Capítulo 2. El juego del destino
—Tenemos los resultados, ___-ya.
Habían pasado unas tres horas desde que el alergólogo le tomó las pruebas. Claramente, eso a Bonney no le sentó nada bien porque no era una persona que tenía mucha paciencia. En cambio, ___ era todo lo contrario. Sus padres siempre la enseñaron a ser paciente con todo. Cuando llegó el doctor Trafalgar, su timidez volvió que hasta se encogió de su sitio. ¿Por qué casi la gran mayoría de los médicos eran atractivos?
—Como lo sospeché, has dado positivo —comunicó el hombre con las notas en sus manos—. Eres celiaca.
—¿Celi qué? —preguntó Bonney poniendo una cara de estupefacta.
—Celiaca, es decir, es alérgica al gluten.
—¿Al gluten? —La cara de Law lo decía todo ante las preguntas estúpidas de la peli-rosa.
—Alérgica al trigo, a la cebada, al centeno, a la avena y al mijo —explicó con más detalle.
—O sea, ¿qué no puede comer pan?
—Puede, pero que esté libre de gluten.
—¡Tú me vas a arruinar! —gritó. ___ sabía que la peli-rosa exageraba y bromeaba con esas cosas.
—Deberás empezar a hacer la dieta sin gluten —le recomendó Law—. Si no lo haces, volverás a tener los mismos síntomas. Dolor de estómago, intestinal...
—No entiendo porque ahora lo soy, si antes no lo era. —___ estaba un poco confusa.
—No tiene nada que ver —dice—. Hay personas que, a la edad de los cinco años, lo experimentan. Y un adulto también puede hacerlo, pero tardío. Pero ese depende del metabolismo de la persona. Comer bien es lo más importante.
Su mente se desactivó al escuchar la voz del doctor. Estaba embobada en el rostro del hombre. Tan atractivo con esa perilla que destacaba en su barbilla. Y esas patillas. A ___ le daban ganas de tocarlas y saber si eran suaves. Un golpe hizo que la despertara por completo. Daba gracias que Bonney estaba ahí para ayudarla, aunque la peli-rosa se estaba divirtiendo por la situación.
—Te hago entrega de la dieta —dice. Le enseñó una hoja para el tema del gluten—. Ahora ya puede irse. Cuídese.
—Gracias —agradeció con un leve tartamudeo.
Él se retiró de la sala dejándolas a solas. Bonney ya estaba feliz porque todo acabó, pero para ___ no. ¿No lo volvería a ver? ¿Su príncipe azul desaparecerá? La desgracia estaba ahí para fastidiarla. Estaba llorando internamente. No tardaron en salir al hospital y, lo primero que hicieron, fue a comprar los productos que debía ingerir la peli-(c/c). La peli-rosa rezaba que los productos no sean caros. Y se llevó una grata sorpresa. Pero estuvo a punto de darle un infarto porque, la gran mayoría de los productos que consumían, tenían gluten. Espaguetis, galletas, macarrones, ¡incluso el chocolate! Debía de haber alguna forma de saber cuáles no tenían ese tipo de cereales. ___ observó que las etiquetas de los productos se diferenciaban por dos colores: el blanco y el negro.
Tuvo que preguntar a una empleada que significaba, y ella le dijo que esas etiquetas le ayudaban a diferenciar de los otros porque eran libres de gluten. ¡Oh, eso ayudaba mucho! ___ agradeció a la muchacha y, con Bonney, iban en busca de esas tarjetas negras. Los productos sin gluten no eran para nada caros y era una buena señal. Y al llegar al apartamento tuvieron algunas dificultades a la hora de cocinar los espaguetis porque era diferente la preparación. La cocción tenía que tener más tiempo. Bonney le dio un pequeño sorbo, pero puso cara de asco. Ella dijo "¡es asqueroso!". ¿En serio? La otra chica la imitó y puso una cara de desagrado. No obstante, no tenía otra opción que comerlo. A lo mejor con la sala de tomate cambiaba la cosa.
Y fue así. El sabor era distinto. Unos buenos espaguetis en salsa libre de gluten. En cambio, Bonney devoraba todo a su paso: carne asada, hamburguesas bien grandes... La joven ___ estaba acostumbrada a ver a su amiga devorar las comidas. Ahora era ella quien debía controlar sus comidas.
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Pasaron dos semanas desde la noticia de ser alérgica al gluten. Aún debía acostumbrarse a ese hábito. ___ estaba acostada en el sofá mirando el techo con el aire acondicionado puesto. Bonney le escribió un mensaje diciéndole que no podrá almorzar en casa porque tenía mucho trabajo que hacer. Vaya, debía de encargarse de la compra. Al menos no será difícil. Se levantó del mueble para caminar en dirección a la cocina para revisar las estanterías. Y no solo en la comida, sino también los productos de limpieza. ___ para no olvidarse, apuntó todo en una hoja y lo guardó dentro de la cartera.
Cogió su mochila, su móvil y las llaves dispuesta a salir del apartamento. Oh, aprovechó para visitar a la casamentera para pagarla, ya que estaban en el siguiente mes. La anciana le agradeció a la joven por ser tan puntual. Le dijo que su amiga debía de ser igual y no ser una maleducada. Una gota resbaló por su sien, mientras se le escapaba una pequeña sonrisa nerviosa. Se despidió de la señora para dirigirse al coche. Menos mal que las dos tenían dos vehículos de segunda mano. Abrió la mochila para buscar la llave y poder entrar sin ningún problema. No le faltaba nada, así que puso rumbo al supermercado que no estaba muy lejos de la zona.
___ tenía suerte cuando conducía ella porque no solía haber tráfico y Bonney era todo lo contrario. No tenía toda la paciencia del mundo y haría lo que sea para insultar a todo que se le interponga en su camino. Hoy era un día estupendo para ir a la playa y disfrutar de las vacaciones. Pero debía reforzar un poco los idiomas. Una sonrisa formó en sus labios al ver que había llegado a su destino en cinco minutos. Había pocos vehículos en el parking. Lo dejó en el primer sitio que encontró y lo aparcó perfectamente. Los supermercados estaban pidiendo en llevar bolsas reciclables para no usar los de plástico. Menos mal que siempre llevaba unas cuantas en el maletero.
Sus pies se movían con gracia porque estaba de buen humor. Le encantaba entrar a los supermercados porque, en la época de verano, siempre ponían aire acondicionado. Si fuera ella, no saldría nunca de ahí. Primero, fue en busca de un carro porque iba a comprar lo necesario. Y, por último, iba sacando la lista que creó. Iba pasando por cada pasillo cogiendo lo necesario y sin distracciones. Uno por aquí. Uno por allá. Realmente estaba entretenida con lo que estaba haciendo. Se encontraba en la zona fría para revisar los yogures. No sabía cuál escoger. Una de frutas o natural. O tal vez unas natillas. ¡Qué difícil decisión! Al final escogió lo último porque tenía antojo.
Al girar a la derecha se encontró a cierta persona que nunca pensó ver. Él se dedicaba a mirarla muy absorto de su presencia. Era el médico que estuvo con ella en la sala de emergencias: Trafalgar D. Water Law. La cara de ___ se puso roja como un verdadero tomate maduro. ¿Qué debería decir? A lo mejor si pasara de largo no dirían nada. Sí eso era lo mejor. Caminó en dirección hacia él sin atreverse a mirarle la cara. Le daría mucha vergüenza. Pasó a su lado. La tensión se notaba entre ambos sujetos. Y se relajó porque el hombre no había dicho nada.
—Yo te recomiendo comer yogur natural y combinarlo con alguna fruta.
Un escalofrío le recorrió por todo el cuerpo al escuchar nuevamente su voz. Y se avergüenza aún más de que él te hubiera recomendando algo. Dudó si decirle algo. Tal vez darle las gracias.
—Gracias —dice al girar su cuerpo e inclinarse.
No recibió ninguna respuesta. Él siguió por su camino como si nada. Su "yo" interno estaba llorando escandalosamente no creyendo que él no le haya devuelto el habla. Tal vez el muchacho la veía rara. Sí, ella lo era con todos los hombres que se encontraba a su paso. Seguramente será la última vez que lo verá.
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Una semana después pasó, olvidándose con lo sucedido con Law. Hoy era sábado y le tocaba leer los cuentos a los niños. La otra vez fue el cuento de "Dumbo" y ahora era el turno de "La dama y el vagabundo". Eran niños, necesitaban forzar su imaginación. Para que piensen que los animales eran criaturas increíbles capaces de amar y sentir emociones fuertes que el ser humano. Los pequeñines llegaban, sentándose en su respectivo sitio y ella en su silla en particular. La voz de ___ era dulce y agradable para los oídos de los muchachos porque eran capaces de entender la lectura sin problema. Cada vez que leía una frase del perro vagabundo, se imaginaba la voz de Law.
¡Le era imposible quitárselo de la cabeza! Él era demasiado atractivo como para olvidarlo. Pero seguramente que tendrá novia. O no tendrá tiempo para tener pareja por su trabajo. Ser doctor era muy duro en todos los sentidos, pero era su vocación. Como ella para ser profesora. No tendrá tiempo en buscar novio, pero no quería perder la esperanza. Volvió a centrarse en la lectura porque una niña le preguntó qué pasaba con Reina ante el sucedido de la rata. Ya faltaba por terminarlo. Los pequeños se alegraron de que hubo un final feliz. ___ formó una sonrisa de satisfacción. Su corazón saltaba de alegría al verlos en ese estado. Al rato los padres volvieron para recogerlos y agradecían a ___ por estar muy atenta con los niños.
Ella se levantó de su sitio para devolver el libro a la estantería. Deberá pensar en el próximo cuento para mañana. "El Rey León" sería una buena opción. Los libros eran una maravilla creada para el hombre para enseñarles ciertas culturas a la nueva generación y que adopten que deseaban ser en un futuro. Ya que estaba en la biblioteca aprovechó para indagar por todas las estanterías del lugar. Seguramente que habrá algún libro que le interesase. Sin darse cuenta, paró enfrente de la sección de medicina. ¡Rayos! Parecía que el destino quería decirle algo. Ya que estaba ahí fue a echarle un ojo a los estantes a ver si encontraba algo interesante.
Caminó por un buen rato. La etiqueta "g" se quedó y la primera palabra que vio fue "gluten". Sería curioso pensar en descubrir más cosas sobre esa enfermedad. Bueno, ella no lo llamaría así, más bien era un transformó alimenticio que formó su cuerpo que se desconocía por qué la causa. Apoyó la palma de su mano en la solapa para cogerlo y abrirlo con lentitud. Había muchas palabras extrañas porque no era científica ni doctora, pero era curiosa. Era filóloga y su ambición le pedía aprender más.
—También puedes buscar información por Internet, pero me alegra ver que al menos haya alguien que aún aprecia el arte de los libros.
Esa voz le resultó tan familiar que saltó sobre su sitio. Giró bruscamente la cabeza para encontrarse a Law. ¡¿Qué estaba pasando?! Otra vez su rostro estaba rojo no creyendo que ese hombre estaba ahí mismo. ¡Y otra vez hizo lo mismo! ___ no sabía si decirle algo o huir cuanto antes porque se estaba muriendo de la vergüenza. Estaba temblando en su sitio. Esos ojos grises la estaban juzgando por su comportamiento corporal. Ella dejó el libro en su sitio y huyó estrepitosamente antes de que sea demasiado tarde.
«¡¿Por qué me pasa estas cosas?!», se preguntó así misma. En cambio, Law estaba sonriendo un poco porque se estaba divirtiendo ante el comportamiento tímido y torpe de la chica. Aunque su sonrisa se esfumó no queriendo tener esa emoción. ¿Se la volverá a encontrar?
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—¡Qué día tan espectacular!
Un domingo por la mañana con el sol pegando fuerte en el parque. Menos mal que llevaba las gafas de sol para que no le molestase los rayos de la gran bola de fuego. La gente paseaba o jugueteaba con los niños o con sus mascotas. Bonney trabajará todo el día por lo que tendrá la casa para ella sola hasta la noche. Tenía la sospecha de que la peli-rosa se estaba liando con Eustass Kid. Aunque ella se lo negaba una y otra vez, realmente era así. Recordó una vez que fue a al taller para entregarle la comida a su amiga y esos dos no paraban de insultarse. Del odio llegaba el amor. Ojalá tener esa misma situación con Law. ¡Maldita sea! Otra vez ese pensamiento.
Veía una película, pensaba en Law. Veía una revista de modelos, se imaginaba a Law. Veía a un tío bueno en la playa, pensaba en Law. Dios, se estaba volviendo loca con ese hombre, pero era atractivo. ¿Para qué negarlo? Quería llorar en una esquina por no tener valor suficiente como para pedirle salir. Era tímida con todos los hombres guapos, pero Law era otro extremo. Musculoso, con una mirada seria, ojos grises, y esa perilla que le daban ganas de tocarlo. Sí, definitivamente se estaba volviendo loca, incluso estaba teniendo sueños húmedos con ese hombre. Le daban ganas de darse cabezazos en el banco.
Miró la hora de su reloj. Eran las 11:15 a.m. Era mejor retirarse para preparar el almuerzo. Aunque no tenía ganas de hacerlo. No conocía un restaurante que ofreciera comida sin gluten. Deberá apresurarse. Pero, al girarse, se topó con una persona sin darse cuenta. Que manía tenía de chocar con la gente desconocida.
—Lo siento. No era mi intención de...
Y se quedó muda. Su cuerpo se enfrió porque sintió un balde de agua fría echarse encima suya. ¡Law estaba delante suya! No. Ya eso era demasiado. Parecía que el hombre la estuviera persiguiendo y acosándola por cada sitio que iba. Y su cara chocó con el pecho de él. ¡Su pecho! Gritó internamente casi emocionada por estar demasiado cerca de él.
—¡Lo siento! ¡Lo siento! —gritó, dando unos pasos hacia atrás e inclinando unas cuantas veces su cuerpo.
En cambio, Law la miraba sin emoción alguna, pero en el fondo le estaba divirtiendo la actitud de esa joven. Inocente y dulce ante sus ojos. Un poco vergonzosa. Muy diferente a todas las mujeres que había conocido a lo largo de su vida. Le comenzaba a sentir cierto interés, pero no más allá del amorío. Tal vez esa sensación que estaba sintiendo eran ganas de desahogarse con la muchacha y olvidarse definitivamente. Él también estaba experimentando esos problemas de que no paraba de pensar en ___.
—¡Me retiro! —gritó de nuevo. Otra vez estaba huyendo.
—Espera —alzó un poco la voz. ___ se detuvo en seco y volvió a girarse para verlo mejor—. ¿No crees que el destino está pidiendo que hablemos y nos conociéramos un poco?
—... Es posible.
—Estaba pensando en almorzar. Conozco un restaurante que ofrece comida sin gluten.
—Espera, ¿quieres almorzar conmigo hoy? —preguntó muy dudosa.
—Esa es la idea. —Él iba girando su cuerpo para darle la espalda—. Te espero aquí a las 14:00 p.m.
___ estaba petrificada en su sitio, mientras observaba a Law marcharse del lugar. Iba a tener una cita con el hombre más atractivo que haya visto en toda su vida. A las 14:00 p.m. tenía que estar aquí. Y eran las 11:30 a.m.
—¡Porras! ¡Debo darme prisa!
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