003
—llegaste mucho antes de lo que tenía pensado— mencionó bajando lo que le faltaba de las escaleras
Se movió ávidamente a donde me encontraba parada hecha un completo lío de pies a cabeza, lo cual empeoró cuando me besó ambas mejillas quedándose con la vista puesta en mi ropa. Frunció el entrecejo y de regreso me plantó sus ojos azules con curiosidad y algo más que parecía ¿enfado?
—esa falda es muy corta— señaló lo obvio enarcando una ceja—. Voy a pasártelo esta vez porque acabas de llegar, pero la próxima que te vea así, habrá una sanción— sonrió descaradamente
¿Que era lo que acababa de decirme? ¿Una sanción por una maldita falda? De verdad que ahora entendía porque se llevaba tan bien con mi padre. Me indicó que lo siguiera y así hice, abandonando mi equipaje en la puerta, dedicándome a explorar los rincones de la casa junto a él, escuchándolo señalar y hablar de un montón de cosas que honestamente no eran tan importantes como la divina manera en la que sus ojos brillaban. Ya, que necesitaba mojarme la cara y acabar con eso lo antes posible.
La casa era enorme, constaba de dos pisos que tenían puertas y pasillos que se asemejaban a un laberinto, hasta arriba había algo así como una bodega que él usaba para guardar utensilios de pintura y algunos libros en griego y otra lenguas, lo cual me pareció muy interesante. Finalmente me llevó a conocer el jardín. Lo mejor era la alberca entre un par de árboles de sombra y el impresionante lugar que tenía para cenar afuera. Definitivamente ese lugar era todo lo que aparentaba.
—cualquier cosa que necesites puedes pedírsela a Gloria— habló con seriedad apenas mirándome—. No me encuentro en las mañanas ni en las tardes entre semana, así que tendremos los fines de semana para dejarte uno o dos libros de cada curso.
Sonaba mucho más complicado de lo que creí.
—¿que edad tienes?— ladeó curioso recargándose en el arco de la puerta trasera
—dieciocho— tartamudeé causándole gracia
Ni me molestaba que se riera de mi inutilidad, para nada.
—supongo que tú estás en los treinta— bromeé sacándole una encantadora sonrisa que me derritió al instante
—cuarenta y dos de hecho, pero gracias por hacerme sentir más joven
Le sonreí por primera vez. Tendría que adquirir confianza con él si iba a vivir ahí hasta que mis padres ordenaran, porque según ellos merecía disciplina, y por alguna razón creían firmemente que el señor Hemmings se encargaría de ello, pero por favor, se le notaba que era encantador y aunque su presencia fuera abrumadora, no imaginaba a ese hombre disciplinándome, para nada.
—señor Hemmings, ¿va a quedarse a comer?
Gloria salió detrás de nosotros vistiendo un mandil de cuadros rojizos que la hacía lucir como un hada madrina de esos cuentos de princesas que tanto me gustaban.
—Ivette— llamó Luke con su tono ronco que envió chispas por todo mi cuerpo—. ¿Nos acompañas a comer? Es tu primer día aquí, es lo menos que puedo hacer por mi invitada
—por supuesto que si, señor— acepté tomando la mano que me ofrecía para entrar a la casa
Seguía sin tragarme el hecho de que él me disciplinaría, todo eso era una mentira para que le temiera.
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