué pensar. Me dejé llevar relajando mi cuerpo pues su forma de conducirse no permitió que fuera de otra manera, nada tenía comparación con lo que sentí en aquel momento. Fuegos artificiales, luces de bengala, un ejército de pirotecnia y yo... yo sentía aún más. Ese lugar al que me llevó con esmero y profundo amor, era lo más asombroso con lo que jamás me había atrevido siquiera a soñar.

Desperté desorientada, el sol se filtraba por las delgadas cortinas de la recámara. Sentí su presencia enseguida por lo que giré mi rostro. Me miraba hipnotizado. De pronto recordé la noche anterior y un rubor pintó mis mejillas sin que pudiera evitarlo, fue inolvidable.

—¿Te quieres casar conmigo? —pestañeé escucharlo. Me observaba de una forma muy singular, diferente a todas las demás. Lo que compartimos fue revelador. Jamás lo podría borrar de mi memoria. Se hallaba recargado sobre su codo, con el torso desnudo y una sábana cubriendo su cintura descuidadamente. Parecía un personaje mitológico, demasiado perfecto, demasiado hermoso para ser real. Me senté en la cama intentando cubrirme un poco con la sábana—. Te ves tan hermosa... —acercó una mano hasta mi espalda desnuda y la recorrió con un solo dedo. Sentí la boca seca de nuevo—. No me mires así, Kya... no estoy diciendo que lo hagamos ahora, aunque podría sin problema —fruncí el ceño—. Lo único que digo es que en unos años... tú te casarás conmigo —Ya no lo preguntaba, lo afirmaba. Asentí perdida en sus estanques bicolores. Me acercó a él acunando mi barbilla y me besó tiernamente logrando que mi espalda de nuevo tocara las sábanas—. Eres todo para mí, Kyana, absolutamente todo.

—Y tú para mí, Liam... —sonrió asintiendo mostrando su perfecta dentadura.

—Lo sé y por eso te amo aún más —Al escuchar las risas de Kellan que indicaban ya habían despertado, me intenté levantar—. No me has contestado, Kyana —No supe a qué se refería y enarqué una ceja. Me tenía prisionera. Rozó mi nariz con sus dulces labios divertido—. ¿Te casarás conmigo? —lo decía en serio. Lo evalué unos segundos perdida en la mezcla asombrosa de colores de su iris.

—Sí

—Perfecto —volvió a besarme—. Me daré un baño para que tú puedas... organizarte... —Por supuesto se percató de que no soltaba la sábana, pero al parecer eso le resultó cómico y prefirió darme mi espacio.

Lo vi desaparecer despreocupado por su carencia de ropa. Sonreí. No pude evitar evocar la noche anterior. Fue perfecta. Cada caricia, cada beso fue en los lugares justos. A su lado me hizo experimentar el mayor placer de mi vida. En todo momento fue con calma, no tuvo prisa e intentó que disfrutara cada cosa. Cuando todo acabó nos quedamos los dos exhaustos unos sobre él otro y sin darnos cuenta, nos quedamos dormidos.

Escuché el agua correr de la regadera, me levanté rápidamente. Busqué mi pijama y me lo puse sin poder evitar recordar la manera tan sensual con la que él me la quitó. Me llevé las manos a mis mejillas, las tenía calientes. Sacudí la cabeza y continué sacando lo que necesitaría. Quince minutos después salió y ya todo estaba organizado, como sabía, sería.

Media hora más tarde bajamos para comenzar un nuevo día. Almorzamos lo que preparó Annie y Luck. Al parecer a todos se nos pegaron las cobijas, pues no llevaban mucho despiertos.

Jugamos fútbol en la playa, que curiosamente terminó siendo americano. Después, sin darnos cuenta, acabamos todos en el mar jugando una especie de lucha en la que las tres estábamos trepadas en los hombros de ellos e intentábamos tumbarnos unas a otras.

Más tarde todos de nuevo exhaustos. Kellan y Luck se pusieron a beber en la playa mientras Emma y Annie jugaban cartas apostando cualquier cantidad de cosas. Liam y yo nos tumbamos sobre una toalla no muy lejos de ellos, demasiado cansados gracias a la noche anterior. Él se quedó dormido por un rato, pero yo no pude, así que me acerqué a mis amigas y en un instante, ya me encontraba apostando junto con ellas muy entretenida.

Cuando despertó se unió a Kellan y Luck, noté nuevamente que tomaba solo agua. Al parecer conversaban sobre el equipo y cosas que solo ellos entendían. Ya que anocheció y las hice perder de una manera humillante, Kellan propuso ir a cenar a un lugar no muy lejos de ahí. De inmediato aceptamos.

Al llegar a la habitación para darnos una ducha y mudar de ropa, sin más nos comenzamos a besar llenos de ansiedad. Habíamos quedado en vernos en una hora abajo.

—Todo el día he tenido ganas de tenerte así de cerca... —susurró contra mis labios. Un instante después terminamos bajo el chorro de agua de la ducha, empapados, tocándonos sin cesar. Era demasiado excitante estar a su lado y sentir que él también moría por tenerme así de cerca. Nos quitamos la ropa húmeda con urgencia tocó mi piel de esa forma única, arrancado nuevamente jadeos y gemidos interminables. Nos exploramos ávidos, con deseo. Me tomó en brazos llevándome hasta la cama sin dejar de besarme.

Esta vez fue diferente, pues aunque fue cauteloso, me percaté de que sí se limitó mucho menos, pues nos fundimos casi de inmediato en un arrebato vehemente, lleno de ansiedad y ganas de volvernos uno sin esperar. Me enloqueció verlo entregarse a mí de esa forma tan arrebatada, ansiosa, dejando salir de su enorme pecho rugidos repletos de goce, de placer y a la vez midiendo lo que provocaba en mí. Eso era magia.

Al darnos cuenta de la hora, nos duchamos uno frente al otro riendo. Quince minutos después bajamos, los cuatro nos observaron sonriendo de forma pícara. Sentí un rubor que se apoderaba de mí y deseé esconderme tras la espalda de mi novio. Qué bochornoso, era evidente que sabían el porqué de nuestro retraso. Liam sonrió al darse cuenta, pero los ignoró.

La cena fue muy agradable. El lugar era pequeño y estaba abarrotado. Platicamos sobre nuestras infancias, así que cuando fue mi turno intenté relatarles cada detalle, pues me daba cuenta de que su relación databa desde el preescolar por las anécdotas que compartían. En medio de esas anécdotas noté que Liam no compartía mucho sobre esa etapa, solo las partes en las que incluía a sus amigos o a Max y Ray, pero de sus padres, de su casa, nada.

A las nueve regresamos y todos nos metimos a la alberca. La noche estaba fresca y el agua calientita. Pasamos varias horas adentro conversando de muchas cosas más o bromeando sobre otras tantas. Para medianoche los ojos se me cerraban, el vapor del agua ya estaba adormeciéndonos a todos.

Emma y Kellan fueron los primeros que se despidieron. Nos quedamos todavía un rato más con Annie y Luck. En cuanto llegué al cuarto me puse el pijama como pude y me tumbé sobre la cama rendida; sentí como Liam me metía bajo las cobijas y me abrazaba por la espalda acomodando su cabeza junto a la mía de manera que sentía su aliento sobre mí.

Por la mañana fui yo la primera en abrir los ojos. Él estaba boca arriba y me tenía pegada a su pecho. Levanté la cabeza con cuidado para no despertarlo, aun así, no pude evitar tocarlo. Me fascinaba, despertaba tantas cosas en mi cuerpo que no era posible tenerlo tan cerca y no explorarlo. Comencé a acariciar su nariz recta con apenas un roce, fui bajando a su delineada boca, luego el cuello, hasta que llegué a su perfecto abdomen, subía y bajaba lentamente.

—Mmm, se siente muy bien... —Di un respingo, enseguida lo volteé a ver, aún tenía los ojos cerrados, sonreía relajado. Continué explorándolo contenta por su reacción. Ya no pudo más y se abalanzó sobre mí como un león contra su presa. Solté una carcajada por la sorpresa. Embonábamos perfectamente, era como si estuviéramos hechos para estar juntos.

Fuimos los primeros en bajar, todo era silencio. Caminamos hasta el mar y nos metimos aun sabiendo que estaba helado. Permanecimos adentro abrazados. No podíamos parar de besarnos, era como haber subido de nivel en lo que sentíamos uno por el otro y hacer más sólido y fuerte nuestra necesidad de estar juntos.

Si lo nuestro era de acero, ahora sabía que se había vuelto inquebrantable.

No podíamos contener la necesidad de decirnos lo mucho que nos amábamos y nos deseábamos. Descubrimos la manera más espectacular de demostrarnos lo que sentíamos y ya nunca nada sería igual.

Cuando todos despertaron, a Liam y a mí nos tocó preparar el almuerzo. Después los chicos jugaron un buen rato americano, mientras nosotras platicábamos dentro de la alberca.

Las quería mucho pese al corto tiempo que tenía de conocerlas, eran discretas y sabía que podía contarles cualquier cosa. Saciaron sus dudas sobre cómo era que surgió todo entre Liam y yo. Me escuchaban con atención mientras yo intentaba contarles lo más importante. Emma nos describió el berrinche de Ray al enterarse de que Kellan y ella estaban juntos. Tenía claro que no la quería, pero llevaba recibiendo su atención desde hacía años y al parecer, perderla no le agradó a su ego.

Minutos más tarde, Annie se sinceró y nos confesó completamente roja por la vergüenza, que sentía cosas por Robert. No estaba muy segura de qué tan fuertes, además, irían a diferentes universidades y no tenía caso comenzar algo en ese momento. Emma y Kellan irían a universidades que quedaban a un par de horas de distancia, así que para ellos no era problema. Para esas alturas ya todos sabían que Liam y yo iríamos a la misma.

No pudimos continuar porque enseguida llegaron ellos y se aventaron haciendo un enorme alboroto. Eran dinamita juntos, tal parecía que nunca se les acababa la energía. Pronto organizaron una guerra de agua, por lo que la conversación quedó inconclusa.

El regreso a Myrtle Beach fue difícil. Teníamos que separarnos después de pasar tres días de ensueño. Él no se fue de mi casa hasta que el reloj dio la hora límite.

La siguiente semana fue muy intensa, en cuanto se despertaba iba a casa y no salía de ahí hasta el anochecer.

Mi madre no decía nada, ella también pasaba mucho tiempo con Ralph, así que al parecer no le molestaba y mejor aún: me entendía.

Las ganas de estar sin separarnos crecieron de una manera sorprendente, desmesurada y rotunda. Nosotros mismos nos asombramos de lo mucho que nos necesitábamos.

Cuando entramos a clases ya era abril. Las cosas no podían ir mejor. Max y yo fuimos limando las asperezas poco a poco. Él y Liam se comenzaron a llevar mejor. Sé que es increíble, pero cierto. Ray no tuvo otro remedio que dar su brazo a torcer. Incluso ya existían ocasiones en las que nos encontrábamos sus amigos y los míos, conversando de cualquier cosa en literatura o en un receso.

Sabía bien que probablemente nunca serían de nuevo los mejores amigos, cambiaron mucho desde que lo fueron alguna vez, sin embargo, ambos ponían mucho de su parte y todos se daban cuenta de que las cosas eran mucho más sencillas así.

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