Resurrección

Dinna observó la batalla con creciente desesperación mientras las grotescas criaturas emergían de las sombras, multiplicándose sin cesar.

—Esto no pinta nada bien —murmuró, su voz llena de inquietud.

Istryn, con una determinación sombría, se preparaba para tomar medidas drásticas.

—Creo que no me dejan otra opción. Tal vez no logre acabar con todos, pero al menos nos dará tiempo para resistir más.

Dinna asintió, su mirada fija en el campo de batalla.

—Solo espero que ese chico aguante contra ese demonio.

El Guerrero, con una expresión de determinación, habló con fervor.

—Balederik no es un hueso fácil de roer. Ha demostrado tener un gran poder, y eso nos motiva a seguir luchando.

La Amazona se unió con firmeza a la causa.

—¡Así es! Lucharemos hasta el final, sin importar cuántos sean ellos.

Istryn, con una expresión decidida, se despojó de su cubrebocas. Los guantes, botas y hombreras comenzaron a romperse, revelando un fuego blanco que se extendía por su piel, iluminando su figura atlética con un resplandor sobrenatural. Tatuajes de un azul claro se formaron en su cuerpo, contrastando con el fuego que lo envolvía. Sus alas de fuego, acompañadas por un par adicional que emergía de su espalda, creaban un espectáculo de luz y poder que intimidaba a sus enemigos.

El calor curativo emanado de su transformación restauró la moral y la salud de los habitantes de Nueva Uruk. Hansel, sorprendido por la magnitud de su poder, no pudo ocultar su asombro.

—Vaya, el poder de esa Mutant Queen es fascinante —se rió Hansel con desdén—. Pero ella no tendrá ninguna oportunidad contra mí. ¡Al final, yo lo consumiré todo!

Istryn, sintiendo la presión de su propia transformación, murmuró con preocupación.

—Debo darme prisa antes de que mi poder me consuma.

Rodeada por hordas de criaturas monstruosas, Istryn observó con una mirada de águila, sus pupilas transformándose para escudriñar el campo de batalla. Sus alas se abrieron por completo, soltando plumas que se transformaron en lanzas de luz tornasol. Estas se dispararon con precisión mortal, atravesando y perforando las criaturas hasta dejarlas como erizos de mar. La lluvia de sangre y la furia de las criaturas aumentaron la intensidad del combate.

—¡Qué estúpidos son! —exclamó Istryn, su voz llena de desprecio.

Con un cuerpo fortalecido y una velocidad abrumadora, Istryn se lanzó contra sus enemigos, rebanándolos con sus garras. Los observadores quedaron asombrados.

—¡Joder, qué velocidad! —exclamó la Amazona.

—Parece que no todas las Mutant Queens son malas —comentó el Guerrero—.

—¿Por qué dicen eso? —preguntó Dinna.

—Hace mucho tiempo, una Mutant Queen fue nuestra protectora, pero nos traicionó. Desde entonces, vemos a su especie como una amenaza.

—Nosotras no somos como las demás que ambicionan poder —aseguró Dinna—. Hemos jurado proteger a los inocentes de la infame Iglesia y cualquier otra amenaza, así que no tiene por qué temer.

La transformación de Istryn dejó a las criaturas paralizadas por el miedo ante su inmenso poder. La creciente incomodidad de Hansel se transformó en furia.

—¡¿A qué están esperando?! —gritó—. ¡Ataquen a esa perra! ¡Y tú, Balederik, es hora de acabar con nuestra pelea!

El aura de Hansel creció, haciendo que Balederik sintiera la ola de calor. El joven monarca ordenó a su familiar que apagara las llamas con una gran ola de agua lodosa. La niebla espesa que resultó complicó la visibilidad y permitió a los gorilas usar su camuflaje para emboscar a Istryn.

—Esto no es bueno —murmuró Istryn, al ver cómo la niebla ocultaba a los enemigos y a Hansel.

Hansel, oculto en la niebla, se burló de Balederik.

—¡Estúpido, has caído en mi trampa! ¡Ahora no podrás localizarme, y es hora de hacerte sufrir!

—¡Serás! —replicó Balederik, determinado a enfrentarse a su adversario.

El gigante atacó el golem de Balederik con ferocidad, infligiendo más heridas al joven monarca. La resistencia de Balederik se mostró en un último esfuerzo: creó una lluvia de proyectiles que sorprendió a Hansel, permitiendo al rey golpearlo en el rostro. Sin embargo, el costo fue alto; la onda expansiva destruyó el brazo del golem y el propio brazo de Balederik.

—¡Esto es horrible! —exclamó el Guerrero.

—¡Istryn, acaba con esas cosas rápido! —ordenó Dinna.

Istryn, con una poderosa magia de luz, invocó un aluvión de hojas filosas en forma de luna creciente que acabó con las criaturas. Sin embargo, más aparecieron del bosque, intensificando la lucha.

—¡Maldita sea, esto no tiene fin! —exclamó Istryn, frustrada.

Hansel, observando su propio brazo destrozado y la sangre fluyendo, reconoció el impacto de la estrategia de Balederik.

—Fue muy inteligente crear una onda expansiva para dispersar mi niebla. Pero, ¿a qué costo?

Balederik, a punto de desangrarse, se preparó para la última confrontación mientras el monstruo se acercaba, haciendo temblar el suelo con cada pisada. Sus soldados intentaron protegerlo, pero Balederik les ordenó detenerse.

—¡No vengan! —gritó—. Ustedes deben seguir luchando, sin importar si estoy o no. ¡Luchen hasta el final por proteger nuestra ciudad!

Mientras el viento soplaba, el joven monarca se puso de pie, su espíritu inquebrantable enfrentando la oscuridad que se avecinaba.

Balederik, con la mirada fija en el horizonte sombrío, se dirigió a la gente de Nueva Uruk con una voz cargada de arrepentimiento.

—Les pido perdón a toda la gente de mi pueblo por los pecados de mis predecesores. A partir de ahora, ¡ya no existirá la monarquía! Ahora son libres. Les dejo el resto en sus manos... Protejan a las nuevas generaciones...

Hansel, su rostro torcido en una mueca cruel, escuchó el discurso con desdén.

—Hermoso discurso, pero ya es demasiado tarde para ti. ¡Muere!

Mientras la multitud observaba en silencio, Hansel se preparó para asestar el golpe mortal. Sin embargo, al acercarse su puño al rostro de Balederik, se dio cuenta de la realidad perturbadora: el joven monarca ya estaba muerto. El viento generado por el movimiento del puño agitó el largo cabello castaño de Balederik, revelando unos ojos apagados que, a pesar de la muerte, mantenían una sonrisa serena.

El rostro de Hansel se tornó en una mezcla de furia y frustración. El deseo de acabar con Balederik con sus propias manos le fue arrebatado. Retiró su puño, y un silencio sepulcral descendió sobre el campo de batalla. Los guerreros de la ciudad, abrumados por la pérdida, comenzaron a llorar y gritar el nombre de su monarca caído, mientras Hansel se reía sarcásticamente de la conmoción.

—Jajaja, al final lograste tu redención, Balederik. Lástima que tu pueblo será cubierto por las llamas purificadoras de nuestra Iglesia.

La casa donde yacía el cadáver de Balederik se encendió en llamas, el fuego devorando rápidamente el cuerpo del difunto monarca aún erguido. Dinna, con furia contenida, apretó los puños.

—¡Idiota!

La Amazona, con un ardor de venganza, se unió a la amenaza.

—¡Pagarás por esto!

Los guerreros rodearon a Hansel, apuntándole con sus armas mientras él se mantenía en una actitud desafiante. Dinna, luchando por mantener a raya a las criaturas de Shirke, colaboró con Istryn.

—Es inútil, ríndanse y tendré piedad con ustedes —declaró Hansel, su voz rebosante de desprecio—. La Iglesia será misericordiosa si entregan todo y olvidan hasta su cultura. ¡Entreguen sus almas a la Santa!

El Guerrero, con la furia encendida, replicó.

—¡Prefiero la muerte antes que someterme a dioses falsos!

Hansel, enfurecido, gritó.

—¡Entonces arderán en el castigo eterno!

Mientras el gigante se preparaba para atacar a los soldados de la ciudad, una misteriosa parvada de cuervos apareció sobre el campo de batalla, desconcertando a la bestia infernal.

—¡¿Cuándo aparecieron estos cuervos?! —rugió Hansel.

Los cuervos, cargados con una magia sombría, comenzaron a atacar a Hansel, sus picos hiriendo su carne dura. Dinna observó con inquietud.

—Esos cuervos no son normales.

—¡Maldita sea, no son cuervos comunes! —exclamó Hansel, sintiendo un poder inusitado—. ¿Serán esas dos mercenarias? No... ¡El poder viene de esos cuervos!

Un tornado de cuervos se formó, revelando a Nisha en su nueva y aterradora forma. Sus tatuajes, antes de un color azabache, ahora brillaban en blanco, y su musculatura se había intensificado. Su aura, abrumadora y poderosa, hizo que Hansel retrocediera, sus ojos reflejando una intimidación pura.

—Esos ojos... Es imposible...

La Amazona y Istryn, sorprendidas, intercambiaron miradas de reconocimiento.

—¿Nisha? —preguntó la Amazona.

—Oye, Dinna —dijo Istryn—, ¿esa chica no es muy parecida a la que ayudamos en las ruinas?

—Tienes razón —respondió Dinna—. Es la que acompañaba a esa rubia, pero su poder... No es normal. Siento una fuerza que supera la nuestra.

Nisha miró a las criaturas de Shirke, que temblaban de miedo ante su presencia. Istryn, esperanzada, dijo.

—Quizá sea nuestra esperanza para salir con vida de este lío.

Nisha, con una voz llena de furia, gritó.

—¡No te perdonaré a ti ni a la Iglesia por haber destruido mi pueblo! ¡Pagarán por lo que han hecho!

Hansel, temblando, rugió de rabia.

—¡No te burles de mí, niña estúpida!

Desató una feroz llamarada hacia Nisha, pero al impactar, ella se transformó de nuevo en una parvada de cuervos. Los cuervos, armados con arcos, dispararon una lluvia de flechas que perforaron la carne del gigante.

—¡¿Cómo es posible que atraviesen mi escudo de fuego y mi carne?! —exclamó Hansel.

Nisha, decidida, proclamó.

—Es hora de acabar con tu patético ejército.

Las flechas, acompañadas por tres círculos mágicos, desintegraron a las criaturas sin dañar el entorno, apagando el fuego y dejando a los monstruos sobrevivientes huyendo aterrorizados. Solo quedó Hansel, enfurecido.

—¡Malditos cobardes! ¡Pagarán por abandonarme! ¡Y tú, maldita zorra, si crees que me vencerás, estás muy equivocada!

En un arrebato de ira, Hansel lanzó su magia de fuego meteórico, devastando el terreno. El humo se disipó, y Hansel, creyendo haber vaporizar a su oponente, se vanagloriaba.

—¡Nadie puede contra el gran Hansel, mi fuego meteórico no tiene rival!

Sin embargo, Nisha se encontraba oculta en un árbol cercano, apuntando con una flecha.

—¡Hansel!

—¿Pero qué rayos? —se sorprendió Hansel.

Dinna, con preocupación, gritó.

—¡Idiota, le has avisado!

Nisha disparó, y Hansel esquivó con un gran salto, riendo despectivamente.

—¡Jajajaja, qué estúpida eres! No van a vencerme si me avisas dónde vas a atacar.

—¡Estás muy equivocado, Hansel! —replicó Nisha.

Para horror de Hansel, vio a Nisha descender sobre él con la espada de Gladius. Las plumas negras cubrieron a ambos, y cuando la espada de Nisha cortó, el gigante descubrió, con terror creciente, que él mismo había sido dividido en dos.

Hansel, con una expresión de incredulidad y horror, miró su cuerpo dividido en dos mitades. La sangre brotó a chorros, tiñendo a Nisha con un rojo oscuro mientras ella lo observaba con frialdad y severidad. El monstruo, desmembrado, revelaba sus entrañas a la vista, y las plumas negras que lo rodeaban ahora se tornaban en un rojo ardiente.

Istryn, asombrada, murmuró con incredulidad.

—Ella... ¡Ella lo partió a la mitad sin esfuerzo alguno!

Dinna, aún en estado de shock, añadió.

—Increíble... Nadie había logrado cortar la carne de Hansel...

Hansel, con el rostro distorsionado por la desesperación, gritó.

—¡No puede ser que esta chica me haya derrotado tan fácilmente! ¿Acaso siempre fui débil? ¡No! ¡Me niego a aceptarlo!

Con una determinación fría, Nisha continuó su obra, desmembrando el cadáver de Hansel en pedazos más pequeños. Su cuerpo, ahora bañándose en la sangre del monstruo, comenzó a brillar con el mismo fulgor que el aura de fuego meteórico de Hansel. Usando su espada, conjuró un viento potente que extinguió el fuego que asolaba la ciudad. Dirigió una mirada silenciosa hacia el cuerpo calcinado de Balederik.

—Descansa en paz, su majestad —dijo Nisha, su voz cargada de una tristeza contenida.

Al aterrizar, los sobrevivientes de la ciudad se acercaron lentamente a la imponente figura de la mutante. El Guerrero, con una mezcla de admiración y temor, preguntó.

—¿De verdad eres Nisha?

La Amazona, aún incrédula, inquirió.

—¿Qué rayos te pasó?

Istryn, con una mirada de sorpresa, comentó.

—Ella ya no es la chica que conocíamos.

Dinna, con un tono de reconocimiento, asintió.

—Así es, te has convertido en una de nosotras.

Nisha, con una expresión grave, respondió.

—Es una larga historia, pero en estos momentos no tengo tiempo para explicarlo todo. Les diré que no solo Balederik ha muerto, sino que el General Gladius también ha sido asesinado.

El pesar y la preocupación se reflejaron en los rostros de los soldados al enfrentarse a la dura realidad de la pérdida de sus líderes.

—¡Es imposible! —exclamó un Guerrero—. ¡Gladius era el mejor guerrero de toda Uruk!

La Amazona, desolada, preguntó.

—¿Qué haremos ahora sin un líder?

Nisha, con un tono firme, respondió.

—¡Lamentarse no servirá de nada! Aún no hemos terminado el conflicto. Esos hijos de perra pueden volver para terminar lo que Hansel no pudo, y temo que mi padre podría venir junto con Shirke.

Dinna, preocupada, preguntó.

—Por cierto, ¿dónde está tu compañera?

Nisha, con una expresión de determinación, explicó.

—Fue secuestrada por el asesino de Gladius. El infame Cardenal Aleister es el culpable de toda nuestra desgracia.

Istryn, sorprendida, exclamó.

—¡¿Dijiste Aleister?!

Nisha asintió.

—Así es. ¿Ustedes lo conocen?

Dinna, con una mezcla de temor y resignación, respondió.

—Tuvimos el infame gusto de conocerlo cuando vino a rescatar a Caenis. Jamás pensé que los famosos Cardenales fueran reales.

Istryn, con una mirada temerosa, añadió.

—La malicia que emanaba Aleister era sobrenatural, como si miles de serpientes quisieran devorarte.

Nisha, con un tono sombrío, concluyó.

—Apenas si Gladius logró darle pelea, pero su edad le jugó en contra, y ahora...

En ese momento, Catherine apareció, y al ver a Nisha en su nuevo estado, expresó su asombro.

—Así que al final te hiciste con la famosa reliquia. Se nota un gran cambio. Ahora te ves mucho más madura, Nisha.

Nisha, con un tono de reflexión, respondió.

—Sí, decidí hacer lo necesario para obtener más poder y ayudar a N 13. Pero...

Catherine, preocupada, preguntó.

—He escuchado lo ocurrido. No puedo creer que Gladius y Balederik estén muertos. ¿Qué vas a hacer ahora?

Nisha, con resolución, dijo.

—Aún no domino bien mi nuevo poder, pero no puedo dejar que la Iglesia le haga daño a N 13. Iré a rescatarla, pero antes necesito hacer algo.

Usando su magia, Nisha abrió un portal del cual emergió un cuerpo envuelto en trapos. Lo sostuvo con cuidado y lo depositó sobre una piedra.

—Quiero que se les dé a Gladius y a Balederik una ceremonia digna de despedida. A pesar de su participación en el golpe de estado de hace 15 años, Gladius demostró arrepentimiento y lealtad a su pueblo.

Nisha, con una tristeza palpable en su voz, continuó.

—Tanto mi padre como los demás involucrados son peones del Cardenal Aleister. El veneno en sus palabras corrompe a los débiles de pensamiento y a las almas desesperadas.

Los habitantes, al escuchar la verdad sobre su general, comenzaron a discutir, y Nisha, con lágrimas en los ojos, siguió hablando.

—Gracias a mí, él se dio cuenta de que solo fue usado. Solo quería acabar con la corrupción del predecesor de Balederik. Al final, ambos cargaron con la culpa de muchas muertes...

Llorando, Nisha continuó.

—Ellos dieron sus vidas por ustedes, sabiendo que no podían enfrentarles por todo el pasado que llevaban. Pero juro por mi vida que esto no quedará así.

Istryn, con una expresión de determinación, preguntó.

—¿Qué planeas hacer ahora?

Nisha, con firmeza, respondió.

—En estos momentos, el ejército de Shirke está muy mermado. Dudo que realicen una contraofensiva pronto, así que me dirigirá a la boca del lobo.

Catherine, alarmada, protestó.

—¡¿Estás loca?! ¡Sabes muy bien lo que son capaces esos locos!

Nisha, con una mirada de acero, replicó.

—Lo sé, pero no dejaré a mi amiga sola. Ella me ha ayudado mucho desde que apareció en mi vida. Me hizo saber que puedo mejorar y salir adelante, sin importar mi pasado.

Con determinación, Catherine se acercó y colocó su mano en el hombro de Nisha.

Istryn, con resolución, dijo.

—Cuentas con nuestra ayuda. Dinna y yo cuidaremos la ciudad en caso de que esos bastardos regresen.

Catherine, con preocupación, advirtió.

—No será fácil lo que hallarás en la base enemiga. Te enfrentarás a tu padre y a Shirke.

Nisha, con una firmeza inquebrantable, respondió.

—Estoy consciente de ello. Estoy dispuesta a enfrentarme a mis demonios y acabar con ellos de una vez por todas. Pero antes, debo hacer unas cuantas cosas...

Los guerreros de la ciudad, con un sentimiento de determinación renovado, comenzaron a recoger los cuerpos de sus líderes mientras Nisha se dirigía a toda prisa hacia la casa de Dalia y su prometido.

Al encontrar la casa vacía, se dirigió directamente a la habitación de Urk y, con manos temblorosas, sacó una espada de un cofre.

—Esta espada fue muy especial para ti, amado mío. Fue la misma que usaste para entrenar conmigo. Parece que todos esos bellos momentos fueron ayer...

Con un beso en el filo de la espada y un minuto de silencio, Nisha guardó la espada y se dirigió a la forja. Al entrar, examinó los instrumentos de herrería mágica. Usando su magia, invocó las espadas de quienes más confiaron en ella. El silencio de la forja se rompió con el ritmo de martillazos y destellos de magia. Dos horas después, Nisha completó su nueva arma.

El rostro de la hermosa mujer brilló con la luz azul de la espada. Su tamaño era imponente, difícil de manejar para cualquier persona común, y aunque el mango era modesto, no dejaba de ser elegante. Empapada en sudor, Nisha se vio en el reflejo de una cubeta de agua, observando cómo sus músculos ahora estaban más formados, y comenzó a posar, preparada para la siguiente etapa de su misión.

Nisha observó sus nuevos músculos con una mezcla de satisfacción y ansiedad. Los reflejos en la superficie metálica del gimnasio revelaban un cuerpo más tonificado y una apariencia que parecía más seductora que antes. Sin embargo, sus pensamientos eran sombríos.

—Espero que estos músculos nuevos puedan protegerme de los ataques punzantes de esas criaturas. Ahora que soy una Mutant Queen, no puedo permitirme descansar —murmuró, apretando los dientes mientras se preparaba para enfrentar lo que vendría—. No puedo dejarme llevar por estas distracciones. Debo terminar mi preparación y dirigirme tras esos bastardos.

Mientras Nisha se centraba en su misión, en la base enemiga se desataba un caos. Un grito de furia, cargado de desesperación y rabia, retumbó, haciendo que los pájaros se dispersaran en la oscuridad del cielo.

Aleister, con el rostro enrojecido por la furia, gritó.

—¡Aaaaaahhhhh! ¡Estuve tan cerca! ¡Maldito seas, Gladius! ¡Por tu culpa no pude recuperar al Parásito! Estoy seguro de que ya Nisha debe haberla consumido.

Wayland, con un tono de resignación, intentó calmarlo.

—Pero al menos tenemos a N 13. Estoy seguro de que mi hija vendrá a rescatarla.

Caenis, con escepticismo, cuestionó.

—¿Qué te hace pensar que tu hija vendrá a ayudar a N 13?

Wayland, con una mezcla de orgullo y preocupación, respondió.

—Ustedes no conocen a mi hija. No es del tipo que deja a los demás atrás. Aprendió muy bien de Gladius.

Aleister, con una mirada cargada de desdén, comentó.

—Tu ex compañero de guerra me dio una pelea digna. Ahora entiendo por qué le tenían tanto respeto. Aunque dudo que siga vivo después de nuestro encuentro.

Wayland desvió la mirada, una lágrima deslizándose por su mejilla.

—Lo siento, viejo amigo...

En ese instante, un anciano del consejo de la ciudad de Nueva Uruk irrumpió, desplomándose de rodillas ante Aleister.

—¡Malas noticias!

Caenis, con una mezcla de frustración y preocupación, preguntó.

—¿Qué ocurre ahora?

Anciano, con voz temblorosa, informó.

—Su Santidad, lamento decirle que... el general Hansel ha perecido en manos de la hija de Wayland.

El impacto de la noticia fue inmediato. Todos se quedaron boquiabiertos, y Aleister, en un ataque de furia, golpeó el suelo con el extremo de su báculo, provocando una explosión de escombros y polvo.

—¡Maldita hija de perra! —rugió Aleister—. No sé cómo adquirir más poder, pero ella era capaz de manipular cuervos, incluso su cuerpo parecía estar compuesto por ellos.

Aleister, con un gruñido de furia, continuó.

—Sin ese parásito, no podrá avanzar en su proyecto, su Santidad Dumas. ¡Wayland!

Wayland, con una mezcla de temor y obediencia, respondió.

—¡Sí, señor!

Aleister, con una mirada gélida, ordenó.

—Tú te encargarás ahora de recuperar esa reliquia y preparar la trampa en caso de que ella venga por N 13. ¡Más les vale no fallar! Si me entero de que han fallado...

En un arranque de ira, disparó un rayo verde desde su cetro al anciano, cuyo cuerpo se hinchó grotescamente antes de estallar en mil pedazos, esparciendo sangre y vísceras por el lugar.

—No tendré piedad con ustedes. ¡¿Entendieron?!

Todos, temblando, respondieron al unísono.

—¡Sí, su majestad!

Una voz, cargada de ambición, se alzó entre los presentes.

—Por favor, su Santidad, quiero ser la primera en enfrentarme a Nisha. Estoy lista para acabar con esa perra mal nacida.

Caenis, con desdén, refutó.

—Él será quien se encargue de enfrentar a Nisha si viene, no tú.

Aleister, con calma calculada, respondió.

—Tranquila, Caenis. Ella tiene una gran sed de venganza. Además, quiero ver de qué es capaz mi nuevo experimento. ¿No es así, Dalia?

De las sombras emergió una criatura humanoide, de piel semi escamosa y bimetálica, con ojos de un negro profundo que le conferían un aire alienígena. Su cabello, en realidad tentáculos con puntas afiladas, se movía inquietamente. Se arrodilló ante Aleister.

—Le juro por mi vida y la de mi hijo que esa chica pagará por todos sus pecados —dijo Dalia con fervor.

Aleister, con una sonrisa satisfecha, respondió.

—Lo sé, querida Dalia. Tu fe ha demostrado lo que eres capaz de hacer. Su Santidad Dumas te iluminará en lo que viene.

Dalia, con una reverencia, contestó.

—Amén, mi señor.

Aleister, con un gesto, abrió una compuerta secreta en el suelo. Ante Dalia, apareció N 13, inconsciente y encadenada.

—Esta vez me aseguraré de que no haya inconvenientes —dijo Aleister con frialdad.

A la mañana siguiente, el amanecer gris y nublado envolvía el campo de batalla. Dinna e Istryn conversaban con Catherine cuando, para su sorpresa, una figura familiar apareció en el horizonte.

Nisha, con su nuevo aspecto, se presentó vestida con un brasier de tela fina blanca y un calzón estilo fundoshi del mismo color. Su cabello blanco estaba recogido en una coleta adornada con un listón morado, y sus muñecas y tobillos estaban envueltos en vendas finas.

Istryn, con admiración, comentó.

—Te ves hermosa, Nisha.

Nisha, con una expresión resuelta, agradeció el cumplido.

—Gracias. Pero ha llegado el momento de enfrentar mis fantasmas del pasado.

Catherine, preocupada, preguntó.

—¿Estás segura de querer hacerlo sola?

Nisha, con firmeza, respondió.

—Es mejor que vaya sola, Cath. No quiero que más gente muera. Además, estoy bien preparada. Después de tantos años, finalmente podré enmendarme.

Catherine, con una mezcla de tristeza y orgullo, observó.

—Ya no eres la misma Nisha que conocí. Veo en tus ojos una gran determinación.

Sin que Nisha lo notara, varios habitantes y viejos compañeros se reunieron para despedirse de ella.

Amazona, con un tono de preocupación, dijo.

—Ten cuidado, Nisha. Lamentamos todas las molestias que también te hemos causado.

Guerrero, con una sonrisa, añadió.

—Se nota tu madurez. Sé que saldrás victoriosa.

Niña, con admiración, dijo.

—Cuando sea grande, quiero ser como tú.

Mercader, con firmeza, exclamó.

—Demuestra a esos infelices de la Iglesia que nadie se mete con la gente de Uruk.

Nisha, con una sonrisa tierna, agradeció a todos.

—Gracias...

Dándose la vuelta, Nisha suspiró y comenzó a caminar hacia su destino, el castillo de la Antigua Uruk. Mientras se alejaba, los vítores de su gente resonaban a sus espaldas. Con un gesto de despedida, extendió el brazo y mostró el pulgar antes de desvanecerse en el horizonte.

La hora ha llegado, y las peores pesadillas de Nisha la esperan. ¿Podrá salvar a N 13 y a su pueblo antes de que sea demasiado tarde?

Continuará...

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