012
Al llegar a casa no pude evitar sonreír al ver a Bastian en la entrada, justamente esperándome a que Luke apagara el motor y me dejara salir, pero por joder puso los seguros para niños.
—¿que haces?— reclamé con coraje
—vives en mi casa, mis reglas. No saldrás con ese chico— refutó apagando el motor
—no eres mi padre, Luke— bufé
Aquello lo hizo molestar, abrió las puertas dejándome salir y respirar finalmente un poco de aire que no apestara a lo que él y su asqueroso perfume. Bastian pareció alegre al verme, expresión que se diluyó al ver a Luke de pie a mi lado, en silencio, examinando a Bastian como si fuera a hacerme algo para ponerme en su contra cuando solo quería alejarme de él.
—¿entonces por ti llegó tarde ayer?— mencionó con diversión cruzándose de brazos sobre el pecho
Por Dios, no iba a empezar con eso.
—lo lamento mucho, señor Hemmings, no volverá a suceder— respondió con voz entrecortada temiendo por su vida
—no, claro que no volverá a pasar
Antes de que pudiera sujetarme para meterme a la casa tomé a Bastian del brazo intentando llevarlo al patio trasero con el único objetivo de mantenerlo lejos de Luke y esos ojos agresivos y brutales. Escuché que me llamó con firmeza en tres ocasiones, deteniéndome a medias.
—veinticinco— espetó señalando delante de él, casi de manera obvia ordenándome que fuera hasta allá
Ah no, eso de los castigos no aplicaba en ese momento, era injusto. Él si podía ver a su zorra y a mi ni me dejaba ir al patio trasero con Bastian.
—hazlos treinta entonces porque solo voy a llevarlo al patio trasero— dije cortándole el rollo definitivamente
Perdí sus ojos azules al cruzar un pasillo de césped que llevaba directamente a donde se encontraba la alberca y el lugar bonito para una cena. Me senté en una de las sillas de palma pidiéndole que me acompañara con una sonrisa que me dolía sacar a relucir. Tan pronto se sentó miré hacia el cielo, perdiendo la vista en el azul un largo rato que terminó al escuchar su voz.
—¿es tu padre?
Hice una mueca de disgusto soltando una risilla irónica. Ni en mis peores pesadillas llamaría a ese hombre así.
—claro que no— negué frenéticamente—. Estoy aquí por asuntos familiares, solo eso. Luke no es mi padre— repetí, pero más para mi que para Bastian—. ¿Que te trajo hasta acá? Pensé que después de que te dejara afuera sin una despedida no volverías
Me dedicó una delicada sonrisa al tiempo que desviaba nerviosamente la vista hacia mi.
—pues— se rascó la nuca, sus mejillas cobraron ese color rojizo causándome ternura—. Quería verte, ya sabes, para tomar algo en la plaza
—¿cómo una cita?— inquirí inclinándome hacia donde estaba sentado, lo único que me detenía era el recarga brazos.
—lo sería si tú quisieras
De verdad que ese chico era demasiado tierno para existir, tenía algo que me atraía pero así mismo algo que me obligaba a permanecer serena a su lado. Los chicos con los que salía no eran tan dulces como Bastian, al contrario, solían ser ese estereotipo cliché que se puede encontrar hasta debajo de las piedras; malo, fumador y al final de cuentas que solo busca meterse entre las piernas de todas, lo que me pasó exactamente con mi último novio al cumplir los dieciséis. Así es, mi virginidad se había vuelto historia en manos de un tirano se cabellos azabache y ojos esmeralda.
—¿que te parece mañana?— di el primer paso pasando de largo el hecho de que repetiría rutina con Luke.
—¿a la misma hora?
Asentí ansiando el momento de volver a la plaza y separarme de la monotonía por un rato; separarme de Luke solo por un segundo.
Bastian se quedó afuera conmigo hablando de asuntos banales, excluyendo los temas de ex novios, relaciones sexuales y todas esas cosas de las que hablan los adolescentes de hoy solo para llamar la atención con su grupo de amigos populares. Al final tuvo que retirarse porque sino llegaría tarde a quien sabe que cosa de su madre, así que le besé la mejilla dándole un abrazo, todo bajo la atenta mirada celeste de Luke que ya me esperaba de pie en el arco de la puerta trasera. Alcé la mano moviéndola en el aire con tal de despedirme hasta que no pude verle más en el horizonte.
Crucé por donde el mayor problema de mis próximos días se encontraba, ignorándolo por completo dirigiéndome a tomar algo de agua del refrigerador.
—de verdad que te da igual que te ordene, ¿no es así?— canturreó sin moverse de su sitio—. La próxima vez no será mi mano lo que se estampe en tu trasero, Ivette— amenazó
—no vas a volver a tocarme, jamás— dije entre dientes girándome con rabia, mirándolo separarse de ahí, andando con languidez hasta detenerse a escasos centímetros de mi cuerpo.
Tocó mi mentón con dos dedos obligándome a alzar la vista hacia la suya; azul y catastrófica.
—eso no lo decides tú, pequeña, lo hago yo— farfulló inclinándose ante mi rostro—. Y sobre advertencia no hay engaño
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