✧ Setenta y cuatro ✧

SeungMin salió del cuarto de la enfermera con un vendaje sobre su ceja y hielo sobre un lado de su cabeza.

Chany se levantó de un salto y lo abrazó fuertemente, haciéndolo reír, aunque dejó de hacerlo cuando se dió cuenta de que la chica lloraba.

—Hey, tranquila— SeungMin frotó su espalda para intentar calmarla—. Ya pasó, estoy bien, ¿ves?

Chany negó.

—Vine para cuidarte y no pude hacerlo— murmuró con voz ronca.

—Me cuidaste bien, me trajiste hasta la enfermería casi cargando, ¿qué más quieres?

La chica volvió a negar, se sentía culpable, inútil, no había podido hacer nada.

—Estoy bien, y lo harás la próxima vez, supéralo— SeungMin rió un poco, para romper esa aura de ambiente.

Una señora se asomó por la puerta donde SeungMin había salido, la enfermera les dedicó una mirada a los dos abrazados antes de ver hacia atrás.

—¿Siguen ustedes?— preguntó.

Chan le dedicó una mano a Felix, quien la tomó y nos fueron juntos hacia la pequeña habitación, el castaño no pudo evitar mirar de nuevo a su hermana, abrazada a ese que se había presentado como un amigo, aunque dudaba.

—¿Qué está pasando?— preguntó la mujer, anotando algo en su libreta.

—Tiene fiebre y dolor de cabeza— contó Chan, un paso detrás de Felix.

—Ajam, ¿no siente nada más?

Felix negó.

—Bien, siéntate un momento, te revisaré un poco— la mujer lo invitó a subir a la camilla.

Tomó su presión, temperatura y pulso, esas últimas dos cosas estaban más altas de lo normal, aunque era a causa de dolor.

Mientras hacía eso, Chris no pudo evitar preguntar sobre SeungMin.

—Oh, nada grave. Sufrió una convulsión repentina, cayó al suelo, quizás sea por la posición, o quizá por la suerte, pero sólo tuvo una contusión y un corte en la ceja.

La mujer habló otro rato de las convulsiones y de lo terrible que puede ser ver una.

—Esa chica estaba muy alterada, no la culpo, al ver la sangre y al chico tan confundido... podría haber pensado de una fractura de cráneo o algo así, por suerte no pasó, es común en los que sufren de epilepsia.

Guardó el termómetro, anotando la temperatura en su libreta, y se volteó de nuevo hacia Felix.

—Del uno al diez, ¿qué tanto te duele?— le
preguntó.

Felix tardó un momento en decidir entre ocho o nueve, finalmente, alzó nueve deditos.

Le parecía peor que antes, quizás porque hacía mucho que no le pasaba, o porque no tenía nada para sentirse mejor, ni medicamentos ni trapos fríos.

—Bien— la mujer asintió—, necesito que me pases el número de tus padres, necesito su consentimiento para darte algún remedio.

Felix miró a Chan, quien sacó su teléfono, desbloqueándolo para buscar el contacto de la señora Lee, para pasarle el aparato a la enfermera.

La señora Lee tardó unos pitidos en contestar, pero, tan atenta y protectora como siempre, tenía el celular junto a ella en la cama, y atendió en la primera llamada.

No hablaron por más de un minuto, donde la mujer explicó la situación y la madre no se opuso al remedio que tenía para ofrecerle, ya que era el que Felix solía tomar para sus eventos de fiebre.

Ya con las pastillas en mano, se despidieron de la mujer, Chris sostuvo a Felix todo el camino hacia la cabaña, su novio tardaría un poco en sentirse mejor, pero para demostrar su apoyo, se quedó con él en la cama, y sin darse cuenta, ambos se quedaron dormidos juntos.

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