Amargo Despertar
Bajo el manto de una noche oscura y sin luna, cinco figuras se congregaban en torno a una fogata agonizante, sus rostros apenas iluminados por las brasas moribundas. Las estrellas, que alguna vez brillaron con esperanza, ahora parecían vigilar con un fulgor ominoso. En el centro de este círculo, una joven de cabello dorado como el veneno de una serpiente y ojos carmesí, se mantenía de espaldas a sus cuatro enigmáticos acompañantes. Su mirada fija en el horizonte, donde una ciudadela flotaba en el cielo como un presagio de ruina, mientras el viento frío arrastraba su larga cabellera recogida en una cola de caballo que se balanceaba como un péndulo de condena.
El silencio que los envolvía era denso, casi palpable, cargado de presagios oscuros, como si el mundo contuviera el aliento ante la inminencia de un desenlace inevitable. Aquella calma era la antesala de la última batalla, el preludio a una tragedia escrita en las estrellas.
—Hemos superado muchas pruebas —murmuró la joven, su voz un eco en la quietud maldita—. Pero ahora, debo enfrentar mi destino. No hay retorno. La fe de todos ha sido depositada en mí, y no puedo fallar.
Giró su cabeza lentamente, contemplando los campamentos cercanos, donde soldados y caballeros rebeldes aguardaban en silenciosa tensión, listos para entrar en un combate que podría destruir todo lo que conocían. La joven presionó su mano izquierda contra su pecho, buscando consuelo en el ritmo frenético de su corazón. Su suspiro fue profundo, como si expulsara el último vestigio de duda que aún residía en su ser. Sus ojos, llenos de una resolución acerada, se alzaron al cielo negro.
—Ha llegado la hora.
Hace siglos, cuando la Antigua Humanidad estaba en la cúspide de su arrogante progreso, un cataclismo sacudió los cimientos del mundo. Un portal infernal se abrió en el corazón de Jerusalén, y de su interior emergieron dos entidades de un poder inimaginable, su presencia desgarrando la tela misma de la realidad. Lo que comenzó como un día ordinario se convirtió en una vorágine de destrucción y muerte.
El enfrentamiento entre esos seres desató una furia incontrolable sobre la Tierra. Los elementos, enloquecidos, se rebelaron: tornados devastadores, erupciones volcánicas que engulleron ciudades, huracanes que arrasaron continentes enteros. El planeta, antes un jardín de progreso, se vio arrasado por la locura de un apocalipsis inminente.
El Día del Cataclismo marcó el fin de la era de la humanidad como se conocía. El clima se tornó traicionero, y el cielo, antaño brillante y claro, se volvió un lienzo de anomalías: atardeceres bañados en sangre y noches pobladas por luces espectrales. Los continentes se deformaron, algunos encogiéndose bajo la presión del terror, otros expandiéndose como si trataran de escapar de una condena inevitable.
El mar, otrora sereno, se convirtió en un abismo furioso, azotado por tormentas y relámpagos que rasgaban su superficie como garras invisibles. Incluso los más valientes piratas y marineros sucumbían ante el horror de un océano transformado en un monstruo despiadado.
Pero lo peor de todo fue el aura apocalíptica que se extendió como una plaga, oscureciendo los días y envolviendo al mundo en un invierno interminable. En las regiones del norte, la vida misma se extinguió, dejando solo a los más fuertes para enfrentar un destino peor que la muerte. Aquellos que sobrevivieron, mutaron con el tiempo, adquiriendo habilidades sobrehumanas, un sombrío legado de un mundo despojado de su humanidad.
En las profundidades de la tierra, lejos de la luz del sol y de la superficie devastada, la otra mitad de los sobrevivientes se refugiaba en ciudades subterráneas, pero su sufrimiento estaba lejos de terminar. Los dos colosos que habían traído la ruina al mundo, tras su batalla titánica, se petrificaron, sus cuerpos inmortales convertidos en monumentos de terror y objeto de oscuros experimentos a lo largo de los siglos.
Sin embargo, lo que los sabios no sabían era que el Gigante, conocido como el Grotesco, había dejado una maldición en su estela. Mientras su poder desatado consumía Jerusalén, infectó a algunos ciudadanos, sembrando en ellos el germen de una transformación atroz. Con el paso del tiempo, esos seres, deformes y aberrantes, emergieron de las sombras, invadiendo el mundo y arrasando con lo que quedaba de la humanidad. Pero aún en la desesperación, una chispa de esperanza brillaba... o tal vez era el último clavo en el ataúd de la Antigua Humanidad.
La desesperación empujó a los humanos a cometer actos inimaginables, crímenes que mancharon sus almas para siempre, todo en nombre de la supervivencia. Su objetivo: crear un arma capaz de erradicar a los seres deformes. Incapaces de lograrlo por medios convencionales, recurrieron a los cuerpos de los monstruos que habían diezmado a la humanidad ocho años antes. Experimentaron con sujetos de prueba, pero ningún hombre sobrevivió a la fusión con el poder del Grotesco.
Por alguna razón insondable, solo la sangre femenina podía soportar la oscura energía del Gigante. Fue entonces que nació el Proyecto Mutant Queen.
31 de octubre del año 8XXXXXXX
Las campanas del caos resonaban en la mente de una chica encerrada durante más de cien mil años. En la vastedad de la oscuridad, el eco de gritos y el chirrido de carros frenando abruptamente se mezclaban con el rugido de llamas infernales, consumiendo todo a su alrededor. En medio de ese caos, el ritmo frenético de una máquina de signos vitales llenaba el aire, acelerándose cada vez más. De repente, una voz profunda y misteriosa rompió el silencio en lo que alguna vez fue un laboratorio, repitiendo una y otra vez: "Despierta."
Dentro de un tanque de conservación, una bella mujer flotaba, su piel blanca como el mármol, su cuerpo esculpido como obra de los dioses, y su cabello rubio brillando como un amanecer maldito. Las campanas seguían repiqueteando en su mente, trayendo consigo el caos de un Cataclismo que parecía haber ocurrido en un tiempo muy lejano. El pánico la invadió, acelerando los latidos de su corazón y haciendo que burbujas emergieran de su máscara de respiración.
Pero justo cuando un atisbo de paz se insinuaba en su mente, la voz volvió a hablar, con una autoridad incuestionable.
—Despierta... Ha llegado el momento de salir de tu eterno sueño... Levántate... N 13...
La mujer, conocida solo como N 13, abrió los ojos de golpe, sus pupilas llenas de terror, y golpeó frenéticamente el vidrio de la cápsula que la contenía. El sistema detectó su despertar, y el agua comenzó a drenarse, dejándola caer de rodillas en el suelo frío. Con un jadeo, arrancó la máscara de oxígeno de su rostro, vomitando el líquido que aún inundaba sus pulmones.
—Sistema: liberando los seguros de los tubos de lectura cardíaca y neuronal.
Los tubos que penetraban su cuerpo se separaron de su carne, provocándole un dolor agudo que la hizo estremecerse. Cuando el proceso terminó, N 13 se puso de pie, tambaleante, observando con horror el entorno destruido que la rodeaba.
—¿Qué rayos es este lugar? —murmuró, su voz rota por el desconcierto y el dolor—. Joder, me duele mucho la cabeza...
Con pasos vacilantes, se acercó a las otras cápsulas que ocupaban la sala. Dentro de ellas, cuerpos de mujeres yacían en diversas etapas de descomposición. Algunas estaban aún dentro de sus contenedores, otras afuera, como si alguien hubiera roto el cristal para masacrarlas sin piedad. Al inclinarse sobre uno de los cadáveres, observó que la mujer no tenía mandíbula, y al moverla, un ojo desorbitado se desprendió de su cuenca, cayendo con un ruido sordo.
—Dios mío, esto no me agrada nada —dijo N 13, susurrando una plegaria para las almas perdidas—. Espero que encuentren la paz eterna. Ahora debo salir de aquí y encontrar algún arma para defenderme.
—No necesitas un arma cuando me tienes a mí.
La voz resonó en su mente como un trueno, y N 13 gritó, cayendo al suelo frío, agotada y confusa. Miró desesperada a su alrededor, buscando la fuente de la voz que la atormentaba.
—¿Quién rayos está allí? ¡Responde!
Se levantó tambaleante y tomó un tubo cercano, colocándose en guardia, preparada para defenderse de una amenaza invisible.
—Aunque quisieras agredirme, no podrías hacer nada —la voz se burló—, dado que estoy en tu mente, mujer.
El pánico se apoderó de N 13, y su mente se llenó de preguntas sin respuesta. ¿Quién era ella? ¿Por qué estaba allí? ¿Qué demonios había ocurrido?
—No puede ser... ¿Acaso me estoy volviendo loca? —murmuró, sintiendo cómo su cordura se desmoronaba.
—Por favor, mujer, no te estás volviendo loca —la voz respondió con un tono casi condescendiente—. Si preguntas quién soy, digamos que soy la parte más oscura de tu alma, el reflejo de tu deseo de poder y tu sed de sangre.
N 13 caminó con cautela hacia un espejo, examinando su cuerpo en busca de algo extraño. Sus ojos, antes de un rojo vibrante, comenzaron a cambiar de color, volviéndose de un amarillo enfermizo. Horrorizada, gritó al ver cómo su piel se rompía en la espalda, revelando huesos afilados que emergían como la columna vertebral de un demonio. De su cuerpo se extendían lo que parecían ser alas biomecánicas, retorciéndose en agonía.
—¡Detente, por favor! ¡Duele! —gritó, observando con horror cómo sus manos se transformaban en garras grotescas, su piel cayendo en tiras para revelar una capa de tejido biomecánico debajo.
N 13, desesperada, comenzó a cuestionar su propia existencia, preguntándose qué era en realidad.
El dolor era insoportable, una marea oscura y corrosiva que se extendía por todo su ser, como si cada fibra de su existencia estuviera siendo devorada desde dentro. N 13, con los ojos desorbitados, gritó en un intento desesperado de encontrar sentido en la agonía que la asfixiaba.
"¡¿Qué demonios soy?! ¿Acaso soy un monstruo? ¿Esto es un sueño? ¡Quiero despertar, no aguanto el dolor!"
La voz que habitaba en su mente, esa presencia oscura y burlona, respondió con una calma escalofriante.
"Estamos unidos, querida. Tú y yo compartimos un mismo cuerpo, una misma mente. Yo seré tu arma."
La desesperación se mezcló con el terror, mientras el cuerpo de N 13 comenzaba a mutar de maneras grotescas. Su hombro derecho se hinchó, la piel desgarrándose para revelar un ojo de un amarillo ardiente, como el sol de un mundo enfermo, y una boca espantosa, llena de colmillos que se estiraban hacia la superficie. Desde su espina dorsal, una cola afilada como una cuchilla emergió con un chasquido húmedo.
"¡¿Qué carajos eres?! Dios, siento cómo mi cuerpo arde..."
El ojo la observaba con un hambre primitiva, mientras la sangre de N 13 caía al suelo, tiñendo la fría superficie de un rojo que parecía burlarse de su sufrimiento. Su corazón latía desbocado, el sonido llenando sus oídos como un tambor de guerra en un campo de batalla perdido. El dolor era tan agudo que las lágrimas de desesperación brotaban de sus ojos.
La voz, ahora más fuerte, casi gozosa en su poder sobre ella, resonó con una crudeza que helaba la sangre.
"Solo dime, niña. Espero que me ayudes a encontrar alimento, zorra. Hemos estado dormidos tanto tiempo que mi cuerpo desea carne y sangre. Y si cooperas, te prometo que no te matarán. Tú decides."
N 13, atrapada entre la realidad distorsionada de su propia transformación y el horror de la voz en su mente, balbuceó, su resistencia quebrándose bajo el peso de su tormento.
"Pero... Pero..."
La risa burlona de la voz la sacudió, un eco cruel que se clavó en su psique como un cuchillo afilado.
"Eres una zorra muy asustadiza, pero acostúmbrate. A mí tampoco me agrada estar unida a alguien tan débil como tú."
La chica sintió que su mutación comenzaba a retroceder, sus manos deformadas volviendo a la normalidad, pero la mente de N 13 estaba atrapada en un remolino de miedo y confusión que no cesaba. Cada palabra de la voz dentro de ella era un recordatorio de la realidad que no podía escapar.
"Esto es un sueño, ¿verdad? Un mal sueño..."
"¿Sueño? No, mujer, esto es tan real como tú. Ahora, toma la ropa de ese cadáver y salgamos de esta pocilga."
Con un nudo en la garganta, N 13 obedeció. Quitarse la ropa empapada de sangre de un cuerpo muerto le producía un asco profundo, pero no tenía elección. Cada gesto, cada movimiento, estaba cargado de un terror que la atormentaba sin cesar. Al ponerse la ropa ajena, la certeza de que su odisea apenas comenzaba se instaló en su mente.
Caminó por los corredores oscuros y destrozados del laboratorio, los ecos de sus pasos resonando en la vasta soledad que la rodeaba. Frente a una puerta metálica, extrañamente parecida a un conjunto de costillas y columna vertebral, N 13 se detuvo, su cuerpo temblando. Un lector de manos esperaba, su diseño alienígena y ominoso.
Con temor, colocó su mano sobre el aparato, y sintió cómo tentáculos fríos se enrollaban alrededor de su muñeca. Una luz verde destelló, pero ella no pudo liberarse.
"¡Mierda! ¡No puedo sacar mi mano!"
"Calma, mujer. Solo está leyendo tus huellas. Esperemos que las reconozca, o estaremos atrapados aquí para siempre."
El aparato soltó su mano, y la puerta se abrió lentamente, dejando escapar una neblina densa y un viento frío que la hizo estremecerse. La visión que la esperaba al otro lado era un páramo desolado, cubierto de una arena gris que danzaba en el viento, vestigios de una civilización destruida hace eones. N 13 caminó hacia el horizonte, su mente atormentada por la certeza de que su pesadilla acababa de comenzar.
"Y así... es como comienza mi pesadilla."
La neblina, densa y maldita, apenas deja pasar los agonizantes rayos del sol. Es como si este mundo ya no fuera el mío, como si hubiera cruzado un umbral hacia un infierno lleno de horrores y criaturas salidas de las más retorcidas pesadillas.
Los malditos bastardos se esconden entre las ruinas de lo que alguna vez fueron los orgullosos edificios de la "Antigua Civilización". Pero, ¿qué diablos ocurrió aquí? Los pocos supervivientes solo susurran fragmentos de una historia antigua, una leyenda oscura.
Dicen que hace más de diez mil años, un portal se abrió en los cielos sobre la Tierra Santa, y de él emergió una abominación tan indescriptible que los antiguos la llamaron "El Grotesco". Pero no vino solo. Detrás de la monstruosidad, una mujer, hermosa y terrible, apareció. Con el poder de la magia a su disposición, se transformaba en algo casi tan horrendo como el Grotesco. Su batalla en las antiguas calles de Jerusalén desató un caos inimaginable. Los fervorosos creyentes juraban que era la lucha final entre Cristo y el Diablo, librada sobre el polvo de la Tierra.
El Grotesco parecía invencible, pero la mujer, con todo su poder, logró debilitarlo. Sin embargo, justo cuando la victoria parecía suya, la abominación perforó su pecho con un ataque mortal. Ambos, el monstruo y su adversaria, se petrificaron en el acto, sus cuerpos congelados en una eterna lucha.
Esa es la historia que me han contado, pero algo me dice que esta leyenda solo roza la superficie del horror que se desató y que aún hoy, diez mil años después, sigue corrompiendo este mundo.
Mi única pista es la Iglesia de la Santa Petrificada. Los rumores dicen que este culto se llevó el cuerpo de la heroína a un lugar oculto, donde la veneran como a una diosa. Pero los aldeanos temen a esta religión fanática. Cazan y queman híbridos como yo en hogueras. Mientras tanto, el cuerpo del Grotesco fue trasladado a una antigua base militar, un recuerdo de la arrogancia humana al jugar con fuerzas que no comprende.
Mientras atravieso lo que fue una vez una bulliciosa plaza pública, ahora solo un espectro de lo que fue, escucho los gritos de una niña. El sonido corta el aire, agudo y desesperado.
—Parece que alguien necesita ayuda —murmuro, pero V, la voz que comparte mi cuerpo, responde con un tono excitado.
—¡Perfecto! Estoy ansioso por destrozar algo, N 13.
—No vuelvas a perder el control como la última vez —respondo, con un filo de advertencia en mi voz.
La niña corre aterrorizada, perseguida por una manada de criaturas que alguna vez fueron niños. Ahora, sus cuerpos son amalgamas de carne y metal, con implantes mecánicos sobresaliendo de sus espaldas y tubos orgánicos serpenteando por su piel gris. Sus ojos naranjas destellan con hambre, mientras la niebla a su alrededor se torna de un rojo sangre, transformando el mundo en una visión infernal.
La pequeña se encuentra atrapada en un callejón sin salida. Llora mientras las criaturas se acercan, saboreando su miedo. Pero antes de que puedan atacar, salto entre ellas, mi garra destellando en el aire, y la cabeza de uno de los monstruos rueda por el suelo en una cascada de sangre.
—Corre. Encuentra un lugar seguro —le ordeno a la niña, que asiente temblorosa y huye.
—¡Los has enfurecido! —ríe V—. Nos han arrastrado al mundo astral. No podremos salir hasta que los aniquilemos a todos.
—No hace falta que me lo digas —replico.
Me despojo de mi capa, revelando el atuendo grotesco que cubre mi cuerpo: un conjunto de cintas de carne metálica que forman un bikini exótico y futurista. Mi apariencia es un recordatorio de que ya no soy humana, aunque mi belleza aún persista. Con un salto, me lanzo hacia las criaturas, aplastando sus cabezas y absorbiendo su sangre, incrementando mi poder con cada gota.
—No podrás resistir para siempre, N 13. Un día, tu verdadera naturaleza te dominará —murmura V con un deleite oscuro.
—En tus sueños, V.
Las criaturas no cesan, lanzando hechizos de un verde enfermizo, pero con un gesto, levanto un escudo orgánico para bloquearlos. La batalla es feroz, pero al final, me alzo victoriosa, bañada en la sangre de mis enemigos. El mundo vuelve a la normalidad, pero el placer que siento al absorber su poder me deja una sensación inquietante.
V, en su tono siempre burlón, se regocija.
—Qué banquete. Pero debiste acabar con la niña también.
—Cállate, o te haré lo mismo de la última vez.
Recojo mi capa y me la pongo, pero la niña regresa, tímida, agradecida.
—Gracias por salvarme. ¿Puedes venir a mi aldea? —pregunta con un brillo de esperanza en sus ojos.
—Tendrás que ser más cuidadosa la próxima vez, niña. ¿Qué hacías en un lugar como este? —le pregunto mientras comenzamos a caminar.
—Fui a buscar manzanas, pero esas cosas me emboscaron. Por suerte, tú llegaste —responde, aún temblorosa.
—¿Tu aldea está lejos? Aceptaré tu oferta, Amelia —le digo, aceptando lo que puede ser un breve respiro antes de que la oscuridad vuelva a reclamarme.
Al escuchar la pregunta, N 13 se acerca a la niña con una intensidad feroz.
—¿Qué sabes de mi especie? ¿Hay más como yo? ¡Responde! —exige con una voz cargada de desesperación.
Amelia, con un temblor en la voz, intenta calmar a N 13.
—Tranquila, señorita. No sé mucho sobre tu especie, solo sé cómo se les llama...
—¿Y cómo llaman a los que son como yo? —interrumpe N 13, su paciencia agotada.
—Se les conoce como Mutant Queens —responde Amelia, con un titubeo evidente.
N 13 asiente lentamente, asimilando la información.
—¿En tu aldea saben más sobre mi raza?
—El patriarca sabe más sobre tu especie, pero en mi aldea solo quedan cinco personas, conmigo seríamos seis.
El entorno cerca del mar ofrece un respiro, un alivio temporal de las criaturas que han evitado esa zona. No hay necesidad de muros o defensas como en otros refugios.
—Por favor, llévame con el patriarca. Necesito saber más sobre mi pasado... y sobre lo que realmente ocurrió en el mundo —implora N 13.
—Está bien, señorita 13. La llevaré a mi aldea, pero por favor, no actúes de manera extraña —adviste Amelia.
Desde el fondo de su mente, V murmura con un tono cruel:
—Podrías matarla y leer su mente al absorber su sangre, así nos ahorramos tanto lío.
N 13 se vuelve hacia la voz en su interior, furiosa.
—¡Ni se te ocurra, maldito! Si lo haces, me mato para que no sigas con tus locuras.
Amelia, confundida por la discusión, pregunta con preocupación:
—¿Está bien, señorita 13?
—Lo siento, solo estaba hablando conmigo misma —responde N 13, forzando una sonrisa.
El dúo avanza a través de praderas de pasto gris, donde la neblina y el viento convierten el paisaje en una mezcla de desolación y belleza lúgubre. Las montañas imponentes y las ruinas antiguas se recortan contra el cielo, mientras el sonido del mar y la visión de un faro semi destruido evocan una nostalgia inquietante.
—Ya casi llegamos. Puedo ver el faro desde aquí —anuncia Amelia.
—Perfecto, no perdamos más tiempo —responde N 13 con determinación.
Al llegar a la aldea, una mezcla de arquitectura barroca y casas en ruinas, N 13 queda cautivada por el atardecer, cuya belleza contrasta con la desolación que la rodea. El sonido de las olas rompiendo contra el acantilado añade una extraña serenidad al ambiente.
—Es hermoso... Se siente tan tranquilo aquí —murmura N 13, maravillada.
—Lo sé —asiente Amelia.
En ese momento, una figura en túnicas religiosas se aproxima para recibirlas.
—¡Amelia! ¡Nos tenías preocupados! Me alegra verte sana y salva —dice la sacerdotisa con un tono de alivio.
—Sacerdotisa Rosa, no hay motivo para preocuparse. Si no fuera por 13, quizá no estaría aquí —explica Amelia.
—¿13? —pregunta Rosa, observando a N 13 con interés.
Rosa nota los ojos rojos de N 13 y susurrando con un dejo de sorpresa:
—Tú... Tú eres una Mutant Queen, ¿cierto?
V, con un tono malicioso, se burla:
—Ya ves, no todos te ven con buenos ojos. Ahora, acaba con ellas y obtén la información por las malas del patriarca.
N 13, intentando mantener la calma, responde:
—Veo que notaste que no soy humana.
Rosa, con una mirada llena de compasión, dice:
—Hace años que no veía a una de tu especie. Aunque mi religión desprecie a las Mutant Queens, debo agradecerte por salvar a Amelia... Pero no temas, dejé esa secta hace años.
N 13 suspira, su voz llena de pesar:
—Es horrible vivir con este poder. Muchos lo desean, pero yo lo veo como una maldición.
Rosa, con un gesto amable, pregunta:
—¿Qué buscas en este lugar decadente?
—Respuestas sobre quién soy, sobre lo que pasó en el mundo. Amelia me dijo que el patriarca sabe mucho —responde N 13.
—Así es. Si buscas al patriarca, está sentado en las faldas del faro. Siempre está allí meditando —informa Rosa.
—Gracias —dice N 13, y con un último vistazo a la sacerdotisa, sigue su camino.
Amelia, antes de separarse, agrega:
—Señorita 13, cuando termine con el patriarca, me gustaría que vinieras a mi casa. Mi padre y yo te estaremos esperando.
—De acuerdo —asiente N 13, reanudando su marcha hacia el faro.
Mientras camina, ve a un hombre barriendo las fachadas de las casas abandonadas. El hombre se da cuenta de N 13 y se acerca.
—Vaya, ¿eres nueva por aquí? —pregunta el barrendero.
—Sí, pero tengo prisa. Voy a ver al patriarca —responde N 13.
—Hace años que nadie visita a ese viejo. Espero que su excentricidad no te asuste. Por cierto, me llamo Vicente. ¿Y tú? —pregunta el barrendero.
—Solo me dicen 13. No tengo un nombre real —responde ella.
Vicente, con una expresión de pesar, añade:
—Sea lo que sea que busques con el viejo, ten cuidado. Esta aldea solía ser hermosa, pero la gente se fue a las grandes capitales y ciudades avanzadas, donde solo hay represión. Desde la aparición de las criaturas, la población ha disminuido, y estas bestias ganan terreno. Nadie se atreve a entrar aquí, ni siquiera esas criaturas. Si tienes tiempo, visita mi biblioteca. Tal vez encuentres cosas que el viejo no sabe.
—Gracias, eres muy amable —dice N 13, apreciando el consejo.
La joven continúa su camino, mientras el viento arrastra hojas marchitas y los árboles secos se mueven de forma ominosa.
Al llegar a las faldas del faro, ve a un anciano con una larga barba canosa y un cabello descuidado, vestido de manera formal en un estilo victoriano, observando el atardecer.
—Sé que buscas respuestas... Acércate, niña —dice el patriarca con una voz serena.
N 13, sorprendida, se da cuenta de que el anciano parece estar esperándola. Al acercarse, descubre que el patriarca es ciego.
—¿Cómo es posible que...?
—No te fijes en lo superficial, niña. Aunque mis ojos están en blanco, veo cosas que un humano común no puede. No me subestimes por mi ceguera. Sé que buscas respuestas sobre tu vida, sobre lo que eres realmente. Has despertado de un largo letargo y este nuevo mundo te es desconocido. También algo te atormenta, un acto ruin que te persigue en tus noches más oscuras —dice el patriarca con una calma inquietante.
N 13 baja la mirada, su rostro reflejando una sombra de culpa.
—Así es... ¿Sabe algo sobre mi pasado?
—Tu pasado es borroso. Las respuestas aparecerán a lo largo de tu aventura. Pero lo que sí sé es que las Mutant Queens nos han ayudado a evitar la extinción. Aunque la Iglesia de la Santa Petrificada las ve como una amenaza por su adoración a la "Diosa". Algunas de tus hermanas se han corrompido y se han convertido en "ImpuroSanguis" —explica el patriarca.
—¿Qué más sabe sobre mi especie, señor?
—Calma, niña. No tengo todas las respuestas, pero sí las bases para que las busques. Lo primero que debes hacer es buscar a tus hermanas y preguntarles sobre el Proyecto Penitencia. No solo debes buscar respuestas sobre tu pasado y cómo llegamos a este estado. También debes salvar a las que han caído en la corrupción y ayudar a los pueblos devastados por esta peste. Los que jugaron a ser dioses abrieron las puertas del infierno. Los pocos supervivientes viven con miedo, esperando ser devorados por esas bestias. Confío en ti, 13. Confío en que pondrás fin a este ciclo de muerte y tragedia. No permitas que tu "Penitencia" te corrompa. Sé que cargas con un pecado que aún te persigue.
N 13, atónita, pregunta:
—¿Cómo sabe todo esto?
El patriarca se pone de pie y camina hacia el acantilado.
—No intentes detenerme, niña. Esto es lo que debo hacer para liberar a este pueblo de mi carga. Solo estaba esperando tu llegada. No permitas que tu otro yo cause un genocidio nuevamente. Sé lo que has hecho desde tu despertar.
—¿Cómo lo supo? —exclama N 13, desesperada.
Con una sonrisa amable, el anciano se lanza al vacío del acantilado. N 13 intenta detenerlo, pero es demasiado tarde. Ve cómo cae y cómo las rocas destruyen su cuerpo, la sangre tiñendo el mar mientras los peces mutantes y las gaviotas monstruosas devoran su cadáver con un frenesí visceral. La joven observa con horror y asco, su mente aturdida por la escena grotesca.
—Joder... ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué aquí? —susurra, su voz llena de desesperanza y confusión.
Continuará.
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