Capítulo 11. Un día de picnic
El sol se coló entre las cortinas de la habitación para despertar a los bellos durmientes. Pero estaban tan pegados en la cama que era misión imposible. ___ fue la primera en despertarse y estirar los brazos, escuchando pequeños crujidos en sus huesos. Anoche fue muy intenso para ella. Movió un poco la cabeza para encontrarse a un Law aún dormido. Se veía muy mono sin tener que fruncir el ceño. Su mano quedó apoyada en sus cabellos negros acariciándolos con ternura. Ahora se comportaba como una madre que quería despertar a su hijo de una manera pacífica y dulce.
Él empezó a remolonearse de la cama que aprovechó la ocasión para abrazar a su pareja. ___ no evitó reírse por lo bajo cuando Law empezó a tocar esas zonas sensibles. Es decir, realizarle cosquillas hasta cansarse. La joven no paraba de golpear suavemente el cuerpo de él para que parase. Incluso giraban por la cama sacando las sábanas y haciendo un desastre, pero no les importaba. Lo estaban pasando en grande. Finalmente, el juego terminó con un simple beso. Nunca había visto esa parte juguetona del moreno y le gustó muchísimo. Se quedaron un buen rato abrazados y escuchar la respiración del otro.
No obstante, no se iban a pasar el tiempo en la cama. Había planes de por medio y había que aprovechar la mañana. Ambos se levantaron al mismo tiempo para ponerse algo de ropa e ir a la cocina a preparar un buen desayuno. Menos mal que ___ trajo lo necesario para no morirse de hambre. Ser celiaca no era un trabajo fácil. De hecho, tuvo momentos en que no podía hacer nada, es decir, estaba muy perdida en qué comer. Que si la carne tenía gluten, que si la leche... ¡La iban a matar de hambre! Pero menos mal que tenía a Law y le recomendaba ciertos platos que podía comer, sobre todo vegano.
Los platos, los vasos, los cubiertos y las ollas no se lavaron anoche porque se dedicaron a jugar y experimentar cosas nuevas. ¿Y quién no quería probar con este hombre musculoso? Además, que tenía un aguante increíble en la cama. Se acercó al lavamanos para meter todos los utensilios en la lavavajilla y que hiciera su labor, como era debido. Aunque eso implicase manchar nuevamente, pero estaba el lavamanos de por medio, así que no le importaba mancharse. Law cogió un cuchillo para empezar a trocear una variedad de frutas para hacer una macedonia: plátano, manzana, pera, fresas, etc.
Ese cuenco lleno de frutas tenía buena pinta. Le hacía boca agua a ___ con solo mirarlo. Y más aún con la destreza que tenía en cortarlas. Estaba impresionada con su agilidad. Él la miró con una sonrisa suave a la hora de acabar con el destripamiento de esos dulces sin azúcar. Un poco más y parecía “Jack, el Destripador”. ___ colocó unos vasos para rellenarlos con agua sin gas y luego sentarse. Iba a disfrutar de una comida sana y riquísima por parte del doctor. La comida de ayer estaba tan buenísima que se quedó con ganas de más. En ese instante, Law le llamó gorda a lo que ella respondió muy dramática que ha herido sus sentimientos.
Todo se lo toman con buen humor. No hubo discusiones por parte de los dos. Esa era una relación sana y no tóxica. Que todas las relaciones fuesen así. La comunicación era importante y si uno se lo guarda, era peor.
—Bueno, ¿qué tiene pensado hacer? —preguntó ___, mientras pinchaba con el tenedor un trozo de plátano.
—¿Te parece bien un paseo por el campo? Hay unas vistas impresionantes de la ciudad.
—Uy, ¿vamos a hacer un picnic?
—Es una propuesta. A no ser que prefieras otra —comentó, hincando el diente una fresa.
—No, me parece buena idea —dijo con una sonrisa de por medio.
—Entonces, vamos terminando con el desayuno, a ducharnos y a vestirnos.
___ asintió con la cabeza sin quitar esa sonrisa de diversión puro y duro. En la ducha pudieran pasar muchas cosas, no obstante, Law le sugirió que se bañe primero. Se encargará de lavar la loza y preparar lo necesario para el picnic. Qué raro. Sin embargo, ___ no se quejó en absoluto porque fue en dirección a la habitación para sacar los champús y las toallas. Lo necesario para disfrutar de un buen baño relajante. No tardará mucho, ella suele darse un baño de unos veinte minutos como máximo.
En el baño, al despojarse de las ropas, se fijó en el espejo que tenía unas cuantas marcas a causa de las mordeduras de Law. Era un verdadero animal en todos los sentidos. No se pudo contener. Estarán un buen tiempo así hasta que se curen. Cuando le pille, le dará una pequeña bronca que se acordará de ella. Se iba metiendo en la ducha abriendo el grifo a una temperatura adecuada para su cuerpo. Cada vez que su mano paseaba por su piel se quejaba por lo bajo. Eran soportables. Dio un suspiro leve cuando empezó a enjabonarse. Maldito Law y sus dientes fuertes, como el roble.
En algún momento deberá dejar las mordeduras y los chupetones para otra ocasión porque la dejará bonita. Y para esconderlos era una pesadilla para toda una mujer. Menos mal que trajo consigo maquillaje para ocultarlo. Debería comprarle un collar y que diga: «Peligro. Hombre peligroso con mordedura de león». Si parecía que la iba a partir en trozos. Y no solo en su cuello, sino también hombros y en los muslos. Esa última zona predominaba las mordeduras mortales de ese hombre. La próxima vez no dudará en usar la fuerza bruta para que viera lo doloroso que pudiera ser.
Ya recién bañada, cubrió su cuerpo con su toalla 100% algodón y salió, encontrándose a un Law mirando las ropas de la joven. Que fisgón se volvió el moreno. Más bien, un pervertido que no tenía vergüenza alguna.
—¿Te gusta lo que ves? —le preguntó con un tono seductor.
—Bueno, sabiendo que vamos de picnic, sí —respondió. Sus dedos cogieron el vestido largo y floral para verlo más detalladamente—. Te gustan las flores por lo que veo.
—Desde pequeña. Hasta soñé tenerme tatuada una.
—¿Y por qué no lo haces?
—¿Sabes lo costoso que es encontrar uno fiable, que sea barato y no te haga chapuzas? —preguntó de forma dramática. Caminó hacia él para tocar los tatuajes de sus dedos—. A no ser que me recomiendes a la persona que te tatuó.
—¿Me has leído la mente acaso? —Alzó la ceja muy impresionado.
—Oh, ¿no te dije que era una bruja?
—¿Y dónde está esa verruga en la nariz tan característica? —cuestionó, bromeando.
—Anda, vete a bañarte que apestas. —Cogió de su muñeca para tirarlo hacia el baño.
Él se dejó llevar por la perspicacia de su novia. No iba a decir un no como respuesta porque era verdad lo que dijo. El olor que desprendía no era para nada agradable. Ya dentro del baño, ___ aprovechó para vestirse sin tener presente al pervertido de Law. El vestido no le quedaba tan mal, ya que la falda le llegaba a la altura de sus rodillas. Perfecta para dejar visible sus piernas. El clima era denso y caluroso. No era adecuado ponerse unos pantalones vaqueros porque se sentiría pegajosa luego.
Para caminar con comodidad se puso unas zapatillas de color plateado que combinaban a la perfección con el traje. Ella estaba divina para salir con su novio. Ahora se preguntaba que preparó Law para hacer el picnic. Su curiosidad la estaba matando, así que decidió ir a la cocina, ya que el moreno tomará su tiempo en la ducha. Oh, pero antes un poco de maquillaje para ocultar los moretones. Cualquiera pensará que se peleó con un animal en celo o que su pareja la estaba abusando. «Recuerda ___: habla con Law sobre este tema», se dijo a sí misma como un apunte que no debía olvidar.
Ya lista, fue directa a la cocina encontrándose con una cesta bien linda. ¿Dónde lo tenía guardado? Law era una caja de sorpresas. Lo inspeccionó detalladamente. Un lazo rosa decoraba las astas del objeto y abrió un poquito la tapa para ver que había dentro. Y no pudo ser porque pegó un chillido asustándose porque sintió las manos de Law colocarse en su cintura.
—¿Tan feo soy que te asusté?
—¡Estaba concentrada, bobo! —exclamó, llevándose la mano al corazón.
—No era mi intención, aunque no lo pude evitar —comentó. Su barbilla descansó en el hombro de la joven aspirando el dulce aroma de sus cabellos.
—No pensé que fueras muy cursi —dijo, refiriéndose al lazo.
—No tenía uno de color azul.
—¿Acaso tienes lazos de todos los colores? —preguntó muy curiosa.
—No sigas preguntando por ahí —farfulló por lo bajo.
___ se dio la vuelta para mirarlo y el moreno llevaba puesto unos pantalones vaqueros con manchas negras que parecían de leopardo, y una camisa negra con unos cuantos botones desabotonados. Y sus zapatos eran de un material muy peculiar y llamativa. Si se ensuciaban, no se hacía responsable. Pero, olvidando esa parte, veía jodidamente atractivo a Law. ¡Y cómo aguantaba esa camisa porque madre mía! Si parecía que en cualquier momento iba a romperse o, mejor dicho, estallar.
Él rio por lo bajo al ver la cara de boba que llevaba su pareja que aprovechó ese momento para darle un pequeño beso. Ella reaccionó poniéndose muy roja. Eso no se lo esperó para nada. Tuvo que darle un golpe flojo en el brazo para que no lo hiciera de nuevo. Estaban perdiendo un valioso tiempo porque ese mismo día, es misma noche, tenían que ir al hogar de los Donquixote. Miedo sentía en su ser cuando conozca ese hombre que todo el mundo hablaba. Un tipo alto y con una sonrisa cínica y siniestra. No quisiera tenerlo de enemigo. Ambos estaban listos para partir de la casa e ir al mirador a disfrutar de un buen picnic.
El camino les iba a tomar como media hora o cuarenta y cinco minutos. Deben estar listos para el largo camino que les esperaba. Música era lo único que les podía distraer, incluso con simples conversaciones. La mano de ___ se colocó en la pierna de Law. No iba a hacer nada malo, sino tenerlo cerca y estar segura que estaba ahí. Al moreno no le molestaba en absoluto porque él haría lo mismo. Cuando hay mucho tráfico o paraban en un stop, él aprovechaba esas pequeñas ocasiones para tomar su mano y entrelazar sus dedos. Era muy cursi lo que estaban haciendo, pero era agradable el roce de pieles. Una suave y otra con magulladuras a causa de las intervenciones quirúrgicas.
Les será imposible separarse de uno del otro. Eran como imanes destinados a estar juntos de por vida. La ciudad cada vez se hacía más pequeña a la lejanía a través del retrovisor del copiloto. Las montañas eran impresionantes. Daban ganas de ir allí y explorarlas con mucha libertad. Oír el canto de los pájaros y que el viento soplara sobre su rostro. Maravillosa sensación. Y ese sueño se iba a cumplir con el picnic. Después de mucho tiempo viajando por la carretera, llegaron al mirador que nombró Law. Tenía unas vistas impresionantes sobre un cráter, provocado por una erupción de un volcán, que estaba cubierto de verde.
El aire puro era magnífico. Uno podía respirar sin ningún problema. ___ no esperó en salir del coche y caminar por el jardín de flores. Todo era precioso y mágico para sus ojos. No esperó ni un segundo en sentarse en una roca y admirar el paisaje. La madre naturaleza tenía el poder suficiente para dar vida a este lugar y otros sitios maravillosos. Law se puso a su lado para colocar una manta encima de la fina hierba verde. El olor era hipnótico y se pasaría horas y horas olisqueando. Incluso escuchar el cantar de los pájaros o el viento soplar con audacia en la hierba.
Un paraíso natural que no lo perdería por nada en el mundo.
—Veo que mi novia está bien distraída —dijo el moreno. Sus rodillas tocaron la fina manta para sentarse cómodamente.
—Es que es una maravilla de ver —expuso—. ¿Por qué el ser humano tenemos que destruir todo esto?
—Para sobrevivir y por avaricia —respondió.
—Si es un lugar encantador y mágico. Nuestros antepasados no estarían de acuerdo en destruir toda esta maravilla. Además, no solo estamos extinguiendo a la fauna, sino también a la flora. Llegará un punto en que será demasiado tarde.
—Vaya, me acabo de enterar que mi pareja es partidaria de Greenpeace.
—¿Tú no estás de acuerdo conmigo?
—Yo no he dicho eso —reiteró—. Solo que la humanidad aún debe aprender de sus errores —dice, mientras se acostaba con la cabeza apoyada en sus manos—. Podríamos decir que la gilipollez es contagiosa para aquellos que nunca tuvieron disciplina.
—Que filosófico quedó eso —. Estaba asombrada.
—¿A qué sí? Aparte de ser doctor, debería dedicarme a ser eso.
—Yo estaría orgullosa de ti sin dudarlo.
___ se acostó con él con la cabeza apoyada en su pecho. Desde esa posición admiraba el cielo despejado, aunque con alguna que otra nube de por medio. ¿Cómo sería la vida sin Law? Muchas veces se lo había planteado, pero era mejor ignorarlo. Escuchar ahora los latidos de su corazón eran agradables. Música para sus oídos. Deseaba quedarse así para toda la eternidad, admirando el paisaje con él. Sus uñas acariciaban con sutileza la piel morena y tatuada del doctor. Esos brazos estaban marcados y era una pasada.
Solo le faltaba tatuarse las piernas y listo. No quería imaginarse la cabeza de Law tatuada. No pudo evitar reírse por lo bajo y eso llamó la atención al moreno. La miró con mucha intriga.
—¿Me he perdido un chiste?
—Oye, ¿hay un límite de tatuajes en tu cuerpo? Porque no quiero que lo hagas en tu cabeza.
—Bueno, no estaría mal tener la cara tatuada, como las calaveras que pintan en México.
—¡Dios! Darías mal rollo. —Un escalofrío recorrió por todo su cuerpo.
—Y todos me nombrarían como “el Cirujano de la Muerte” —dijo con una emoción enorme y una sonrisa de oreja a oreja.
—Entonces tendré que tener cuidado contigo.
—Te será imposible escapar de mis garras.
___ pegó un chillido cuando Law comenzó a hacerle cosquillas. Risas se formaban en ese lugar tranquilo. Carcajadas que solo los animales podían escuchar. Lo peor de todo que pudiera hacer eco y cualquiera pensará que hay un Bigfoot merodeando por el campo. La joven apoyó las manos en las muñecas del moreno para que se detuviera porque necesitaba tomar aire. Si seguía, era posible que moriría ahí mismo. Law apoyó la barbilla en sus cabellos para aspirar un poco el aroma, mientras escuchaba la respiración agitada de su pareja.
Sus brazos fuertes eran capaces de protegerla de cualquier peligro que los amenazase. Iba a ser muy protector con ella. Era su más preciado tesoro. Si no lo cuidaba, la podría perder con facilidad. Sus dedos tocaban su mandíbula fina. Un hueso perfecto y no desencajado. De repente, vio como ___ estiraba el brazo hacia la cesta y se sentó para ver qué era lo que había traído. Supuestamente debía ser sorpresa, pero el hambre en la joven apretaba.
—¿Sándwich vegetal?
—Para ti. Sabes que odio el pan.
—Aún tengo curiosidad por saber porque odias el pan —dice, mientras desenvolvía el papel film o transparente del sándwich.
—Mejor que no lo sepas. Es largo de contar —recomendó. Sus párpados estaban cerrados no queriendo recordar esa escena.
—A que adivino: ¡soñaste que un monstruo con pan te devoraba!
—¿No me dijiste que eras una bruja y podías adivinar cualquier cosa?
—¿No lo adiviné?
—Ni de cerca.
—Pues fue lo único que se me ocurrió —se sinceró.
—Sigue intentándolo, pero te aseguro que nunca lo averiguarás. —Law la animó, pero con falsas esperanzas.
Algún día lo descubrirá y se basará preguntando a Rocinante. La única persona que le podía responder a esa incógnita sin resolver.
—Y ni se te ocurra pedir ayuda.
—¿Me has leído la mente acaso?
—Oh, ¿no te dije que yo también soy un brujo? —bromeó.
Los ojos de ___ miraron mal a Law, mientras él iba cogiendo frutos secos para matar el hambre. Una mirada capaz de matar a cualquier persona. Esto a Law le hizo mucha gracia que pellizcó la nariz de la joven.
—¡Oye! —exclamó adolorida.
—Que quejica eres.
—A ti no te gustaría que te diesen una patada en tus partes bajas.
—De la nariz a eso es mucho —dijo. Una gota resbaló por su sien ante la exageración.
—Pero es lo mismo.
—No lo es.
Una conversación la mar de interesante, pero que no tenía sentido. Ni pies ni cabeza. Esas cosas les gustaban a ambos. Hablar de cosas extrañas y que la gente los mirase raros. Ahora disfrutarán de la compañía del otro. Debían disfrutar del picnic porque dentro de unas horas tendrán que volver para la fiesta.
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