010

Esa noche Luke solo me dio esa lección, dolorosa, brutal e imperdonable. El trasero me dolió como nunca, y es que nadie jamás me había puesto una mano encima, así que en cuanto lo hizo sentí que el mundo se me venía por escombros. Al menos fue considerado al ver que no podía dejar de llorar sobre su regazo y me cargo en brazos sin quejarse de mis sollozos contra su cuello llevándome a mi habitación, recostándome con cuidado de no hacerme chillarle más. Y así, sin decirme nada se marchó cerrando la puerta a sus espaldas.

Fue la noche más amarga de mi vida, darme vuelta sobre el colchón era la tortura más grande y asquerosa de toda la vida porque despertaba un ardor insoportable solo de ese lado de mi trasero que tuvo que llevarse las veinte, ¿que por que veinte y no quince? Pues porque no las conté, por eso. A la mañana me puse unos jeans y una camiseta cualquiera quitándome la etiqueta que tenía gracias a mi padre y sus críticas referentes a mi forma de vestir. Bajé con dificultad sintiendo la mezclilla rozando mi área lacerada, raspándome, carajo. Lo peor fue que al bajar no me encontré a Gloria por ningún sitio, solo a Luke con una taza de café en la mano trabajando desde el ordenador en la cocina.

Puñetera mierda.

Estaba más que molesta con él, me había golpeado, bueno, me había castigado.

Me miró de soslayo en cuanto avancé hacia el refrigerador en busca de la leche. Lo ignoré como pude hasta que abrió la boca con ese tono demandante que comenzaba a tocarme los nervios.

—¿cómo se dice, Ivette?

Pude ver que encarnaba una ceja al cerrar la puerta del electrodoméstico, viéndome obligada a tomar el lugar delante de él en la mesa después de tomar un plato y el cereal.

—buenos días, Luke— murmuré por lo bajo

Sonrió con suficiencia regresando la atención a la pantalla de su MacBook sin prestarme atención para nada.

—¿y Gloria?— pregunté de la nada sirviéndome el cereal

—no está— contestó

No me digas, Sherlock

—¿va a regresar?— asintió distraído checando el móvil en múltiples ocasiones mientras yo comía en silencio

Comí sin que me notara, acabándome hasta la última hojuela del plato. Si que tenía hambre.

—si no esta Gloria tienes que lavar tu plato, no tienes criados— señaló subiendo la mirada hacia mi

Hijo de la... respira Ivette, respira, solo lo hace para joder, es todo.

Lavé el traste de mala gana para después irme nuevamente a la calle a ver si podía volverme a encontrar con Bastian, lo cual también me impidió con su mano puesta en mi muñeca, un agarre firme que no me lastimaba pero si me limitaba.

—nada de ir a andar en bicicleta y llegar tarde otra vez, hoy te vienes conmigo— cerró el ordenador cargándolo en su mano libre sin soltarme

Tuve que seguirlo al Mercedes negro que había visto ayer. Primero lo dejé subir sus cosas de trabajo en la parte de atrás a lo que regresó a intentar abrirme la puerta, lo cual le negué subiéndome antes de brazos cruzados sobre el pecho. Si, estaba actuando como una niña, pero hasta ese punto realmente ya nada me importaba como antes.

Resopló con malhumor estirándose a ponerme el cinturón antes de echar a andar el motor e ir de reversa hacia la calle. Ni idea de a donde me llevaba.

—¿se puede saber a donde vamos?

—iré a trabajar, tú esperarás en el auto— lo vi sonreír con malicia

Si, me estaba jodiendo bien.

—¿y si me da hambre?

—esperaras hasta que regrese y te lleve a comer— encendió el aire acondicionado girándose a mirarme por un breve instante—. Y mejor acostúmbrate, vamos a hacer esto muy seguido, pequeña

Empezaba a odiarlo.

Mucho.

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