Capítulo 5. Deseo consumado
Advertencia: Este capítulo contiene contenido sexual. Si no te agrada este tipo de contenido o si eres menor de edad, no lo leas.
—¡¿Por qué no aceptaste, idiota?!
—Lo vi muy precipitado.
Otra mañana cualquiera. El olor a café fuerte era costumbre en ese apartamento. Al igual que los comentarios entre las dos inquilinas para saber cómo le ha ido ayer la una y la otra.
—¡Hola! Al hablar la cabeza idiota de ___. Has tenido la gran oportunidad del mundo en acostarte con un tío la mar de guapo. ¡¿Y tú le dices que no?!
—Ya te dije que iba rápido —le recalcó nuevamente—. Yo no soy una cualquiera.
—Pero hubiera aprovechado el momento —reprochó—. Seguramente que folla bien en la cama.
Esos comentarios que realizaba su amiga Bonney daba la sensación de que estaba desesperada sexualmente. Ojalá el pelirrojo se atreviese a besarla rudamente y tener relaciones sexuales en la zona de trabajo. O en su propio apartamento. Hoy era domingo. Un día relajante para estas dos mujeres. Una podía echarse la siesta cuando quisiese y la otra tenía que ir a trabajar por la tarde. Leer cuentos a los niños era una de sus mayores aficiones. Cualquier niño tenía la capacidad suficiente para imaginarse cómo era el protagonista. ___ a veces se sentía identificada con ellos. ¿Quién niña no hubiera soñado con un príncipe azul?
Law no tenía pinta de ser un hombre que rescataría a una princesa de un castillo alto. Bueno, él era médico y se dedicaba a salvar vidas. Pero de todas las edades. Bonney tenía razón en una cosa: tenía que haber aprovechado. Poder tocar esos músculos tan marcados no era una estupidez. Ya estaba pensando en cosas pervertidas. No podía negar que era un tío guapo que quería experimentar con ella. Dio un pequeño sorbo a su café para apaciguar esa mini ___ pervertida. Ya desconocía si lo volverá a ver porque no le había escrito. Ya estaba comenzando a delirar que solo la quería por interés.
La mañana iba a ser aburrida como de costumbre. La única cosa que podía hacer era leer un libro. Las revistas diarias no le llamaban la atención. De hecho, ___ no le gustaba el cotilleo. La prensa rosa sacaba cosas sin sentido no teniendo todo asegurado. Necesitaban pruebas reales, pero les gustaba exagerar las cosas. Se aproximó a una de las estanterías para coger uno de los tantos libros que se había leído. Le gustaría cambiar un poco, pero no tenía suficiente dinero para ello. Necesitaba ganar más dinero extra. Pero esos billetes verdes sirven para pagar la matrícula de la universidad y pagar el alquiler.
Movió la cabeza de un lado para otro notando una gran tensión. Una punzada que la carcomía. Necesitaba un masaje urgentemente y dudaba que Bonney la ayudase porque se fue a su habitación para seguir durmiendo. La peli-rosa era un tanto especial. ¿Y si coqueteaba a Law? ¡No! Sacudió la cabeza con violencia no queriendo involucrar al hombre, pero seguramente que estará interesado. Se mordió el labio inferior dudando mucho. El móvil no estaba lejos de su posición. Sus dedos tentaban en cogerlo. ¡A la mierda todo! Era un tío que estaba interesado en ella. Y, además, Bonney le estaría animando a que lo hiciera.
Entró a la aplicación para teclear, escribiéndole un mensaje sencillo a Law. Primero un saludo, luego todo lo demás. «Espero no arrepentirme", pensaba así misma rezando a todos los dioses del universo. Y el mensaje llegó instantáneo. Joder, era rápido el hombre. ¿Estaba en su momento libre? La respuesta era muy sencilla: que fuera a su casa y él arreglaría ese pequeño problema de su cuerpo. Sus pómulos se tornaron de color rojo imaginándose un montón de lo que pudiera pasar. Sus manos temblaban no sabiendo que responder. Bonney ya le estaría diciendo: "¡hazlo!".
Aceptó sin rechistar. Detrás de esa pantalla, se imaginó a Law con una sonrisa satisfactoria ante la respuesta de la muchacha. Dejó el móvil a un lado, mientras se dedicaba a pensar que ropa ponerse para esta noche, ya que le comentó que saldrá de su trabajo muy tarde y vendrá a recogerla. Los nervios iban floreciendo poco a poco porque cada minuto que pasaba, era un desmadre para ___. Ahora se dedicará a leer un libro.
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—Ponte más sexy.
—No voy a ponerme más sexy.
Bonney y ___ estaban discutiendo con la ropa que se iba a poner. Ella tenía puesto un vestido sencillo y largo que no destacaba mucho. Ella se veía bien. Demasiado bien. La peli-rosa se rindió porque pensó que nunca se acostaría con ese hombre en su vida. ¿Qué tenían todos con ese tema? No estaba muy segura, pero ya molestaba. Se maquilló un poco porque dentro de poco iba a llegar Law a recogerla. ¿Vendrá con su uniforme de médico? No negaba que le sentaba bien. Cuando lo vio por primera vez, parecía el mismísimo demonio ascender del infierno para recibirla encantado. No paraba de mirar el móvil esperando un mensaje del hombre.
¿Y si no quería nada con ella? ¡No! No debía pensar en ello. Law le confesó que le gustaría conocerla. Si llegase el punto de tener relaciones sexuales, no debía prohibirlo. Quería intentarlo. Hacía mucho tiempo que no lo hacía. No quería quedar en la ridiculez. Suspiró nuevamente, mientras se echaba los mechones de sus cabellos atrás de sus orejas. De repente, un sonido de notificación la alertó a lo que tomó el móvil con mucha rapidez. ¡Ya estaba esperándola! Tomó una bocanada de aire antes de partir y dudaba en regresar a la noche. De verdad, lo pensaba mucho si llegase a esa situación tan vergonzosa.
Bajó las escaleras sin ninguna prisa no queriendo tropezarse con ningún escalón. Parecía que iba de cena con él. Ahí estaba con una postura relajante y los ojos fijos en la muchacha. Parecía que tenía intención de devorarla. Estaba sonriendo como un bellaco. No estaba vestido como médico, sino una persona normal con esa camisa ajustada blanca que parecía que se rompería en cualquier momento. La mente perversa de ___ se destacaba aún más porque se imaginaba si Law tenía más tatuajes detrás de esa camisa.
—Bonito vestido —comentó. Eso provocó que la chica se pusiera un poco nerviosa.
—Gracias.
—¿Piensas subir o te quedarás ahí?
La última opción no era una mala idea. Pero no era momento de echarse atrás. Caminó en dirección al coche para subirse junto con Law. Ya el ambiente se notaba tensó entre ambos. Una tensión que debía resolverse cuanto antes posible. No era nada sano para ninguno. ___ no le miró en ningún momento porque tenía mucha vergüenza. En cambio, el moreno estaba sumamente tranquilo. Le divertía que la chica estuviese tan nerviosa. Tenía ganas de tocarla con sus dedos finos. Levantar esa falda larga le tentaba demasiado. Pero debía aguantar hasta llegar a su casa.
—¿Qué tal el trabajo? —preguntó ___, rompiendo el silencio.
—Entretenido. No hubo un paciente irritante —contestó—. Te noto algo nerviosa.
—Cosas tuyas. —Desvió más la mirada. Sus manos estaban juntas no deseando hacer ningún movimiento con ellas.
«Mentirosa», pensó. Era obvio que si lo estaba por su tono de voz. Era una chica que no le gustaba mostrar mucho sus emociones para no sentirse insegura. Eso le gustaba demasiado a Law. Miles de mujeres estarían dramatizando y contando sus vidas, como si estuvieran a punto de morirse. Ya estaban cerca de su casa. Al entrar en su territorio, ya no tendrá escapatoria. Los minutos pasaron y el vehículo se paró. Era señal de que habían llegado. La joven miró a su alrededor y a su derecho se encontró una casa bien bonita de tejado marrón oscuro y paredes con una mezcla de blanco y gris. Era grande. Demasiado.
¿Vivía solo? Bueno, era médico y tenía todos los recursos necesarios para comprarse una casa para él solo. Law fue el primero en bajarse del vehículo. Ella estaba dudando mucho. Si entra ahí, ya será demasiado tarde. Pero no debía permitir que su cobardía la dominase. Así que, con toda la valentía del mundo, bajó también. Law se la adelantó para abrir la puerta, pero esperó por ella para que entrase, mientras activó la llave del vehículo para bloquearlo. Sus ojos se encontraron, buscando algún indicio de un deseo incauto. Los pies de ___ tocaron la entrada, traspasando la línea del hogar de Law a la calle, hasta adentrarse por completo.
Era un sitio acogedor y no tan brusco para su preciada vista. Había unas estanterías llenas de libros de medicina, y algún que otro diferente. Los muebles eran rústicos y, a simple vista, eran caros. Normal, él era médico después de todo.
—¿Te apetece tomar algo? —Se sobresaltó al escuchar la voz profunda de Law. Era tan erótica para sus oídos.
—Agua estaría bien.
Él puso rumbo a la cocina, no antes de decirle que la esperara sentada en el sofá. Eso parecía una orden, que una recomendación. Ella se sentó cómodamente en el sofá, esperando al dueño de esa gran casa. Dedicó ese pequeño tiempo es mirar detalladamente el salón. Le gustaba como estaba decorada. Si tuviera su propia casa, a lo mejor lo llamaría para que le ayudase. Esperó unos minutos hasta que apareció Law con un vaso de agua y una copa de ¿vino? No estaba muy segura.
—Gracias —agradeció, tomando con sus vasos el objeto de cristal.
—¿Desde cuándo te comenzó a dar punzadas? —preguntó. Oh, sí, lo olvidó por completo.
—Desde hace un par de días, pero siempre lo he ignorado. Hasta ahora —confesó.
Law no hizo un comentario. Se dedicó a mojar sus labios de ese líquido granate en un estado pensativo. ¿Era buena señal.
—Soy médico, pero no me importaría hacerte un masaje y averiguar el estado de tu cuello.
—Para eso vine, ¿no?
Una sonrisa ladina surcó en los labios del moreno. Tomó el vaso de la joven para dejarla en la pequeña mesa junto con la copa. El corazón de ___ bombeaba a más no poder porque los nervios iban floreciendo poco a poco. Nunca se imaginó tener una oportunidad como esta. Law colocó un cojín en el suelo y le indicó con la cabeza que se sentara ahí. Entre sus piernas. Mala señal. Y más aún sabiendo que podía ver perfectamente su escote. Y tampoco el vestido ayudaba mucho. No tuvo más remedio que sentarse ahí mismo y esperar a que esto termine cuanto antes.
Sintió un escalofrío cuando las manos de Law se colocaron en su cuello. Eran frías, pero robustas y ágiles. Los ojos de ___ fueron cerrándose poco a poco, dejándose llevar por esa pequeño y exquisita sensación. Era médico, pero él era experto en masajear esas zonas delicadas. Aunque él estuviera concentrado, no desviaba la vista en el escote de la joven. Unas ganas inmensas se estaban apoderando de él, deseando tocarlas y amasarlas con mucho gusto. Se lamió un poco los labios resistiendo a la tentación.
—¿Todo bien ahí atrás? —preguntó ___. Lo hizo porque la tensión que había entre ambos no era sana.
—Solo estás un poco tensa. Deberías relajarte —susurró Law, muy cerca de su oído. Escucharle era un placer que no podía describir la joven.
Los dedos largos de ese hombre iban recorriendo con toda plenitud el cuello de la joven, ya no centrándose en la parte de la nuca. Había una tensión sexual que se debía de resolver cuanto antes. La mano de Law descansó sobre la mandíbula de ___ para inclinarla hacia atrás y besarla desde esa posición. Ya detonó la pequeña bomba. Su lengua iba lamiendo con lentitud los labios de ella pidiéndole acceso para adentrarse más. Ella abrió un poco más los labios un poco atontada, pero su consciencia volvió al sentir la lengua de Law explorar su cavidad bucal sin ningún problema.
Su músculo estaba entrenado para examinar con detalle todo de ella. ___ hizo todo lo posible para seguir el ritmo. No quería quedarse atrás. El deseo era monótono. Ambos se deseaban desde la primera vez que se vieron. La falta de oxígeno se notaba por lo que, a regañadientes, se separaron, formando un hilo de saliva que los unía. La peli-(c/c) no paraba de jadear y sus ojos brillaban con incandescencia. Por una extraña razón, eso a Law le encendió por completo. La hizo levantarse para sentarla en su regazo y volver a besarla. Se volvió adicto a sus labios. No dejaría de probarlos por nada en el mundo.
Las manos de ___ descansaban en el pecho de Law, mientras que las del muchacho recorrían sin descaro alguno su cuerpo. La incitación se subir esa falda y acariciar sus muslos era demasiado grande, como para ignorarlo. Los besos ya se convertían en leves mordidas en el labio inferior de ___. A él le gustaba morder. Deseaba marcarla como suya. Tanto que empezó a hacerlo en su cuello dejando pequeños mordiscos. Y ella emitía gemidos que eran música para los oídos del moreno. Un gruñido salió de su garganta a modo de satisfacción plena. Ninguna mujer le estaba provocando de esa manera.
Iba muy rápido, pero la desesperación no debía ser ignorada. Tomó con sus dedos la cremallera del vestido para bajarla lentamente. Ese sonido que hacía significaba liberación absoluta. Y le alegró saber que la muchacha no llevaba sostén. Esos voluminosos lo aclamaban para ser devorados, pero eso será en un lugar un poco más íntimo y cómodo. En su recámara. La hizo levantarse para que el vestido cayera sobre sus pies, ya casi semidesnuda. Pero sus manos tomaron el trasero para elevarla y que ella se enganchara a su cintura con las piernas. Los besos y las mordidas no cesaban. La excitación cada vez se intensificaba y debían extinguirlo.
No tuvo problemas en cargarla. La habitación no estaba muy lejos. Solo era subir unas escaleras y la primera puerta visible. Ya dentro la acostó en la gran cama no sin perder de vista a su presa, mientras él se iba deshaciendo de su ropa. La pobre ___ jadeaba un tanto atónita con lo que estaba sucediendo. Sus ojos recorrían sin descaro el cuerpo musculado de Law. Era un dios griego en perfectas condiciones. Le tentaba tocar ese torso marcado de tatuajes. Ya era difícil imaginarse a ese hombre sin ellos. Y al quitarse sus pantalones, su rostro se tornó de color carmesí al ver su miembro marcado detrás de esa tela de los calzoncillos.
No le dio tiempo a reaccionar porque ya el muchacho la volvió a besar con devoción. Ahora si que tuvo la oportunidad de tocar esa piel desnuda. Un pequeño cosquilleo sintió en su zona baja. Law la estaba provocando con sus besos, con sus mordidas, con sus lamidas y con sus caricias. Pero esos ojos eran su arma definitiva. Grises profundos que embobaban a cualquier mujer que se encontrase de paso. Los dedos del moreno pasaban por su mandíbula haciendo un camino por la zona de su cuello, luego por su clavícula hasta quedarse por la zona del esternón.
Disfrutaba de esos sonidos eróticos, pero quería más de ella. Escucharlos, pronunciando su nombre. Sería gratificante para sus oídos. ___ gimió al notar la mano fría del hombre agarrar uno de sus pechos. Lo estaba masajeando. Ni muy brusco, ni muy suave. Un punto intermedio. Ella era sensible y eso a Law le gustaba porque podía jugar muy bien con ella. Y lo frío cambió a uno caliente. La de su boca. Cambios de temperatura que notaba en su cuerpo. Él no paraba de torturar su pezón, ya duro como un diamante en bruto. Y no solo se dedicaba a eso, sino también en estimular su sexo por encima de sus bragas. Ya estaba realmente mojada.
___ tiraba con fuerza los cabellos del moreno. Eso era señal de que siguiera. Que no se detuviera en darle placer. Era un deseo que no se podía ignorar. Ella no se quedaba atrás porque guio su mano a la entrepierna de Law para masajear su hombría. Se notaba que era grande. Una pregunta que siempre haría cualquier mujer: "¿eso cabrá?". Si se lo preguntase a él, le respondería: "la vagina es elástica. Cualquier cosa podría meterse ahí dentro, da igual lo ancho y largo que sea". ¿Y si esa mujer tuviera vaginismo? Ya eso sería muy dificultoso. No era la única que emitía gemidos. Law jadeaba muy cerca de su oído para que se notara que lo estaba disfrutando.
Ambos se estaban muriendo de ganas por probar al otro. Y no oralmente, sino también sexualmente. Realizar el coito era el mayor placer que podía recibir un ser humano. El moreno apartó un poco las bragas y, acariciando aún más su sexo, dos dedos resbalaron en su interior comenzando a moverlos. ___ no se quedó atrás bajando un poco los calzoncillos del hombre para liberar esa hombría dura y grande, lista para penetrarla como era debido. Se notaba en las venas que se marcaban en el tronco que estaba a punto de explotar.
—Dios, estás realmente muy mojada —jadeó. Gotas de sudor resbalaban por su frente, a causa del calor que emanaba todo su cuerpo—. No quiero imaginarme cuando te sienta de verdad.
—Pues... fóllame —le ordenó, ya con lágrimas de placer resbalar por su rostro.
—¿Puedes repetir? No te escuché bien —se burló. Le fascinaba que la joven estuviera tan desesperada.
—¡Que me folles, joder!
—Que maleducada eres, aunque puedo admitir que yo también puedo ser grosero.
El placer no estaba a su favor, sino en su contra porque ya deseaban empezar ya. La ropa interior de ambos se desintegró por completo. Estaban desnudos, casi sus sexos se rozaron eróticamente provocando que ambos gimieran por lo bajo. Antes de realizar el famoso coito, Law fue en busca de un condón en los cajones para colocárselo. Los besos volvieron a resurgir hasta que los dos se unieron en uno solo. ¡Dios! Sentir la hombría en su interior era grandioso. La estaba llenando por completo. En cambio, Law gruñía por lo bajo al sentir la calidez abrumadora que recibía ahí dentro. No era comparado con otras mujeres que se había acostado. Este le daba la bienvenida.
El vaivén era rítmico y fuerte. Si alguien estuviera ahí, ya estaría comentando que esa cama se rompería en cualquier momento. Pero Law podía controlar perfectamente su fuerza; así que, esa parte, no hay que preocuparse mucho. ¿Hacía cuanto que ___ no tenía un sexo tan rudimentario como este? La verdad que ni ella misma lo sabía. No dejó de abrazarlo por ningún segundo y él nunca dejó de embestirla de esa manera. Era un deseo incontrolable que ningún ser humano podía ignorar. Ese cosquilleo bajo su vientre se intensificaba aún más. Más lágrimas de placer salían y gemidos escapaban de sus labios.
Sus uñas estaban clavadas en la espalda de Law, no queriendo separarse y que no se terminase nunca. Y él tampoco. Las paredes vaginales apretaban con violencia su miembro viril, incitándole a que se moviera aún más rápido. Ella era lo más exquisito que se había encontrado. Y no debíamos pensar que la estaba usando, todo lo contrario. Disfrutaba con una mujer de verdad que tenía principios y que rechazó tener sexo con él en ese encuentro fortuito. Y al rato, se entregaron al mayor placer del mundo llegando al orgasmo. Y era uno de los mejores que había tenido en la vida.
—¿Estás bien? —preguntó el moreno, mientras recuperaba el aliento.
—Eso ha ido... ¡Guau! —exclamó ___.
—Con ese gesto sorpresivo, me indica que nunca has tenido un sexo tan intenso.
—Si te soy sincera, no —confesó. El rubor en sus mejillas era destacable.
—Me siento halagado —dijo, con una sonrisa en sus labios.
¿Ya todo acabó? Es lo que quería, ¿verdad? Es decir, ya tuvo sexo con ella y, seguramente, decidirá de romper esta relación de amigos con derecho a roce. Pero una simple caricia alertó a la joven por lo que lo miró.
—Sé lo que estás pensando y ya te dije que no quiero eso contigo. De verdad, quiero intentarlo.
Sí, lo desea.
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