La Ciudad Maldita
La tenue luz del almacén apenas dejaba entrever la silueta de la joven rubia, acorralada por una sombra descomunal que respiraba peligro en cada gesto. Su visión era borrosa por la oscuridad, pero podía sentir la magnitud de la amenaza frente a ella. Ese enemigo era diferente a cualquier otro; incluso para los estándares de N 13, su poder eclipsaba al de Shirke.
—V: Vaya, parece que lo has cabreado.
—N 13: Cierra la maldita boca... No solo es grande, es inmensamente poderoso.
El monstruo rugió con una voz grave, casi primitiva.
—Monstruo: ¡No me molesten!
El gigantesco puño se lanzó hacia N 13 con una velocidad inesperada, obligándola a saltar en un reflejo casi gimnástico. Pero su agilidad no fue suficiente. El otro puño del monstruo la golpeó de lleno, lanzándola contra unas cajas, estallando en una nube de astillas y polvo. Con sangre corriendo por su frente y un sabor metálico en la boca, N 13 se levantó con una sonrisa cruel.
—N 13: Me gusta que juegues duro. Pero yo también sé cómo devolver el golpe, maldito.
Despojándose de la capa que ocultaba su cuerpo, sus brazos comenzaron a retorcerse, deformándose en garras bestiales que brillaban bajo la escasa luz. La bestia, oculta en la penumbra, dio un paso atrás, sorprendida.
—Monstruo: Así que tú también eres una de las Mutant Queens...
—N 13: ¿Así que sabes de nosotras? Déjame adivinar, otro fanático de la Iglesia.
El monstruo gruñó, sus ojos resplandeciendo con furia.
—Monstruo: ¡No me menciones a esos bastardos!
Con un rugido, la criatura se abalanzó. N 13 reaccionó instintivamente, sus garras desgarrando parte de los brazos y el pecho del monstruo, salpicando su sangre sobre el suelo. Pero su piel era dura como piedra.
—N 13: Mierda, su piel es demasiado gruesa...
—V: Podrías devorarlo. Su carne nos daría un poder increíble. Jajaja.
—N 13: Siempre con ideas tan radicales, V. Pero yo tengo otros planes.
El monstruo la observó con admiración, palpando las heridas en su piel.
—Monstruo: Eres diferente. La primera que logra hacerme sangrar. Pero, lamentablemente, no tengo tiempo para juegos.
Un tatuaje comenzó a brillar en su pantorrilla, un número 1200, idéntico al de N 13. Ella retrocedió, sorprendida.
—N 13: ¡Eres una Mutant Queen!
De repente, el aullido de sirenas rompió el aire, acompañado del retumbar de pasos mecánicos. La criatura miró hacia el techo.
—Monstruo: Parece que no estamos solos. Te sugiero que huyas. La próxima vez, no será tan fácil.
Con un batir de alas negras, un torbellino de viento y plumas cubrió la escena. Un rayo de energía oscura brotó de su boca, abriendo un agujero en el techo mientras la bestia tomaba una caja y desaparecía en la noche.
La policía llegó demasiado tarde, observando impotente la lluvia de plumas bajo la luz de la luna.
—Policía: ¡Mierda, llegamos tarde otra vez! El demonio oscuro escapó.
Mientras tanto, N 13 miraba a su alrededor. El lugar se llenaba de gritos, amenazas y miedo. Con los guardias acercándose, no tenía otra opción.
—N 13: Esto no pinta bien.
—V: Mejor empieza a escalar, querida.
Saltó hacia la pared del edificio vecino, sus movimientos felinos la llevaron a lo alto en segundos. Desde allí, observó el caos mientras la multitud enfurecida clamaba por justicia.
—Anciana: ¡Malditos incompetentes! ¿Cuánto más tendremos que soportar este infierno?
—V: Vaya, qué vieja tan racista. Toda elegante, pero su lengua es tan sucia como su alma.
N 13 esbozó una sonrisa irónica, mientras sus ojos recorrían las decadentes calles a su alrededor.
—N 13: Supongo que eso describe bien a la gente de esta ciudad podrida. Necesitamos encontrar a alguien que nos ayude... y tal vez conseguir pistas sobre esa maldita Iglesia.
Mientras caminaba, sus ojos se posaron en un tendedero colgando en la azotea cercana. Entre la ropa mugrienta, un vestido rosado destacaba. Con adornos blancos en el cuello y una falda que apenas se movía con la brisa nocturna, parecía fuera de lugar en ese entorno miserable. Sin pensarlo dos veces, N 13 lo tomó y se lo puso, ajustándolo sobre su cuerpo.
—N 13: Esto es incómodo como el infierno, pero no puedo negar que se ve bien.
—V: Jajajaja, pareces una muñeca de porcelana. Si escucharas más seguido mis consejos, no estarías robando ropa sucia.
—N 13: Lo que digas, V.
Desde lo alto de la ciudad, en los márgenes de un asentamiento en ruinas, una figura oscura sobrevolaba el lugar. Aterrizó sin hacer ruido, observando desde la penumbra. Las luces del asentamiento eran escasas; su gente vivía en la penumbra, guiándose solo por el sol y la luna.
Un niño pequeño, jugando con una pelota hecha de trapos, sintió el aire a su alrededor moverse de repente. Miró hacia arriba, su rostro iluminado por la esperanza.
—Niño: ¡Papá, mamá! ¡Han llegado más suministros!
Los habitantes del asentamiento comenzaron a salir, sus cuerpos cubiertos de cicatrices, ampollas y heridas infectadas. La vida aquí era una lucha continua, marcada por el hambre y la enfermedad. La alegría de la llegada de alimentos era palpable, aunque efímera.
—Mujer: Esto nos durará un mes... hasta que esos malditos del festival se lleven todo.
El niño temblaba, su pequeña voz se quebró.
—Niño: Mamá... tengo miedo. Quiero despertar de esta pesadilla.
La madre lo abrazó con fuerza, sus ojos húmedos, tratando de mantener la calma mientras su mundo se desmoronaba.
—Mujer: Todo estará bien... lo prometo. Solo... ten fe.
Mientras el niño lloraba en silencio, su padre los miraba con impotencia, una figura sombría de desesperación. Desde un callejón oscuro, una niña de largos cabellos negros observaba la escena con ojos vacíos. Sin una palabra, se desvaneció en la oscuridad.
En lo alto de una torre imponente, Arius observaba la ciudad. La pantalla frente a él mostraba al jefe de la policía, quien transpiraba miedo. Arius lo miraba con frialdad, la ira apenas contenida en sus palabras.
—Arius: Es patético, ¿sabes? Un hombre de tu experiencia, incapaz de capturar a esa vulgar criatura que llaman el demonio oscuro.
—Jefe: Lo lamento, mi señor. Esa bestia es escurridiza, casi fantasmal.
Arius lo miró con desprecio.
—Arius: Te di a los Diesel Soldiers para que resolvieras el problema, pero todo lo que has hecho es limpiar los restos de delincuentes menores. Eso me molesta profundamente. La Iglesia no tolera el fracaso, y yo tampoco.
El jefe intentó disculparse, pero Arius lo interrumpió, su voz gélida.
—Arius: No habrá más disculpas. Ahora, yo me haré cargo de todo.
Los guardias presentes intercambiaron miradas nerviosas, mientras los ojos de Arius brillaban con un destello carmesí. El jefe de la policía soltó un grito desgarrador, su cuerpo retorciéndose en agonía. Los presentes retrocedieron horrorizados al ver cómo su piel comenzaba a desprenderse, dejando la carne viva y sangrante expuesta.
—Arius: No necesitarás más tu piel.
La criatura que una vez fue el jefe cayó al suelo, retorciéndose de dolor. Arius giró su mirada hacia los otros policías, su sonrisa malévola se ensanchó.
—Arius: Yo soy su nuevo líder. O siguen mis órdenes, o terminarán como él.
El terror en los ojos de los hombres era palpable, y asintieron en unísono, incapaces de hablar. Arius los observó con satisfacción.
—Arius: Ahora, lleven a su antiguo jefe a la sala de transformación. Veamos si puede ser más útil después de unos... ajustes.
Con un movimiento de su mano, les arrojó la piel ensangrentada del jefe, manchando el suelo y sus uniformes. Sin decir palabra, los policías huyeron, cumpliendo sus órdenes con terror mientras los gritos de su antiguo superior resonaban en todo el edificio.
Desde una oficina cercana, una mujer vestida de policía observaba en silencio. Sus ojos no mostraban emoción, solo una fría comprensión de lo que estaba por venir.
La Chica Misteriosa observaba desde las sombras, con el ceño fruncido y una expresión de preocupación en su rostro.
—Chica Misteriosa: Parece que a Arius se le acabó la paciencia... Debo avisar a las demás cuanto antes.
Mientras tanto, N 13 caminaba por las oscuras calles de la ciudad, sus sentidos en alerta. El aire estaba impregnado de una sensación lúgubre y sofocante, el tipo de misticismo que hace que cada sombra parezca más profunda y cada rincón más amenazante.
—N 13: Algo está terriblemente mal en esta ciudad. El aura que la envuelve es asfixiante... Tal vez esos dos no estaban tan equivocados. Esta ciudad... parece conectada al Mundo Astral.
A medida que avanzaba, sus ojos se posaron en un restaurante a la intemperie. Dos hombres bien vestidos cenaban al aire libre, sus voces llenas de risas y comentarios vacíos mientras cortaban finos filetes de carne. La sangre rezumaba de los cortes crudos, goteando sobre sus platos, un macabro recordatorio de la decadencia que los rodeaba.
N 13 se acercó con cautela.
—N 13: Disculpen...
El hombre más cercano levantó la vista, con una sonrisa calculadora.
—Hombre: ¿Qué se le ofrece, señorita?
—N 13: Estoy perdida, soy nueva en esta ciudad y necesito algo de orientación.
El segundo hombre, con un gesto burlón, asintió.
—Hombre 2: Para ser foránea, señorita, se viste muy bien.
—Hombre: Así es, no como la mayoría de esos cerdos que vienen aquí a comerciar. Gente de clase baja... los hospedamos en los barrios bajos, por supuesto.
El desprecio en su tono era palpable.
—Hombre: Esos animales salvajes, sin modales ni cultura. Ni siquiera tienen un aspecto decente. Parece que el circo ha llegado a la ciudad cuando los veo.
El segundo hombre soltó una carcajada.
—Hombre 2: Especialmente los que tienen otro color. Parecen simios, ¡jajajaja!
N 13 sintió su furia arder bajo la piel. Pero al mismo tiempo, algo más la inquietaba. Sus ojos se centraron en los filetes crudos en los platos de los hombres, y cuando uno de ellos llevó un trozo a la boca, notó algo peculiar: colmillos afilados asomaban entre sus labios.
V interrumpió en su mente, con una risa inquietante.
—V: ¡Interesante! No son lo que parecen, ¿verdad? Jajajajaja...
—Hombre: Si gusta, señorita, podría quedarse en mi casa. Es raro que haga tal ofrecimiento, pero su belleza es... digna de un mejor lugar.
El segundo hombre asintió con una sonrisa lasciva.
—Hombre 2: Mi amigo nunca ofrece hospedaje. Debes ser especial.
N 13 reprimió el impulso de golpearlos. Mantuvo su sonrisa fría, fingiendo cortesía.
—N 13: Agradezco su amabilidad, pero solo estoy de paso. De todas formas, me gustaría saber más sobre la ciudad y las mejores zonas.
—Hombre: Deberías visitar la alcaldía. Allí encontrarás toda la información que necesites.
N 13 asintió.
—N 13: Muchas gracias. Con su permiso, debo continuar mi camino.
Antes de irse, el segundo hombre hizo una advertencia en tono serio.
—Hombre 2: Tenga cuidado, señorita. El demonio oscuro ha atacado otra bodega. No querría que una mujer tan hermosa como usted cayera víctima de esa bestia.
N 13 asintió de nuevo, sonriendo falsamente.
—N 13: Gracias por el aviso. Que tengan buena noche... y disfruten su cena.
Se alejó, sintiendo la rabia arremolinarse en su interior.
—N 13: Malditos cerdos...
V soltó una carcajada burlona en su mente.
—V: ¡Wow! Nunca te había visto tan furiosa. ¿Qué pasó con la calma de siempre?
—N 13: Gracias al cielo que sé controlarme, porque si no, habría arrancado esas sonrisas arrogantes de sus caras. Nadie tiene derecho a juzgar a otro por su aspecto.
V continuó riendo.
—V: ¡Parece que le gustaste! Aunque, ¿quién podría culparlo? Tienes un cuerpo muy atractivo. No olvides que pronto será mío...
—N 13: ¡Cállate!
—V: Como quieras. Entonces, ¿qué harás ahora?
—N 13: Iré a los barrios bajos. Quiero ver la verdad detrás de esta utopía podrida. Si voy a la alcaldía, todo lo que obtendré serán mentiras de políticos hipócritas.
—V: Je... Esto se va a poner interesante.
En lo alto de la siniestra torre, Lilith observaba la ciudad desde su balcón, con una sonrisa torcida en sus labios. Detrás de ella, sus sirvientes se entregaban a una orgía descontrolada, llenando la sala victoriana de gemidos y risas lujuriosas. La cama, con sus sábanas rojas y telas finas, se retorcía bajo el peso de los cuerpos enredados.
La escena se interrumpió cuando Arius entró al salón, su presencia envolviendo la sala en un silencio gélido.
—Lilith: Vaya, mira a quién tenemos aquí.
Arius, con su habitual frialdad, la miró con desaprobación.
—Arius: Tus sirvientes no deberían estar en orgías. Deberían estar buscando a ese maldito demonio.
Lilith se rió suavemente, sin molestarse en cubrir su desprecio.
—Lilith: Te noto muy tenso, Arius. Escuché que mataste al jefe de la policía...
—Arius: Su incompetencia me hizo perder la paciencia. Ya estoy harto de los fracasos. Y Aleister ya tiene sus ojos puestos en nosotros. Si esa chica que derrotó a Shirke y a Wayland se acerca... todo esto será inútil.
Lilith, con sus cabellos plateados brillando bajo la luz tenue, se volvió hacia la ciudad, sonriendo de manera siniestra mientras observaba la oscuridad que se cernía sobre ellos.
Lilith se encontraba de pie en el balcón de su torre, sus ojos brillantes contemplaban la ciudad envuelta en tinieblas. Una sonrisa torcida se dibujó en sus labios mientras hablaba con Arius, su voz llena de veneno y astucia.
—Lilith: Si esa mujer ya está aquí, debe estar en los barrios bajos. Esos simios ignorantes seguro intentan usarla para liberarse de nuestro yugo. Deberías enviar a los Diesel Soldiers de inmediato. Debemos actuar antes de que comience el festival de la limpia... Además, quiero enfrentarme a esa mujer. Quiero ver si es tan fuerte como dicen.
Arius, con su usual calma, soltó una carcajada fría mientras limpiaba su monóculo, mirando a lo lejos, como si todo estuviera bajo control.
—Arius: No te confíes, Lilith. Esa chica no es normal. Si pudo derrotar al ejército completo de Shirke y Wayland con la ayuda de la nueva monarca de Uruk, ¿qué te hace pensar que no podría matarte a ti también?
Los asistentes de Lilith, fervientes y fanáticos, se acercaron con un aire de devoción y arrogancia. Una mujer de piel pálida y ojos afilados fue la primera en alzar la voz.
—Mujer: ¡No subestimes a nuestra señora! Usted no tiene idea de lo que es capaz.
Un hombre a su lado asintió, el orgullo en su rostro casi palpable.
—Hombre: Así es, Lilith es una de las Mutant Queen más poderosas. Su fuerza está más allá de cualquier comparación, incluso con lady Shirke.
Arius los ignoró, concentrado en pulir su monóculo mientras su mirada recorría las sombras de la ciudad. Sabía que su poder, aunque grande, era insignificante frente a las fuerzas que se movían en los rincones más oscuros.
—Arius: Si no hacemos algo pronto, Aleister nos castigará de la manera más cruel imaginable. Por mucho que nos creamos poderosos, tanto tú como yo sabemos que el poder de los Cardenales está fuera de nuestra comprensión. Enfurecer a Aleister sería firmar nuestra sentencia de muerte... Y lo sabes muy bien, Lilith.
Lilith soltó una carcajada suave, llena de desprecio, mientras seguía observando la ciudad. El viento nocturno agitaba sus cabellos plateados, pero su sonrisa no desaparecía.
—Lilith: A propósito, Caenis también está en la ciudad.
Arius la miró con un destello de sorpresa en sus ojos.
—Arius: ¿Caenis? ¿Qué hace la comandante de las Santas Signoras en Necrón?
Lilith se giró lentamente, sus ojos centelleantes de malicia.
—Lilith: Al igual que nosotros, está buscando a esa rubia. Parece que su primer encuentro con ella no fue suficiente... Quiere más.
Arius sonrió, una risa grave y macabra resonó en el aire.
—Arius: Esto se está poniendo muy interesante. Nuestra ciudad será testigo de algo increíble, jajajaja. No puedo esperar para conocer a esa tal N 13. Si es la clave para nuestra victoria, haré lo que sea necesario para capturarla.
Arius se dio la vuelta y caminó hacia la salida, su voz resonando por la sala mientras daba las órdenes.
—Arius: Pondré en marcha a los Diesel Soldiers de inmediato. Espero que esa escoria de los barrios bajos coopere, o sufrirán las consecuencias por su rebeldía.
En una casa oscura y desordenada, dos figuras femeninas estaban recostadas, bebiendo y hojeando un holo-periódico. Ambas irradiaban una presencia inquietante, sus cuerpos desnudos brillando bajo la tenue luz. Una de ellas tenía un cabello rojo como el fuego, su piel cubierta de una armadura de escamas de dragón carmesí que la hacía parecer un demonio. A su lado, su compañera, con orejas de gato y un cabello blanco como la nieve, mostraba una sonrisa felina, peligrosa. Su pelaje blanco apenas cubría sus partes íntimas, y sus uñas afiladas reflejaban la luz como cuchillas.
Una puerta se abrió con un golpe sordo, y una tercera mujer entró en la habitación. Su uniforme de policía estaba desgastado, y sus orejas de lobo se agitaban nerviosamente al entrar. Sin perder tiempo, comenzó a desvestirse, revelando un cuerpo cubierto parcialmente por un pelaje gris que resaltaba su musculatura.
—Chica Policía: Ya estoy de vuelta, Rivu. ¿Alguna novedad?
La mujer dragón, Rivu, apenas levantó la vista del holo-periódico.
—Rivu: Nada de momento. ¿Y tú, Luna?
La mujer gato, Ivory, bufó con impaciencia.
—Ivory: Vamos, Luna, dinos algo interesante. Estoy aburrida de oír siempre lo mismo sobre ese maldito demonio oscuro.
Luna, ya libre de su uniforme, se dejó caer en un sillón y suspiró.
—Luna: Parece que las cosas están tensas en la policía. Arius perdió la paciencia y asesinó al jefe de policía frente a todos.
Ivory frunció el ceño, sorprendida.
—Ivory: ¿Pero por qué haría eso?
Rivu, pensativa, tamborileó sus dedos en la mesa.
—Rivu: He notado la tensión desde que el Cardenal Aleister llegó hace unos días. Dudo que esté relacionado con lo que sabemos...
Luna apretó los dientes, interrumpiendo.
—Luna: Ni lo menciones, Rivu. Aunque seas la líder, no tolero que se hable de eso en mi presencia.
Ivory sonrió de forma burlona.
—Ivory: Oh, vamos, calma. Pero es imposible no conectar lo que está pasando con lo que sabemos. Todo esto está relacionado, lo sabes.
Rivu se puso seria, su tono cortante.
—Rivu: Puedes pensar lo que quieras, pero sabes quién manda aquí. No me provoques, Luna. O habrá consecuencias.
Luna bufó, pero se mantuvo en silencio, claramente molesta.
—Luna: Como sea. El punto es que las cosas se están desmoronando desde la muerte de Shirke y Wayland. La Iglesia se muestra más vulnerable que nunca, y nunca pensarón que habria tanta resistencia de la gente de Uruk.
Ivory sonrió con una mueca afilada, sus ojos felinos brillando en la penumbra de la habitación. El ambiente estaba cargado de tensión, pero eso sólo alimentaba su naturaleza juguetona.
—Ivory: Todo fue gracias a esa rubia... Los rumores dicen que abandonó Nueva Uruk y su paradero es un misterio.
Rivu, apoyada contra la pared, contemplaba el holo-periódico con la ceja arqueada, pensativa.
—Rivu: No es casualidad que las ciudades bajo el control de la Iglesia estén tan tensas. Que uno de los cardenales se exponga así... Algo se cuece.
Luna, sentada en el alféizar de la ventana, observaba el cielo gris y pesado. Las primeras gotas de lluvia comenzaron a golpear el vidrio, creando un eco suave en la oscuridad.
—Luna: Mi consejo es que sigamos investigando. Algo está por desatarse, y debemos estar preparadas para cuando llegue.
Ivory soltó una carcajada, llena de emoción oscura.
—Ivory: Esto se está poniendo interesante.
Luna se levantó, caminando hacia la ventana abierta. La humedad del aire acarició su piel mientras la lluvia comenzaba a caer más fuerte. Abajo, en los callejones sucios y desolados de los barrios bajos, las sombras se movían como fantasmas perdidos.
Bajo un techo de madera podrida, N 13 observaba las ruinas que la rodeaban. Las calles estaban llenas de barro, y las viviendas parecían apenas sostenerse. La lluvia fría la golpeaba con dureza, pero no tanto como la sensación de desolación que emanaba de ese lugar.
—N 13: Joder, tenía que llover justo ahora. Hace un frío insoportable... No puedo entender cómo esta gente puede sobrevivir en estas condiciones.
Sus ojos se desplazaban por las calles vacías, notando que ese sector parecía antiguo, mucho más que el resto de la ciudad.
—N 13: Este lugar... parece que ha existido desde hace siglos.
De pronto, una ventana crujió al abrirse, dejando ver a un anciano de piel arrugada y ojos cansados que la observaba con una mezcla de curiosidad y resignación.
—Anciano: Esta es la ciudad vieja, jovencita. Aquí nació Necrón.
N 13 se giró, sorprendida.
—N 13: ¿Escuchó lo que decía?
El anciano soltó una risa seca.
—Anciano: Aún tengo buen oído, pese a los años. Pero dime, ¿qué hace una joven de la alta sociedad en un lugar tan ruinoso a estas horas? ¿Buscas a alguien?
N 13 negó con la cabeza, su tono algo sombrío.
—N 13: No busco a nadie en particular. Solo quiero información sobre esta ciudad. No soy de aquí... Vengo de tierras lejanas.
El anciano la miró con interés renovado, mientras acariciaba su barba canosa.
—Anciano: Una forastera... Pero no es común ver a alguien como tú por estos lados. Los extranjeros suelen quedarse en la zona alta, disfrutando de la riqueza. Los pocos que bajan aquí es para pagar por espectáculos... mal pagados, por cierto.
N 13 frunció el ceño, sus ojos brillando con desdén.
—N 13: Es injusto cómo tratan a la gente aquí... ¿Cómo fue que todo esto comenzó?
El anciano miró a lo lejos, sus ojos llenos de recuerdos sombríos.
—Anciano: Esto sucedió hace más de cien años. Necrón no era tan grande, era un pueblo pintoresco y victoriano. No estábamos atrasados tecnológicamente, al contrario, nuestros antepasados descubrieron un líquido verde que llamaron el elixir. Gracias a él, la ciudad floreció. Todo iba bien... hasta que la Iglesia puso sus ojos en nosotros.
La voz del anciano temblaba al recordar.
—Anciano: Enviaron a sus caballeros y a una de las Santas Signoras, Lilith. No pudimos llegar a un acuerdo. La Iglesia no tolera la insubordinación. Mataron a la mitad de la antigua Necrón, sin piedad. Desde entonces, este lugar se ha teñido de oscuridad.
N 13 se cruzó de brazos, su mirada distante.
—N 13: Ya había oído de esos dos locos en el asentamiento cercano.
El anciano la miró de nuevo, esta vez con una intensidad que hizo que N 13 frunciera el ceño.
—Anciano: Disculpa, jovencita... ¿Cómo te llamas? ¿Por qué has venido a un lugar tan decadente?
N 13 esbozó una sonrisa sarcástica.
—N 13: No tengo un nombre real. Me llaman N 13, y estoy aquí en busca de información sobre esta ciudad... y también estoy buscando a un proveedor misterioso que Carlos, el dueño del bar en el asentamiento, me pidió encontrar.
El anciano se sorprendió, y su expresión se tornó más seria.
—Anciano: Carlos... Así que lo logró. Logró escapar de Necrón.
N 13 lo miró con interés renovado.
—N 13: ¿Lo conoces?
—Anciano: Claro que lo conozco. Vivió aquí muchos años, pero se cansó de este lugar y decidió huir. Parece que el remordimiento lo ha alcanzado.
N 13 se mordió el labio, reflexionando.
—N 13: Nunca habría pensado que viviera aquí. Pero ahora ayuda a refugiados en el asentamiento... ¿Sabes algo sobre el proveedor que mencionó? Solo le queda comida para un mes.
El anciano negó con la cabeza lentamente.
—Anciano: No tengo idea de quién pueda ser. Pero dudo que sea el famoso demonio oscuro que ronda estos lugares.
Los ojos de N 13 se estrecharon.
—N 13: ¿Demonio oscuro?
El anciano asintió gravemente.
—Anciano: Hace nueve años, apareció una criatura gigantesca. Para los de arriba, es un demonio, pero para nosotros es un ángel. Nos ha dado comida... pero cuando intentamos verlo, desaparece, dejando tras de sí un rastro de plumas negras.
N 13 se quedó en silencio, recordando el encuentro que tuvo en la bodega. Recordó la lluvia de plumas negras.
—Anciano: ¿Te sucede algo? Pareces perdida en tus pensamientos.
N 13 volvió en sí, soltando una risa amarga.
—N 13: No es nada. Solo me parece fascinante esa historia.
El anciano la miró fijamente, notando algo en su mirada.
—Anciano: No creo que solo el encargo de Carlos te haya traído aquí. No eres humana, ¿verdad? Esos ojos carmesí siempre delatan a las Mutant Queens.
N 13 lo miró fijamente y soltó una carcajada irónica.
—N 13: Eres muy observador. No, no soy humana. Vine desde Nueva Uruk para descubrir mi pasado... y destruir a ese bastardo del Cardenal Aleister. Pero mi verdadero destino está en Sodoma.
La lluvia seguía cayendo, mientras las sombras en las calles se alargaban y retorcían.
El anciano dejó escapar una risa seca, pero en sus ojos se veía una sombra de temor.
—Tu viaje es un suicidio. Nadie ha llegado a Sodoma con vida, a menos que sea parte de la Iglesia, y ni siquiera ellos desafían a los cardenales sin pagar un alto precio. Los que gobiernan esta ciudad son más poderosos que Wayland y Shirke juntos.
N 13 soltó una sonrisa ladeada, con una chispa de ironía en su mirada carmesí.
—Vaya, parece que los rumores de la muerte de esos dos bastardos ya han llegado hasta aquí.
—Ese es el poder de los susurros —dijo el anciano—, y de cartas enviadas en secreto. Sin embargo, tú... tú no eres como las demás Mutant Queens. Hay algo en ti que me inquieta, pero también me intriga. Espero que mis sospechas sean erróneas, pero deberías tener cuidado, especialmente cuando llegue el Festival de la Luna Roja.
N 13 arqueó una ceja, interesada.
—¿Festival de la Luna Roja?
El anciano la miró con una gravedad que parecía congelar el aire a su alrededor.
—Es cuando el Mundo Astral y Necrón se entrelazan. La legión de vampiros de Lilith desciende como una plaga. La gente de la zona alta... se revelan en su verdadera forma, y se lanzan sobre nosotros para devorarnos. Cada año, nos escondemos en sótanos, armados con lo poco que tenemos, pero no sé si esta vez sobreviviremos. Las criaturas se vuelven más fuertes, más brutales. Y ahora, además, la ciudad está muriendo lentamente por la contaminación de los pozos de Elixir. Estamos enfermos, malditos, y vestidos con las sobras de la élite.
El anciano la miró con ojos cargados de una mezcla de esperanza y desesperación.
—Puedes quedarte aquí... si sobrevives a lo que viene. Pero primero, espera a que Hilda llegue.
El crujido de la puerta resonó en la penumbra, y una niña de 13 años apareció, vestida con harapos y con el rostro marcado por la dureza de la vida. Su mirada se clavó en N 13, como si la hubiera reconocido al instante. Sus ojos castaños mostraban una hostilidad apenas contenida.
—Viejo, ¿otra vez aceptando a gente de la zona alta? ¿Cuántas veces te he dicho que no confíes en ellos? Ya sabes cómo nos han tratado.
El anciano levantó una mano temblorosa, intentando calmarla.
—No te preocupes, Hilda. Ella no es de la zona alta, es una viajera.
Pero algo en los ojos de la joven hizo que N 13 sintiera una punzada de inquietud. Las heridas en los brazos de la niña parecían frescas, profundas, y se asemejaban a las que ella misma había visto en las víctimas del monstruo al que enfrentó.
—¿Qué te pasó? —preguntó el anciano, horrorizado—. ¿Te has encontrado con alguna criatura?
Hilda esbozó una sonrisa torcida.
—Solo un gato salvaje, abuelo. Pero no importa. Lo que me inquieta es esta forastera. ¿Cómo sabemos que no es una amenaza?
La joven loba sentía que algo no encajaba. Esa chica, tan frágil en apariencia, emanaba una extraña y peligrosa energía.
N 13 observó con cautela mientras Hilda bostezaba, revelando dientes afilados como los de una bestia. Algo oscuro se escondía tras esos ojos agotados.
—Hilda... ¿ocurre algo? —preguntó el anciano, su voz cargada de preocupación.
—No es asunto tuyo, vieja loca —respondió Hilda con frialdad antes de retirarse a descansar.
La mirada de N 13 se dirigió hacia la siniestra torre que dominaba la ciudad, y el anciano la siguió con su vista, mientras la Luna Roja ascendía lentamente.
—Espero que aún tengamos tiempo... —murmuró el viejo, casi para sí mismo.
En la oficina de Arius, el clima era tenso. Revisaba informes recientes: ejecuciones, crímenes... y algo que despertaba su interés de forma especial.
—¿Qué querrán esos idiotas ahora? —se quejó en voz baja al encender su holo-comunicador.
La pantalla parpadeó, revelando al forense de la ciudad, su rostro pálido y nervioso.
—Lamentamos interrumpirlo, señor. Pero hemos encontrado algo en la escena del crimen. Una capucha. Y en ella... un cabello rubio.
Arius entrecerró los ojos, su curiosidad encendida.
—¿Qué descubrieron?
La imagen de un análisis detallado apareció en su pantalla. El ADN era inconfundible.
—¡Imposible! —Arius se levantó de golpe, sus ojos brillando con interés salvaje—. ¿Estás seguro de que no hay error?
—Ningún error, señor. El ADN es de N 13.
El rostro de Arius se torció en una sonrisa maliciosa.
—Je... Parece que nuestra querida forastera luchó contra el demonio oscuro. Esto va a ser más entretenido de lo que pensé.
El forense vaciló.
—Señor, creo que sería interesante estudiarla. En su sangre hay más que solo ADN humano. Ha absorbido poder de otras criaturas.
Arius no podía contener su emoción.
—Entonces es hora de liberar a los Diesel Soldiers.
—A sus órdenes.
En lo más profundo de la ciudad, en una bodega subterránea, una fila de criaturas gigantescas se mantenía en letargo. Al inyectarles el Elixir, sus ojos brillaron con un verde intenso, y sus cuerpos comenzaron a moverse.
Arius sonrió con una satisfacción cruel.
—Que comience la cacería.
Ilustración de las 3 Genma Luna, Rivu e Ivory hecho por mi amiga Hajing Songpark.
Muchas gracias por tan bella ilustración de las chicas.
Ilustración de las 3 Genma Luna, Rivu e Ivory hecho por mi amiga Hajing Songpark.
Muchas gracias por tan bella ilustración de las chicas.
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