Capítulo 1. El inicio de todo

El sol pegaba con fuerza en las ventanas de la casa. Hacía un calor inmenso en la ciudad de Dressrosa. Menos mal que tenía aire acondicionado para apaciguar el sofoco que soportaba su pequeña figura. ___ estaba en el suelo boca arriba con los ojos cerrados, disfrutando del aire frío. Lo tenía al máximo. Era la primera vez en la historia que la ciudad estaba presentando una calima calurosa. Retiró unas cuantas gotas de sudor de su frente. Su móvil se encontraba a su lado por si llamaba su compañera de piso. Se notaba las vacaciones de la universidad y sin exámenes de por medio. Libertad absoluta. Ser filóloga iba a ser dura, pero le gustaría ser maestra dando clases a la nueva generación.

Sus padres siempre le decían de estudiar otra cosa que no sea educación primaria o lengua y literatura. Pero esa es su vocación. Su pasión llegaba a tal extremo que deseaba enseñar. Oh, eso recordó que tenía que practicar un poco el inglés. No le gustaba olvidar algunas palabras o que perdiera la práctica. De repente, escuchó la puerta de la casa abrirse y alguien decir: "¡ya estoy aquí!". Esa chica era muy enérgica en todos los sentidos.

—¿Ya estás plantada en el suelo? —preguntó la peli-rosa con una gran cantidad de bolsas en las manos.

—Estaba muy a gusto —excusó con una sonrisa—. ¿No te has pasado con la compra, Bonney?

—Sabes perfectamente que me gusta comer —dice con la lengua fuera—. Es uno de mis hobbies favoritos. Es lo mismo con tu manía de limpiar todo.

—No me gustan las cosas sucias.

___ era una persona muy pulcra, pero no era maniática, como esas personas que se limpiaban cada dos por tres por miedo a que tuviese algún tipo de enfermedad. En algún momento, el ser humano a lo largo de su vida tendrá alguna enfermedad o síntomas de alegrías porque, si no lo tuviste de joven, lo tendrás de adulto. Bonney se dirigió a la cocina para dejar las bolsas y colocar las cosas en su sitio. Claramente, tuvo la ayuda de su compañera. Ambas eran amigas de la infancia provenientes de la ciudad de South Blue, pero decidieron cambiar sus vidas para venirse a la gran capital de Dressrosa. ___ estudiando en la universidad y la peli-rosa trabajando de administradora auxiliar en una empresa de vehículos.

Bonney no era una persona que le encantaba estudiar, pero ella era muy inteligente. Su amiga ___ lo sabía perfectamente. La conocía demasiado como para no saberlo. Los fines de semana la joven peli-(c/c) iba a la biblioteca a la sección infantil para leer cuentos a los niños. Con ese dinero podían alquilar perfectamente el apartamento sin ningún problema. No querían enfadar al propietario, aunque a Bonney le sacaba de quicio a veces. A ella no le gustaba meterse en problemas, pero era una grosera en todos los sentidos. Por ejemplo, a la hora de comer, le importaba poco que la gente la viera de una manera maleducada con tres tipos de salsas en la boca. Una gran glotona.

—Oye, vamos a almorzar y ya estás sacando una tableta de chocolate —le riñón ___ con un tono divertido.

—No tengo culpa que mi estómago me pida a gritos que quiere comer.

—Ojalá tener tu metabolismo. No engordas, capulla.

—¡El poder de la glotonería siempre gana! —farfulló.

Era muy divertido convivir con Bonney. Con ella no te aburrías para nada por cada comentario que realizaba. La peli-rosa, por el camino, fue a un restaurante chino para comprar el almuerzo porque ya era muy tarde para hacer uno. Para ___ se conformaba muy bien. Solo espera que su amiga le hubiese traído arroz de tres delicias y sushi. Era la principal comida que no debía faltar.

—¿Ya te has planteado de ir mañana a la playa? —cuestionó Bonney. Estaba devorando sin cesar el ramen.

—Ya que no tengo nada que hacer, no tengo otra opción —respondió—. ¿O me lo estás pidiendo porque irá Kid?

—¡No digas tonterías! ¡Sabes perfectamente que ese idiota no me gusta para nada!

—¿Y por qué alzas la voz?

Bonney estuvo a punto de decir algo, pero se calló con un ligero rubor en sus mejillas. ___ siempre daba en el clavo. Eustass Kid era un muchacho casi problemático que le gustaba ser el gamberro. Era un chico que le gustaba la mecánica. Sí, trabajaba en el mismo sitio que Bonney, pero, como dijo ella, lo consideraba un idiota en todos los sentidos porque se creía superior a todos. Era puro egoísmo lo que veía en sus ojos. Ojalá tuviera suerte y encontrarse con un hombre a quien fijarse, pero ___ era muy introvertida. Ni siquiera sabía a ciencia cierta qué conversación dedicarle a esa persona. Ella, en sí, era aburrida.

Después del almuerzo, Bonney decidió ir a su cuarto para echarse la siesta. Ah, hoy era su día libre, así que lo aprovechará al máximo. En cambio, ___ se encargaba de tirar los envases a la papelera azul. Había que reciclar para no contaminar al medio ambiente. Su compañera compraba demasiada comida. Si en algún momento iban a entrar en cuarentena, la pobre chica estaría comprando todos los días para guardar todos los suministros posibles y sobrevivir. El ser humana podía aguantar mucho tiempo de hambruna, pero de agua no. Ese líquido transparente era necesario para mantenerse sanos y vivos.

___ miró el reloj apuntando cerca de las tres de la tarde. Debía de entrenarse con algo, como, por ejemplo, ver la televisión. Seguramente que estarán poniendo algún programa. Pero ¿a quién queremos engañar? En cualquier momento se quedará dormida. Le era imposible mantener los ojos abiertos. Con las películas que le gustaba mucho no le pasaba lo mismo. Era una simple friki con un poco de estilo en su vida. Una cosa que no le gustaba era escuchar a los periodistas decir muchas tonterías o se equivocaban a la hora de pronunciar una palabra. Le daba ganas de lanzarle una goma en la cara. Bonney haría lo mismo, pero con una piedra.

Al cabo de un rato, con la tele encendida y acostada en el sofá, se quedó profundamente dormida. Estaba tan cómoda que los sueños de Morfeo conquistaron su cerebro. Una pequeña saliva salía de la comisura de sus labios sin darse cuenta. Era una escena graciosa. Horas pasaron y se despertó con un buen dolor estomacal. Sentía que iba a explotar. Con torpeza cayó del sofá provocando un escándalo increíble. Claro, Bonney abrió la puerta con fuerza corriendo hacia el salón.

—¡___! El suelo no es para echarse la siesta —dice a modo de broma. Pero su postura cambió—. ¿Qué te pasa? No paras de tocarte la barriga.

—Me está doliendo mucho —se quejó.

—¿Quieres que te lleve a emergencias?

—No, yo creo que tengo un virus estomacal —comentó de manera tranquila. Intentó levantarse, pero todo su cuerpo temblaba.

—Lo dudo mucho. Venga, vamos al coche.

No quería preocupar a su amiga por lo que decidió hacerle caso por su mayor seguridad. Nunca antes le había pasado, era la primera vez. El hospital de Dressrosa estaba un poco lejos desde su posición. ___ le pidió a Bonney que fuera despacio que no se morirá, pero eso preocupó más a la peli-rosa que apretó más el acelerador. ¿Para que tuvo que abrir la boca? No paraba de tocar el vientre. Lo tenía hinchazón. Ya dudaba si era el estómago o los intestinos. Era muy mala en ubicarse donde estaban los órganos de su cuerpo. Esperaba que los síntomas que tuviera no eran nada graves. Que el doctor le mandase una receta médica y ya.

Quince minutos después de mucho tráfico llegaron al dichoso hospital y fueron a la zona de emergencias, ya que no tenían cita previa para el médico. Ahí ellos le atenderán de inmediato. O no. Al entrar, se encontraron que había una multitud de gente esperando también. No tuvieron más opción que coger turno. ___ se inclinaba una y otra vez para aliviar el dolor y eso preocupaba más a Bonney. Ella tuvo que quejarse a la recepcionista o a una de las enfermeras para que aceleran su trabajo. A veces la muchacha se desesperaba por tanta lentitud. Pero debía entender que todos no eran máquinas, es decir, robots.

Una de las enfermeras, al ver el desespero de la peli-rosa, se aproximó a ti para que pasaras. «¡Al fin!», masculló la joven por lo que una gota iba resbalando por la sien de ___. La dejaron en una sala con una camilla y le pidió que tuviera paciencia, que el doctor llegará a atenderla. Bonney se sentó con desgana en la silla con las piernas abiertas y los brazos cruzados, y con una cara de pocos amigos. La peli-(c/c) le pidió que se comportase porque estaban en un lugar público. Ella chasqueó la lengua y tuvo que mordérsela para no decir nada.

—Aquí está la paciente, doctor.

La enfermera corrió la cortina para dejar que el hombre entrase. De repente, los ojos de ___ se agrandaron y su corazón no paraba de bombear. Era el chico más atractivo que había visto en su vida. Un hombre alto y musculoso de cabello negro y corto con patillas y una perilla que le encantaba. Ojos grises que no mostraban vida o emoción alguna. Era lo que más le llamaba la atención. Notaba como sus mejillas ardían sin control alguno. Espera, ¿se estaba sonrojando?

—___-ya —la llamó. ¡Dios! Su voz era tan profunda y varonil que pensaba que estaba viendo al mismísimo dios griego—. Yo soy el doctor Trafalgar, estaré al cargo de su estado.

—¡Ya era hora que llegases, cabrón! ¡Mi amiga está gravemente mal!

—Bonney, no exageres -murmuró. Esta vez se estaba muriendo de la vergüenza que su amiga hiciera un escándalo.

En cambio, el doctor solo frunció el ceño ante ese comportamiento tan agresivo de la amiga de la paciente. No aguantaba a la gente maleducada, más aún si no tenían paciencia. Se acercó a ___ con el informe médico revisando las anotaciones que tomaron la enfermera de la recepción, cuando Bonney le informó del estado de su amiga.

—¿Hace cuánto que tiene estos dolores? —preguntó.

—Empezó hará una hora más o menos —contestó con un leve tartamudeo. «¡Mierda!», se maldijo así misma.

—¿Le ha pasado alguna vez?

—No, es la primera vez.

Él tomó un estetoscopio y subió un poco la camisa de la joven ____ para colocarlo sobre la barriga. Ella se estremeció por el contacto frío del aparato.

—¿Recuerda lo que desayunó y almorzó?

—Esta mañana desayuné un vaso de leche con cacao acompañado de unos bizcochos. Y para el almuerzo arroz tres delicias, sushi y ramen.

Para ella era una comida de lo más natural y normal. Sin embargo, para el doctor Trafalgar no. Tuvo que tocar el vientre de la joven con sus propias manos para notar esa leve hinchazón. ___ estaba muy roja y se sentía extraña que un hombre tan atractivo le estuviese tocando de esa manera. Calma, ___. Era un doctor que estaba haciendo su labor de medicina. Quería comprobar si tenías algún tipo de síntoma extraño. La chica se había fijado en los nudillos de él. Tatuados con la palabra "death", que significaba muerte. ¿Tendrá algún significado para él? Él terminó con su labor.

—Tengo una teoría, pero me gustaría comprobarlo. ¿Tienes algún tipo de alergia que conoces? —preguntó de nuevo.

—Que yo sepa, no.

—Bien, es lo que quería escuchar. —Esbozó una pequeña sonrisa. ¡Se veía demasiado sexy!-. Llamaré al alergólogo para que te haga una prueba.

—¡Espera! ¿Cuánto tiempo tardará en darle los resultados? —chilló Bonney. La paciencia no era lo suyo.

—El tiempo necesario. Este es un trabajo muy serio y quiero que mis pacientes salgan bien, y con buenos resultados -habló con tono serio.

Él se retiró dejando a las dos chicas ahí en la pequeña sala. La peli-rosa tuvo que maldecir unas cuantas veces queriendo matarle. Pero ___ se quedó embobada por ese doctor atractivo. ¿Cuál será su nombre? ¿Tendrá novia? ¿Dónde vivirá? Ya estaba empezando a divagar en sus pensamientos si en algún momento lo podrá conocer muy bien. Pero recordó que ella era introvertida. No se atrevería a hablarle. Ni siquiera con una mosca.

Pero lo único que no sabía que era el principio de todo.

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