9-. El tetraodóntido dice no

Todos llegamos a un limite en el que ya no podemos mas y explotamos, a excepción de los peces globo. Esos si explotan se mueren... Chiste malo, disculpen

Vació el número telefónico de a quien tanto había tratado de contactar desde las últimas semanas y marcó, siendo recibido por el insufrible tono de espera.

Se relamía los labios mientras pensaba en una buen forma de justificar su llamada, la verdad es que ser natural no se le daba bien, de hecho necesitaba una especie de "guión" ya preestablecido para sonar genuino, cosa que no podía ser más irónica... Tal vez ese fuese un buen tema de conversación antes de invitarlo a comer. La sola idea de volver a verlo le revolvía el estómago y dotaba de color a sus mejillas.

Era gracioso, pues de no ser porque se trataba de Bi juraría que lo había asustado

De no ser porque se trataba de Bi juraría que lo había asustado la paliza que le habían dado la otra vez, y temiendo recibir su mismo destino habría comenzado a ignorarlo. La orca se veía más bien de los que aprendían la lección por las malas, o de plano eran incapaces de entrar en razón, por lo que no veía probable que estuviese evadiéndolo a propósito, seguramente solo estuviese ocupado, después de todo tenía un negocio bastante exitoso el cual no hacía más que intrigarlo... Era difícil para él imaginarse de que se trataba.

Por quinta vez consecutiva fue mandado al buzón de voz y su corazón dejó de saltar contento para comenzar a encogerse sobre su pecho. A decir verdad, Bi era su único amigo en esos momentos, o bueno, diría que Bi y Oceana pero ya ni siquiera estaba seguro de ello. Ella se había molestado con él cuando se negó a presentarla con la orca, quien en sus propias palabras era "realmente apuesto". Dicha afirmación lo hizo inflar sus mejillas y enojarse sin razón, terminó haciéndole toda una escena de la que hasta la fecha le daba pena, ella se enfadó también y no se hablaban desde entonces.

No tenía muy en claro por qué lo había hecho, pero tampoco era que estuviese muy arrepentido, pues poco importaban los medios si el mensaje era claro: iba a pensárselo bastante antes de atreverse a coquetear con su amigo.

Abrazaba la concha entre sus manos, ciertamente deprimido ante la idea de una semana más sin mantener comunicación con él, cuando el aparato comenzó a vibrar con fuerza, obligándolo a abrirlo y expulsar una burbuja de conversación de la que esperaba fuese la imagen de la orca aquella que la conformase.

-Hola Kaikei –la sonrisa se le borró de la cara a la par que Ucstav le regalaba una sonrisa tímida. Para ser un pulpo fantasma en serio que le hacía tributo a su nombre.

- Oh, hola –respondió más obligado que otra cosa, casi dos meses se cumplían desde la última vez que se habían visto. Intentó ir a visitarlo por no ser un mal amigo hacía un par de semanas pero el pulpo solo le prometió atenderlo mientras iba de un lado a otro durante una hora. Supo bien que solo perdería su tiempo en esperarlo otros 60 minutos cuando su conversación solo evolucionó a un "Checa el menú y en cuanto quieras pedir algo te atenderé".

-¿Cómo has estado? –cuestionó dándole un buen mordisco a un emparedado de flores que provocó a sus pobres tripas.

- Tan bien como se puede estar, supongo –desvió la mirada cuando concluyó en que esa conversación no tenía futuro.- ¿Y tú?

- Bien, bien, he estado pensando en si podíamos vernos y eso, ya hace un tiempo que no nos vemos –afirmó lo obvio antes de que una segunda voz se robase toda su atención.

- ¿Quieres un sándwich por cada tentáculo que tienes o algo parecido? Ese es el cuarto que te comes, deja algo para los demás –le recriminó con sorna desde alguna parte de la habitación.

- Oye, ¿Bi está ahí contigo? –no tardó en preguntarle, escarbando por cada pedazo visible detrás de su figura pálida algún indicio de la presencia de la orca.

- Sí, algo así... -murmuró mirando un punto independiente a la pantalla, seguramente para verlo a él.

- Vaya, qué bueno, es que lo he estado llamando pero nunca me contestó. ¿Podrías mandarle el recado? Me gustaría charlar con él más tarde –se apuró a decir.

- ¿Entonces si quieres que salgamos a comer o algo? –apretó sus labios entre sí, incómodo, haciéndolo fruncir el ceño por respuesta.

- No lo sé, ¿qué es lo que tienes en mente? –Bi también era su amigo, por lo que no se le hacía descabellado el hecho de que pudiese acompañarlos.

- Estaba pensando en invitarte algo en el local donde trabajo, podrías pedir cualquier cosa en el menú y yo te acompañaría a comer. ¿Te agrada la idea?

- Terminaría de agradarme si tan solo no sonase a una cita –bromeó con tal de aligerar un poco el ambiente, cosa que resultó contraproducente, pues ahora el octópodo tenía cara de querer ser tragado por un remolino marino.- ¡No, no, no! Estaba jugando –se corrigió a sí mismo cuando el otro tartamudeó en medio de un intento fallido por justificarse, si hasta sus labios habían comenzado a temblar.- Claro que me gusta tu petición, te lo agradezco –se había olvidado de lo penoso que solía ser ese chico a veces, y no lo culpaba, él también pecaba de ser así, y bastante, pero después de oír a Bi hablando tanto de él sentía que lo conocía mucho más que en ese entonces.

- Ahh... Está bien –balbuceó sintiendo como recuperaba los colores y contempló con sorpresa como la mata de cabellos rojos que siempre iban acorde a las corriente de las olas ahora se hallaban aplacadas bajo una pequeña coleta que no tenía otra descripción aparte de adorable.

-Hey, ¿me pasas el trapo junto a ti? Es que necesito lavarme –se excusó la orca apenada.

- Ah, sí, por supuesto –bastantes temas de conversación nacieron en su cabeza y por una vez se sintió orgulloso de sí mismo, hacía un par de días vería imposible la idea de charlar con el pulpo de nuevo de esa forma. Su llamada sí era lo que tanto había estado esperando, después de todo.

Pero fue justo cuando Bi hizo acto de presencia, o bien, cuando su mano lo hizo, que el mundo pareció írsele encima... Su mano estaba coloreada de sangre, sangre reciente, sangre que no era suya.

Su corazón empezó a latir tan rápido que se sintió sofocado y su mano libre fue a parar a su boca en automático. No podía respirar, la voz de Ucstav se oía lejana gracias al tamborileo que lo ensordecía.

Simplemente se bloqueó, y todo cobró sentido en su cabeza.

Toda esa comida, la gran suma de dinero que no tuvo problemas con darle, ese famoso "negocio exitoso", ese grado considerablemente grande de insensibilidad... ¡Era un asesino a sueldo! ¡Un maldito asesino!

Claro que no se sentiría aterrado ante la idea de convivir con él, ¡seguramente hasta trabajase para sus deudores! Ser su amigo no lo salvaría de sujetos como él... Si el hombre al que sus padres habían estafado se cansaba de él y sus retardos solo bastaría una llamada y en un segundo lo mandarían a por él, mandarían a Bi a por él.

-¡Mierda, que no lo sé! Solo... se congeló, ¡no reacciona! ¡Kaikei! –gritó Ucstav al otro lado de la línea, ni siquiera terminaba de comprender lo que estaba pasando, mientras que la orca lo comprendía perfectamente.

- Habrá entrado en estado de choque cuando me vio, tenemos que encontrarlo cuanto antes –advirtió la orca, estremeciéndolo en seguida, pero sin terminar de ayudarlo, pues era incapaz de moverse, el miedo corría por su sangre y había comenzado a temblar. Solo podía verse proyectado a sí mismo en la arena, manchado por el pigmento de su propia sangre, y esas manos ensangrentadas de antes sosteniendo con firmeza un cuchillo no menos limpio que ambos. Sus ojos bien abiertos, sangre escapando de sus labios, de su barriga, de su aleta, de todas partes. Muerto.

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Em, si eso aligera la tensión déjenme decirles que la imagen multimedia es un pez globo con la boca de Donald Trump... Bye.

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