𖦹 Cuatro 𖦹

Una chica que se veía bastante mayor para sus matones empujó a quien le había puesto el pie al frente.

El chico trastabilló hacia atrás con el empujón, tardó unos segundos en ubicarse.

—¿Disculpa?— el muchacho sonó ofendido.

La pelinegra parecía más ofendida, moviendo la cabeza en gesto desafiante, haciendo que su cabello corto y negro se balanceara.

—Discúlpate tú—. Dijo la chica, intentando controlarse.

El chico soltó una risa, que casi pareció un ladrido.

—¿Quién te crees?

—¿Quién te crees tú para empujar a este chico?— señaló con su mano hacia Félix, aún en el suelo.

El chico no respondió, acercándose hacia la chica para empujarla hacia atrás hasta enderezarse de nuevo en sus tacones.

Su boca formando una leve “o”, con el ceño fruncido, chasqueó la lengua, ofendida.

—Oh, perra, quieres pelear— murmuró, mirando al chico.

Hasta Félix tuvo miedo de la mirada asesina que le regaló aquella chica.

Sin contenerse mucho, la chica dió un limpio puñetazo sobre el ojo del chico, para luego pisar con fuerza y con la punta del tacón su pie, no dejando que se vaya hasta que quiso soltarlo, huyendo algo rápido por el pasillo.

Los demás estudiantes miraron con miedo, antes de que la chica alzara sus manos para que todos siguieran su camino.

Se volteó hacia Félix, quien seguía en el suelo con los ojos muy abiertos.

Y por primera vez notó el rostro de esa chica muy familiar.

—¿Estás bien?— preguntó con sutileza, alargando una mano hacia él.

Félix sólo asintió, tomando la mano extendida, la chica tiró de él con fuerza, haciéndolo pararse de un salto.

Río al ver la expresión sorprendida del chico.

—¿Cómo te llamas?

Y fue esa pregunta, esa expresión, el como ladeó su cabeza ligeramente, que Félix encontró el parecido que necesitaba para reconocer a Bang Chan en esa chica.

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