El misterio del pez humano
* ¡A la mierda las clasificaciones pez, tres cuartos pez un cuarto humano, medio humano medio pez, un cuarto pez tres cuartos humano y humano! ¡Ya nos cargó la chingada con el siete octavos pez un octavo humano!
¿Saben lo horrible que se siente que te excluyan una y otra vez de cada lugar al que vas por el mismo motivo, el cual por mas que tratas, no puedes cambiar? Claro que no, no eres un pez humano para saberlo, y nadie lo es, porque él es único en su especie. Nacido de un marino humano y una sirena Walcos tenía un cuerpo humano con branquias, repleto de escamas aqua hasta los limites de la cara, calvicie, manos y pies de rana, ojos amarillos y piel verde; no pertenecía ninguna clasificación existente y se sentía muy solo, pero eso era porque aun no se topaba con las sirenas.
¡Monstruo marino, monstruo marino! Así le decían todos, solo por ser diferente, solo por tener su propia clasificación debido a que era una especie nueva, solo por la ignorancia de temer al cambio. Quizá las sirenas y los humanos no eran tan diferentes después de todo.
Nadaba perdido entre animales sin una contraparte sirena contandoles sus problemas y oyendo los suyos entre burbujas casi invisibles. Llevaba algunos días en vela buscando donde dormir hasta que vislumbró una corta cabellera negra entre laberintos de algas verdes. Quizás él también estuviera perdido. Se dirigió a él algo inseguro y palmó su cuello con timidez.
- Disculpe -a la orca le dio mucho asco sentir esa cosa babosa en su cuello así que volteó inmediatamente, pero su expresión asqueada cambió a una muy... meh, mientras veía al error de la naturaleza que tenía en frente.
- Disculpado, ¿qué buscas? -él recolectaba algas a las afueras de la ciudad porque le dolía el codo gastarse su dinero y no quería que lo denunciaran por contrabando, ahora debía ser un ciudadano ejemplar. Bueno, no tanto, no tanto, uno legal... Está bien, no tan legal, uno decente, tranquilito. Esas mierdas.
- B-bueno, busco una casa
- ¿Tienes conchas?
- No...
- ¡Pordiocero! Quítateme de aquí que a penas tengo para mantenerme a mí mismo, ve a pedir dinero allá a ver a donde pero a mi no
- No, no te pido dinero ni casa, solo busco alguna cueva o... una casa abandonada donde pueda alojarme ¿conoces alguna?
- Las cavernas de la luz supongo, son patrimonio cultural pero nadie visita esas madres hace años y yo viví ahí un tiempo. Está en el arrecife de coral, en Sea City, junto atrás de las algas policíacas que dicen no pasar en rojo, negritas, mayúsculas y subrayado -las cavernas de la luz formaban parte de una rara y cursi leyenda urbana que preferiría olvidar, la cual por respeto a los ciudadanos que se suicidaron ahí unas décadas antes durante la segunda guerra humana mas escandalosa a nivel histórico y mundial, fue clausurada al publico, pero había muchos vándalos ahí que se alojaban ahí, e incluso, cuando dos de ellos se encontraban, hacían peleas callejeras de lo mas violentas ahí dentro. Él fue el protagonista y espectador de muchas de ellas, pero ya no debía meterse en esos rollos. Solo ver.
- Pero dice no pasar, debe ser por una razón importante ¿no? -la orca se encogió de hombros pensativa.
- Sin dinero no creo que tengas otra opción
- Tienes razón... gracias -murmuró apenado.
- No hay de que
Divertido por la situación recién Bi le contó a sus amigos dispuesto a hallar un buen tema de conversación, pero en cambio se ganó unos buenos regaños.
- Bi, sabes que está estrictamente prohibido ir allá -sermoneó Ucstav enfadado, a este ya le urgía embarazar a Kaikei, sonaba como vieja amargada.
- Si, pero no hay dinero, pero tampoco puede darse el lujo de dormir en la arena como Don Uy Me Robaron Las Espinas -uff, quizás mencionar el incidente de Kaikei cuando dormía en la calle no fuera buena idea, porque Ucstav acababa de evolucionar a vieja cabreada, y Maki por supuesto que se andaba aguantando muy bien la risa.
- ¡Él estaba liado con mafiosos y no tienes ningún derecho de mencionarlo como si fuera algo gracioso! -recibió un zape bien dado en la nuca por uno de los tentáculos locos de Ucstav mientras Kaikei iba a detener a su hombre.
- Ya Ucstav, no lo lastimes -sabía por viejas chismosas de por ahí que Ucstav era casi tan peleonero como Bi, y que si se dieron a madrazos muchas ocasiones atrás. Además, sus tentáculos si pegaban duro...
- Si Ucstav, ya, no me lastimes -Maki parecía estar al borde de asfixiarse matándose de risa por la actuación marica de Bi, la cual Ucstav claro que por supuesto que tampoco se tomó bien. Vio a Kaikei furioso señalandole con los ojos y los labios apretados que él lo estaba provocando pero el pelirrojo negó seriamente con una mirada furtiva. Suspiró demacrado.
- Está bien, pero a cambio de perdonarle la vida tiene que ir a las cavernas de la luz por el chico y alojarlo en su casa hasta que yo logre conseguirle algún empleo estable
- ¿Quééé? ¿pero y si me hago joto como tu! No, no, no, no, no, no -Ucstav ahora si que ya no podía con su alma, iba a descalabrarle todo ahora si cuando Kaikei le dio un puñetazo de advertencia.
- Calmado Bi, tus bromas ya no están siendo graciosas, para ninguno de los dos
- Perdón -se sobó la mejilla avergonzado mientras la foca y el pulpo explotaban en risas ahora sí. Bi infló sus mejillas y con la dignidad por los suelos fue a buscar a la cosa esa que envió a las cavernas de la luz.
- Ay, te amo -dijo Ucstav entre risas mientras el otro se cruzaba de brazos sonriente.
- Lo sé
La orca sentía su dentadura vibrar por el lado izquierdo mientras su piel golpeada palpitaba, a veces hasta él se irritaba a sí mismo, sentía cada vez mas fuerte que era una persona absolutamente desagradable y que un día las personas sobre las que depositaba toda su confianza lo desecharían hartos de su forma de ser. Al menos al final del día sus bromas los hacían reír de un modo o otro, porque si no... simplemente no sabría que hacer.
...
- Oh, son tan considerados -murmuró Waldo sonriente después de que las sirenas le hubieran explicado que iban a hacer-. Gracias
- No hay de que -dijo el pulpo despreocupado, ya tenían todo planeado para que Waldo se alojara dos días en casa de la orca mientras que él convencía a un viejo amigo de hacerle el favor de contratar al otro. Normalmente Larry sería quien lo alojara o incluso el que le consiguiera trabajo pero en este momento estaba de luto, su corazón se había muerto hacía dos días, pero prometió volver a su vida normal en un par de días más.
Las sirenas a su alrededor por supuesto que lo aceptaron de inmediato, pero no sin antes comentar lo hermosas que eran sus escamas y hacerlo sentir totalmente en casa, porque ser diferente no siempre tiene que ser malo.
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