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Había leído en un montón de lugares como se sentiría tener intimidad con alguien mayor, pero ese asunto no me fue relevante hasta que me encontré desnuda debajo de Luke, atacada por el movimiento provocador de su pelvis contra mi entrada, sobrando únicamente la tela del bóxer. La única realidad era que estaba molida.

Quería todo de él sin importar las consecuencias, me tenía centrada en el momento y en la lujuria de su mirada clavada contra la mía al tiempo que se desnudaba por completo. El único inconveniente era el maldito condón, por lo cual obviamente distrajo su atención de mi, tratando de alcanzar el pantalón en el suelo, aunque no lo dejé. Abracé su cuello, enterrando los dedos en esos sedosos rizos dorados que ahora terminarían en un desastre brillante.

Sonrió contra mis labios, sosteniéndose con una mano a lado de mi cuerpo, apretando con fuerza cuando la otra tomaba su pene por la base, frotando la punta con mi clitoris, sacándome un gemido que le hizo reír.

Hijo de puta, aún estaba jugando conmigo.

—¿así de simple?— aludió plantando un beso sobre mi mentón

—solo mételo— reclamé con puchero

Jamás me imaginé pidiendo semejante cosa, ¿que me estaba pasando?

—¿vas a dejar que me venga dentro de ti, dulzura?— preguntó con una ceja encarnada

Creo que la respuesta era obvia.

—si— susurré buscando el roce de sus labios, viéndolo alejarlos cada que me acercaba—. Luke, por favor

—dime que es lo que quieres, cielo

Su voz sonó seca, indicando una orden, no una sugerencia, pero estaba desesperada, caliente y ansiosa. Bien podría ser una distracción para de la nada partirme en pedazos.

—quiero que me beses— pedí con suavidad besando su mandíbula, resintiendo las cosquillas por su vello facial—. Quiero que me folles duro— casi supliqué y una sonrisa cómplice surcó sus perfectos labios

Robó la atención al comerme la boca, por lo que no fui capaz de reaccionar a la embestida de entrada que me hizo gritar, agolpando las lágrimas de dolor. Era demasiado estrecha para el exagerado tamaño de Luke, casi podía quedarme sin aire si intentaba moverme, pero él espero pacientemente a que respirara e intentara acoplarme a la sensación de pesadez. Lamió mi cuello y sin más dio inicio al vaivén de sus caderas chocando contra mi, una y un millón de veces que sin lugar a dudas se volvían cada vez más placenteras, adictivas y ansiadas.

Apretó mi cadera con dureza, llevándome a pensar que el dolor sería más grande, que por un segundo dejaría de gemir su nombre por el grito que pedía salir de mis labios, sin embargo fue lo contrario. Era tan bueno que me hizo olvidarme por completo del escozor de la piel justo en donde clavaba los dedos, me tenía embelesada y sudada bajo su enorme silueta. Dominándome sin quejas, ni nada de por medio, solo un montón de calor que comenzaba a subir en la habitación.  De momento a otro sin aviso previo salió de mi interior obligándome a dar vuelta, alzando mi trasero hacia su erección, y antes de volver a penetrarme me removí con una sonrisa ante sus labios sobre mi espalda, con suaves y cautelosos besos. Pero por supuesto que eso fue una pantalla que cubrió la verdadera intención.

Se lo había pedido, salió de mi boca y no podía retractarme. Con cada estocada me repetía lo mismo al inclinarme contra el sofá, apretando los dientes con tal de callarme todas las obscenidades que podían escaparse, no obstante, el movimiento insistente y bestial de su pelvis me dejaba sin aliento, destrozando mis adentros, volviéndolos suyos ante cada penetracion más dura y certera que la anterior. Ni siquiera me di cuenta de que ya estaba llorando, comenzaba a sentir algo más allá de lo que sentía cuando lo hacía con otros muchachos. Con Luke era completamente distinto, tenía experiencia, fuerza, habilidad y palabras de convencimiento.

Tenía el control y así serían las cosas.

—me encantas, muñeca— gruñó abrazándose de mi cintura para pegar su pecho a mi espalda, volviendo todo más borroso y placentero—. Tan estrecha para mi— habló a mi oído justo antes de apretar mis pechos con fuerza sin parar con el latente movimiento de su cuerpo, llenándome por dentro como ningún otro haría.

Me encantaba, de verdad me volvía loca.

Pronto estuve buscando su encuentro con mis caderas, profundizando cada estocada en un punto certero que me volvió nudos, no podía detenerme, callarme su nombre entre gemidos sonoros que se combinaban con sus gruñidos al sentir mis paredes envolverse contra su virilidad, indicándole que estaba por correrme por tercera vez, pero no se detuvo. Se sujetó de mi cadera empujándose por las que parecían las más brutales estocadas, logrando que los espasmos adormecieran mis manos y flaqueara al gritarle que no se detuviera, lo que no hizo ni cuando un líquido tibio llenaba mi interior y escurría por mis muslos.

Casi por inercia dejé caer mi cuerpo contra el sofá, sin fuerza ni para sostenerme.

Aceptó mi silencio dedicándose únicamente a levantarse y recoger la camisa que traía puesta. Me dio vuelta, recogiéndome de tal manera que quedara sentada y me la puso con sumo cuidado pues aún me encontraba sensible después del mejor orgasmo que pude haber tenido. Sonreí adormecida por el cansancio y su mano acariciándome la mejilla mientras se hincaba entre mis piernas, limpiando la humedad de mis ojos.

—estás cansada, linda, vamos a la cama

Estiré los brazos sacándole una risilla justo cuando abracé su cuello y envolví las piernas en su cadera. Seguía desnudo y la verdad era que ni me importaba, mucho menos mientras me llevaba a descansar los ojos un rato.

La cama se sentía diferente, más suave y mucho más espaciosa que la mía, por lo tanto deduje que me llevó a su habitación. Se acomodó a mi lado dejándome abrazarlo aún estando sobre el con la cabeza en su pecho, escuchando su corazón relajado y la respiración controlada. Besó mi coronilla trazando líneas imaginarias sobre mi espalda, ayudándome a quedarme dormida más rápido de lo que creí.

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