𖦹 Treinta y uno 𖦹

Felix llegó a su casa un día y escuchó las voces en el comedor, frunciendo el ceño, extrañado, fue hacia allá.

Encontró a su madre hablando lentamente mientras movía las manos, en gestos lentos.

Su madre desde hacía bastante tiempo que no enseñaba el lenguaje de señas a nadie, ya que no tenía a nadie interesado en aprenderlo.

Pero le parecía más raro que la mujer no le hubiera dicho nada.

Su madre solía usarlo para establecer conversaciones de señas con sus alumnos, siendo él el mejor estudiante de su madre, solía corregirlos, Felix era como la prueba de fin de cada semestre.

Se sorprendió al ver la cabellera castaña que conocía bien.

Christopher Bang.

¿Por qué su mayor estaba aprendiendo señas?

Al chico no le había interesado nada a lo largo de los dos años que llevaban siendo amigos, ¿por qué lo haría ahora?

Los ojos de Chris notaron su presencia y se congeló a mitad de una seña.

—Felix.

—¡Oh!— la señora se sorprendió, mirando a su hijo como si la hubiera atrapado haciendo algo ilegal, soltó una risa nerviosa—. Lixie, llegaste temprano, ¿Qué...?— se calló cuando escuchó los pasos del chico subiendo las escaleras.

Iba a decirle algo a Chris pero el chico actuó por su cuenta, esquivándola para seguir a Felix.

La mujer reprimió el instinto de ir ella también.

Si había un momento donde Chris debería mostrar todo lo que había practicado, sería ese.

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