Capítulo 6. Inseguridades

Las cortinas estaban un poco abiertas, permitiendo que los rayos del sol entrasen en ese cuarto. Poco a poco ___ se estaba despertando. El aroma que desprendía la cama no era la suya propia. Entonces, los abrió de golpe porque recordó que se había acostado con Law. Por inercia tomó las sábanas para cubrir su cuerpo y buscando con la mirada al responsable. Estaba a su lado. Profundamente dormido. No podía creer que se haya acostado con ese hombre tan misterioso. Hasta le daba vergüenza admitirlo. Su mirada buscaba con desesperación el reloj para saber la hora.

Las 7:00 a.m. Muy temprano para ella. Se estaba muriendo de la vergüenza. Se dejó llevar por la tensión sexual que había entre ellos. Law no parecía percatarse de los movimientos de la joven porque ella se estaba levantando, dispuesta a marcharse de esa casa. No paraba de reñirse una y otra vez por la estupidez que hizo. Ella no era así. Para nada. ___ prefería conocer a la persona con profundidad antes de acostarse porque uno nunca sabe si era un asesino en serie. No obstante, recordó las palabras del moreno refiriéndose a la relación entre ellos. Dudaba mucho que él sea un romántico.

De pronto, se asustó tanto al sentir unos brazos rodear su cuerpo pequeño. Law había despertado de su letargo sueño. Esos brazos fuertes eran capaces de protegerla de cualquier cosa, ya sea una amenaza o del propio frío. Su espalda tocaba el pecho de él notando esa sensación de calidez.

—Te noto desesperada, ___-ya —susurró, muy cerca de su oído.

—Debería irme —se excusó.

—¿Por qué? ¿Acaso te está dando vergüenza estar aquí? —preguntó. Sus dedos no dejaban de acariciar la cintura fina de ___.

—Es que… no me creo que lo hayamos hecho.

—¿Esperabas hacerlo después del matrimonio? —se burló.

—¡Como si tú quisieras casarte con una desconocida! —exaltó, mientras se liberaba del agarra de ese hombre corpulento.

—Si fueras mi novia primero, no me importaría.

—Eres raro, Law.

Él encogió los hombros importándole poco el comentario de su ahora amante. «Amante», una palabra singular que no entraba en el vocabulario de ___. Y ahora deberá añadirlo porque era lo que sentía. Iba recogiendo su vestido para vestirse e irse de ahí cuanto antes. Pero Law la detuvo, sosteniendo sus hombros. ¿Ahora qué?

—¿Te apetece desayunar?

—Desayunaré en casa.

—¿Ya intentas evitarme? —Esa pregunta la desconcertó un poco a ___.

—No. No quiero que pienses eso —le dijo—. Es solo que… Todo esto es confuso para mí.

—¿De haberte acostado conmigo? ___-ya eres muy complicada —aclaró.

Y no lo negaba. Antes no era insegura de sí misma, pero al conocerlo, no paraba de preguntarse si lo que hicieron era el correcto. ¿Y si ese hombre solo quería aprovecharse de ella para luego desaparecer? Tantas cuestiones surgían en su cabeza y ninguna respuesta. Una caricia leve en su mejilla la hizo despertar de su subconsciencia. Los ojos grises de Law tenían un toque de brillo que no sabía explicar. Estar con un hombre así la hacía sentirse vulnerable. Le pidió nuevamente de desayunar, pero con un tono más suave y esperanzador para el moreno. Finalmente, ella accedió.

Él no evitó sonreír un poco. Le ofreció ponerse su camisa para no estar en la casa desnuda, aunque a él no le importaba mucho. Seguiría disfrutando de esas vistas maravillosas. ___ tomó la camisa de Law y le quedaba grande. Demasiado. Parecía una niña pequeña. Sin embargo, inhaló el fuerte olor de esa prenda. Olía a él. Una mezcla de fármacos y un perfume de hombre de alguna marca cara. A ella no le disgustaba ponerse todas las camisas del hombre. El moreno solo se puso unos pantalones cómodos para moverse con más agilidad dentro de la casa. Le gustaba ver a ___ con su camisa.

Al menos ambos no estaban desnudos por toda la casa porque era probable que sucediera lo mismo de ayer. Pero no, ellos sabían controlarse. Law le informó de una lista de lo que pudiera desayunar, menos pan. ___ al ser celíaca tenia que ser cuidadoso con lo que debería comer, pero él era médico y podía confiar. Fruta estaba bien. Un cuenco lleno de trozos de manzana, pera y plátano. Una delicia de las mil maravillas. La única fruta que le disgustaba era la papaya. El olor era vomitivo para su olfato. Observaba con detenimiento como el moreno troceaba la fruta, quitando la cáscara.

Sus manos eran ágiles. Era como si un ser divino le dio el don de no hacerse daño con ellas y poder hacer maravillas. Y ella lo pudo comprobar por sí misma cuando la tocó. ¡No! Debía dejar de lado sus pensamientos pervertidos. Su cabeza debía estar centrada en la comida. Con el cuenco listo, se dispuso a desayunar porque el hambre apretaba. Sus ojos estaban puestos en Law que, de vez en cuando, cogía una cereza para morderlo con gusto. No se estaba dando cuenta que se quedó boba mirándolo.

—¿Tengo monos en la cara? —preguntó.

—Oh, sí, tienes uno en la frente —respondió, con un tono de burla.

—Que graciosa, ___-ya.

—Lo mismo que haces tú conmigo.

Punto a favor de la chica. Esto se estaba poniendo interesante para Law. Tenía muchas ganas de tocarla nuevamente. Sentir su suave piel entre sus yemas. Le apetecía demasiado. Sin embargo, era mejor olvidarse de la tentación por la inseguridad que presentaba ___. Ambos disfrutaban de las piezas de fruta en silencio, sin decir ni una palabra. Ella aún estaba planteándose si seguir con esta relación. Law le dijo que quisiera intentarlo, pero se estaba comiendo la cabeza demasiado. Suspiró un poco retirándose un mechón de su pelo.

—¿A qué hora empiezas a trabajar? —cuestionó, rompiendo ese incómodo silencio.

—A las 9:00 a.m. Tengo tiempo suficiente para llevarte a casa, pero seguramente querrás darte un baño. —Buscaba alguna manera para pasar más tiempo con ella.

—Yo creo que quieres bañarte conmigo.

—¿Eres adivina?

—Bueno, cuando dijiste la palabra “baño”, ya mi cabeza lo relacionó con eso —se sinceró.

—¿Y no te gustaría? No pasaría nada, si es lo que estás pensando —aclaró.

—No te tengo tanta confianza, señor Trafalgar.

Otro punto a favor de la señorita ___. Este juego le estaba gustando mucho a Law y seguiría con ello por toda la eternidad. Al terminar de desayunar, el hombre caminó en dirección al baño para prepararle unas toallas y que pudiera asearse sin ningún problema. ¿Debería ___ fiarse de él? ¿Cómo sabe si no entrará en el cuarto? De pronto, una llamada telefónica alertó a ambos individuos. Era el móvil de Law. ¿Quién llamaría a estas horas? No lo supo con certeza porque le pidió que entrase a bañarse cuanto antes. Claro, él tenía que ir a trabajar y ella no.

Solo tuvo una pequeña visualización de la pantalla del móvil del muchacho. Decía un hombre, o un seudónimo tal vez. “Cora-san”. ¿Era una mujer? Dudas y más dudas resurgían en su cabeza. Las gotas de agua de la ducha caían sobre su cuerpo calmando esa angustia en su interior. Tranquila. No creía que hubiera otra mujer en la vida de Law. ¿O sí? Se llevó las manos a la cabeza para no seguir pensando. Inhaló una bocanada de aire para luego soltarla. Ya había terminado de bañarse el cuerpo y era hora de ir al cuarto del moreno para recoger la ropa interior y el vestido. Le daba cosa ponerse las bragas, pero no trajo uno de repuesto.

Al salir de la habitación, se dio cuenta que Law aún seguía hablando con esa persona. El rostro del hombre daba la sensación de paciencia, como aguantando las barbaridades. ___ se acercó disimuladamente para escuchar la voz y se impresionó que el tono era de un hombre. ¿No era una mujer al final? Él colgó la llamada, liberando un gran suspiro de exasperación.

—¿Puedo saber quien era para que tuvieras esa cara? —preguntó. Se estaba volviendo una cotilla, como las ancianas.

—Era Cora-san. Fue la persona quien me cuidó cuando era un niño —explicó. Espera, ¿qué pasó con sus padres? Bueno, no iba a entrometerse en la vida de Law si todavía no había confianza—. Me estaba dando una conversación muy pesada.

—¿Es un hombre muy hablador?

—Conmigo por lo menos. Con su hermano, no tanto. Pero no le guardo rencor porque, gracias a él, no estaría aquí.

Eso último la dejó un poco desconcertada. ¿Qué quiso decir con eso? Tenía ganas de preguntar, pero no debía. Law dejó el móvil en la mesa y se disculpó con ella para meterse en el baño. En ese momento aprovechó para mirar un poco la casa. En el salón no había muchas fotos, pero se destacaba una que llamó su atención. La tomó con mucho cuidado. Law de niño junto con una niña pequeña y unos adultos. ¿Serán sus padres? Se veía muy adorable. Y otro portarretrato se fijó. Él todavía de niño junto con un hombre rubio que tenía una sonrisa amplia.
Debía de ser la persona que lo había cuidado todo este tiempo. Ojalá saber el pasado de ese moreno. Ahí parecía estar triste. Ojos grises apagados que no relataban vida alguna, a excepción de ahora. No supo cuantos minutos estuvo admirando la foto, pero se asustó cuando Law posó la mano en su hombro. El hombre ya se había bañado.

—¿Interesada en mis fotos?

—Solo quería saber un poco de tu pasado —aclaró—. Pero dudo mucho que me contases algo, ya que todavía soy una desconocida para ti.

—¿Y tú contarías la tuya si hubiera confianza? —preguntó. Se colocó la toalla en la cabeza para secarse el pelo.

—Sabes perfectamente que sí.

—Yo pregunto, ya que no hay suficiente confianza.

Dos puntos ___, un punto Law. Todavía estaba ganando la joven en esta batalla. Debía rematar en cualquier momento. La peli-(c/c) dejó el portarretrato, pero sin quitar la mirada en ella. Ojalá pudiera tener la oportunidad de ver al padre sustituto. Le hacía mucha gracia que Law llamase a ese hombre Cora-san cariñosamente. Eso significaba que le tenía mucho respeto. Ambos estaban listos para marcharse del hogar del moreno. Law tomó sus cosas para que no se le quedara nada atrás. Era un hombre muy organizado. A ___ le daba corte salir a la calle con el vestido puesto, pero a la próxima llevará ropa de repuesto.

—Cualquiera te ve y diría que vas a ir a otra fiesta —dijo.

—No tengo culpa que el señor de la casa no me dijera que me iba a tener secuestrada.

El pobre hombre estaba perdiendo puntos contra esa chica. No lo negaba. Le encantaba su forma de ser. Una personalidad única y que no se dejaba pisotear por nadie. La mañana mostraba paz y serenidad, sin niños alrededor que pudieran atormentar en la mente del pobre médico. Pero a ___ no le molestaba. Eran niños que aún les quedaba explorar la vida. Aunque debía admitir que había algunos que eran unos diablillos, por causa de sus padres por no darles disciplina. O porque tenía algún tipo de discapacidad que no se le podía discutir.

Ellos necesitaban todo el cariño del mundo y no ser odiados por la humanidad. Lo que pasaba era que algunos no los aceptaban. Eso la entristecía mucho. Oh, cierto, se acordó que Bonney hoy tenía que trabajar. No miró el teléfono por si la peli-rosa la llamó. Y no fue así. Era como si ella hubiera sabido que esto iba a ocurrir. ¿Y si invitó a ese pelirrojo? Era muy probable. Pero se quitó la idea de la cabeza porque ella se lo iba a negar una y otra vez. Ver los edificios dentro del coche le daba una sensación de tranquilidad y de sueño al mismo tiempo.

No tardaron demasiado en llegar al apartamento donde vivía ___. Le daba mucha vergüenza salir del vehículo y que cualquier vecino la viese, pero luego se dijo así mismo que era mejor ignorar los comentarios. Solo debía pensar que lo disfrutó demasiado bien con ese hombre que tenía a su lado.

—Gracias por traerme.

—Es lo único que podía hacer.

—Law —pronunció su nombre. Él la miró muy atento a lo que estaba a punto de decir, o no. Tal vez fue su consciencia—, perdona si he mostrado inseguridad. Pero no quisiera ilusionarme con un hombre así por las buenas.

—No te preocupes, es comprensible —dijo—. Si estuviera en tu lugar, yo estaría igual. Pero ya te dije que quisiera intentarlo contigo.

—Y yo también quiero.

Unos dedos tibios rozaron con gentileza una de sus mejillas, a modo de que estuviera tranquila y un beso recibió a cambio. No le rechazó. ¿Cómo iba a rechazar a un hombre tan apuesto como él? Una sonrisa boba surcó en sus labios, mientras salía del vehículo dejando a un Law con ganas de más. Pero había mas oportunidades de quedar y de descubrir más cosas del uno del otro.

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