7-. La fiesta que no era de cumpleaños
Los peces cofre suelen estar llenos de sorpresas...
- ¿Una fiesta sorpresa? -el pulpo fantasma asintió tan sorprendido como él.
- Ni supe si era para Larry o para nosotros porque no me dijo nada hasta hoy en la mañana, pero sí, está organizando una fiesta sorpresa.
- Maldición -farfulló la orca por lo bajo, si Maki había decidido mantener en secreto su dichosa celebración por la libertad de la mantarraya debía ser porque llevaría las cosas al límite, y no se equivocaba.
La encomienda que la foca les había puesto a él y al octópodo era mantener al aludido lejos del área este de la ciudad, pues ahí se llevaría a cabo la fiesta, a la cual ya había invitado a medio mundo, pues todos amaban a Larry, y era difícil no hacerlo, pues siempre estaba participando en campañas benéficas, ayudando a desconocidos y conocidos y siendo una buena persona.
No recordaba con claridad cómo era que había conocido a Larry, era realmente pequeño cuando hizo a la mayoría de sus amigos, aunque era casi seguro que él sí que lo sabía, pues era un par de años mayor que él.
-Ucstav ¿Cómo fue que conociste a Larry? –preguntó la orca sentada a su lado en la hamaca, esperando la llegada de la mantarraya.
- Bueno, por mi hermano Galeaan, de hecho por él también te conocí a ti, se llevaban muy bien cuando niños –explicó algo nostálgico.
- Oh, es verdad, a veces se me olvida que tienes un gemelo... ¿Cómo se siente que tu reflejo tenga vida? ¿Fingían ser el otro y volvían locos a sus padres como en las películas? –el otro sonrió, agraciado por su comentario.
- A diferencia de lo que piensas, las cosas fueron distintas para nosotros. Nos peleábamos por los juguetes y especialmente en nuestro cumpleaños, pues era la diferencia de regalos que recibía cada uno la que ponía en evidencia cuál de los dos era el favorito.
- ¿Y quién lo era?
- Ni yo lo sé a ciencia cierta, muchos de nuestros amigos de ese entonces confesaron que no sabían diferenciar quién era quién, por lo que muchos de nuestros obsequios llegaron a manos del hermano equivocado –explicó divertido.
- ¿Yo alguna vez les di algo? –el pulpo asintió de inmediato.
- A mí me regalaste una ballena de madera y a mi hermano una bandera para que la ondeara... Creo que dejó de hablarte por eso –la orca se llevó una mano al pecho notoriamente ofendida y exclamó-:
- ¡Y todavía que le regalé algo! Qué quisquillosa que salió tu copia...
- ¡Hola! ¡Soy Larry! –dijo el individuo al otro lado de la puerta, llamando la atención de sus anfitriones, quienes fueron a recibirlo de inmediato.
- Vamos, Larry, entra, estábamos hablando sobre Ucstav y su hermano. ¿Te acuerdas de él? Se llamaba Galeaan.
- ¿Se llamaba? Todavía sigue vivo, por si te lo preguntabas –corrigió el octópodo de inmediato, pues aunque nunca había aprendido a llevarse bien con su hermano tampoco hablaría de él como si no existiese más.
- Oh... Sí, estábamos en el mismo curso, solíamos juntarnos en el recreo a hacer castillos de arena –memoró la mantarraya con una sonrisa ausente, pues aunque su cuerpo estaba ahí presente su mente divagaba entre pensamientos y quehaceres de los que no se encargaba hacía tiempo.
- ¿Cómo? ¿En el mismo curso? Pero si se llevan como dos años –cuestionó la orca una vez ató cabos.
- Ah, es que reprobé dos veces en la primaria –se excusó con una calma que lo obligó a contagiarse de ella, pues por sus ojos hiperactivos por toda su casa parecía no sentarle bien hablar de ello.
- ¿Alguno recuerda cómo es que conocimos a Maki? Yo lo hice porque estaba pegada a Bi como un percebe todo el tiempo.
- ¿Dónde está Maki? –Bi le lanzó una buena mirada de advertencia al que no sabía mantener la boca cerrada y se inventó cualquier cosa para despistarlo.
- Está en casa de su novio, ya sabes lo enamorada que está de Rastyn...
- Pero si me preguntó por ella cuando iba de camino para acá –protestó el mayor contrariado, tomando asiento por uno de los barriles en el comedor.
- Yo conozco a Maki desde que antes de que me salieran los dientes, eso es seguro. ¿Alguien se acuerda de Maki cuando aún no le salían los bigotes? Se veía tan rara –cambió de tema tan pronto como le fue posible, esperando que ello fuese suficiente para despistarlo.
- Yo tengo fotos. ¿Quieren verlas? –la mantarraya se negó apretando sus labios entre sí, formando una perfecta línea recta.
- Lo siento, chicos, pero hace mucho que no voy a ayudar al asilo y no quisiera hacerlos esperar mucho más –se lamentó apenado, parándose de su sitio en la mesa.
- Vamos entonces, después de todo seis manos son mejores que dos.
- Seis manos y ocho tentáculos –agregó el octópodo bien apuntado.
- ¿En serio quieren venir? ¡Oh, van a amar a los ancianos! Ya verán que sí, ¡démonos prisa!
Ni tardo ni perezoso jaló a ambos del brazo y a aletazos los sacó de la casa, llevándoselos tan rápido como le permitía su cola.
En el transcurso de su viaje ambos notaron nerviosos como Larry los guiaba, precisamente, al área no permitida, por lo que se vieron obligados a buscar alternativas a sus planes.
-¡Larry, mira, qué rico que huelen las algas condimentadas! Deberíamos comprar algunas para los ancianos.
- Oh, no, el condimento que les ponen les provoca agruras –advirtió en una mueca consternada, pues una vez él ya había cometido la equivocación de regalarles unas recién el año pasado.
- ¿Y qué tal si volvemos para que pueda cocinarles algo que les guste? ¡No podemos ir allá con las manos vacías! –chilló la orca interponiéndose en el paso. La mantarraya trató de esquivarlo sin una pizca de gracia pero su amigo imitó su movimiento. Al irse por el otro lado el resultado fue el mismo.
- Chicos, chicos... ¿Qué es lo que les ocurre? ¡Se han estado comportando súper extraño conmigo! –protestó apretando los puños como un crío haciendo berrinche, pero es que en verdad no le gustaba la manera en la que actuaban en ese momento.- Si no quieren decirme dónde está Maki no lo hagan, y si no están dispuesto a ayudar al asilo tampoco están obligados a hacerlo, pero por favor déjenme ir. ¡Los ancianos me necesitan! Y... y quiero asegurarme de... -de repente, su voz dejó de sonar tan jovial y su volumen disminuyó notoriamente. Sus ojos se bañaron de incertidumbre y su ceño se frunció, su garganta se negó a expulsar de ella sus pensamientos, porque decirlos en voz alta sería terminar de aceptarlos, y él no quería hacerlo, no quería que sus temores cobraran vida y lo arrastraran a lo más profundo del océano.
- Larry... Ellos no están muertos. Bueno, obvio no todos. –su puño azulado voló hacia la cabeza de la imprudencia en persona, propinándole un merecido cocazo un ella.
- Lo que Bi quiso decir es que los ancianos están bien, y si en serio quieres verlos te acompañamos con gusto. –corrigió el octópodo reafirmando sus palabras con la intensidad de su mirada. Ya más tranquilo el aludido lo aceptó y juntos fueron hasta la gran edificación de corales que era el asilo.
Lidiando con el peso de sus más oscuras imaginaciones tocó la puerta, quien ante su roce cedió por sí misma, abriéndoles el acceso.
Dentro la luz que se colaba por el umbral de la puerta se volvió su única iluminación. No había nadie.
-¿Desalojaron el asilo? –se dijo a sí mismo consternado, quebrando su voz en el proceso.
Con una mano en la boca y un horrible sabor en los labios retrocedió, sintiendo como su respiración se volvía un desastre segundo a segundo y su cabeza maquinaba los peores escenarios: el asilo quebró, el asilo se quedó sin voluntarios, los ancianos no soportaron su ausencia y fallecieron, el asilo se había mudado a un edificio más cutre.
Incapaz de cargar con todo aquello quiso darse a la huida. ¿A la huida de qué? A la huida de su realidad, de sí mismo.
Cuando su rostro se deformaba por contener un gimoteo todas las cortinas fueron arrancadas de las ventanas, descubriendo a todas las personas que se escondían en la oscuridad, entre ellas los mayores.
Jaló una larga espiración con una sonrisa y puso sus manos en su pecho, todavía percibiendo a su pecho tamborilear desenfrenado y no esperó mucho antes de que uno a uno, todos sus conocidos dentro de la propiedad se fundieran con él en medio de un gigantesco abrazo.
Finalmente, Maki fue a con la orca y el pulpo y los prendió de la oreja realmente molesta, pues habían arruinado toda la magia con esa mala broma en la que la mantarraya había caído solo, pero luego se reprendió a sí misma, pues si cualquiera de ellos dos estaba en el plan las cosas siempre prometían salirse del itinerario.
___
El mar siempre me ha dado miedo, no sé ustedes, pero posee tantas criaturas colosales e inimaginables, y pensar en que, tal vez, ellas sintieran un miedo tan gigantesco como el de nosotros hacia ellos fue mi principal motivación para escribir esta historia. En la mayoría de las obras desarrollándose dentro de mundos "mágicos" se le teme al ser humano y se ocultan de él, y aquí no es distinto, es decir, cómo no esconderse sabiendo que somos seres con raciocinio similar al suyo comercializando los cadáveres de sus amigos y familiares como si fueran nada.
Por cierto ¿qué les parece la nueva portada? Yo la cambié para mostrar el concepto algo aniñado de la historia mediante el emoticón tipo ciempiés de peces y el fondo así medio "tétrico" por el trasfondo de la historia. En fin, eso era todo, bye (los quero).
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