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Tenía la mano sobre mi cuello apretando con ligereza, un agarre que me había separado de sus labios en cuestión de segundos. Sus ojos me miraban en busca de explicaciones coherentes, pero mi mente estaba liada, estaba demasiado avergonzada como para decirle algo que no sonara completamente estupido o inventado.

—¿vas a decirme que fue eso, Ivette?— cuestionó con los ojos oscurecidos

El azul era casi imperceptible en su mirada, algo muy anormal en él, pues no parecía enfadado ni nada de eso, al contrario, se veía que se debatía contra sí mismo en algo que francamente ni me molestaría en entender porque su mente era un laberinto sin salida aparente.

—yo no quise, no quería— negué tartamudeando como siempre.

Tomé una bocanada de aire bajo su mirada atenta a cada uno de mis movimientos.

—lamento haberte besado, Luke

Al final tuve que admitir que lo lamentaba, ¿de verdad? Claro que no, si pudiera hacerlo otra vez lo haría porque me gustó el sabor dulce de sus labios y esa increíble textura; tersos y delicados, capaces de exterminar en un movimiento. En conclusión, fue un beso sin significado pero si que se sintió bien.

Se relamió comenzando a acariciar la piel de mi cuello con su pulgar, trazando círculos suaves que bajaron a mi clavícula en líneas rectas que de repente se detuvieron, haciéndome encararlo por el enorme remolino que tenía en la boca del estómago. No lo lamentaba ni lo haría en un millón de años y quería que lo supiera con solo mirarme a los ojos y ver a través de ellos toda la verdad, sin embargo no hizo nada más que suspirar y estrecharme contra su pecho.

—no pasa nada— susurró sin ánimos con la barbilla sobre mi coronilla

¿Nada? ¿No pasaba nada?

Si tan solo pudiera echar un vistazo en mi interior estaría tan desesperado como lo estaba yo al tenerlo tan cerca inhalando ese aroma que tenía, embriagándome, matando hasta la última célula de mi cuerpo. Definitivamente Luke era algo muy diferente a lo que conocía, no era un hombre cualquiera con deseos simples y banales, no. Luke era algo más complejo que eso y por eso se le mencionaba tanto en casa; era jodidamente imposible. Más aún para alguien de mi edad, nunca podría ponerle una mano encima sin pedirle disculpas por mis hormonas. Tendría que conformarme con lo que había para mi, y en esas opciones obviamente no estaba él.

—¿puedo irme a mi habitación?— cuestioné con un hilo de voz

Dios, soy tan patética. Conozco a alguien que me gusta y me vuelvo todo un manojo de emociones incontrolables.

—¿que pasa? ¿Estás bien, cariño?— bajó la mirada buscando la mía en un burdo intento de saber lo que me sucedía.

Jamás lo sabría.

—solo quiero irme a mi habitación, seguiremos mañana— concluí

Asintió dándome un beso en la frente, permitiéndome marcharme hacia la puerta sin tomar mi ropa, así me fui, en ropa interior con un montón de cuestiones en la cabeza. Pero es que también soy idiota, ¿cómo se me ocurre besarlo de la nada?

Primero; me golpeó, segundo; me dobla la maldita edad y tercero; espera, ¿existe un tercero o solo creo excusas para creérmelas?

Me tumbé sobre la cama mirando hacia el techo, claro que no encontraría mis respuestas ahí, pero no perdía nada.

Esperé y esperé en silencio por algo que me iluminara el cráneo y me hiciera entrar en razón, sin embargo ese algo no existía porque simplemente lo que estaba pasándome era real. No era ficción ni parte de libros, de verdad estaba ahí delante de mis ojos para tentarme a lo imposible. Un sonido seco me hizo sentarme y salir de mis cavilaciones, encontrándome a Luke en la puerta con mi ropa en su mano.

—gracias— murmuré desganada levantándome yendo hacia él para recoger lo que era mío—. Iba a regresar por ella— quise continuar mi oración, de verdad, pero sus jodidos labios decidieron lo contrario.

Apretó mi cuello con suavidad moviendo su boca contra la mía en un vaivén de sensaciones electrizantes que me mandaron más allá de mis límites. No podía ni reaccionar correctamente a su mano libre apretándome la cintura con ansiedad, cosa que me hizo gruñir contra sus labios en los que se pintó una dulce sonrisa. Me sostuve de sus brazos en cuanto su lengua acarició mi labio inferior, pidiendo el infame acceso a mi cavidad, y claro que se lo concedí, dejándome llevar por su sensacional ritmo y ferocidad arremetiendo contra mi.

—no va a repetirse— espetó separándose de la nada luciendo los labios hinchados y los rizos por la frente.

Una imagen digna de libros de historia.

—¿que?— interrogué incrédula

Primero me come la boca y después me dice que no volverá a pasar.

¿Que carajo le pasaba por la mente a ese hombre?

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