019

Tuve que rogarle con todo el sentimiento que hubiera en mi pecho, se negó un millón de veces insistiéndome que dejara el tema de lado, lo cual no hice porque rara vez dejaba que algo así se me fuera de las manos.

Al final aceptó, con la mandíbula endurecida y las mejillas sonrojadas del coraje, sin embargo eso no importó para cuando me dio el sí.

—¿que tengo que hacer ahora?— pregunté con euforia

Puse los ojos sobre su figura erguida en el arco de la entrada, posiblemente pensando, o reflexionando sobre lo mal que se veía que una chica de mi edad le hubiera propuesto semejante cosa. Subió la mirada hacia la mía antes de pedirme que me detuviera en medio de la habitación, ahí donde se escondía un sofá color vino cubierto solamente con una manta. Era el mismo de las pinturas.

Luke se aproximó a mi encuentro con una decisión abrumadora. Volvió a trazar mi mentón con sus nudillos antes de hablar con tono ronco.

—quítate la ropa

Sus palabras recorrieron mi cuerpo entero, resonando violentamente en mis terminaciones nerviosas, volviéndome gelatina en un segundo catastrófico.

Obedecí sin rechistar. Quite primero la sudadera y los pantalones quedando en ropa interior a los ojos de un hombre que desconocía casi en su totalidad, sin embargo había algo en mi cabeza que me impedía huir de él. Deslizó las yemas de sus dedos sobre la piel de mis brazos e inmediatamente cerré los ojos ante la calidez y las inexplicables sensaciones que repercutían en mi cabeza.

—¿me permites?

Al abrir los ojos me quedé sumida en sus ojos, azules, enigmáticos e interminables, estaba ahogándome sin siquiera haberlo previsto. Asentí tragando saliva con pesadez. Lo siguiente que sentí fueron sus dedo ir al broche de mi sujetador en mi espalda, soltándolo hábilmente para así pasar a deslizar los tirantes por mis brazos, llevándose suspiros de mi parte al sentir su roce contra mi piel.

En todo momento se comportó como un caballero, mirándome a los ojos, evitándose cualquier situación de morbo que me pusiera incómoda o a la defensiva.

Me estaba desnudando con su mirada.

—al sofá, linda— susurró a mi oído, dejando un beso en mi mejilla lo suficientemente cercano a mi comisura como para hacerme temblar.

Sonreí débilmente sin que lo notara, ya que corrí al sofá cubriéndome el pecho con un brazo. Solo llevaba panties, lo que en realidad era mejor que estar completamente desnuda en una habitación helada como esa.

—ponte cómoda— dijo avanzando hacia uno de sus caballetes, preparando un lienzo nuevo dedicado solamente a mi.

Los nervios eran notorios, sentía las manos acalambradas y la respiración me costaba, era la primera vez que se me ocurría hacer algo así, la primera vez que me exponía ante alguien que no pretendía devorarme con ansiedad.

Y eso me gustó, me gustó mucho.

En cuanto acomodó el pincel entre sus dedos supe que comenzaba la sesión, así que sin más descubrí mi pecho dejando que las ondas de cabello rubio cayeran sobre mis hombros cubriendo vagamente mis senos. Sonrió de lado haciendo su trabajo, subiendo y bajando nuevamente los ojos a su lienzo, observándome cada que podía, brindándome confianza y un eterno estado de quietud que solo encontraba en sus zafiros.

Ni siquiera supe cuanto tiempo estuvimos ahí compartiendo miradas que sofocaban nuestras sonrisas y todas esas palabras, pero sentía la necesidad de hablar, de decirle algo solo para ahuyentar la culpabilidad.

—¿puedo preguntarte algo?

Asomó la mirada por el borde, indicándome con un ligero asentimiento que podía hablar.

—¿quien era la mujer de las pinturas?

No se detuvo, no obstante tampoco me respondió por un largo rato. Consideró cada palabra y los posibles escenarios de lo que pasaría si me lo dijera, aunque de cualquier forma no me rendiría con la cuestión, no hasta que me dijera algo.

—una pareja que tuve— agregó sin humor en sus palabras. Entonces era enserio—. Pero fue hace mucho

—¿la querías?

Cuestioné de repente haciendo que su mano se detuviera en medio de una pincelada. Su semblante se volvió sombrío de la nada. No pude entender nada.

—ven, necesito que veas cómo está quedando

Ignoró la pregunta cómo si de un obstáculo estorboso se tratara. Bien, no quería hablar de eso, entonces más valía que le preguntara en otra ocasión. Me levanté yendo hacia donde el poniéndome el sujetador en el camino. Tomó mi mano y con ligereza me llevó a sentarme en sus piernas encarando la pintura.

Era maravilloso el avance que llevaba, seguramente lo terminaríamos en dos sesiones porque aún faltaban algunas cosas, pero lo básico estaba ahí, los detalles de mi rostro, mis ojos e incluso las curvaturas de mi cuerpo. Lo tenía todo.

—¿que opinas?— sentí su respiración en mi cuello y me retorcí

—es maravilloso

—aún le faltan cosas, pero eso podremos terminarlo mañana, ¿te parece?— asentí cometiendo el peor error

Lo miré.

Pero lo malo no era eso, sino los montones de cosas que pasaron por mi mente al bajar la vista hacia su boca y pensar en su sabor, la textura y todas esas cosas que sentiría. Por supuesto que estaba mal, Luke era mayor y yo solo era una adolescente que aún dudaba de las cosas.

Apenas lo conocía, sin embargo era muy curiosa.

Me incliné y él frunció el entrecejo al verme rozar nuestros labios. Dios, olía exquisito. Y sin más duda en la cabeza le besé, callando a mi sentido común, sintiendo el afrodisíaco sabor de sus labios antes de que me alejara con una mirada de sorpresa.

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