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Mi padre me sujetó por el brazo tras haber metido mis maletas a la parte trasera del taxi. Parecía no notarlo pero estaba lastimándome, sentía su mano apañarse de la piel, encarnando una marca rojiza que saldría en cuestión de horas.

—estás lastimándome— rechisté arrebatando el agarre—. Se como subirme a un coche, no soy estupida— hablé con rabia

Me giré a la puerta de la casa viendo a mi madre llorando. Al menos tenía corazón en ese entonces, porque hace unas horas parecía pedirle a gritos a mi padre que me alejaran de la casa, guiándome a un tutor en Verona que me daría de comer, cama, libros y disciplina si se requería. Aunque esa parte de Italia era mucho más calmada que donde vivíamos, apenas y salía, entonces allá sería mucho mejor sin lugar a dudas.

—mírala nada más como va vestida, Anne— señaló hacia la exageradamente corta falda que llevaba

También había exagerado un poco ahí, si hacía calor y todo eso, pero no tenía que haberme puesto eso para llamar la atención, menos cuando sabía que el conductor del taxi me estaba mirando el trasero.

—¿cómo no quieres que me enfade?— volvió a tomarme del brazo, esta vez con menos fuerza—. Por eso te vas con Luke

A todo eso, ¿quien carajo era Luke?

Escuchaba a mi padre hablar de él como si se tratara de una maravilla. Señor Hemmings esto, señor Hemmings aquello, debía ser como un dios para que se le mencionara casi todos los días en la cena. Lo único que conocía de él era que escribía, pintaba y por alguna extraña razón se había trasladado de Australia para acá, nada más, el resto lo ignoraba, al menos hasta que lo viera por primera vez.

—Ivette— pronunció mi madre soplándome un beso que ni me moleste en atrapar—. Te amo, mi niña

Una vez que estuve dentro del taxi bajé la mirada hacia mi regazo ignorando por completo las despedidas de mis padres. Era obvio que volvería a verlos y era infantil al no despedirme formalmente, pero estaba enfadada y mi orgullo podía conmigo en la mayoría de las ocasiones.

El taxi siguió el largo camino sin pavimentar en medio de la terraceria, dándome una vista hermosa y emocionante de los viñedos a las afueras. De ahí venían los mejores vinos que llegaban a la mesa de la casa, vino de mañana, vino de tarde y de noche, era una costumbre que me gustaba, porque así aprendí sobre mis límites ante el alcohol. Podría decirse que entendía bien ese campo.

Después de horas de camino por fin aparcó frente a una enorme casa de piedra recubierta con rosas y un montón de flores que brotaban por montones en las paredes; bellísimo. Así mismo el lugar no pedía mucho a cambio, estaba todo rodeado de árboles e inmensos jardines, así que otra vez me lo pregunté, ¿quien carajo era Luke Hemmings? Bajé del taxi sin prestar atención al conductor que bajaba para abrir el maletero y dejar mis maletas a mi lado, ni me moleste en preguntarle por la paga ya que mis padres lo habían liquidado antes.

—buongiorno, señorita Ivette— saludó una mujer saliendo de la puerta principal, dispuesta a ayudarme con el equipaje.

Me tomó por los brazos dándome dos besos en ambas mejillas antes de tomar mi equipaje y guiarme dentro de la casa. Parecía turista mirando a todos lados, era sencilla, bastante modesta para aparentar bien el gasto que se hizo al construirla.

—el señor bajará en un momento— me sonrió—. Bienvenida, esta en casa

—gracias— murmuré atónita quedándome mirando una fuente frente a una ventana que daba al jardín

Una mujer desnuda completamente hecha de piedra, sentada sin pudor frente a su amado.

—tu debes ser Ivette

Una voz ronca y aterciopelada me habló obligándome a girar sobre mis pies. Entonces lo vi e inmediatamente comprendí porque se le mencionaba tanto en la mesa.

Luke Hemmings era el hombre más guapo que jamás hubiera visto. Todo de él emanaba masculinidad, su pecho descubierto por los primeros botones de la camisa, los largos y rizados cabellos rubios hacia atrás y su cuerpo, santo Dios. Casi me desmayaba con tan solo mirarlo.

—Ivette, si, soy, Ivette soy— negué sin entenderme del todo.

Estupida.

Me sonrió y eso terminó conmigo.

Coño.

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