11-. Lo salado es bueno a su modo
Las relaciones suelen variar demasiado entre sí. Pueden ser dulces, más lo salado tampoco es poco habitual tratándose del fondo del océano.
-Te digo que está aterrado, no quiere que hablemos del tema y no está de acuerdo con tu visión –explicó el octópodo apenado, pues cuando hablaban en su área de trabajo ingresó Bi pidiendo una buena ensalada y Kaikei enloqueció en el acto: hiperventilaba, su aleta se había inflado y su rostro estaba muy rojo, por poco se echaba a llorar y nadó lejos de la escena en cuanto pudo. Hablando con él fue que llegó a la raíz del asunto: sabía del proyecto de Bi; él le explicó que solo acababa con humanos y su porqué pero el pez globo alegó que sus motivaciones no justificaban lo que hacía, que continuaba siendo un asesino y que no lo quería cerca.
La orca no tardó en llamarlo, dispuesta a mantenerse al tanto de lo sucedido, y sus palabras no fueron muy bonitas para él.
-Yo jamás lo juzgué pese a todas las herramientas que tenía bajo mi poder, él no tiene derecho a juzgarme... -le recriminó arrugando la nariz, arrancando de tajo la costra de una herida muy profunda.- ¡¿Qué sabe él sobre mí?! ¡Después de todo lo que hice por él! ¡Si tan solo hubiese estado en mi lugar no pensaría lo mismo! ¡Se habría corrompido enseguida! ¡Ni siquiera estaría con vida!
- Bi, por favor, cálmate, es solo que para algunas personas suele ser muy fuerte ese y otros temas, Kaikei es ese tipo de persona. Con el tiempo terminará de procesarlo y las cosas volverán a ser como antes –murmuró conmocionado por el tono de voz bajo el que se había referido a él. Bi no era conocido por ser el sujeto más cuidadoso del mundo, a menudo hablaba con seguridad y su estilo era ir directo al punto, más sus métodos solían ser decir la verdad dura y tal cual era, y no reclamar a gritos.
- Ser un sensiblero de mierda no justifica que se ponga a criticar mis decisiones –alegó con un tono cargado de resentimiento antes de acabar con su llamada. Para terminar de nublar su juicio el insistente toqueteo hacia su puerta lo hizo gruñir, para desquitar su rabia, y con un genio que repelaría a cualquiera se asomó a su porche, siendo esos dos soles que alumbraban su mirada aquellos que apaciguarían las aguas de la feroz tormenta que crecía en él.
La oficial Mnyama no fue discreta al analizar su alrededor con esa mirada dura, esa mediante la cual entró sin problemas a su cabeza, volviéndose un polizón dentro de sus pensamientos.
-Buenos días –dijo la oficial cuando no obtuvo palabra por parte de su anfitrión.
- Ah, sí, buenos días –balbuceó al salir de uno de esos fuerte trances en los que ingresaba en cuanto la veía-. ¿Qué la trae por aquí? –añadió descolocado ante la sorpresa que le traía su visita.
- Un cartel –respondió con sencillez.- Uno que prometía a un supuesto mata humanos -¡y dale con eso! Borrando la gentileza que antes adornaba su rostro se vio a la tarea de no hacer rodar sus orbes ante su tonito de desagrado y tomar responsabilidad de sus actos.
- Y aquí está, ¿tiene algún encargo para mí, oficial? –cuestionó en un intento por sonar confiado, uno que seguramente lo habría hecho ver como pescado tostado en la arena.
- En absoluto, pero eso no deja de ser perjudicial para su tiempo, ¿no me invita a pasar? –tuvo que apoyarse en la puerta no solo para dejarla pasar, sino también porque tuvo la impresión de que sus huesos se volverían algas y caería desplomado al suelo como... como algo muy patético.
De inmediato retomó su dignidad y buscó en su alacena algo que ofrecerle pero la anguila eléctrica reprochó su oferta.
- Descuide, tampoco tengo la intención de hacerle un interrogatorio policiaco, aunque es cierto que mi intención es informarme sobre el asunto de la caza de humanos –y otra vez ese tono... Si ella le gustaba tanto como Maki aseguraba entonces Mnyama debía odiarlo, cosa que no podía estar más cerca de ser parecido.
Cuando Mnyama se proponía algo lo obtenía, y en ese momento su cometido era meter a la cárcel a todos los caza humanos, sin ningún tipo de excepción, una vez que lograra hacerlos ilegales, claro, y el primer paso para lograrlo era informándose. Bi pasó saliva fuertemente al detectar la mirada de la oficial justo en él.
- ¿Y bien? ¿No eres tú el experto? ¿Qué tal si me cuentas un poco sobre cómo te insertaste al mundo de la matanza? –comentó con una pizca de humor en su pregunta, un humor que no iba para nada al caso.
Sin otra opción aparte de sentarse a su lado un silencio nada reconfortante lo sentenció a terminar de abrir su pasado para ella, la autoridad.
-Pues bien, yo me dedico a la profesión desde hace tres años, instruido por mi madre –balbuceó cuidando las palabras que utilizaría, y los detalles que deseaba omitir.
- Entonces tu negocio es heredado ¿no?
- No realmente, ella jamás asesinó a un humano, yo sí, lo hice en cuanto tuve la oportunidad, y ellos me hicieron daño pero no salieron victoriosos –aseguró casi orgulloso, y diría casi porque la oficial estaba presente.
- ¿Por qué asesinaste a ese humano? A ese humano particularmente –preguntó con palpable curiosidad, una que no podía hartarlo, pues le gustó la idea de pensar que era curiosidad exclusivamente hacia él.
- Porque él intentó acabar conmigo antes, lo intentó e hirió mi aleta de manera irreversible. De no haber culminado con su vida él lo habría hecho con la mía –lo recordaba bien, nadando en un mar de sangre y niebla, ese bote salió de la nada, él era tan pequeño y sin embargo lo hirieron. Ellos no querían comida, querían un trofeo, su hambre no era de otra cosa más que de matanza, tal como la suya.
- ¿Te hizo daño antes? –asintió rápidamente, y con timidez palpó su propia cicatriz, o bien, el pedazo de piel inexistente que aún delataba parte de su musculo.
- Nunca logré sanar por completo y los doctores dicen que fue ello lo que perjudicó mi crecimiento. Ya sabe, los bebes de orca imitan mi estatura, ser del tamaño de cualquier pez no es natural para un cetáceo como yo –confesó sintiendo como la rabia burbujeaba en su barriga, una rabia que no hacía más que crecer en él desde que le habían herido a él y a su familia, una terrible rabia por la humanidad y todo aquel que se atrevía a excusarla, tal como Kaikei, tal como ella, los dos únicos tarados en el mundo que no se daban cuenta del mal que hacían.
- No me lo había puesto a pensar hasta ahora, pero a todo esto, ¿qué hacía usted en la superficie? –no podía estar hablando en serio... Sus manos chocaron contra la mesa e involuntariamente se levantó de su sitio y la encaró.
- ¡¿Qué si qué hacía yo en la superficie?! ¡No me venga usted con su psicología barata! ¡No, no es mi culpa por "haberme ido a curiosear a la orilla de la playa"! ¡¿Era a eso a lo que quería ir?! ¡¿A que acabé así porque yo me lo busqué?! ¡Porque si es así puede irse muchísimo a la mierda! ¡Muchas gracias!
- ¡Cuando quiera, Bi! –contestó con una sonrisa descarada-. Sé bien cuando me meto donde no corresponde; sin embargo, espero que podamos charlar más amenamente en otra oportunidad. Buenas tardes
Y así, tan calma como había ingresado, se retiró de su comedor y de su casa, deteniéndose a sí mismo un momento para poder contemplar su figura desaparecer por el marco de la entrada.
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En multimedia un pulpo fantasma abraza a un pez globo, ya puedo morir en paz :"U
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