Con el labio roto y sangrando, un ojo morado, con el abdomen y costillas adoloridas, sus pulmones buscando aire y los ojos dejamos fluir lágrimas constantes, Félix sólo intentaba  conseguir aire de nuevo.

Vió a los chicos destrozar su cuaderno, luego buscar algunas cosas en su mochila para luego marcharse, dejándolo allí.

Félix se permitió llorar, desahogando todo lo que pudo.

Sintió miedo cuando la puerta del baño se abrió de nuevo, pero cuando vió quien era quiso esconderse.

—Fel...— Chris se congeló ante lo que sus ojos presenciaban.

Félix intentó alejarse, intentó levantarse pero sólo trastabilló.

—No, no, no, no...— Chan se acercó hacia él haciendo que se quedará sentado en el suelo, notó como temblaba, con delicadeza, despacio, tomó el rostro del chico para abrazarlo—. Puta madre...

Félix estaba avergonzado de que su único amigo lo viera así, se sentía inútil, apenas se había separado de él diez minutos y ya estaba todo mallugado, luciendo horrible.

—Voy a matarlos— murmuró Chris, levantándose para salir a romperle la cara a unos cuantos.

La mano de Félix atrapó la tela de la remera del mayor, tirando suavemente.

Chris se detuvo para mirarlo, aunque su estado le rompió el corazón.

Félix negó, hizo unas señas que sabía que Chris no iba a entender, pero las hacía sólo para decir algo.

“No me dejes”.

Chris volvió a arrodillarse frente a él, y Félix lo agradeció.

Rodeó el cuello de Chan con sus brazos, dejando su rostro al del hombro del mayor.

Unas lágrimas de impotencia se acumularon en los ojos de Christopher.

Había prometido proteger a Félix, y no lo había cumplido.

Acercándose al chico, se dignó a hacer lo único que podía.

Pasó uno de sus brazos por debajo de las rodillas de Félix, mientras el otro lo sostenía por la espalda, cargándolo de forma nupcial, salió del baño dispuesto a llevarlo a la enfermería.