027
Removí las cobijas estirando la mano hacia el colchón, esperando encontrármelo ahí recostado conmigo, completamente dormido como en todas las películas románticas después de follar, porque lo nuestro no había sido hacer el amor, no. Había sido bestial y necesitado, sin embargo me había gustado muchísimo.
Terminé sentada contra las almohadas con el cabello hecho marañas en la cara, si me miraba al espejo vería a un bruja.
Miré por toda la habitación sin encontrar a Luke, solo el vacío y el silencio en una misma habitación; la peor combinación para mi. Envolví la sábana en mi cuerpo a pesar de la camisa de él que llevaba puesta, pues se transparentaba y no traía puestas las panties. Corrí sin importarme el sigilo ni nada de esas cosas de películas de acción, solo quería averiguar donde estaba el culpable de mis dolores musculares.
—no puedo ir— escuché desde la cocina a juego con sonidos de la sartén
—por favor, necesito de ti aquí, eres la única persona que conoce realmente la calidad del vino que obtuve. Tu ayuda me vendría como anillo al dedo— se escuchó la voz por el speaker del móvil haciendo eco en las paredes
Ni me hacía falta preguntar para saber que era esa Sam de hace poco, ¿acaso no se cansaba de seguir molestando?
Asomé la cabeza por el arco divisando a Luke girando un panqueque con la espátula. Lucia fresco y recién duchado, podía adivinarse que no tardó mucho en levantarse para asearse, ese hombre era un amo del control y orden. Si tan solo fuera como el de ayer.
Él suspiró antes de acomodar el otro panqueque en uno de los dos platos sobre la isleta.
—vale, ¿a que hora me quieres allá?
¿Allá en donde? ¿Por que acordaba un horario con ella?
—en una hora— anunció eufórica—. Ah, una cosa más. Lleva a Ivette, le vendría bien salir por aire, la tienes encerrada todo el rato
—eso no lo decides tú
—solo tráela, me gustaría que estuvieran aquí los dos
Rayos, ahora ya estaba inmiscuida en sus temas personales con una mujer que para nada me agradaba. Solo quería quedarme a descansar hasta poder sentir las piernas otra vez.
Escuché que vagamente accedió a sus caprichos colgándole la llamada, regresando a sentarse en donde siempre a desayunar, todo bajo el yugo de un perverso silencio que no duró más de lo debido, ya que miró por el rabillo de su ojo palpando con dos dedos el lugar a su lado, claro que al principio no lo comprendí.
—ya te vi— anunció mordiéndose el labio sin ganas—. El desayuno está listo, anda
Puse los ojos en blanco yendo a donde me indicó. Tuve el mayor problema al acomodarme con todo y la sábana, tirando de la tela con desesperación porque de atascaba debajo mío. Apenas y me percataba que mi espectáculo lo estaba divirtiendo, trazándole una sonrisa matutina que realmente resaltaba el brillo del azul en sus ojos.
—es de mala educación escuchar conversaciones ajenas, cariño— siseó con calma cortando un trozo del desayuno, llevándoselo a los labios mientras me miraba por el rabillo del ojo
—no lo es cuando escuchas tu nombre— repuse acomodándome los cabellos detrás de las orejas.
Era todo un desastre.
—ahora que sabes lo que pasara necesito que subas a darte una ducha y te arregles
—¿que ocasión?
Sonrió de lado.
—inauguración de un restaurante
Vaya, podía juzgarla pero esa mujer si que tenía una vida digna para merecerse a Luke. Posiblemente hasta tenían algo y eso qué pasó conmigo fue un impulso, aunque no podía ver el arrepentimiento en su mirada, estaba como todos los días, así que la diferencia no era notoria.
—¿Tienes algún analgésico?— pregunté con la boca llena.
Sabía que eso le molestaba, lo ponía furioso.
—te responderé cuando tú boca esté vacía— alzó ambas cejas con molestia—. Sabes que eso es de mal gusto— señaló con el tenedor
Tragué.
—¿hay o no?
—en la primera gaveta junto a mi cama, ¿por que? ¿Que es lo que te duele?
—creo que sabes que es lo que me duele
Se me erizó la piel al sentir su mano remover un tramo de cabello de mi cuello, tocando con las yemas con suma precaución, pero no sentía nada ahí que necesitara de su atención.
—te dejé un moretón aquí— musitó acariciando mi cuello con el pulgar
—no es el único, seguramente tengo varios en el pecho— contesté callándome los nervios al aclararme la garganta
—voltea, quiero ver en donde más tienes morado
Giró el banco de imprevisto acercándome más a donde él. Removió la tela de la sábana pidiéndome que me levantara para quitarla del todo, una vez hecho eso volví a sentarme con las piernas cruzadas o se me vería hasta la consciencia. Sonrió débilmente al pasar las manos lánguidamente sobre mis pechos, tocando los pezones apenas con la rapidez suficiente para que se pudieran erectos.
Carajo.
—no quiero que estes apenada cuando estes conmigo— señaló con firmeza comenzando a desabotonar la camisa—. Tu cuerpo es bellísimo, Ivette. Me encanta— dijo pasando las manos por mis brazos—. Desde lo terso de tu piel hasta el sabor dulce de cada rincón. Indescriptible.
Algo que en verdad me atrapaba era la manera en la que hablaba, parecía que preveía cada palabra que podía salir de sus labios con tal cautela que era perfecto.
—este de aquí se ve feo— señaló junto a mi pezon al bajarme la prenda por los hombros dejándola a media cintura.
Suspiré profundamente ante el contacto de su pulgar y pronto de sus labios sobre esa área. Santo cielo, si tan solo supiera que su mísero roce me hacía hervir.
—sube a ducharte, corazón— musitó reincorporándose dándome un quedo y dulce beso sobre los labios
La inercia me llevó hacia adelante en cuanto se alejó con una sonrisa.
—ya te daré un beso real cuando regresemos, anda
No sabía si sentirme ansiosa o avergonzada por lo qué pasó.
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