El Gran Incendio

La joven rubia avanzaba hacia la enfermería, cada paso resonando en un pasillo que parecía llenarse de sombras con cada latido de su corazón. La escena a su alrededor era un caos desesperado: la gente corría en un pánico frenético, buscando refugio mientras otros se preparaban para el inminente ataque de la Iglesia. Sus rostros estaban contorsionados en una mezcla de terror y desesperanza, un reflejo distorsionado de su propia angustia interna.

El miedo la envolvió de nuevo, trayendo consigo un recuerdo antiguo y doloroso. Los gritos y explosiones del gran cataclismo resonaban en su mente como ecos de un pasado aterrador. La visión de los ciudadanos huyendo, el sonido ensordecedor de la destrucción, todo se sentía tan vívido y real que la paralizó. Su cuerpo temblaba, inmovilizado por el peso de la memoria y la intensidad del horror.

De repente, la visión se desvaneció al encontrar la grotesca figura frente a ella, con sus ojos rojos como brasas ardientes, mirándola con una malevolencia palpable. En ese instante, Diego apareció a su lado, su mano se posó en su hombro con una presión reconfortante.

—¿Estás bien, N 13? —preguntó Diego, su voz un murmullo preocupante en medio del caos. —Parece que has visto un fantasma.

N 13, aún tambaleándose entre la realidad y el recuerdo, se esforzó por recuperar la compostura. La escena distorsionada se desvaneció, y se encontró de nuevo en el pasillo, el terror de su visión desbordando en la realidad.

—No sé qué me pasa —dijo, su voz temblorosa—. Ver a la gente correr despertó recuerdos de...

Se agarró la cabeza, un mareo la invadió mientras los fragmentos de su pasado la abrumaban.

—Es normal que sientas eso —dijo Diego con una comprensión sombría—. Son recuerdos bloqueados desde hace milenios. Necesitas acomodar esas memorias, pero...

—¿Hay alguna forma de hacerlo? —preguntó N 13, su voz llena de desesperanza.

—Sí —respondió Diego—, pero la tecnología necesaria para ello no está aquí.

—¿Dónde se encuentra esa tecnología? —preguntó ella con un atisbo de esperanza en su voz.

—En la ciudad de Nabucodonosor —explicó Diego—. Es el centro de la tecnología de la Antigua Humanidad. La mayor parte de la tecnología se trasladó allí tras el cataclismo. Muchos se trasladan a esa ciudad, pero deben someterse a las reglas del Cardenal que la gobierna. No estoy seguro de cómo está la situación allí, pero hay rumores de una especie de "felicidad" que se impone.

N 13 frunció el ceño, un escepticismo palpable en sus palabras.

—Ya me imagino la "felicidad" a la que se refieren. ¿Sabes dónde queda esa ciudad?

—En el continente de Nazarenus, lo que solía ser Asia —dijo Diego, su voz cargada de conocimiento—. Es como un aparato que usa tu sangre para explorar tus recuerdos más profundos... Tal vez sea el mismo que la Antigua Humanidad utilizó para ver las memorias de la Santa y el Grotesco.

—Recuerdo que Ayane mencionó algo sobre esa tecnología —comentó N 13.

—Sí, lo recuerdo —confirmó Diego—. Había oído hablar de ella y de otros aparatos usados durante el proyecto Mutant Queen. Pensé que fueron destruidos tras el cataclismo.

Esperaba que la información fuera útil, pero el sentido de urgencia era palpable.

—Espero que te sirva, pero por ahora debemos concentrarnos en nuestras tareas actuales. Algo me dice que el ataque de esos bastardos no tardará en llegar.

N 13 asintió, su mente aún tambaleándose entre el terror y la urgencia.

—¿Cómo sigue Hilda?

—Ibuki logró estabilizarla y extraer el veneno —respondió Diego—. Sin embargo, debe descansar. Quedó gravemente herida.

—Entiendo —dijo N 13—. Quiero ir a verla.

—En ese caso, no te detengo más. Ella está en cuidados intensivos. Debo atender algunos asuntos —dijo Diego, preparándose para partir.

Cuando Diego se alejó, N 13 lo detuvo con una voz cargada de gratitud.

—Oye, Diego.

—¿Qué sucede? —respondió él, su mirada curiosa.

—Muchas gracias por todo —dijo N 13—. No sé cómo podría pagarte por todo lo que has hecho por mí.

Diego le ofreció una sonrisa cálida, su expresión sincera.

—Ya lo has hecho protegiendo a mi gente. Ahora, con tu permiso.

Ella devolvió la sonrisa, un gesto raro y preciado tras tanto tiempo desde la despedida con Nisha. Sin embargo, el momento de calma fue bruscamente interrumpido por la presencia de V, cuyo tono sarcástico cortó el aire con su desdén.

—Oh, qué conmovedor —se burló V—. Ya estoy cansado de estos momentos infantiles. ¡Yo solo quiero matar! ¡Deja ya esas tonterías sentimentales! Sabes bien que, por más que intentes ser humana, nunca lo serás.

La ironía de sus palabras resonó en el pasillo, añadiendo una capa de inquietud al ya tenso ambiente.

N 13 lanzó una mirada fulminante hacia V, su paciencia agotada.

—Ya me tienes harta. ¿No sabes cómo cerrar esa maldita boca nunca? —escupió, sus palabras cargadas de ira reprimida.

V respondió con una fría amenaza, su voz un susurro ominoso en la penumbra de la mente de N 13.

—Recuerda que compartimos el mismo cuerpo, así que acostúmbrate antes de que tu frágil cordura se rompa y tome el control para siempre. Sabes que ese es tu destino fatal, niña estúpida. No trates de evitarlo.

N 13 sonrió con desdén, un destello de desafío en sus ojos.

—No me hagas reír. Forjaré mi propio destino, V. Nunca seré un monstruo como Shirke o Caenis.

Al llegar a la sala de cuidados intensivos, la joven mutante se encontró con Ibuki, apoyada contra la pared, observando a través de la ventanilla que daba al cuarto de Hilda.

—Por fin llegas —dijo Ibuki, sin apartar la vista de la habitación—. Hilda me preguntó por ti.

—¿En serio? —inquirió N 13, su voz cargada de sorpresa.

—Sí. Me dijo que si estabas bien —confirmó Ibuki.

—Es raro que preguntara por mí. Nuestros primeros encuentros no fueron precisamente amistosos. ¿Y cómo está?

—Más estable, por suerte —respondió Ibuki—. Me costó sacar el veneno de su cuerpo. Si no hubiera sido por los medicamentos de la base, dudo que hubiera sobrevivido, y su parásito interno estaría expuesto para que la Iglesia lo reclamara.

N 13 observó a Hilda, conectada a un suero y descansando en la camilla, sus signos vitales estables pero frágiles.

—Por cierto, ¿qué han hecho Dinna e Istryn tras los eventos en Nueva Uruk?

—Han estado investigando el paradero del Cardenal Aleister —dijo Ibuki, su tono sombrío—. Han derrotado a varios tenientes de la Iglesia, pero su lealtad es inquebrantable, y no hemos avanzado mucho. Los bastardos han hecho un excelente trabajo lavando el cerebro a la gente. Lo poco que hemos descubierto es que están planeando algo grande, un proyecto llamado "El Sol Negro".

—¿El Sol Negro? —repitió N 13, su curiosidad y desconfianza evidentes.

—Así es, pero la información es vaga. Son astutos; cuando llega información a sus bases, la borran o la codifican con claves casi imposibles de descifrar.

—Ya veo. Parece que esto no será nada fácil. Cada vez que me acerco a mi destino, ellos se desesperan por detenerme.

—Nisha me habló mucho de ti —dijo Ibuki—. Eres una de las pocas Mutant Queen de primera generación que sigue viva.

Las palabras de Ibuki hicieron que N 13 se sumiera en una reflexión melancólica, recordando su primera transformación.

—¿Sabes si hay más como yo?

—Es difícil decirlo. Tu generación fue errática y se erradicó por completo. El poder que tenían era abrumador. Hemos buscado rastros de otras Mutant Queens de primera generación por todo el planeta, pero sin éxito. Encontramos indicios de una, pero nunca logramos hallarla. Solo supimos de ella por un Patriarca de un asentamiento llamado Trevor. Su nombre es Sophie, o Sofía. Perdió a alguien muy importante, Sakuya, durante un ataque de los infames Necromachines. Desde entonces, desapareció.

—Ya me he topado con esa facción. Parece que operan independientemente de la Iglesia. ¿Qué sabes de ellos?

Ibuki se acercó a la ventanilla, observando a Hilda con seriedad mientras exhalaba un suspiro cansado.

—Hemos escuchado que buscan cuerpos, tanto humanos como Mutant Queens, para expandir su ejército. Pero hasta ahora, solo se han dedicado a robar cadáveres y tecnología. Los que han tenido encuentros con ellos rara vez sobreviven para contar su experiencia. Son tan peligrosos como los Impura Sanguis del mundo astral.

—A medida que avanzo en mi misión, encuentro más enemigos.

—Hina también nos ha encargado cazar a los Necromachines y a las bestias del mundo astral. Para ello, contratamos los servicios de Citlali, la reina del continente de Aztlán. Ella y su gente tienen la habilidad de viajar a ese mundo enfermo y traer cuerpos de esas criaturas para estudiarlas.

N 13 recordó su encuentro con las tres obsidianas y cómo la ayudaron contra la Hidra Falsa.

—Son muy competentes en lo que hacen. Lo presencié personalmente.

—¿De verdad? —preguntó Ibuki, sorprendida.

—Sí. Durante mi viaje hacia esta ciudad, me topé con una aldea controlada por una Hidra Falsa. Sin Citlali y sus compañeras, estaría muerta.

—Parece que ya has acumulado muchas experiencias, a pesar de que no llevas mucho tiempo despierta —comentó Ibuki.

—Así es. Nunca imaginé que el mundo fuera tan caótico. Pensé que ya habíamos aprendido nuestra lección.

La joven suspiró profundamente, cruzando los brazos mientras observaba a Hilda con una mezcla de tristeza y reflexión.

—¿Quieres entrar y verla más de cerca? —ofreció Ibuki.

—¿De verdad puedo?

—Claro.

—Está bien.

Ambas mujeres entraron en la habitación. N 13 se acercó a la camilla, su mirada fija en el rostro tranquilo de Hilda.

—Me cuesta aceptar que alguien tan joven como ella sea una Mutant Queen. Es horrible no tener infancia y ser solo una máquina de matar.

—La edad no distingue en nuestra condición. Incluso al nacer, se les convierte en armas. La gente solo las ve como eso, armas. Pero yo no. Son personas, no objetos, a pesar de lo que plantea la Iglesia.

V interrumpió con un tono cruel y despiadado.

—Jejeje, qué niña tan ingenua. No sabe nada de nuestra especie. Solo nos gusta matar para fortalecernos. Eso está en nuestra naturaleza, y tarde o temprano se corromperá.

—Eso nunca ocurrirá —afirmó N 13 con firmeza—. Ni ella ni yo nos entregaremos a la voluntad de la sangre. Ella no merece este destino cruel.

Ibuki, con una expresión comprensiva, se preparó para irse.

—Será mejor que hablemos del plan de evacuación con Diego. Te dejaré a solas con Hilda.

—Gracias por todo, Ibuki. Si no fuera por ti, no sé qué sería de nosotras.

—Je, eso es lo que hacemos los compañeros de la resistencia: cuidarnos entre nosotros.

Mientras Ibuki salía del cuarto, N 13 observó a Hilda con tristeza. Sin embargo, en el laboratorio de Laurent, se gestaba una amenaza siniestra. Veinticinco Diesel Soldiers estaban listos, junto con los capitanes Destra y Void.

—Bien, parece que todo está en orden —dijo Laurent, su voz cargada de resentimiento—. Esta vez, esa maldita N 13 no se burlará de mí. Ni ese proyecto fallido de Joan. Lamentarán haberse rebelado, y Diego pagará caro su atrevimiento.

Void se acercó a Laurent, sus movimientos erráticos y perturbadores.

—Díganos sus órdenes, señor, y nos encargaremos de ellos.

—Parece que tienes ansias de sangre, Void —dijo Laurent, su tono cargado de enojo—. Pero primero debemos esperar el visto bueno de Arius y Lilith. A lo largo de los años, me tomaron por loco, pero solo sabía que el metal sería la clave para crear super soldados. ¡Ahora, quién se burla! ¡¿Ya lo vieron, Steven y Antonieta?! ¡He ganado, jajajaja! ¡Voy a mostrarles la verdadera furia de la Iglesia! Mis soldados mecánicos no tendrán piedad.

En ese momento, Arius y Lilith aparecieron mediante magia de teletransporte.

—¿De nuevo quejándote de tus viejos compañeros, Laurent? —preguntó Arius, su voz cargada de ironía.

—Deja de ser tan infantil —añadió Lilith—. Tenemos que ir a por N 13 antes de que Caenis decida ir sola tras ella otra vez.

—La intervención de la líder de las Santas ha sido una gran molestia —dijo Arius con frialdad—. Debemos conseguir la calma antes del festival.

—Tengan por seguro que mis dos mejores creaciones tendrán éxito en su misión —afirmó Laurent con confianza desbordante—. Su Santidad Dumas me escogió para sus experimentos con super soldados.

—Espero que tengas razón —dijo Arius, su voz cargada de una amenaza gélida—, porque ya sabes lo que te espera si fracasas, Laurent. El castigo más severo.

Laurent, con una sonrisa fría y desafiante, asintió.

—Lo entiendo, pero les aseguro que la victoria será nuestra. Pronto lo verán.

A medida que la preparación para la invasión avanzaba, los Diesel Soldiers eran acomodados meticulosamente en las naves. Destra y Void esperaban en la penumbra del compartimiento de mando, sentados en silencio mientras el zumbido de las máquinas llenaba el aire. La nave, negra como la noche sin estrellas y adornada con un diseño gótico inquietante, se preparaba para su misión. Los pilotos revisaban los controles con una precisión casi ritual.

—¡Todo listo, señor Laurent! —anunció un asistente, su voz temblando ligeramente.

—Excelente. ¡Prepárense para el despegue! —ordenó Laurent, su mirada fija en las naves que se alzaban lentamente—. Es hora de enseñar a esos malditos rebeldes que con la Iglesia no se juega.

—¡Sí, señor! —respondió el asistente, mientras se iniciaba el protocolo de despegue.

Una compuerta se abrió, y un gran elevador elevó las naves que llevarían la destrucción a la resistencia. Los motores rugieron con una siniestra promesa de caos mientras las naves comenzaban a ascender, dirigiéndose hacia su destino infernal. Laurent observaba con una sonrisa retorcida, disfrutando del espectáculo de sus creaciones listas para la batalla.

—N 13, esta vez no cometeré el mismo error. Quiero ver el terror en tus ojos, maldita zorra.

En el interior de la nave, Destra activó sus holo visores, sus ojos brillando con un fulgor metálico mientras escaneaba el terreno. Su voz, fría y sintética, se dirigió a Void, señalando los puntos clave para el ataque.

—He encontrado ubicaciones estratégicas. Debemos dividir a nuestros soldados en varios grupos para cubrir más áreas.

—Afirmativo. ¿Alguna otra orden? —preguntó Void, su tono siniestro apenas oculto.

—Laurent ordenó capturar a los infantes y llevarlos al laboratorio para nuevos experimentos —instruyó Destra—. Yo iré directo a la plaza principal.

Mientras la nave de los generales se acercaba a la plaza, el camuflaje óptico ocultaba la presencia de las naves sobre la población desprevenida. Un niño jugaba con sus padres, ajeno al horror que se avecinaba. De repente, la madre notó una sombra inusual cerca de una fuente abandonada. La sombra creció, y un grito desgarrador se unió al lamento de la tragedia mientras Void, implacable, aplastaba al niño bajo su peso, bañando el suelo en sangre y esparciendo el horror a su alrededor.

Los gritos de la madre se ahogaron en un brutal silencio cuando dos disparos perforaron el aire. Los Diesel Soldiers, como una plaga de fuego y acero, arrasaron las casas, lanzando llamas y llevando a los niños a las jaulas que serían transportadas por las naves. Los desesperados habitantes, en un intento fútil de sobrevivir, presionaron un botón escondido en una pared, activando una alarma. Un Diesel Soldier, implacable, partió al pobre hombre en dos con su espada sierra.

La alarma resonó, una siniestra advertencia que llegó hasta la base de la resistencia.

—¡Ya están aquí, todos a sus posiciones! —gritó Diego, su voz cargada de urgencia.

N 13, al escuchar la alarma, miró a Hilda una última vez.

—Hilda... Debo irme. Tengo que ayudar a tu gente...

Sin perder tiempo, N 13 abandonó el cuarto y se dirigió a la base principal, donde Diego y los demás se preparaban para la batalla.

—¿Qué está pasando? —preguntó, su voz tensa.

—Esos malditos han llegado antes de lo planeado —respondió Ibuki, la preocupación evidente en su tono—. Espero que no sea demasiado tarde para el resto de la superficie.

—¡No hay tiempo que perder, vamos a ayudarles! —ordenó Lance, su voz cargada de determinación.

—¡Estoy lista para ello! —dijo Irina con una feroz determinación—. ¡Esos malditos cabrones no sabrán quién los golpeó!

—¡No hagan locuras, tengan cuidado al salvar a la gente! —advirtió Joan, su tono grave y preocupado.

—No perdamos más tiempo —declaró N 13 con resolución.

El grupo se dirigió rápidamente al campo de batalla, donde el horror de los Diesel Soldiers se desplegaba ante ellos. Al llegar, fueron recibidos por la desolación: cuerpos calcinados y casas reducidas a cenizas por el fuego.

—Dios mío... Esto es horrible —murmuró Ibuki, su voz rota por la conmoción.

—Hijos de perra, pagarán por esto —gruñó Lance, su odio palpable.

N 13 se acercó a un cuerpo calcinado, su rostro carbonizado e irreconocible. Al intentar acariciar el cuerpo, los ojos del hombre se abrieron, llenos de desesperación.

—¡Ayúdame, tienes que detenerlos! ¡Salva a mi hijo, por favor, están robando a los niños!

—¡Señor, trate de calmarse! —imploró N 13, su voz quebrada.

—¡Por favor, deténganlos! —rogó el hombre mientras luchaba por respirar—. Por favor...

Con un último esfuerzo, el hombre murió en sus brazos. N 13 le cerró los ojos, llenos de terror y dolor, y dejó su mano reposando sobre su pecho.

—Ha fallecido... —dijo con voz temblorosa.

Joan, con un gruñido de frustración, tomó la palabra.

—Esto no pinta bien. Debemos separarnos en varios grupos.

—¿Para qué quieren a los niños? —preguntó Ibuki, su preocupación creciente.

—Es para convertirlos en Diesel Soldiers. A mí me intentaron convertir en uno, no permitamos que esos niños sufran el mismo destino —respondió Joan con firmeza.

—¡No voy a permitir que sigan jugando con la gente como si fueran juguetes! —gritó N 13, su voz cargada de furia.

Corrió hacia la plaza principal mientras Irina la llamaba.

—¡N 13, espera!

—¡Sigan el plan, yo iré a ayudar a N 13! —ordenó Joan.

—De acuerdo, ten cuidado —advirtió Ibuki.

Un Diesel Soldier se preparaba para asesinar a una mujer y quitarle su hijo. Ella gritó por ayuda mientras la bestia metálica alzaba su arma para matarla. En ese instante, una explosión sacudió el aire, distrayendo a la criatura.

—¡Deja a esa mujer en paz, maldito bastardo! —gritó N 13, su voz llena de rabia—. ¡Si quieres pelea, aquí estoy yo, hijo de perra!

El ser mecanizado fijó su mirada en la joven rubia, identificándola como el objetivo principal con una precisión escalofriante.

—Mutant Queen de primera generación localizada, procediendo a su captura —emitió el Diesel Soldier con una voz mecánica, fría y definitiva.

Con un estruendoso rugido, la mole metálica disparó hacia N 13, impulsada por sus propulsores. La joven se preparó para el impacto, transformando su brazo derecho en una motosierra biomecánica salvada de las ruinas. Cuando la maquinaria y el metal chocaron, el sonido de las sierras chocando provocó chispas que iluminaban la oscuridad. N 13 empujó con fuerza, pero la batalla era una danza mortal de acero y furia, con ambos combatientes intercambiando golpes en un frenético caos.

Desesperada, la máquina desató una lluvia de misiles desde su armadura, proyectiles que volaron hacia la mutante. Con rapidez, N 13 conjuró una barrera mágica, creando una serie de explosiones y una cortina de humo que ocultó su figura. Cuando el humo se disipó, ella emergió con velocidad felina, atravesando el vientre de su adversario con su motosierra. La sangre mecánica brotó, una siniestra marea roja que la bañó en un elixir oscuro.

—Esta vez, no caeré en sus sucias trampas. ¡Me oyeron! —gritó N 13, su voz cargada de una feroz determinación.

Encendiendo la motosierra, partió a la criatura en un corte vertical, cubriéndose en una mezcla viscosa de aceite rojo y sangre mecánica. V, la entidad en su mente, se regocijó con un tono sarcástico.

—¡Oh sí, nena, esto me encanta! ¡Sigue matando, no te detengas!

Pero la aparición de más soldados mecánicos hizo que el caos aumentara. N 13, con una elegancia letal, les ofreció una lección de sangre y acero, cortando a cada uno de sus atacantes con una danza mortal bañada en aceite y elixir. Sin embargo, la oleada de enemigos no cesaba. En un ataque sorpresivo, uno de los soldados intentó embestirla, pero en ese momento, Joan llegó con una fuerza descomunal, lanzando al soldado contra varias estructuras con un brutal impacto.

—¡No bajes la guardia, N 13! —advirtió Joan, su voz resonando con urgencia.

—Gracias, es lo que he notado —respondió N 13 con un respiro entrecortado.

Un soldado lanzó una granada de pulsos eléctricos, y N 13 fue golpeada por las ondas eléctricas, sus músculos convulsionando en dolor. Mientras uno de los soldados abría fuego contra ella, Joan usó su cola para desviar los proyectiles con una agilidad sobrenatural.

—¡Si quieres a N 13, tendrán que matarme primero! —exclamó Joan, su grito atravesando la atmósfera mientras golpeaba el suelo, creando una onda expansiva de tierra que lanzó a varios Diesel Soldiers al aire. Con una precisión mortal, atravesó la cabeza de uno de ellos con su cola.

Joan disparó proyectiles mágicos desde sus dedos, aturdiendo a los soldados, pero uno de ellos voló hacia ella con una espada sierra en mano. Justo cuando iba a atacar, una bola de magma impactó al soldado, enviándolo estrellándose contra una estructura que explotó en llamas infernales.

Mientras tanto, Laurent observaba desde la distancia, recopilando cada detalle de la feroz batalla.

—Es interesante ver todas las técnicas que poseen —murmuró Laurent, su voz cargada de una cruel satisfacción—. Qué lástima que tu hija, Steven, no lograra ser lo que deseaba: una Mutant Queen artificial, o incluso algo más poderoso. Qué pena que no estés aquí para presenciar esto, viejo amigo. Pero no te preocupes, haré que la muerte de tu hija sea... Especial.

Los datos de la confrontación eran transferidos al software central de Destra y Void.

—Los datos han sido recopilados, pero aún no es suficiente para asegurar una victoria —informó Destra, su voz implacable.

—La situación es crítica. Solo quedan 15 Diesel Soldiers. Debo ir a apoyar —dijo Void, su tono grave y decidido.

—Te doy toda autorización para que vayas con Destra. Es hora de que vean el verdadero potencial de su especie —ordenó Laurent con un aire de fría determinación.

Destra, vistiendo una elegante armadura que evocaba a los soldados británicos y una máscara de gas, saltó de la nave, creando un cráter en el suelo al aterrizar. Avanzó hacia el conflicto con una velocidad letal.

Mientras Joan y N 13 seguían combatiendo, Ibuki fue lanzado por el aire y aterrizó a un lado de Joan.

—¿Qué ha pasado, Ibuki? —preguntó Joan, su mirada ansiosa.

—Viene algo. No es un Diesel Soldier, es algo más —respondió Ibuki, su voz temblando de alarma.

De las sombras, Void emergió con una presencia imponente. Su traje, una armadura gótica gris oscuro, estaba adornado con una capucha y una capa deteriorada que lo hacía parecer un espectro. Su estatura era anormal, casi dos metros, y parecía invulnerable a cualquier arma.

—¡¿De qué mierdas está hecha esa cosa?! —exclamó Lance, su voz llena de terror.

—¡Nada lo detiene! —gritó Irina, la desesperación clara en sus palabras.

Void alzó la cabeza, revelando unos ojos rojos intensos y una careta en forma de cráneo. En su cinturón, dos espadas colgaban: una normal y otra con un diseño infernal, como una llama negra.

—Ten cuidado... Esa cosa no parece ser como los otros soldados —advirtió Joan, su voz tensa.

Los pocos soldados restantes se alejaron lentamente, mientras Void fijaba su mirada en Joan con una intensidad perturbadora.

—¿Cómo se toparon con ese mastodonte? —preguntó N 13, la inquietud evidente en su voz.

—Estábamos recorriendo el perímetro en busca de supervivientes cuando nos encontramos con ese demonio... Nunca había visto tanta frialdad en un ente. Mata a la gente de una forma tan brutal —respondió Ibuki, su tono lleno de horror.

—Eso explica por qué viene bañado en sangre —dijo Joan, su voz cargada de rabia.

Void, con una voz fría y autoritaria, se dirigió a N 13.

—N 13, entrégate ante la autoridad eclesiástica y tus amigos no sufrirán las consecuencias de la inquisición.

—Grrr, no dejaré que se salgan con la suya. Si quieres venir a por mí, ya sabes que no lo haré de buena manera —respondió N 13 con determinación feroz.

—Bien, traté de ser amable, pero parece que tendré que usar la fuerza —dijo Void, su tono implacable.

—Chicos, yo me encargaré de este tipo —declaró N 13, preparándose para el enfrentamiento.

—¡No, N 13! Si te capturan, será el fin. ¡Yo te ayudaré! —exclamó Joan, desesperada.

—No se arriesguen demasiado. El aura de ese tipo no es normal. Parece más humano que máquina —advirtió Lance.

—Es verdad, los Diesel Soldiers solo usan palabras sintéticas, y este habla con claridad —agregó Irina.

—Será mejor irse y salvar a toda esa gente —sugirió Ibuki.

Al intentar retirarse, Destra apareció, bloqueando su camino.

—Ustedes no irán a ninguna parte —declaró Destra, su presencia una amenaza palpable.

—Mierda, parece que esa cosa tiene una compañera —dijo Ibuki, la frustración evidente.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Lance, su voz cargada de desesperación.

—No lo sé. Esta tipa es igual al mastodonte. ¿Qué clase de criaturas ha creado la Iglesia últimamente? —gruñó Ibuki.

N 13 y Joan comenzaron a moverse en círculos, vigilando a Void. El líder de los Diesel Soldiers se quitó la capucha y desenvainó sus espadas, preparándose para la batalla final.

Void activó el protocolo de batalla doble, el vapor saliendo de su cuerpo y emitiendo un sonido sibilante. La criatura giró su cuello con un crujido ominoso, mientras que las dos chicas se encontraban frente a él, preparadas para el conflicto.

El silencio, denso y opresivo, envolvía el escenario mientras Ibuki y su grupo buscaban desesperadamente una forma de escapar de Destra. Una gota de sudor resbaló por la frente de Ibuki, y su corazón latía con una cadencia frenética.

Cuando la gota tocó el suelo, el combate se desató con una violencia implacable. Los puños de las chicas chocaron con las espadas de Void, creando una onda expansiva que sacudió el aire. La velocidad de los combatientes era tan vertiginosa que Ibuki y los demás apenas podían seguir el ritmo.

—¡Qué velocidad! —exclamó Lance, su voz cargada de asombro.

—Nunca había visto a Joan luchar así —añadió Irina, la incredulidad en sus palabras.

N 13 intentó golpear a Void, pero cada uno de sus ataques fue bloqueado con precisión letal, la filosa hoja de la espada del enemigo desgarrando su piel con cada contraataque.

—¡N 13! —gritó Joan, su voz llena de preocupación.

—¡Estoy bien! —respondió N 13, su voz tensa—. Mierda, ¿soy yo, o este tipo sabe lo que voy a hacer? No, eso es imposible. Pero cuando trato de atacar, es como si ya supiera con antelación lo que voy a hacer.

De los ojos de la máquina surgió un potente rayo, disparado directamente a N 13. Joan, con sus manos metálicas, desvió el ataque, redirigiéndolo hacia un pilar de una casa en llamas, que se partió en pedazos bajo la fuerza del impacto.

Aprovechando la brecha, Void embistió a Joan con una brutalidad implacable, atravesando varias casas y dejando una estela de destrucción. La preocupación se apoderó de todos.

—¡Joan! ¡Contéstame, Joan! —gritó N 13, su voz llena de desesperación.

De entre la nube de humo y polvo, la espada de Void emergió como una cuchilla mortal, dirigéndose a N 13. Ella esquivó por poco, pero al enfrentarse al coloso, este la tomó del rostro con una mano fría e implacable.

—Es tu fin, insensata —sentenció Void, su voz cargada de desdén.

Con un movimiento brutal, Void chocó el filo de su espada contra su mano, y al deslizarla con una fuerza descomunal, provocó una explosión que abrasó el rostro y parte del cuerpo de N 13. El impacto sacudió a todos, el fuego envolviendo la escena en un infernal resplandor.

—¡No! —exclamó Ibuki, el horror evidente en su voz.

—¡N 13! —gritó Irina, desesperada.

La mutante cayó al suelo, inconsciente, mientras el humo de sus quemaduras se elevaba en espirales oscuras.

—¡N 13, despierta! ¡Despierta! —imploró Lance, su voz quebrada por la angustia.

Continuará...

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