12-. Entre la verdad y cien mentiras
La verdad asegura dañar de igual modo a ambos individuos pero curarlos pronto, mientras que las mentiras advierten hacer feliz temporalmente a uno de los miembros y hacer sentir horrible al otro luego de un alivio mucho mas corto. Las verdades en exceso pueden convertirse en un arma poderosa para ambos individuos, las mentiras asesinan brutalmente a quien las usa.
No le gustaba la idea de aprovecharse de la situación y decir que había sido una verdadera obra del karma, pero ganas no le faltaban de afirmarle a todos que él estaba en lo cierto.
Unos humanos se habían asentado en la costa, pero no eran humanos ordinarios, sino que ellos eran a prueba de agua, y se habían adentrado más de lo necesario a las profundidades, es decir, a Sea City.
No habían llegado a descubrir a ninguno de sus habitantes ni a la ciudad en sí, más era cierto que acabaron por hacerle daño a un par de criaturas curiosas que en su contra parte animal se atrevieron a acercarse de más a ellos, y entre esas víctimas desafortunadas estaba Kaikei.
En sus propias palabras, los humanos solían ser mucho más amigables en Atlanta, su tierra natal, pero no estaban en Atlanta, y un par de sus espinas tampoco, por lo que había perdido bastante sangre.
Ahora estaban en la sala de espera del hospital, donde se mantenían atentos del pez desinflado, o bueno, la mayoría de ellos lo estaba, pues Ucstav le había sugerido mantener distancia de él un par de días, pues con su estado de salud el pavor que sentía en torno a su persona solo sería perjudicial para él.
No le objetó nada solo porque seguía enfadado por su actitud, pero solo eso, pues les había enviado un presente anónimo con Maki a la fiesta que organizaron cuando el pelirrojo se animó a denunciar a toda la mafia alrededor de sus deudas.
En ese momento se comunicaba con la foca por mensaje, quien si que acompañaba al pulpo en el hospital donde atendían su lesión, y le hacía saber que ya se sentía mucho mejor después de la dura semana que había pasado luego de romper con su novio, y que de hecho se había estado viendo con un calamar bastante amigable, aunque solo como amigos, pues aún se sentía algo comprometida con el cetáceo, quien claramente tenía problemas con su autoestima.
Maki también confesó que no había invitado a su novio a la fiesta de Larry porque estaba agobiada de su compañía, él absorbía demasiado su tiempo y lo reclamaba como si fuese suyo, y eso la incomodaba bastante, pero ahora que retomaba su vida usual le gustaba mucho más que antes de alejarse de Rastyn, pero que tampoco lo haría a un lado y mucho menos sin hablarle al respecto, pues no quería que repitiese sus errores con alguien más.
Bi se alegró por ella y se lo hizo saber enseguida, así como su entusiasmo por conocer a su nuevo interés "no romántico", pero un mensaje del pulpo por poco atrofiaba sus intenciones.
Fue a su bandeja de mensajes y se metió al del pulpo, dedicándose a leer la biblia que entre el pez globo y su remitente original le habían hecho disculpándose, o algo parecido. Todo apuntaba a que lo invitaban a verse o charlar un rato.
Larry siempre fue un tipo súper raro ante las mirada ajenas. De niño siempre andaba en las casas de los demás con el cuello encogido, la espalda encorvada y los brazos bien pegados al cuerpo, y ahora era todo amor regalando besos, abrazos y palabras de aliento. Nadie había tenido la desdicha de haberlo visto llorando o gritando del enfado alguna vez en su vida, y era raro versele en casa, a pesar de que viviese solo. Bi había sido testigo de cómo la mantarraya era recibida por el psicólogo del hospital como un paciente bastante recurrente, y era uno de los miembros a quien menos conocía, al menos poniendo los años en la mesa, aunque lo que si era cierto era que se trataba de un alma caritativa y benevolente que ayudaba a los demás desinteresadamente, o tal vez esperando recibir a cambio el amor que no había obtenido de los demás durante alguna etapa de su vida.
- ¿Estarás aquí mañana, Larry? -preguntó el pequeño tosiendo otra vez, la habitación que le había tocado por su tan poco presupuesto estaba cerca de una de las montañas de basura humana que estaban trasladando, y como no tenía ventanas se veía obligado a soportar las aguas sucias que ingresaban por sus branquias, solo empeorando su condición.
- Claro que sí -claro que no, en cambio estaría en su funeral viéndolo lucir una corona de flores y un diploma de doctor, porque eso pedía en su testamento: "Quiero que vayan todos mis amigos, y yo lucir una corona de flores para que piensen que estoy vivo y no lloren. También si es posible quiero mi diploma de doctor, porque yo sé que para ese día seré un gran doctor". Le dieron esperanza de vida de 15 años, pero por la basura humana y las pocas habitaciones disponibles en el hospital no sería así. Él había colocado un mueble enorme delante de la ventana para que no le pasara nada pero lo había quitado porque, a pesar de que la vista no fuera la mejor, lo hacía sentir como si no estuviera en una horrible habitación de hospital, y Larry era demasiado débil como para cerrar la maldita ventana con algo y gritarle: "¡No, Muuray, no pienso dejarte morir así!" Porque no tenía caso hacerlo morir unos meses mas tarde sintiéndose un animal encerrado siendo que podía dejarlo morir ahora, después de toda una vida de esperanza y el sentimiento de libertad.
Platicaron un rato de todo y de nada, él le contó todas las anécdotas graciosas y chistes que se pudo inventar y lo vio reír, tan fuerte y tan alegre que se pudo olvidar de la botella de plástico que se le había atorado en las branquias, de todos los aparatos que tenía conectados y de las horribles criaturas que acechaban la superficie. Ahí solo estaba él con un dolor de estomago muy agradable riéndose de un chiste que ya había olvidado hasta sonreír aliviado y ver a Larry una ultima vez, con una fatiga tan poderosa que le impedía respirar cada vez más, y le arrancó la sonrisa del rostro.
- No te veré mañana... ¿no es cierto?
- Si lo harás -aseguró Larry en voz baja y lo miró directamente a los ojos, cobijando a su pequeña mano con las propias, haciéndole saber que era el momento.
- Larry, dile a Nanu que, a pesar de que ya no me quiera, yo lo hago por los dos -pidió cerrando los ojos con fuerza, sabía que el día en el que su cuerpo ya no podría mas llegaría, pero eso no impedía que tuviera miedo.
- Nanu te ama Muuray, te lo juro, él te adora con toda su alma, siempre ha sido así -dijo desesperado, rogando por que lo estuviera escuchando.
- Ambos sabemos que eso no es verdad -murmuró sintiendo como el alma se le iba en un ultimo suspiro, y su mano dejaba de sostener la de su único amigo. Larry siempre había sido el único amigo de muchas personas, y las apreciaba a todas y cada una de ellas, a Muuray también. Nanu era su hermano mayor y quien pagaba todos los gastos del hospital; se había muerto hacia unos meses porque su área de la ciudad estaba demasiado contaminada pero él le dijo que estaba muy ocupado con el trabajo y por eso ya no lo visitaba. Cuando le dijeron que no pasaría de esa noche Nanu le rogó con todas sus fuerzas que cuidara de su hermano, y eso hizo, pagando las pocas mensualidades que faltaban y haciéndolo sonreír, pero le había fallado, porque Muuray cerró los ojos pensando que el chico lo odiaba.
Tapó al pequeño de piel tostada hasta el pecho, le dio un beso en la mejilla y acomodó sus labios para que sonriera, como lo hacia cada vez que la hora de visitas acababa antes porque el sueño le ganaba a Muuray, el hipocampo más valiente que habría conocido nunca. Salió de la habitación nauseabundo, la cabeza le daba vueltas y su estómago iba por el mismo camino. Su cuerpo nadaba a la recepción del edificio y su mente estaba en otra parte. Un rostro conocido le hizo señas cerca de la puerta de entrada, y él le correspondió todavía afectado por la temprana muerte de otro amigo, como si hubiera un hueco creciendo en su pecho que se tragaba toda su existencia, como un remolino marino.
- Hey Larry ¿te encuentras bien? Podemos posponer la salida si te sientes mal o-
- No, no, estoy bien -si algo le había enseñado Muuray en vida eso era que las mentiras, de un modo u otro, dañaban a uno de los individuos, pero aliviaban al otro. Por eso Larry siempre decía mentiras: para hacer feliz a la otra persona mientras él se sacrificaba, cayendo en el mismo abismo sin fondo al que tanto se había acostumbrado.
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Hey, una de mis frases favoritas y mi motivación para escribir este libro será utilizada en mi cuaderno de español YYY la decoraré en base a este libro así que cuando lo haya impreso se los mostraré uwur No les he mencionado nunca esa frase que inventé para esta historia así que intenten adivinarla en los comentarios, tienen todo hoy creo, no sé si les daré un obsequio por adivinar y de todas formas no se me ocurre que darles, un abrazo virtual tal vez (? :V
Los amo, bye.
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