La Verdad
Las chicas alcanzaron las orillas de la ciudad, y de inmediato notaron algo inusual: la vigilancia había disminuido de manera considerable. La atmósfera estaba impregnada de una quietud perturbadora.
Nisha entrecerró los ojos, inquieta. "Mmm. Esto es extraño."
N 13 la miró con curiosidad. "¿Qué cosa, Nisha?"
"Hay pocos guardias patrullando. Eso no es normal cuando hay fugitivos de alto calibre."
N 13 frunció el ceño. "¿No será que Balederik los convenció de que no éramos sus enemigos?"
"Lo dudo," respondió Nisha en un tono grave. "Sigamos adelante."
Eludiendo a los primeros guardias al saltar sobre los techos de las casas, ambas notaron la extraña calma en las calles. Apenas había gente, y algunas ventanas estaban reforzadas con tablones como si algo acechara en la oscuridad.
Nisha tensó los labios, su instinto encendido. "Esto no me gusta nada."
N 13 asintió, su mirada afilada. "Así es. Si algo he aprendido, es que demasiada tranquilidad nunca es buena señal."
Avanzaron con cautela. "Espero que el castillo no esté lleno de guardias," murmuró N 13.
Al llegar al castillo, apenas había vigilantes. Nisha notó una ventana abierta y ambas entraron con sigilo, esquivando a los pocos guardias que patrullaban los lujosos pasillos. Todo parecía tranquilo, pero esa calma no hacía sino alimentar su desasosiego.
"¿Sabes dónde está esa reliquia?" preguntó N 13.
Nisha asintió. "Está en la sala secreta de trofeos del padre de Balederik. Esa sala está en el salón del trono, así que debemos ir allí."
"Joder, espero que no esté lejos. No soy buena con el sigilo."
Nisha esbozó una sonrisa fría. "Deberías aprender. Te puede salvar en misiones donde no quieras pelear."
Abrieron una puerta, adentrándose en una sala elegantemente decorada con candelabros de madera y alfombras carmesí con relieves dorados. Las ventanas enormes ofrecían vistas de jardines desolados. Pero algo más captó la atención de Nisha: el árbol en el jardín.
Un escalofrío le recorrió la espalda. Fue como un siniestro déjà vu. Ahí, junto al árbol donde su padre había descubierto la infidelidad de su madre, una sombra se alzaba, observándola. Dos ojos amarillos brillaban desde las profundidades de la noche.
El miedo la golpeó con una intensidad animal, haciendo que retrocediera hasta chocar con N 13.
N 13 frunció el ceño, notando el temblor en Nisha. "¿Nisha? ¿Qué ocurre? Estás temblando."
Nisha tragó saliva y se atrevió a mirar de nuevo. Pero la sombra ya no estaba. "Yo... creo que fue una alucinación. Juraría haber visto a alguien junto al árbol."
N 13 se acercó a la ventana, observando el paisaje. "No hay nada extraño, Nisha. Quizá sea el estrés."
Nisha respiró hondo, tratando de calmarse. "Quizá... Vamos."
Continuaron hasta una gran puerta de madera detrás del salón del trono, y al abrirla, se encontraron con un largo pasillo. Nisha buscó la señal: "Cuarto de Trofeos y Reliquias".
Cuando finalmente la encontraron, entraron con cautela. El lugar estaba lleno de trofeos grotescos, reliquias antiguas que parecían guardar siglos de secretos oscuros.
N 13 se detuvo frente a una vitrina, observando una extraña estatua de una chica sentada sobre una nutria. "Nisha, ¿qué es esto?"
Nisha se acercó, su mirada sombría. "Es una de las reliquias más raras del reino. Fue encontrada en un templo abandonado hace más de cien años. Se dice que cayó del cielo como un meteorito, algo parecido a la leyenda de los cometas donde vino la Santa y el Gigante."
N 13 la miró, incrédula. "¿Y la nutria gigante?"
Nisha bajó la voz. "Según los documentos, esa nutria es el padre de la diosa. Su apariencia adorable es solo una interpretación de nuestra mente primitiva. Su verdadera forma es desconocida, pero aquellos que la vieron murieron de maneras horribles."
N 13 observó la estatua, su mente invadida por un pensamiento fugaz. "Lina..."
Nisha frunció el ceño. "¿Qué dijiste?"
N 13 sacudió la cabeza, desconcertada. "Ese nombre... Lina. Al ver la estatua, apareció en mi mente. Nunca me había pasado algo así."
Nisha la miró con preocupación. "¿Quién será esa tal Lina?"
"No lo sé," respondió N 13, aún perpleja. "Pero parece estar ligada a esta reliquia."
Siguieron buscando, pero la reliquia que buscaban no aparecía.
"¿Estás segura de que está aquí?" preguntó N 13, impaciente.
"Lo escuché de varios alumnos y del mismo Balederik cuando los espiaba," aseguró Nisha.
"Debe haber una sala oculta entonces," dijo N 13, su mirada recorriendo la habitación.
Por instinto, N 13 examinó un cuadro de la familia de Balederik. "En Arcadia siempre escondían pasadizos secretos detrás de cuadros importantes."
Sus dedos tocaron un botón oculto, y de repente, la pared se abrió, revelando un pasillo iluminado que descendía hacia un abismo desconocido. A pesar de las luces, Nisha sintió un miedo visceral al mirar la oscuridad que se extendía más allá de las escaleras. En su subconsciente, un cuervo salió disparado de la negrura, atravesando su cuerpo como una sombra etérea, y una misteriosa voz resonó en su mente.
Las sombras envolvían las paredes del pasillo subterráneo, donde la atmósfera se volvía cada vez más opresiva. Nisha, con su respiración agitada, escuchaba una voz antigua y siniestra resonar en su mente.
"Ha pasado mucho tiempo, Nisha... Ha llegado la hora de tu máxima prueba. Una vez que te entregues a este poder, ya no habrá vuelta atrás."
Un frío mortal recorrió su espalda. El sudor helado comenzó a brotarle de la piel mientras una bandada de cuervos surgía de la oscuridad, sus formas negras y etéreas danzando a su alrededor como heraldos de la muerte. Pero antes de que pudiera sucumbir al pánico, sintió la mano firme de N 13 en su hombro, sacándola del trance. Nisha jadeaba, aterrada.
—¿Estás bien? —preguntó N 13 con una mirada de preocupación—. Estás temblando como si hubieras visto un fantasma.
Nisha apartó la vista, su voz apenas un susurro. —Vi... algo allá abajo. Cuervos, pero no eran normales. Estaban hechos de algo más, algo sombrío y antinatural.
—¿Crees que tenga algo que ver con la reliquia? —preguntó N 13, clavando sus ojos en las escaleras que se perdían en la penumbra.
—No lo sé, pero he sentido que algo me ha vigilado desde que era niña. Siempre los cuervos... La gente decía que eran presagios de muerte, y tal vez tenían razón.
N 13 observó a su compañera, pensativa. —Es extraño, pero debemos bajar y averiguar qué es lo que ocurre.
Nisha vaciló, la duda y el miedo apoderándose de ella. —N 13... No te he contado algo.
La mutante frunció el ceño. —¿Qué me has estado ocultando, Nisha?
Con la voz rota, Nisha confesó: —Sé lo que es la reliquia. Hace tiempo entré en la biblioteca prohibida de Balederik. Estas escaleras llevan a unas ruinas donde encontraron una cápsula, una criatura parasitaria... la misma que llevas dentro de ti.
El rostro de N 13 palideció, sus manos cerrándose en puños. —¿Por qué no me lo dijiste antes?
—¡Porque tenía miedo! —Nisha alzó la voz, los ojos llenos de desesperación—. No tengo tu poder, N 13. No puedo proteger a todos como tú. Y no quiero perder más gente, no quiero que nos superen otra vez... No después de lo que le pasó a Urk.
El silencio pesaba como una lápida. N 13 la miró, suavizando su expresión, y puso una mano en el hombro de Nisha. —Te entiendo, Nisha. También tengo miedo de perderte. Eres la única que me recuerda quién soy en realidad. No solo un arma, sino una persona.
Una risa maliciosa invadió la mente de N 13, interrumpiendo el momento. V se burlaba. —Qué conmovedor, N 13. Pero al final, todos te traicionarán.
N 13 ignoró la voz y asintió. —Estaré contigo, pase lo que pase. Ahora, tenemos que apurarnos.
Descendieron juntas, enfrentándose al abismo oscuro que aguardaba bajo la tierra. A medida que avanzaban, el ambiente se volvía más espeso y cargado. Candelabros llenos de cuervos observaban desde las alturas como testigos silenciosos de su viaje.
En la entrada de la ciudad, la sangre comenzaba a correr. Los traidores degollaban a los guardias, y la violencia envolvía las calles mientras el ejército de Shirke avanzaba. Hansel, líder de los traidores, observaba con fría determinación.
—Que comience la cacería —ordenó con una sonrisa macabra—. No muestren piedad.
Mientras tanto, en las profundidades, Nisha y N 13 encontraron una puerta de hierro imponente. La rubia pateó la puerta y ambas se adentraron en lo que quedaba de una ciudad antigua, ahora en ruinas. En el centro, una cápsula resplandecía con una energía oscura y maligna. Dentro, el parásito aguardaba, como si esperara ese momento.
Una voz resonó en la mente de N 13, una presencia fría e imponente. —Nunca pensé que volvería a encontrar a uno de los míos.
V rió con desprecio. —¿Qué se siente estar atrapado como un pez?
El parásito respondió, ignorando el sarcasmo. —N 13, debes escucharme. No permitas que V tome control de tu cuerpo. Si lo haces, podrás dominar su poder, pero debes actuar rápido. Algo peligroso se aproxima.
N 13 salió del trance, encontrando a Nisha mirándola con preocupación. —¿Estás bien? —preguntó Nisha—. Te quedaste inmóvil de repente.
—Esa cosa en la cápsula... habló conmigo. Me dijo que debes devorarlo antes de que sea tarde.
Antes de que pudieran reaccionar, una risa siniestra resonó en la oscuridad. De entre las sombras, el infame cardenal emergió, su figura imponente iluminada por las brasas de su cetro. Las chicas se pusieron en guardia, sabiendo que la verdadera batalla apenas comenzaba.
El ambiente oscuro y opresivo del túnel subterráneo se quebró con los ecos de pasos solemnes. La figura de Aleister, el siniestro cardenal, emergió de las sombras, con el cetro golpeando el suelo con cada movimiento. Una sonrisa de desprecio se dibujó en sus labios cuando sus ojos, como los de un reptil, se posaron en N 13.
—Al fin nos vemos, N 13 —dijo su voz cargada de veneno—. Me habían hablado de tu belleza, parece que no estaban tan equivocados.
N 13 reaccionó de inmediato, sus instintos de guerrera se encendieron.
—¡Nisha, ponte detrás de mí! —ordenó con firmeza, su cuerpo tensándose como una bestia acorralada.
—¡De acuerdo! —respondió Nisha, aunque el miedo era palpable en su voz.
Aleister continuó, su tono lleno de malicia.
—Oh, protegiendo a tus seres queridos... Patética. Tu destino es ser el arma definitiva. Ya lo has demostrado muchas veces, N 13. Tu poder sería de gran utilidad para la Iglesia.
—Lo siento, pero no soy muy religiosa —respondió N 13, transformando su brazo izquierdo en una monstruosidad de carne y acero, preparándose para el combate.
Nisha, temblando, dio un paso al frente.
—¿Quién eres? ¿Por qué quieres a N 13? —preguntó, aunque el terror le atenazaba el pecho.
Aleister soltó una carcajada gélida, el sonido resonando por los oscuros pasillos.
—Qué descortés de mi parte —dijo con sarcasmo—. Soy el Sumo Pontífice Aleister, uno de los cinco Cardenales de la Santa Iglesia. Me encargo de recolectar sujetos de prueba y parásitos del proyecto Mutant Queen para Su Santidad. Y créeme, no querrás verme enojado.
Sus ojos de reptil brillaron con un fulgor infernal, y ambas mujeres sintieron un escalofrío recorriendo sus espinas, como si la muerte misma las acechara.
N 13 miró de reojo a Nisha, la confusión empañando su expresión.
—Nisha... ¿No dijiste que estos Cardenales eran solo un mito?
—Al final, no lo fueron —murmuró Nisha, su rostro empalideciendo.
—Si realmente me quieres, Aleister, tendrás que luchar por ello —escupió N 13, su voz cargada de rabia.
El rostro de Aleister se tensó, su semblante volviéndose aún más oscuro, casi demoníaco.
—Lamentarás esas palabras, hereje —gruñó—. Aunque seas una Mutant Queen de primera generación, no has desarrollado todo tu poder. No tienes posibilidad de ganarme.
Nisha interrumpió, su mente repleta de preguntas.
—¿Qué significa eso? ¿Qué quiere decir con que N 13 es una Mutant Queen de primera generación?
Aleister la observó, sus labios retorciéndose en una sonrisa cruel.
—Oh, querida, hay tanto que no sabes. Las Mutant Queens son generacionales. Durante siglos, el proyecto se expandió, para crear seres como ustedes, guardianes perfectos. Es sorprendente que aún exista una de primera generación. Eres un espécimen exótico, N 13, un relicario del pasado.
N 13 lo fulminó con la mirada, su ira alimentando el poder que corría por sus venas.
—¡No me importa lo que seas! No voy a permitir que sigas masacrando inocentes.
Aleister levantó su cetro, y el aire pareció cargarse con una energía maligna.
—Es una lástima. Pensé que podría mostrarles misericordia, pero veo que no la merecen. Durante siglos, hemos gobernado para mantener el orden. Y ahora, anarquistas como ustedes quieren destruir lo que tanto nos costó construir. ¡No lo permitiré!
El viento sopló con una furia antinatural, y antes de que pudieran reaccionar, Aleister se materializó frente a N 13. Su mano, fría como la muerte, golpeó su pecho con una fuerza brutal. Las costillas de la mutante crujieron bajo la presión, y N 13 escupió sangre mientras su cuerpo era lanzado contra los edificios del túnel. Nisha gritó de horror al ver a su amiga malherida.
—¡Maldito! —gritó Nisha, blandiendo su lanza, disparando una ráfaga de ataques desesperados hacia Aleister. Pero este levantó una barrera con facilidad, deteniendo cada uno de los disparos como si no fueran más que gotas de lluvia.
Aleister levantó su cetro, y de la gema en su corona, un rayo de luz esmeralda envolvió a Nisha. Su cuerpo fue atravesado por un dolor indescriptible, cayendo de rodillas mientras sus gritos resonaban por el pasillo.
—Jajajaja... Su poder no es rival para el mío. No importa lo que hagan, el castigo divino caerá sobre ustedes —dijo Aleister, su risa cortante.
N 13, sangrando y apenas en pie, miró con furia a Aleister.
—¡No lo escuches, Nisha! —gimió.
—Tu especie no debería proteger a los débiles, N 13. La ley de la naturaleza es clara: solo los fuertes sobreviven. Tu destino es gobernar sobre estas ovejas. No lo ves... tú, Mutant Queen, eres la última de tu clase. ¡Únete a nosotros o muere!
En un acto desesperado, Nisha invocó una flecha explosiva y la lanzó a quemarropa. La explosión sacudió el pasillo, llenándolo de humo y escombros. Pero cuando el polvo se disipó, Aleister permanecía ileso, su sonrisa aún más cruel.
—Pobre niña... —se burló Aleister—. Ni siquiera tu magia más poderosa puede herirme. Ríndanse ahora, y tal vez les muestre misericordia.
Ambas chicas se quedaron paralizadas, el miedo y el dolor corrompiendo sus voluntades. Y mientras el Cardenal se acercaba, susurrando promesas de salvación, su lengua viperina saboreó el miedo en el aire.
Nisha miró hacia el caos que se desataba en la ciudad, las casas ardiendo y los cuerpos desmembrados de su pueblo esparcidos por las calles. Las palabras de Aleister se clavaron en su mente como cuchillos envenenados.
Nisha intentaba ponerse de pie, las rodillas tambaleantes y el cuerpo sacudido por el dolor, pero el peso de la desesperación la mantenía anclada. "Hice un juramento cuando me gradué..." murmuró, su voz apenas audible entre los ecos de la masacre que resonaban en la distancia. Su gente, la ciudad... todo se desmoronaba. Bestias descomunales, monstruos de Shirke, atravesaban las calles, despedazando cuerpos, mostrando con orgullo sus trofeos macabros. La ciudad que juró proteger se consumía bajo las llamas de la aniquilación.
—¡Basta, Aleister! —La voz de N 13 rompió el aire como un grito de agonía, la mirada fija en el Pontífice, con la súplica cargada de resignación—. Iré contigo... pero por favor, deja al pueblo de Nisha y a ella en paz.
—¡No, N 13! —gimió Nisha, luchando por levantarse, pero su cuerpo herido se desplomó nuevamente, sus lágrimas cayendo sobre la tierra teñida de sangre. La impotencia la consumía.
Aleister, observando la escena, soltó una carcajada gutural, llena de desprecio.
—Jajajaja, has hecho lo correcto, N 13.
Con un chasquido de sus dedos, dos sombras en forma de serpiente emergieron de las sombras, enroscándose alrededor de N 13, sujetándola con fuerza. La mutante, atrapada, miró a Nisha una última vez.
—Nisha... lo siento... —volvió su rostro hacia Aleister, endureciendo su mirada—. ¡Más te vale cumplir tu palabra!
El rostro de Aleister se deformó en una mueca de sadismo. —Nunca confíes en una serpiente, querida.
Con un movimiento rápido y cruel, noqueó a N 13, arrastrándola hacia un agujero negro que se materializó en el aire. Nisha, desde el suelo, vio a su amiga ser engullida por las sombras.
—¡N 13! —gritó Nisha, con la garganta desgarrada por el terror.
Aleister, con una sonrisa maliciosa, se acercó a ella lentamente, alzando su cetro. La esfera en su punta destelló con un brillo siniestro, transformándose en una afilada guadaña. —Es hora de consumar este pueblo y terminar contigo. Dile adiós a tu cabeza —dijo, con una frialdad que helaba el alma.
Nisha observó el brillo letal del arma que descendía hacia ella. Las lágrimas surcaban sus mejillas mientras aceptaba su destino. Había fallado. Les había fallado a todos.
En ese instante, antes de que la hoja cayera, algo cortó las manos de Aleister, interrumpiendo su ataque. El Pontífice retrocedió, sorprendido, mientras sus manos, transformadas en serpientes, se deslizaron lejos del campo de batalla.
Una figura emergió de las sombras. —¡No dejaré que dañes a Nisha! —exclamó con voz firme y autoritaria.
—¡Gladius! —murmuró Nisha, incrédula.
Aleister, ahora con una mueca de desprecio, soltó una risa sarcástica. —Astuto como siempre, Gladius. No me sorprende un ataque tan traicionero de un hereje.
Gladius, su rostro endurecido, respondió con furia contenida. —Tu repugnante malicia es evidente, Aleister. Sólo con verte, provocas náuseas. Haces honor a tu vil apariencia de serpiente rastrera.
Aleister, recobrando su compostura, dejó escapar un susurro venenoso. —Ya es demasiado tarde para tu pueblo, Gladius. Tu amada ciudad arde mientras tu gente clama por misericordia, pagando con su vida por su blasfemia contra la Iglesia.
El ambiente se cargaba de tensión, el aire espeso con promesas de muerte y traición. Nisha, aún luchando por procesar lo que sucedía, observaba en silencio cómo su mundo colapsaba a su alrededor. Gladius se mantenía firme, pero el peso de los secretos y los pecados del pasado comenzaba a hundirle.
—Nunca pensé que llegaría este día —murmuró Gladius, con voz grave—. El día en que la verdad saldría a la luz... Yo fui uno de los responsables del golpe de Estado de hace quince años.
Las palabras de Gladius resonaron como un trueno en la mente de Nisha. Su mundo, ya en ruinas, se desplomó aún más.
Gladius cayó de rodillas, los ojos desorbitados por el horror que consumía su mente. —No... no... Esto debe ser un mal sueño... ¡No! —Su grito se quebraba en el aire, como si buscara desvanecer la pesadilla que lo envolvía.
Aleister, observando la desesperación en su rostro, dejó escapar una risa fría y cruel. —La pérdida de un ser querido... siempre despierta al demonio que llevas dentro, ¿verdad? —Su mirada serpenteó hacia Nisha, con un tono venenoso—. Tú lo sabes, Nisha. Esa ira que bulle dentro de ti, esa sed de venganza. ¿No deseas desgarrar a Shirke por la muerte de tu prometido?
Nisha apretó los puños, su mandíbula tensa, tratando de contener el torrente de odio que la consumía. —Grrrr...
Aleister paseaba alrededor de ellos como un depredador que saborea su presa, su risa resonando como el eco de la perdición.
—Oh, sé bien cómo muchos han venido a mí con el mismo deseo... buscando poder para cumplir su venganza personal. Gladius, tú podrías haber sido como su padre, Nisha. Un arma perfecta en manos de la Iglesia, tu fuerza, tu conocimiento... todo desperdiciado en el arrepentimiento. —El Cardenal hizo una pausa, disfrutando el momento antes de soltar su veredicto con desprecio—. ¡Un desperdicio absoluto! Y por eso... ¡debes morir! Nadie llorará en tu tumba, Gladius... ¡jajajaja!
De sus dedos, Aleister disparó rayos oscuros, retorcidos por una energía maldita. Gladius, con una rapidez instintiva, desvió los ataques con su espada, enviando los rayos a estrellarse en las ruinas cercanas. El choque de poderes resonó como un trueno, y sin perder tiempo, el General arremetió contra el Pontífice, sus armas chocando en un enfrentamiento feroz.
—¡Nisha! —gritó Gladius entre el estruendo de la batalla—. ¡Toma el Parásito y huye!
Nisha no perdió un segundo, aferrando la cápsula con desesperación, pero Aleister, con un movimiento brutal, golpeó el suelo, invocando serpientes sombrías que se retorcieron desde la tierra, bloqueando la salida.
—¡Mierda! —Nisha maldijo, retrocediendo ante las criaturas que la rodeaban.
—¡No irán a ninguna parte! —vociferó Aleister, su rostro deformado por el odio—. ¡Te ofrecí poder, Gladius! Te di mi amistad, y me escupiste en la cara. ¡Pudiste haber sido un héroe de la Iglesia!
Gladius, su respiración pesada pero llena de determinación, respondió con una voz baja y llena de convicción. —Prefiero morir olvidado antes que ser recordado como un asesino.
Aleister dejó escapar una carcajada llena de rabia. —¡La Iglesia ganará al final, Gladius! ¡Todos los herejes arderán en el fuego del infierno!
—¡Lo dudo, Aleister! —Gladius aprovechó un momento de distracción, lanzando una poderosa patada que envió al Pontífice volando hacia las ruinas. Las piedras cayeron sobre él, enterrando su cuerpo bajo toneladas de escombros.
—¡Bien! —exclamó Nisha, con una chispa de esperanza en su voz.
Pero Gladius no compartía su alivio. —¡Aún sigue con vida, Nisha! ¡Corre!
En ese momento, una explosión desgarró el aire. Los escombros volaron por los cielos mientras un aura monstruosa emergía del polvo, rodeando a Aleister. Sus ojos brillaban con un resplandor inhumano, su cuerpo herido, pero lejos de ser derrotado. La corona que solía adornar su cabeza había desaparecido, revelando su calva, pero la furia que emanaba de él lo hacía parecer más temible que nunca.
—Parece que has entrenado, viejo amigo —dijo Aleister, su voz resonando como un rugido contenido—, pero tu edad te consume. ¡Espero que estés listo para morir! ¡Porque hoy será su fin! —Los ojos del Pontífice destellaban con una ira divina—. ¡Han despertado mi ira, y morirán aquí y ahora!
Continuará...
La estatua de la Nutria y de la Diosa, es un homenaje a la obra de mi amigo GenjiWD que es el que me a hecho el gran favor de hacerme las ilustraciones de algunos personajes.
Si quieren conocer un poco mas del universo de la Diosa y la Nutria, vean Lina La Goblina.
Ilustración de la estatua
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