007
Acostumbraba a dormir tarde por cuestiones personales y extrañas, mucho más cuando la lección de Luke había sido un tanto inquietante; fuera de lo común. Eso era nuevo, pero a veces resulta necesario adaptarse a la situación. Al levantarme y ducharme, escogí un par de shorts y una camiseta a tirantes blanca. Lo siguiente fue ir de regreso al baño para arreglarme frente al espejo y santo Dios. Los pechos me habían crecido durante el verano, ya no eran tan pequeños como antes, no señor, ahora resultaba difícil quitar la mirada del escote de la camiseta. Me encogí de hombros terminando por lavarme los dientes y salir en silencio hacia la cocina.
Gloria estaba limpiando los pisos cuando entré, distrayéndola de sus deberes. Luke ni sus luces.
—buenos días, Gloria— saludé sentándome en una de las sillas de malla del comedor
—buenos días, señorita
—puedes llamarme Ivette, no pasa nada— bromeé pegando con los dedos sobre la mesa
¿Que otra cosa podía hacer dentro de la casa para evitar aburrirme? Luke llegaría tarde, por lo tanto tendría que buscarme un pasatiempo que me entretuviera lo suficiente.
—bueno, Ivette— sonrió rendida acomodándose el delantal—. Olvidaba mencionarte una cosa. El señor Hemmings dijo que podías tomar una de la bicicletas para ir a explorar el lugar
Bien, me había leído la mente.
—¿eso te dijo?— interrogué con euforia inclinándome hacia delante sobre la silla
Asintió peinándose los cabellos castaños con destellos canosos.
—mil gracias, Gloria— me puse de pie en camino a la salida, deteniéndome de lleno a medio camino
¿Y como sabría en donde estaban las bicicletas? No era adivina, ni conocía la casa lo suficientemente bien.
—¿de pura casualidad sabes en donde puedo encontrar esas bicicletas?— sonreí causándole gracia
—en el patio trasero junto a la reja— señaló—. Ah, se me olvidaba. El señor Hemmings quiere que llegue a las seis en punto aquí, ni un minuto después— se encogió de hombros
Al parecer para ella también era extraño el comportamiento de Luke, y eso que yo solo lo conocía de horas. Salí tras despedirme brevemente, yendo hacia las bicicletas recargadas contra una de las paredes del jardín justamente en donde Gloria había dicho, en el mismo sitio estaba la reja y la puerta que daba una salida hacia un lugar de la calle, así que sin más preámbulos me llevé una de las bicicletas a mi exploración matutina.
Mientras más pedaleaba más enamorada quedaba con el lugar y sus edificaciones, cuidadas y sanitarias. La gente era amable y para nada curiosa, era el paraíso, no querría salir de ahí nunca. Las calles se hacían angostas más no problemáticas, eran muy bonitas con todo y sus suelos de piedra. Di varias vueltas por la plaza principal sin notar que el cielo comenzaba a tornarse nublado y el viento algo frío, sin embargo la curiosidad fue más grande que mi instinto de supervivencia.
Pude ignorar el hambre durante horas después de haber dejado la bicicleta en un lugar de la plaza para poder caminar y admirar más de cerca el lugar, y es que estaba tan embelesada con todo que no miraba adelante, fue hasta que sentí algo frío en el pecho extendiéndose sobre mi camiseta a juego con un empujón que me envió hacia atrás.
—mierda— farfulló la voz de un chico delante de mi que sostenía un vaso medio vacío de limonada
Pensé en matarlo honestamente, patearle hasta que no sintiera la cara, pero en cuanto le miré todo eso que había llegado a mi mente se disipó, pude encontrarme en sus ojos tan claros como el cielo, pidiéndome disculpas sin necesidad de abrir la boca.
—te he... santo Dios, de verdad lo lamento— balbuceó con un sonrojo tierno en las mejillas
Bajé la mirada hacia mi pecho y supe porque se había puesto color tomate.
Se me veía el sujetador.
Perfecto.
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