Capítulo 12. Plomo Ámbar
—Oye, ¿cuántos invitados crees que habrá?
—Conociéndolo, seguro que muchos.
—¿Y cuánto equivale a muchos?
—Haces muchas preguntas, ___-ya.
Era curiosidad lo que sentía la joven. Las preguntas que realizaba eran de suma importancia. Con la maleta abierta buscaba el vestido adecuado para esa noche. No quería llamar mucho la atención. Trajo uno de color turquesa que era largo y la espalda abierta que combinaban a la perfección con unos tacones plateados. Le encantaba ese tono de color. De vez en cuando aprovechaba para ver a Law abrocharse los últimos botones de su camisa blanca y a punto de colocarse una corbata sencilla. Se veía demasiado apuesto con ese traje tan singular.
Él se dio la vuelta para verla, quedándose asombrado porque pensó que tenía delante a una musa. Aunque le faltaba peinarse, era sencillamente hermosa. Casi se quedó mudo que tuvo que parpadear unas cuantas veces. ___ le dedicó una pequeña sonrisa al verlo en ese estado.
—¿Le dejé sin palabras, señor Trafalgar? —preguntó con un tono coqueto.
—Mira que eres bella, pero con ese traje pareces una musa.
—Y no hablemos de ti. Pareces sacado de una película de Hollywood.
—Oh, gracias por el halago —dijo, esbozando una gran sonrisa.
___ se sentó enfrente de un espejo para empezar a peinarse y maquillarse un poco. Tampoco quisiera destacar muchísimo para que el hombre no sintiera celos, en caso de que los hombres la mirasen. Por el reflejo observaba a Law anonadado. ¿Tan bella la veía? Sus ojos grises brillaban con mucha emoción. Por alguna extraña razón se puso colorada y sin evitarlo ni siquiera.
—En serio, ¿tengo monos en la cara? —preguntó, nerviosa.
—Más bien musas.
—Que romántico se puso usted. —rio bajito.
—También le puedo decir que tiene un moco asomándose por la nariz.
—¡¿Cómo?! —gritó y se miró bien al espejo, pero luego echó una mirada de asesina a su novio.
Ahora era Law quien reía, pero más alto que su pareja. Lo iba a maldecir para el resto de su vida si pudiera. Se acercó para abrazarla y pedirle disculpas cerca de su oído. ___ aceptó encantada porque le era difícil enfadarse con él. Un último toque a sus labios y ya estaba lista. Law se sentía el hombre más afortunado del mundo por tener a la joven. Encontró a la persona adecuada para compartir su vida. Ese pensamiento provocó que se pusiera un poco triste porque ella no sabía una gran verdad. ¿Hasta cuándo lo iba a esconder?
Cuando ___ se giró, Law puso su cara de toda la vida para que no sospechase nada. En media hora era la fiesta en casa de la familia Donquixote y al moreno no le gustaba llegar tarde a los sitios. Ni a ___ tampoco. ¡Todos listo para marcharse! Bolso, llaves tanto de casa como del coche, cartera... No se les quedaba nada atrás. La joven peli-(c/c) estaba un poco nerviosa porque iba a conocer en persona al hombre que todos no paraban de hablar. Un hombre poderoso que estaba relacionado con algunos crímenes, pero no había pruebas para demostrar su culpabilidad.
Donquixote Doflamingo.
¿Cómo era posible que Law haya convivido con ese hombre? Al menos estuvo Cora-san cuidándolo en todo momento porque desconocía que hubiera pasado con el moreno. Tal vez se convertiría en un verdadero criminal, o algo peor que no quisiera imaginar. Dio una bocanada de aire para luego liberarlo. Debía estar tranquila, relajada. No tener malos pensamientos. Si se encontraba con Doflamingo, intentará ser amable con él y estar muy pegada a Law. Ese hombre no le daba muy buena espina. Y seguramente que el moreno tampoco.
La casa se encontraba en el centro de la ciudad y era enorme en comparación con los alrededores. Además, la estructura era singular, pero parecía un castillo. Era increíble que un hombre tan poderoso como él pudiera permitirse tal lujo. Había un montón de coches aparcados, pero Law no tuvo complicaciones en encontrar uno. Mucha gente estaba subiendo por esas escaleras de diez escalones. Una mujer con un vestido largo debía tener cuidado para no tropezar. ___ tomó la mano de su pareja para ir subiendo por ellas.
Mirando siempre al escalón. Ella era un poco torpe con los tacones. Menos mal que estaba Law a su lado, si no estaría perdida y haría el ridículo si cayese por las escaleras. Las puertas de madera y color blanco eran enormes. Pero el interior era aún más. Ahí podrían caber perfectamente mil personas. Solamente había gente adinerada y con mucho poder. ¿Era posible? Claro que sí, con mucho esfuerzo y dedicación era posible. Y, claro, sin hacer delincuencia de por medio. ___ mirada a sus alrededores por si conocía alguien. Todos eran unos completos desconocidos.
Ambos fueron directamente a una mesa con comida y bebida. Estarán tranquilos por un largo tiempo. Law no se iba a separar de ella por nada en el mundo. Vio que la joven cogía un vaso y lo iba rellenando de aquel ponche de frutas. Prefería algo suave que uno fuerte. La comida debía ser deliciosa por la pinta. Se le hacía boca agua queriendo probar alguno. Por ejemplo, el queso frito untado con mermelada de frambuesa. Todo era para gente rica. Si estuviera ahí Bonney, ella no dudaría en comérselo todo y con mala educación, sin importarle que todos la mirasen y que la echasen.
Pero ___ no era como su amiga peli-rosa. Ella era educada con todo y no quería dar mal ejemplo. Tenía mucho cuidado en no mancharse el vestido, pero la mirada de Law la estaba poniendo nerviosa.
—No hace falta que seas muy pija para comer —le aclaró.
—Tú quieres que se manche el vestido, ¿verdad?
—Prefiero que seas tú a que finjas a ser alguien que no eres —dijo con sus ojos puestos en ella.
«Le doy la razón», pensó así misma, mientras daba un buen bocado a la comida que tenía en sus manos. Law esbozó una sonrisa complacido de que ___ le haya escuchado. La peli-(c/c) le ofreció un trozo de pato asado. No iba a ser la única que iba a comer algo. Él aceptó encantado abriendo la boca para recibirlo. Un delicioso manjar para el paladar. Pero casi se ahoga cuando alguien le dio un golpe bastante fuerte en la espalda. Miró al responsable y era Cora-san quien mantenía una sonrisa de inocente.
—Lo siento —se disculpó.
Law tomó un vaso de ponche para beberlo de golpe y tragarse ese trozo. Suspiró aliviado de que no haya muerto en ese mismo instante.
—La próxima vez no hagas eso —le aclaró.
—No sabía que estabas comiendo. Muy raro de ti —dijo Rosinante con una sonrisa burlona.
—Si me la da ___-ya, es difícil decir que no.
La nombrada mantenía su sonrisa serena, culpándose de algo que era muy cierto que hasta sacó la lengua solo para molestar. Law le echó una mirada casi asesina, pero volvió a su compostura de antes.
—¿Quieres algo, Cora-san? —preguntó.
—Solo saber si necesitáis algo. Agua, pañuelos...
—¿Para qué queremos un pañuelo?
—Es que estoy viendo a ___ comer raro —argumentó.
—Solo intento no hacer el ridículo —informó con los mofletes hinchados.
—Pues para mí lo estás haciendo —bromeó el pelirrubio. Pero en unos segundos se puso serio—. Mi hermano está por ahí haciéndose de rogar. Intentad ser amables con él, sobre todo tú Law.
—No te prometo nada —gruñó por lo bajo.
—Sé que te cae mal, pero recuerda que fue él quien te sacó del orfanato.
Law bufó molesto no queriendo recordar ese momento. ___ no quiso preguntar porque ya se imaginaba donde estuvo el moreno desde la muerte de su familia. Pero le faltaba saber cómo murieron, aunque no quería entrar en detalle porque era privado y doloroso para él. ___ dio un pequeño sorbo a su vaso con la mirada un poco desviada y viendo a un hombre rubio aproximarse hacia ellos. Sus características más destacables eran su sonrisa de oreja a oreja, unas gafas de sol como si le molestaban las luces, y un abrigo de plumas de flamenco.
Ni quiso saber si eran de verdad o eran sintéticas las plumas. El aura que emanaba ese hombre no le gustaba para nada. Aparentaba ser casi idéntico a Rosinante. Claro, ¡era Donquixote Doflamingo! ¿Cómo no reconocerlos en las revistas y en la televisión? El hombre tenía un caminar bastante extraño y no quería sonreír para no aparentar ser grosera con él. La sonrisa de Doflamingo se ensanchó tanto al ver al moreno, pero sobre todo a su acompañante. ___ sintió un escalofrío por todo su cuerpo.
—Buenas noches, Law —saludó con buena educación—. ¿Quién es esta bella joven que te acompaña? —preguntó. Él sabía perfectamente que estaba tocando en un terreno peligroso.
—Mi pareja. Su nombre es ___ ___.
—Un gusto de conocerla. —Tomó la mano de la joven para besar sus nudillos, como buen caballero que era.
—Lo mismo, señor Doflamingo —dijo, aceptando el saludo del sudichoso.
—¿Ya te has decantado de tener una pareja, Law? Pensaba que eras un lobo solitario.
—Como bien dijiste, lo era.
—Y no pensaba que fuera tan guapa —comentó. Esa sonrisa daba la sensación que sus intenciones no eran buenas—. Me alegro por ti y por ella, por supuesto.
—Gracias, señor.
—Mejor siga saludando a los demás. No quiero ser maleducado con todo el mundo. Con su premiso.
El hombre alto y un poco corpulento se retiró, dejando a los dos jóvenes y a Cora-san a solas. En serio, a veces Law le daban ganas de matarlo, si pudiera. Acabar con esa falsedad que llevaba encima y que todos averiguasen quien era él en realidad. Y no podía hacer nada porque los abogados y las personas cercanas a él lo protegían. Menos Rosinante que era miembro del cuerpo de policía más importante de Gran Line, sin embargo, él no podía acusarlo porque le faltaba pruebas. Él no tenía ningún problema en meterlo a la cárcel para que acabase toda esta locura.
La joven ___ no dejó de mirar a Doflamingo quien desaparecía entre el barullo de gente. Desconocía el hecho de las intenciones de ese hombre y era mejor no acercarse mucho por si las moscas. Media hora pasó y había muchas más personas que antes. Parecía que nunca acababa; era un poco preocupante, pero no demasiado. Law tuvo que ausentar un momento porque Cora-san le dijo que había unas personas que les gustaría conocerle. ___ no tuvo ningún problema en dejarlo ir porque era su trabajo. A lo mejor querían conocer al famoso doctor.
Ella aprovechó ese momento para alejarse un poco e ir a unos ventanales que daban acceso al patio exterior. Eran unas simples puertas con un balcón. No había nadie, así que podía disfrutar un poco del cielo nocturno iluminado gracias a las estrellas. Tomó un momento el teléfono para enviarle un mensaje a Law comunicándole donde se encontraba ella. Sus brazos se apoyaron en la baranda asombrada de las vistas. Se pasaría toda la vida así, si tuviera la ocasión de vivir en esa casa gigantesca.
—¿Disfrutando de las vistas?
La voz de Doflamingo hizo que sobresaltase sobre su sitio y girase bruscamente. El hombre caminaba en dirección a ella con un aire tranquilo, pero que provocaba en la joven, nerviosismo.
—La verdad es que son impresionantes —confesó. «Tranquila, no hará nada», se decía así misma una y otra vez para estar relajada.
—Es la ventaja de ser un hombre poderoso. —Se colocó a su lado posando las manos en la baranda—. No todos tienen esa ventaja.
—Tiene muchas empresas. Es normal que usted esté bien económicamente.
—Por favor, no me trate de usted. Puede que sea mayor, pero no demasiado —le comentó, mientras reía por lo bajo—. Supongo que Law te habrá contado cosas de mí.
—Yo me informo de la tele —añadió.
—Oh, los periodistas se inventan cada cosa solo para vender. Pero es su trabajo, ¿no? Ganar protagonismo, a cambio de darle fama a la persona. Así vamos en esta vida tan corta.
___ no sabía si largarse de ahí cuanto antes o mantenerse como una verdadera campeona. Sentía miedo, pero no iba a permitir que la pisoteara. Esos dedos largos tanteaban un poco el terreno, la baranda. El pelirrubio dio una bocanada de aire para luego liberarlo.
—Una vida tan corta que los propios enfermos no tienen.
—Ellos no tienen culpa de estar enfermos.
—No. La madre naturaleza o el propio ser que está en el cielo es quien decide quien vive o no. Una pena con lo ocurrido con la familia de Law. Es una mala suerte.
Ese comentario llamó mucho la atención de ___. ¿No murieron en un accidente de tráfico? Esa historia debía contarle él mismo. Doflamingo se dio cuenta de que ___ no estaba informada.
—Oh, disculpa. ¿No te lo contó?
—Digamos que no le pregunté —se sinceró.
—Deberías saberlo ya que eres, básicamente, su pareja. ¿O acaso te da miedo saber la verdad? —Una pregunta que llevaba casi toda la razón—. Yo no tengo ningún problema en contártelo porque, al fin y al cabo, te enterarás de cualquier manera y no será nada agradable la historia.
La curiosidad mataba en el interior de la joven. Se mordió el interior de la boca aguantándose las ganas. Quería saberlo. Sus ansias la mataban fuertemente. Giró levemente su cuerpo para encararlo un poco.
—¿Puedo saber qué pasó?
Doflamingo ensanchó más la sonrisa, feliz de que la joven le haya preguntado y sintiera mucha curiosidad con el pasado de Law.
—¿Has oído hablar sobre el "Síndrome del Plomo Ámbar"?
—No. Nunca lo he oído hablar.
—Es una enfermedad a causa de una sustancia llamada "Plomo Ámbar". Los científicos lo categorizaron como un veneno. Solo se encontraba en el pueblo de Flevance, el hogar de Law —iba explicando—. Los obreros fueron afectados y no solo ellos, sino también todos los habitantes de ese lugar. El padre de Law era médico y no pudo hacer nada con esa enfermedad. A él junto con su esposa los asesinaron a base de pistola y su hermana no escapó de las llamas de la casa. Law pudo escapar perfectamente, sin embargo, él también fue afectado por ese veneno. Ningún familiar quería adoptarlo, así que yo le di la oportunidad de aceptarlo en mi familia.
La joven ___ estaba temblando con toda la información que le estaba dando Doflamingo. ¿Law estuvo enfermo? ¿Su familia fue asesinada?
—No había una cura definitiva. El veneno provoca manchas en el cuerpo y un dolor increíble. Law estaba destinado morir a los trece años, sin embargo, mi hermano no se rindió fácilmente y pagó a los mejores médicos para que buscaran la cura. Y todavía están en proceso.
—Pero... ¿cómo es que todavía sigue vivo?
—Medicamentos, morfina... Te puedo asegurar que no dudará mucho tiempo. Es un hombre enfermo —añadió—. A sus treinta años, en algún momento, tendrá que morir. Y tú te sentirás sola. No obstante, yo no tengo ningún problema en hacerte compañía.
—No voy a dejarlo por usted —lo encaró. No gustándole mucho la idea—. Yo lo amo.
—Fiel hasta la muerte —rio muy divertido—. Luego no llores por su pérdida.
¿Cómo se atrevía a decir esas cosas? Doflamingo se retiró, dejando a ___ con un rostro de enfado hacia el sujeto. Pero luego se convirtió en uno de su preocupación. Cabos sueltos se unían, ya comprendiendo porque Law era tan reservado. La desesperación de tener una pareja y no sentirse solo de por vida. Se llevó la mano al pecho notando un dolor agudo en su órgano más vital. No estaba preparada para perderlo. Abrazarlo, besarlo, pasar el día con él eran los únicos pensamientos que rondaban por su cabeza. Deseaba llorar y no podía. Lo amaba tanto que aún era pronto para decirle adiós. Pero se veía bien. No parecía estar enfermo. Eso o era un buen actor que fingía sus dolores.
Será mejor entrar y no preocuparlo mucho. Ahora se sentía un poco débil. Necesitaba saber si todo lo que contó era verdad. Rosinante era el único que podía darle esa información. Al entrar en la mansión buscaba con la mirada desesperada al pelirrubio. El hombre estaba reunido con más personas y no se encontraba Law. Ella corrió en dirección a él aprovechando que no estaba y tiró un poco su camisa para que le prestara atención El ojo-marrón no comprendía su actitud, pero debía ser importante por cómo le miraba.
Tuvo que disculparse y ausentarse con los huéspedes para seguir a la joven. Un sitio apartado para que nadie los escuche.
—¿Ocurre algo? Te noto muy preocupada.
—Dime le verdad, Cora-san. Dime que Law no está enfermo —lo soltó. Los ojos de Cora-san se ampliaron, no creyendo que la chica haya dicho eso—. Doflamingo me lo contó todo. Dime que todo eso es mentira, por favor.
Rosinante soltó un gran suspiro y le pidió salir un momento a los balcones. Para hablar, necesitaba estar relajado; por ello, encendió un cigarro con un rostro serio que alarmaba más a la chica. Era imposible.
—Se suponía que eso era un secreto —añadió—. Pero es difícil ignorar la situación en la que está viviendo Law. Todo lo que te ha dicho mi hermano es cierto.
—¿Por qué? —No lo entendía—. ¿Por qué no me contó que estaba enfermo?
—Mencionar "Plomo Ámbar" provoca que la gente huya. Todos los idiotas de los doctores creen que es contagiosa y no es así. No lo es —iba informando—. Si no te lo contó, es por miedo a que tú le abandones como hicieron todos esos médicos, los niños de los colegios y entre otros.
—Yo nunca huiría de él. Lo apoyaría —comentó con una voz casi rota—. ¿Cuánto tiempo va a aguantar?
—No lo sé. Los doctores están haciendo todo lo posible para buscar una cura. Muchos pensaron que iba a morir a los trece años, pero él es fuerte. No se rendiría ante una enfermedad que lo arrebató todo. Incluso estuvo a punto de quitarse la vida. Yo se lo impedí. Le dije que no debe hacerlo. Que pelee y que sea feliz ignorando, no del todo, su enfermedad. Debes entender que todo esto es muy duro para él.
—Lo entiendo. —Claro que lo entendía—. Quiero estar con él hasta el fin del mundo. Law es el hombre que buscaba.
—No comentes nada de lo que hemos hablado. No le gusta tocar ese tema.
—¿Qué tema?
Ambos se sobresaltaron al escuchar la voz de Trafalgar D. Water Law. El ojo-gris miraba a los dos con una cara sospechosa, como si ocultasen algo. Cora-san ideó un plan.
—Porqué odias el pan —dijo. Una gota de sudor resbaló por su sien.
—Te dije que no hablases con él de eso —le recordó Law, ya aproximándose a la joven.
—La curiosidad mató al gato. ¿No has oído hablar del dicho? —cuestionó ___ un poco nerviosa.
—Y la conversación acaba aquí. —Law tomó la mano de ___—. Nos vamos retirando.
—Genial. Me alegro que hayáis pasado por aquí y, que al menos, lo hayáis pasado bien.
—Gracias, Cora-san.
La pareja dejó a solas al hombre de cabellos dorados. Pero ___ le dedicó una última mirada a Rosinante y este le suplicó que no dijera nada. Ella se lo llevará a la tumba. Ella lo tenía bien claro: estará al lado de Law hasta que llegue el momento de darse el último adiós.
Pero aún mantendrá la esperanza a que los médicos encuentren la cura.
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