Capítulo 13. Desesperación y angustia
Un domingo por la mañana y relajante, donde los pájaros cantaban con alegría. Pero no todo lo era. ___ no había dormido toda la noche por todo lo ocurrido de ayer. Pensar en que Law estaba enfermo le entristecía tanto. Y lo peor era que no podía decir nada al respecto. Solo deseaba que el moreno viviese una vida normal como todos, pero ¿cuánto aguantará? Sus ojos (c/c) miraban a Law con mucho dolor y tristeza. Apoyó la mano en la suya no queriendo separarse de él en ningún momento.
Esa enfermedad nunca lo había escuchado y fue la causante de que perdiera a toda su familia. Y pensar que sufrió mucho y que le costaba confiar a la gente. Sus uñas rozaban con sutileza la zona de sus nudillos e incluso sus falanges. Deseaba llorar de la impotencia que sentía. Ojalá los médicos fuesen rápidos y encontrasen la cura a tiempo. No quería perderlo. El dolor no será soportable para la joven. Sin darse cuenta, unas cuantas lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas y por el puente de su nariz.
El moreno despertó de su letargo sueño abriendo los ojos lentamente y sorprendiéndose que ___ esté llorando. Algo no le estaba cuadrando.
—¿Pasó algo para que empezaras a llorar? —preguntó con tono preocupante.
—¡No! No es nada. —Ella se sentó de la cama para secarse las lágrimas—. Es que tuve una pesadilla.
—¿Uno muy malo? —La imitó, queriendo estar seguro que estaba bien.
—Sí, pero solo es un sueño. Los sueños no se cumplen a veces, ¿verdad?
Law no era idiota como para no darse cuenta del tono de voz que empleó. Era apagado. Sin ningún toque de vida. Quería indagar más, sacarle información, pero provocará incomodidad en la joven. De sus labios salió un pequeño suspiro y empezó a acariciar con suavidad los cabellos de su pareja. Una forma de que estuviera tranquila, que nada malo pasará.
—¿Quieres desayunar? —sugirió—. Puedo hacerte unos panqueques sin gluten acompañado con nata montada y fresas.
—Tú quieres que engorde, ¿verdad?
—Bueno, si eso pasara no sé si serás bonita o no —bromeó un poco. Ella esbozó una pequeña sonrisa y le dio un pequeño golpe con la mano en su brazo—. Pero yo creo que seguirás siéndolo.
—Que modesto se ha puesto usted, señor Trafalgar.
—¿Yo? Siempre. Ahora vuelvo, no tardo nada.
Eso significaba que iba a tomarse su tiempo para preparar el desayuno. «Tienes que controlarte», se riñó así misma ___ soltando un pequeño suspiro. Se levantó de la cama un momento para correr las cortinas y estar tranquila viendo el paisaje que le daba el entorno. Las calles estaban vacías. Típico de un domingo y la gente aprovechaba ese día para tomar un descanso. Un día sin hacer nada. Al lado de la casa había un árbol y los pájaros solían posarse en las ramas para cantar.
Escuchar su canto era agradable. Prefería verlos en libertad que tenerlos encerrados en las jaulas. No serían felices para nada y ___ se entristecería muchísimo. Si tuviera un pájaro, le gustaría tener un loro para hablar un poco con él. O tener una pareja de agapornis. Esa especie era muy bonita y con colores vivos. Además, eran pájaros del amor y serían perfectos. Vaya cursilería se montó. También observaba a las mariposas posar en las flores para conseguir néctar o poner huevos. Las matriarcas eran sumamente hermosas, aunque su preferida era una de color blanco. Tenía nombre, pero no se acordaba.
Y alguna que otra abeja veía para recolectar néctar y llevarlo a la colmena. Le daba un poco de asco algunos insectos, pero su peor enemiga sería la cucaracha o la araña. No deseaba encontrarse una enfrente porque gritaría como loca. Atrás suya escuchó pasos y supuso que era Law que ya terminó de cocinar esos panqueques. El moreno entró con una bandeja en sus manos. Había dos platos, dos vasos de zumo de naranja, los cubiertos y, por supuesto, la comida. Desde su posición tenían buena pinta.
Law se sentó en la cama teniendo mucho cuidado de no tirar nada o marchar las sábanas con el zumo. Iba colocando la bandeja poco a poco en la cama, mientras que ___ se sentó para estar muy cómoda en el sitio.
—Se ven apetecibles, pero a ver como estarán de sabor —comentó la joven cogiendo un tenedor y un cuchillo.
—Lo hice con todo el amor del mundo.
—Eso ha sonado muy cursi por tu parte.
—¿Y qué querías que dijera? No iba a decir nada desagradable como, por ejemplo, "la comida está buena porque le eché un poco de mi sangre". —El tono de voz que empleó en esa frase fue de un loco depravado.
—Ese sería tu estilo, pero quitando esa voz espeluznante.
—¿Por qué?
—Sonabas como "Jack, el destripador" —confesó.
Law simplemente rio por lo bajo ante ese comentario porque le gustaba que le comparasen con ese hombre. No era una mala idea disfrazarse algún día de ese personaje ficticio y poder asustar a la gente, sobre todo a los niños. ___ cortó un pequeño trozo de panqueque mojándolo un poco en la nata y se lo llevó a la boca para degustar su sabor. Sus ojos se abrieron de par en par al recibir tal exquisitez en su paladar. Se quedó muda, sin palabras.
—Increíble.
—Te dije que te gustaría.
—Deberías darme la receta —sugirió.
—Es un secreto —dijo.
—¡Oh, venga! Esas cosas tienes que compartirlas con tu pareja.
—Si lo digo, ya no será un secreto.
«Como lo otro, ¿verdad?», ella intentaba todo lo posible en no pensar en ello. Pero era imposible de ignorar. Rezaba por todos los dioses que buscasen una cura de inmediato. Ya no tenía ganas de seguir comiendo, sin embargo, hacía todo el esfuerzo posible para que no sospechara nada. Aunque eso no era posible porque Law se estaba dando cuenta de ello. Dejó de lado su plato para tomar las manos de la chica con delicadeza. No le gustaba verla así y, para ello, indagaría hasta averiguar la verdad.
—¿Me vas a decir que es lo que te preocupa?
¿Decir la verdad o no? Rosinante le pidió que no dijera nada, pero Law no era para nada idiota. Si lo ocultaba todo el tiempo que quedaba, le dolerá aún más. Era su pareja, tenía todo el derecho del mundo en saber lo que rondaba por su cabeza. Quería demostrar que no importa si él estaba enfermo, ella lo querrá con locura hasta el final. Dio una bocanada de aire antes de soltarlo.
—Sé la verdad —se sinceró—. Sé de tu enfermedad y que estás luchando para sobrevivir.
—¿Quién te lo contó? —preguntó con un poco de molestia en su tono de voz.
—Doflamingo. —Law se removió incómodo y no muy contento, pero ella agarró con firmeza sus manos—. Yo no le creí al principio, así que acudí hacia Cora-san y me lo confirmó.
—No tenías que haberte enterado —gruñó por lo bajo.
—Y sé el motivo, Law. Temías a que te dejara, pero estoy aquí. No me he ido a ningún lado. No te temo, ni siquiera a tu enfermedad.
—Esto me está consumiendo por dentro. Los días pasan y es como si esta cosa estuviera quitando cada célula de mi ser.
—Pero tú eres un luchador.
—¿Hasta cuándo? —Ahí estaba la pregunta dolorosa que no quería escuchar ___.
—Solo tienes que seguir luchando y que los médicos encuentren la cura.
___ no se rendía con mucha facilidad diciendo cosas positivas para que Law se animara. Ambos aún seguían agarrándose de la mano con temor a que el otro se marchase sin dar ningún tipo de señal. La joven estiró un poco su cuerpo para apoyar la frente con la suya. Toda esta situación era triste y dolorosa, pero ambos eran capaces de superarlo sin ningún tipo de problema. Law apartó un poco la bandeja para que estuviesen cómodos sin ningún tipo de impedimento.
Un beso pequeño se dio con todo el amor del mundo. Sus manos acariciaban el cuerpo del otro dándose ese cariño que no faltaba nunca. Law hundió su rostro en el hueco del cuello de ___ respirando ese dulce aroma. Ella se dejaba con totalidad sin dejar de acariciar con sumo cuidado los cabellos del hombre. Ninguno de los dos quería romper ese momento íntimo entre ambos. No hacía falta hacer el amor para demostrar que se quieren. Solo con palabras, roces y besos eran suficiente.
Si el mundo le dijese a ___ que dejase a Law, no lo haría por nada en el mundo. Era un hombre que necesitaba cariño de una o unas cuantas personas. Las manos del hombre estaban tibias, como si hubiera pasado por temperaturas adversas. No le importaba en absoluto, solo quería pasar más tiempo así con Law. Aprovechaba esos momentos para dibujar el contorno de sus tatuajes porque eran impresionantes. Parecía que estaba dibujando un verdadero mapa del tesoro; un cofre que necesitaba ser descubierto por alguien o no.
—Deberíamos seguir comiendo, ¿no crees? —le propuso ___.
—¿No quieres que sigamos abrazándonos?
—Sería incómodo comer de esta manera, ¿no?
—No, si lo hacemos de cierta manera. Date la vuelta.
___ hizo caso a lo que dijo Law. Giró todo su cuerpo para darle la espalda a él. El moreno tomó la bandeja para colocarlo encima de las piernas de la chica. En esa posición ambos podrían comer sin ningún tipo de problema, mientras estarían abrazados. Él no se separaría por nada del mundo con la mujer que quería. Tenía mucho cuidado en que los trozos no cayesen encima, aunque no le importaba lamer esa zona cubierta de nata. ___ estaba muy cómoda porque su espalda estaba apoyada en el pecho del hombre.
Podríamos decir que era egoísta, pero Law no se quejó en ningún momento. Le gustaba muchísimo estar así. Además, escuchaba ciertas vibraciones provenientes del pecho de él. Su corazón bombeaba con fuerza, señal de que estaba muy feliz de estas en esas condiciones con ella. La mano izquierda de Law descansaba en su cintura y sus dedos la acariciaban de una manera que ella lo recordase para el resto de su vida. ¿Cómo era posible no amar a ese hombre? Era toda una maravilla en todo su esplendor.
Ninguno de los dos se iba a rendir por nada en el mundo. Nadie los iba a separar porque se querían mucho. Ni siquiera el "Plomo Ámbar".
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