Saltar como una orca

* A veces simplemente significa darte cuenta de que algo estás haciendo mal, y cambiarlo. Por ti.

Larry inspiraba y exhalaba forzada y profundamente en su habitación, cerró los ojos con fuerza, Uzuchi estaba más insoportable que nunca, había golpeado al hermano pequeño de una ex novia suya por decirle que ella no volvería con él, Larry trató de intervenir pacíficamente pero solo se ganó más insultos y un fastidio que a penas y pudo ocultar correctamente. Ahora Uzuchi le enviaba mensajes con groserías aleatorias como un niñito chiflado, y estuvo a nada de golpear su teléfono burbuja con un martillo, literal, pero nuevamente se contuvo y solo lo estrelló contra la pared. Descuiden, quedó intacto.
Los mensajes se detuvieron, se abstuvo de leerlos y sonrió ya más tranquilo, hasta que oyó su voz del otro lado de la puerta.

- Larry cobarde, ¿por qué no vienes aquí en mi cara a decirme que te deje en paz? Jajaja -si, le había enviado varios mensajes de texto pidiéndole amablemente que parara de insultarlo, así que llegó a su límite, se paró tranquilamente de su hamaca, apretó su puño y se lo impactó en la cara, dos veces.

Suspiró sin sentirse culpable por la mejilla roja ante él, ya se lo había advertido demasiadas veces y hasta lo había acusado, pero ese chico no tenia remedio.

- ¿Oye pero que te pasa! -gritó furioso y avergonzado, Larry apretó los labios.

- Te dije que me dejaras en paz y esta es mi última advertencia -habló con um tono lo suficientemente bajo como para no ser un grito y lo suficientemente alto para sonar autoritario.

- Uy si, mírame, como tiemblo -pues su timbre de voz si estaba temblando, y su quijada también lo hizo cuando le plantó su puño otra vez-. IMBÉCIL -le cerró la puerta y se dejó caer contra la madera de la puerta oyendolo golpear y gritar aún más fuerte, y cerró los ojos desesperado recordando los malos ratos con su madre, ella nunca entendió sus conversaciones civilizadas y nunca se atrevió a golpearla porque lo tenia intimidado, muy intimidado. Ahora él, que tampoco entendía razones y solo sabia frustrarlo, reaccionaba aún peor ante la violencia y ya no sabia que mas hacer, era uno de esos problemas que solo querías que terminaran, que se alejaran de ti y lograran desaparecer.

Suspiró derrotado, si, necesitaba ayuda, ya no estaba solo, si le decía a alguien de su problema esa persona lo apoyaría de inmediato, sin importar quien fuera, porque era su amigo. Tomó su telefono burbuja y le envió un mensaje a Bi, este contestó de inmediato y la manta raya se limitó a cerrar los ojos e intentar desaparecer.

...

Tal vez llamar a Bi no había sido su mejor idea...

Bi estaba en una fría celda compartida junto con otros delincuentes por haber provocado una pelea callejera, Uzuchi también estaba ahí. No provocaba una pelea callejera desde que su hermanita tenía dientes permanentes, y justo cuando se había prometido cambiar... Suspiró derrotado esperando que sus 36 horas de condena se pasasen rápido, porque en serio era muy humillante para él tener que romper sus juramentos... Aunque tal vez su promesa de cambiar rompía la de convertir los susurros del océano en un gran grito.

Convertir los susurros del mar en un gran grito.

Un grito.

Un grito de guerra, un grito de auxilio, un grito de protesta, una diferencia, ¡eso quería él! Ese niño de ocho años llorando por sus familiares no quería matar a los humanos, quería que lo entendieran, quería que pararan, no era una criatura repleta de odio y resentimiento, era simplemente un niño desesperado porque los humanos detuvieran el daño hacia los mares, pero ¿cómo iban a hacer que se detuvieran si solo se ocultaban de ellos sin demostrar ningún tipo de disgusto? Debían defenderse, reclamar lo que les pertenece por derecho, era su océano también después de todo.

Quizás su sed de venganza lo había desviado de lo mas importante, quizás malinterpretó su propia promesa, tal vez podía cambiar, y con ello, cambiar al mundo. O al menos intentarlo.

Vio el exterior de su celda mas aliviado esperando tan solo poder hacer lo correcto.

...

- ¡Bi, qué alivio que estés bien! -los amigos de la orca ya la esperaban afuera para terminar con sus 36 horas de aprisionamiento, la oficial Mnyama le echó un pequeño vistazo y frunció una ceja.

- Veo que te cortaste el cabello -ah, ¿en serio? No lo había notado... Bi se cruzó de brazos sin pena y lineó los labios.

- Si, creí correcto un cambio

- Pues bueno, esperemos que ese cambio no vaya en reversa

- Por supuesto que no señora oficial, puedo asegurarle que estoy tratando de cambiar, para bien, pero algunas cosas simplemente no tienen remedio

- ¿Cómo tu y tu afán de meterte en problemas?

- Exacto -ni siquiera él supo que quiso decir en ese momento pero se limitó a sonreír mientras salía de la comisaría convirtiéndose en una colosal orca que nadó a una peligrosa velocidad a la superficie.

- BI, ¿AHORA QUÉ PERCEBES ESTÁS HACIENDO?-gritó Rastyn asustado, la orca se dirigía a la isla de humanos, ¿qué quería hacer? La foca, la manta raya, el pulpo, el delfín y el pez globo lo siguieron inmediatamente hacia su destino, una playa repleta de pies humanos nadando y divirtiéndose en libertad, y ahí, la orca se preparó para romper el silencio y el mar al mismo tiempo.

La idea era muy peligrosa, desacertada e imprudente, la había analizado entre las tres paredes y una reja de su celda todo un día, pero ya no había vuelta atrás, y se preparó, y se impulsó, y su cuerpo de mas de 6 toneladas de masa saltó ante las narices de los espectadores y gritando, o bueno, emitiendo ese sonido chillante que salía desde lo mas profundo de su corazón de orca.

Soltó el chillido mas lastimero, largo y fuerte que una orca era capaz de emitir, un chillido, un chillido que quizás no significara un escandaloso grito pero representaba todos esos murmullos de tristeza escondidos en algún punto del agua oceánica, todas esas lagrimas capaces de convertirse en sal y tapizar al mar, y todo el odio y el resentimiento despidiéndose de su cuerpo y su alma mientras le rompían la garganta.

Quizás ningún humano entendiera todo lo que ese chillido simbolizó para él. Quizás ninguna criatura marina entendiera todo lo que ese grito evocó para ellos. Quizás los humanos y sirenas coincidieran en que su acto no significó absolutamente nada para nadie. Pero se equivocaban, porque para él, ese grito de guerra, ese chillido anti natural, esa protesta, ese capricho o como le quieran llamar, significó absolutamente todo.

- ¡Santos cielos!

- What the fuuuck!

Volvió a sumergirse en el mar dejando a todos los turistas humanos algo conmocionados e inquietos, sin saber muy bien que hacer después de que una orca hubiera dado un salto de 5 metros de altura para ellos a mitad de la nada, como un gesto vacío de un animal sin sentimientos, pero bueno, eso pensaban los adultos. Los niños vieron impresionados a sus pies como la orca se perdía entre el azul zafiro del agua, y sintieron una adrenalina incomparable, una enorme intriga por lo que se sumergía allá abajo, una chispa especial, y Bi los vio orgulloso, por el rabillo del ojo, sabiendo que había hecho finalmente un cambio, porque esos adultos que veían a los animales como seres tontos morirían, y serían sustituidos por esos mismos niños que ahora veían el agua a su alrededor de un modo completamente diferente, y positivo.

Y así como algo había cambiado ese día en esos niños, algo cambió en Bi, y tal vez ese salto de ballena quedaría empolvado y olvidado en la historia para siempre, pero mientras alguien lo recuerde, o mas bien, mientras tu seas quien lo recuerde, será eterno.

La foca le dio una bofetada por haberle dado el susto de su vida, Ucstav se puso todo histérico, Larry lo abrazó lo mas fuerte que pudo, Kaikei intentó tranquilizar a su pulpo y el delfín se limitó a ver a los lados algo asustado, pero la sonrisa de Bi no se borró ese día, ni ningún otro día de su vida, porque ahora su futuro brillaba más que nunca.

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